Tal cual como lo planteó, Leandro llega a buscar a Alba a la hora pautada, sin embargo la chica aún no ha terminado de arreglarse. Había pasado toda la noche pensando en la situación de su abuela.
El auto se detiene frente al edificio. El CEO saca su móvil y le envía un mensaje: ‘Estoy abajo, aguardo por ti’ Mientras, espera por Alba, detalla la antigua y humilde construcción de tres pisos, se distrae un poco viendo salir a algunas personas del lugar y dando oportunidad a que la asistente aparezca. Si algo caracteriza al arrogante hombre es su manía por ser puntual y su poca paciencia. Por ello, al no obtener respuesta de la chica decide bajar y entrar al edificio para buscarla. Desciende de su BMW iX1 color plata, se encamina hacia la entrada. Casualmente una mujer sale y él aprovecha de entrar a la edificación. Por la apariencia de aquel lugar, la chica debía pagar un arriendo bastante bajo. Sube las escaleras, encontrándose con un joven cuya apariencia es un tanto humilde; para un hombre como él, acostumbrado a los lujos y a la ostentación, estar en aquel lugar es bastante incómodo. —Disculpa, sabes donde vive la Srta Alba. —El adolescente de sudadera gris, jean desgastado y deportivos, se queda pensativo. —¿Se refiere a la nueva inquilina? —pregunta el chico. —Sí, imagino —responde encogiéndose de hombros. —Es allí —señala con su dedo al lado izquierdo. —¡Gracias! —responde el CEO, escondiendo su mano dentro del bosillo de su pantalón de lino al notar la mirada fija del adolescente en su Rolex submariner de oro blanco. —Bonito, reloj, jefe. —Leandro aplana los labios simulando una sonrisa breve. Termina de subir las largas escaleras, llega al primer piso y toca el timbre un tanto dudoso. ¿Le habría dicho la verdad aquel chico? Alba, quien termina de colocarse el vestido blanco de flores que escogió para el viaje, escucha el timbre sonar. ¿Quién podría estar tocando a esa hora? Toma su móvil para ver la hora y lee el mensaje que lleva algunos minutos en su bandeja de entrada. —¡Joder que debe ser este tío! Rápidamente se coloca las sandalias mientras grita desde adentro. —¡Aguarde un segundo, por favor! En medio del apuro, se coloca las sandalias, toma el bolso que ha preparado con algunas cosas para su viaje y abre la puerta. —Buen día —dice Leandro con voz seductora. Alba lo mira sorprendida, se ve tan distinto sin su traje ejecutivo, incluso con aquel atuendo se ve mucho más apuesto. —B-buen día Sr S-Suárez. Ya, estoy lista —se apresura a decir al ver que él observa por encima de ella, la parte interior del piso que lleva un par de meses arrendando. Cierra la puerta dejando apenas su cabeza afuera —¿Me permites pasar? —pregunta él. —¡No, no, mejor ya vamos! Se hace tarde. —Necesito que me prestes tu baño. —Lo siento, pero no hay agua. —responde angustiada. La verdad es que su apartamento está hecho un caos, y que son justamente los fines de semana que ella, se ocupa en limpiar y arreglar aquel desorden.— Además el sanitario no funciona tampoco —se excusa para evitar a toda costa que su jefe entre.— En la carretera puede pararse. La pelicastaña sale del apartamento, lo toma del brazo y ahora es ella quien lo lleva a rastras fuera del edificio. Cuando Alba sale fuera del edificio, mira a todos lados buscando el lujoso Mercedes Benz blanco de su jefe, sin imaginar que el deportivo frente a ella, es el coche donde deberán viajar. —¿Dónde está su… —No termina la frase cuando el sonido del control desactiva los seguros del auto parado frente a ellos.— coche? —agrega. Leandro le abre la puerta, ella se sorprende con aquel inesperado gesto, nunca había protagonizado un detalle como ese viniendo de un hombre tan caballeroso, ni mucho menos subido a un auto como aquel. —¡G-gracias! —responde y entra al coche. El CEO da la vuelta y sube a su auto. Luego enciende el motor del automóvil mientras Alba lo mira por el rabillo del ojo. Su mirada se pierde en lo ostentoso de aquel vehículo. —¿Y bien, estás lista para el viaje? —pregunta él y ella asiente. —¡Sí, y de verdad gracias, no debió tomarse la molestia. —¡Ya te dije que no es molestia! Sólo cuido de las inversiones que hago. —Alba rodea los ojos mientras piensa en lo desagradable que es sentirse vigilada por alguien. —No pienso robarle su dinero. —espeta. Leandro sonríe brevemente y echa a andar el auto. En pocos minutos, ya toman la autopista y con ello, aumenta la velocidad. Ella se sujeta de los lados del asiento al ver el tablero y comprobar el velocímetro. —¿No cree que va m-muy rápido? —Son cinco horas hasta Manresa, pero con suerte antes de mediodía estaremos allá —le da un guiño y Alba siente que las mejillas se le encienden. Durante el trayecto, ella se distrae viendo por la ventanilla los hermosos paisajes campestres, él en tanto tararea un tema musical