Apenas Martina entra a mi oficina la veo con severidad, algo no anda bien.
—Señor… —la interrumpo. —No puedo darte la mínima confianza porque la desaprovechas, sabes que la apariencia del personal es muy importante para mí y si no fuera porque estaba muy ocupado, por supuesto que no te hubiese dejado a cargo. —Lo siento. —Recoge todo lo que has hecho, si no fuera por ti, esto no hubiera pasado. —Si señor. Ella se acerca y recoge la papelera, luego camina coleándose a mi lado para acomodar los papeles. Giro mi silla y la detallo de abajo hacia arriba, ella siempre me complace y teme mucho de mí, eso lo sé. Llevo una mano a la zona baja de su espalda y me mira, no tengo intenciones de follarla ahora, el castigo sería no dárselo, la perra se porta mal, no merece el hueso. —¿Alguien estuvo involucrado en la contratación? —pregunté. —Yo… yo —tartamudea. —No soy tonto Martina y sé que tú tampoco, sé que tú jamás me desobedecerías a menos que alguien te haya engañado. Desplazo mi mano hacia arriba, paso por su hombro y subo hasta su mejilla para acariciarla. —Sabes que si me llegó a enterar por otro y no por ti sobre este incidente, te las verás muy feo conmigo Martina. —Yo solo creí que habría… —coloco un dedo en sus labios. —Déjate de esa excusa que no me la trago… es tu última oportunidad Martina. Halo su labio inferior con mi pulgar y suelte este para que choque contra su diente, con la seducción se encuentra información. Ella cierra sus ojos y me preparo para que explote llenándome de noticias. —Fue su novia, ella me obligó, se empeñó de que quería una chica fea y yo hice lo que me pidió porque no quería ser despedida. ¡Bingo! Gracias Martina, ahora… Ester, me las pagarás. Tomo a Martina con fuerza en la quijada para que mantenga su vista en mí. —Solo yo estoy encargado de despedir y de contratar Martina, que te quede claro. —Si señor. —Que sea la última vez. —Ella asiente—. Ahora vete. —Pero señor, no he terminado… —la interrumpo. —Solo vete —repito y la suelto. —¿No está enojado conmigo? —agacha su rostro. —No, solo eres un civil más en esta guerra. —aclaré—. Ahora vete. Ella se va con la cabeza agachada sin decir más. Yo me quedo pensativo, no es la primera vez que Ester se mete en mis asuntos nada más por celos, esa mujer me tiene harto. En su cabeza no le entra que solo estamos juntos por contrato, por apariencia y por lo que dijo Martina que solo quería una chica fea, ¡Ja! Fea o no, yo me meto con quién yo quiera. Me las va a pagar y la pondré en su lugar para que así aprenda a respetarme. Vuelvo la atención a mi trabajo y la puerta es tocada, por lo que me estresa. —¿Qué sucede? —Señor… —abre la puerta. La veo de reojo sin alzar mi rostro. —¿Ahora que quieres Martina? —El señor Fuenmayor se encuentra en el vestíbulo —me informa. —Perfecto. Retiro mi silla, me levanto y salgo de mi oficina, me arreglo un poco el saco y Martina alza sus dedos pulgares para indicarme que estoy bien, sin embargo, no se lo agradezco y me limito a rodar mis ojos. Camino y le echo un reojo a la escritorio de la otra secretaria, no se encontraba presente, perfecto, su vestimenta no nos dejará mal. Cada vez que pasaba por aquí la confundía pensando que era que limpiaban a cada rato la oficina, ya decía yo que la chica se creía tanto como para tener a la señora de limpieza todo el día en su escritorio. Hasta pudo llegar a enojarme porque cada quien debe hacer lo suyo, pero estoy tan ocupado como para encargarme de esas estupideces, aunque encontrándome con un mal día, hubiese explotado transmitiendo mi molestia. Escucho los tacones de Martina detrás de mí y sé que es ella porque es la única que tiene permitido seguirme. Nos detuvimos en el ascensor y ella enseguida llama a este. Mis manos funcionan, pero si alguien más lo puede hacer por mi, esta todo bien, me encanta el control, sobre todo en la personas. Apenas este se abre, me subo a él y Martina presiona el botón de planta baja para descender conmigo. El ascensor se detiene y se abre, camino con seguridad hacia mi vendedor y lo saludo. —Enrique Fuenmayor —ofrezco mi mano e inmediatamente es estrechada por él. —Leandro Suárez. —¿Cómo has estado? Nuestras familias han sido socias desde hace algunos años. —Perfecto, aunque seguramente ya debes saberlo, ya que por esa razón me has llamado. Nos soltamos la mano le sonreí. Mi madre me comentó que han ampliado sus terrenos para el logro de más productos. —Si bueno, ¿Qué te puedo decir? Soy un hombre de negocios —suelto una risa