¡Acepto!

—Joder Camilo… ¿Cómo ha pasado esto?

—Ella ya tiene un tiempo malita, pero sabes lo terca que es, dice estar bien, pero ya para la última visita la encontré en el suelo Alba, que bueno que tenía llave o si no, no sé que hubiera pasado.

—Muchísimas gracias Camilo, de verdad.

—Es un placer Alba, sabes que ustedes son como mi familia.

Ella se calla por la incomodidad, no porque no sea cierto, sólo que al hablarle así, le hizo recordar su pasado con él.

—Gracias igual. —Esboza una sonrisa aunque sabe que no puede verla.

—¿Qué vamos a hacer?

—Bueno, pediré permiso en el trabajo para llegar mañana allá.

—De acuerdo, entonces me quedaré con ella hasta que llegues.

—Está bien… y nuevamente gracias Camilo, no sé cómo agradecerte.

—Preocúpate por pedir permiso y en llegar, luego vemos.

—De acuerdo.

—¿Y como has estado?

—No ha sido fácil, pero siempre recuerdo al abuelo con sus consejos positivos y me motivo.

—Era muy sabio, yo también lo extraño.

Hace unos meses que su abuelo ha fallecido, aunque Alba se enteró muy tarde, ya cuando el anciano estaba debajo de la tierra, ¿El por qué? Su abuela creía que así su nieta seguiría con los estudios porque sabía que su difunto no hubiera querido que su nieta detuviera sus estudios por ellos.

Cuando Alba se enteró se sintió muy destrozada, pero comprendió lo que quiso hacer su abuela, y ahora ya ha estado más al tanto, pero Lucía sigue ocultándole algunas cosas.

—Bueno Camilo, hablamos luego.

—Está bien, adiós.

Alba corta la llamada, se levanta del sofá y recoge su bolsa para salir de su piso. Ha decidido regresar a la empresa para hablar con su jefe. Al salir del edificio, toma el bus y este la deja cerca, camina unas cuantas cuadras a la empresa y se adentra en ella.

Sus pasos son firmes por su gran decisión, llega al ascensor, presiona el botón, sus puertas se abren y entra en él, pero antes de subir, alguien lo detiene.

—Disculpe —dice la conserje entrando un carrito exprimidor de mopas.

—No sé preocupe —responde Alba con una sonrisa.

La conserje le devuelve la sonrisa y ambas marcan su piso, finalmente las puertas del ascensor se cierran y ascienden por este.

—¿Eres la secretaria nueva, cierto? —la empleada saca un tema nuevo de conversación.

—Si, así es.

—Mmm me alegro… —el ascensor se detiene y la conserje se baja—. Que tenga mucha suerte.

Nuevamente las puertas del ascensor se cierran y cortan la pequeña conversación, la señora se veía que tenía mucho tiempo trabajando allí y por experiencia le ha dicho aquello a Alba.

Aunque eso la dejé desconcertada, no habrá nada que detenga a Alba. En cuanto el ascensor se detiene en su piso, ella camina directo a la oficina de su jefe y se encuentra con Martina.

—Creí que te habían despedido —su tono es algo burlón.

—No necesito acostarme con el jefe para mantener mi puesto como lo haces tú.

—Suenas dolida. —Se ríe.

—Para nada, ahora si me disculpas, iré hablar con nuestro jefe, ya tengo lo que me ha pedido, parece que mi cerebro es importante.

Entra a la oficina y deja a Martina con la palabra en la boca, Alba solo quería provocarla, esa chica la ha estado molestando.

—Señor Suárez… —Alba llama la atención del hombre leyendo un documento.

—Disculpe jefe, no debí dejarla entrar —dice Martina detrás.

—Déjenos solos, señorita Roso —habla sin mirar a la secretaria principal.

Martina le obedece no muy contenta y se retira, ya que su jefe ha vuelto a usar su apellido, eso significa que se acabó la confianza. En el momento que se quedan solos, Leandro habla.

—¿Y bien? ¿En qué puedo ayudarle? —pregunta, severo.

—¡Acepto!

No había nada que aclarar, ella sabía que entendería a lo que se refería. Leandro analiza a la joven, pero queda curioso.

—¿A qué se debe este cambio tan rápido?

—Es algo necesario y privado.

—De acuerdo, entonces comencemos mañana mismo.

—De hecho, no solo vine a aceptar su oferta, sino también a pedir un adelanto y comenzar después del fin de semana.

—¿Y eso por qué?

—Ya le dije que es privado y necesario.

—Si realmente quiere el dinero, deberá decirme que va a ser con él, a menos que no sea importante y no necesite mi dinero.

Alba respira profundo ante su jefe exigente, aunque tenía razón.

—Asuntos familiares.

—¿Qué tan familiares?

—Mi abuela no se ha sentido bien —suelta finalmente.

Leandro queda en silencio nuevamente, pensativo.

—La acompañaré a su viaje —regresa la vista a sus papeles.

Alba desorbita los ojos sin poder creerlo.

—¿Q-qué?

—Como escuchó, a menos que tenga un problema auditivo también.

—¿Cómo que también? —Él alza su vista, no dice nada y regresa a sus papeles—. No es necesario que me acompañe.

—Señorita Bermúdez, aunque lleve unas semanas trabajando aquí, no la conozco, no confío e iré para cuidar mi inversión.

—¿Acaso cree que voy a escapar con el dinero? —se ofende.

Leandro la ve de arriba abajo y ella se sienta juzgada por su mirar. Su silencio dice más y Alba suelta una risa irónica.

—Siente la confianza para proponerme tal cosa, pero no para dejarme ir con cierta cantidad de dinero.

—No es que confíe en usted, es por lo fácil.

—¿Fácil?

—Así es, todos tienen un precio y parece que usted ya encontró el suyo.

—Usted… es-es —siente furia, pero respira para calmarse.

—¿Increíble? Lo sé, ¿A qué hora pasó por usted mañana?

—¿No debería pedirme la dirección?

—He revisado su documento de contratación, no será necesario que me diga donde vive.

Leandro estaba confiado, todo indicaba a que ella haría todo lo que él quisiera, o eso cree…

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