y me enojo de hombros. —Si, y la respuesta es no —me toma por sorpresa. —¿Perdón? —Sé que nuestras familias son socios desde hace mucho, pero también sé que tú familia es tan ambiciosa que siempre nos llama cuando quiere hacernos una oferta por nuestros terrenos. —Oh… eso suena muy cliché, pero tal vez sería bueno escucharme, tengo una bue… —me interrumpe. —Lo lamento Leandro, pero he venido con la intención de que no insistan más o nos veremos obligados hasta romper nuestra sociedad, hubiese sido fácil una llamada, pero si queremos ser tomados en serio, entonces había que decirlo en persona. Se da la vuelta y me deja sin palabras, me siento un ridículo y nadie me deja como un ridículo. Respiro con fuerza gracias a mi enojo, ¿Quién se cree que es? Tendré esos terrenos sea como sea, ya verán de lo que soy capaz, se arrepentirá por haberse dirigido a mi de esa forma. Y en tal caso de que no los tenga, los arruinaré, soy un Suárez y no nos damos por vencidos. Me giro y veo a Marina haciéndose a un lado, por su bien que ni comente del tema. Enrique Fuenmayor, bienvenido a mi lista negra y no sabes lo que te esperará, suplicarás la venta de tu terreno.Martina regresa algo nerviosa por el reclamo de su jefe-amante. Para salir bien librada de aquel problema tuvo que decirle una verdad disfrazada al CEO. ¿Ahora qué debía hacer? Por ningún motivo podía permitir que Ester se enterara de lo que acababa de hacer. Ester Guzmán era una mujer de armas tomar. Acostumbrada a controlarlo todo, incluso a su novio, Leandro Suárez con quien apenas tenía un acuerdo de matrimonio por contrato. Aún así era de carácter dominante y controladora. Por ello, Martina astutamente supo desde un primer momento convertirse en su aliada dentro de la empresa. Seis meses atrás… La hermosa y elegante mujer entró a la empresa atrayendo a todos con su elegancia y glamour. La rubia llevaba puesto un hermoso vestido blanco con cuello halter que permitía ver lo largo de su cuello y sus hombros delicados. La falda tipo lápiz, acentuaba su delgada y esbelta figura, el oufit lo completaban los saltos negros de tacón fino y una cartera de sobre de la misma marca
Martina después de la llamada que tuvo con Ester, retoca su maquillaje en el baño y al finalizar sale de este. Cuando Alba escucha los tacones de la misma, se esconde para no ser vista y en cuanto Martina se encuentra lejos, Alba se adentra al baño. Se acerca al lavabo, abre la llave y se enjuaga el rostro, ha escuchado la conversación que Martina tuvo con Ester y es obvio que no le ha caído bien, tanto que lo primero que se le viene a la mente es renunciar, ella no merecía ser tratada así. Alza su mirada y se ve en el espejo, se sentía insegura, no es porque le hayan insinuado que es fea, sino que la contrataron por su apariencia y no por su inteligencia, la seguridad viene desde el interior, no se siente de valor. Era una gran decisión, pues a pesar de que sabe que no lo merece, también sabe que necesita el empleo y el dinero, es un empleo bien pagado y tiene gastos que cubrir. Mientras que Alba se queda un buen rato en el baño, Leandro pasa a su oficina y nota que la secret
—¿Disculpe? Alba se pierde en las palabras de su jefe. Él, exasperado por la lentitud de la chica, toma el brazo de ella y se la lleva a su oficina para tener privacidad con esta y hacerle una propuesta. —¡Vamos, hablemos en privado! —¿A dónde me lleva? —pregunta aturdida sin entender lo que ocurre. —¡A mi oficina, joder! Leandro la lleva a rastras hasta su oficina, abre la puerta, ella entra y luego él cierra la puerta, se desabotona la chaqueta, se dirige hasta su escritorio, se sienta y le pide a la asistente que tome asiento. Ella nerviosa, se sienta y esconde la mirada. —¿Estarías dispuesta a trabajar conmigo y a ganar cinco veces más del sueldo que recibes como asistente secundaria? —Ella levanta el rostro, realmente lo que deseaba era irse de aquel lugar. No seguir trabajando con él, sino desaparecer de esa empresa. Al ver que ella no reaccionaba, Leandro decide explicarle lo que tiene planeado: —Realmente lo que necesito es que seduzca a mi socio y pu
—Joder Camilo… ¿Cómo ha pasado esto? —Ella ya tiene un tiempo malita, pero sabes lo terca que es, dice estar bien, pero ya para la última visita la encontré en el suelo Alba, que bueno que tenía llave o si no, no sé que hubiera pasado. —Muchísimas gracias Camilo, de verdad. —Es un placer Alba, sabes que ustedes son como mi familia. Ella se calla por la incomodidad, no porque no sea cierto, sólo que al hablarle así, le hizo recordar su pasado con él. —Gracias igual. —Esboza una sonrisa aunque sabe que no puede verla. —¿Qué vamos a hacer? —Bueno, pediré permiso en el trabajo para llegar mañana allá. —De acuerdo, entonces me quedaré con ella hasta que llegues. —Está bien… y nuevamente gracias Camilo, no sé cómo agradecerte. —Preocúpate por pedir permiso y en llegar, luego vemos. —De acuerdo. —¿Y como has estado? —No ha sido fácil, pero siempre recuerdo al abuelo con sus consejos positivos y me motivo. —Era muy sabio, yo también lo extraño. Hace
Tal cual como lo planteó, Leandro llega a buscar a Alba a la hora pautada, sin embargo la chica aún no ha terminado de arreglarse. Había pasado toda la noche pensando en la situación de su abuela. El auto se detiene frente al edificio. El CEO saca su móvil y le envía un mensaje: ‘Estoy abajo, aguardo por ti’ Mientras, espera por Alba, detalla la antigua y humilde construcción de tres pisos, se distrae un poco viendo salir a algunas personas del lugar y dando oportunidad a que la asistente aparezca. Si algo caracteriza al arrogante hombre es su manía por ser puntual y su poca paciencia. Por ello, al no obtener respuesta de la chica decide bajar y entrar al edificio para buscarla. Desciende de su BMW iX1 color plata, se encamina hacia la entrada. Casualmente una mujer sale y él aprovecha de entrar a la edificación. Por la apariencia de aquel lugar, la chica debía pagar un arriendo bastante bajo. Sube las escaleras, encontrándose con un joven cuya apariencia es un tanto
¿Cómo soportaré a este hombre durante el fin de semana? Ojalá se le presente algo y se vaya con su actitud arrogante a otro lado. Mi abuela es lo más importante para mí y no quiero que él la esté haciendo pasar un mal rato en su estado. Al ver que me ha dejado sin palabras, se regresa a su asiento y pone el auto en marcha. —La seducción es un arte que trata de cautivar a alguien creando una conexión íntima más allá del físico y hacer que la otra persona sienta deseo, esto no es manipulación sino que aproveches todo tu poder femenino. Yo lo miro incrédula. —¿De verdad cree que es buen momento para comenzar a hablar de eso? Le pedí comenzar después del fin de semana. —No me gusta desaprovechar el tiempo, debes comprender lo que realmente le mueve a los hombres, no es complicado, pero para tener éxitos debes tener confianza en lo que haces. Mi jefe habla y aunque lo escuchó, me pierdo en el movimiento de sus labios al emitir una palabra, claro que para que no se dé cu
Finalmente llegamos a la villa. —¡Es aquí! —dice ella. Orillo el auto, pero antes de que me baje para abrirle la puerta, Alba desciende del coche un tanto enojada. Puedo reconocer rápidamente los gestos y facciones de cada mujer que se me pone en frente, sus gestos, cuando están enojadas o cuando me coquetean. Aunque hay algo en ella diferente que me hace dudar de mis convicciones con respecto a todo el resto de mujeres con las que he estado. A mis treinta tres años, no sólo soy exitoso en el tema de los buenos negocios, sino de las mujeres. Ella voltea a verme, apresuro el paso y le doy alcance. —¿Está enojada por qué no me detuve en el camino? —ella me mira y responde parcamente. —¡No! ¿Cómo podría exigirle algo a un hombre tan ocupado como usted que sólo piensa en lo que le conviene? Chasqueo los dientes como respuestas. Nos acercamos a la pequeña casa. Debe ser del tamaño de mi baño, nada más de verla por fuera. Ella saca las llaves de su bolsa y abre la pue
—Me alegra mucho verte Alba —dice Camilo. Alba oía, pero no prestaba atención, su jefe se acaba de ir y no sabe a donde, pero esperaba que este no regresará más. —¿Alba? —Camilo la conoce muy bien como para saber que ella no le estaba prestando atención. —¿Si? —¿Quién ha sido ese hombre con el que has venido? —Mi jefe… Camilo se impresiona. —Creí que habías pedido permiso para venir, ¿Acaso te necesita tanto que vino contigo? —No tienes porque ponerte así Camilo, necesito el trabajo y si ha decido acompañarme para que yo lo siga atendiendo, está bien. —Disculpa —se retracta el joven—, te he extrañado mucho. —Sabes que vengo cuando puedo porque tengo que ayudar a mi abuela. —Hablo de cuando éramos novios Alba… —Terminaste conmigo Camilo. —Porque no quería ser una distracción para ti. —Esa no era solo tu decisión, estoy cansada que tomen decisiones por mi Camilo, primero tú y luego la abuela. —Pensamos en ti Alba, en lo mucho que te esfuerzas