y la mira de reojos analizando su comportamiento y viendo esos detalles que debe corregir en ella. —Siéntate derecha —le dice y ella voltea a verlo sin entender a qué se refiere. —¿Cómo dice? —Tu postura, corrige tu postura. El lenguaje no verbal es imprescindible. —¿Lenguaje no verbal? —Sí, tus gestos, tu postura. Debes mostrar seguridad. Una persona que muestra confianza en sí misma, debe estar siempre recta y con el rostro elevado. Alba se acomoda en el asiento, tratando de seguir las observaciones de su jefe. —Más, enderézate un poco más, levanta el mentón. —Ella obedece—. Sí, un poco mejor —dice en tono displicente. Alba respira profundamente, aquello de ser una mujer seductora no parece nada fácil. Justo en ese momento, suena el móvil de la pelicastaña, ella lo busca dentro de su bolsa y atiende la llamada al ver de quién se trata. —Sí, ya vamos en camino. En una hora debemos estar allí. Gracias Camilo. No sé qué haría sin ti. —ella finaliza la llamada y guarda su móvil. Leandro quien logró percibir la voz de un hombre y luego de escuchar la conversación se llena de dudas ¿Con quién estaba hablando? ¿Quién rayos era Camilo? —¿Con quién hablabas? —pregunta suspicazmente. —Es un amigo —contesta ella recordando su relación pasada con aquel hombre. —¿Un amigo? —insiste en preguntar. Pero el tono sarcástico en su voz provoca incomodidad en la chica. —Sí, un amigo ¿algún problema con eso? ¿O es que piensa que por ser fea tampoco puedo tener amigos? —La actitud de Alba genera una reacción inesperada en el CEO. Leandro detiene el auto repentinamente, se inclina hacia ella, apoyando su brazo en el asiento contrario y la mira fijamente. —Trabajas para mí, debo saber cosas sobre ti, aunque no quieras. Me importa poco si Camilo es tu hermano o el tío con quien follas, ¿Vale? —el tono de voz de Leandro no sólo era agresivo, sino que sonaba a novio celoso. ¿Estaba celoso?...¿Cómo soportaré a este hombre durante el fin de semana? Ojalá se le presente algo y se vaya con su actitud arrogante a otro lado. Mi abuela es lo más importante para mí y no quiero que él la esté haciendo pasar un mal rato en su estado. Al ver que me ha dejado sin palabras, se regresa a su asiento y pone el auto en marcha. —La seducción es un arte que trata de cautivar a alguien creando una conexión íntima más allá del físico y hacer que la otra persona sienta deseo, esto no es manipulación sino que aproveches todo tu poder femenino. Yo lo miro incrédula. —¿De verdad cree que es buen momento para comenzar a hablar de eso? Le pedí comenzar después del fin de semana. —No me gusta desaprovechar el tiempo, debes comprender lo que realmente le mueve a los hombres, no es complicado, pero para tener éxitos debes tener confianza en lo que haces. Mi jefe habla y aunque lo escuchó, me pierdo en el movimiento de sus labios al emitir una palabra, claro que para que no se dé cu
Finalmente llegamos a la villa. —¡Es aquí! —dice ella. Orillo el auto, pero antes de que me baje para abrirle la puerta, Alba desciende del coche un tanto enojada. Puedo reconocer rápidamente los gestos y facciones de cada mujer que se me pone en frente, sus gestos, cuando están enojadas o cuando me coquetean. Aunque hay algo en ella diferente que me hace dudar de mis convicciones con respecto a todo el resto de mujeres con las que he estado. A mis treinta tres años, no sólo soy exitoso en el tema de los buenos negocios, sino de las mujeres. Ella voltea a verme, apresuro el paso y le doy alcance. —¿Está enojada por qué no me detuve en el camino? —ella me mira y responde parcamente. —¡No! ¿Cómo podría exigirle algo a un hombre tan ocupado como usted que sólo piensa en lo que le conviene? Chasqueo los dientes como respuestas. Nos acercamos a la pequeña casa. Debe ser del tamaño de mi baño, nada más de verla por fuera. Ella saca las llaves de su bolsa y abre la pue
—Me alegra mucho verte Alba —dice Camilo. Alba oía, pero no prestaba atención, su jefe se acaba de ir y no sabe a donde, pero esperaba que este no regresará más. —¿Alba? —Camilo la conoce muy bien como para saber que ella no le estaba prestando atención. —¿Si? —¿Quién ha sido ese hombre con el que has venido? —Mi jefe… Camilo se impresiona. —Creí que habías pedido permiso para venir, ¿Acaso te necesita tanto que vino contigo? —No tienes porque ponerte así Camilo, necesito el trabajo y si ha decido acompañarme para que yo lo siga atendiendo, está bien. —Disculpa —se retracta el joven—, te he extrañado mucho. —Sabes que vengo cuando puedo porque tengo que ayudar a mi abuela. —Hablo de cuando éramos novios Alba… —Terminaste conmigo Camilo. —Porque no quería ser una distracción para ti. —Esa no era solo tu decisión, estoy cansada que tomen decisiones por mi Camilo, primero tú y luego la abuela. —Pensamos en ti Alba, en lo mucho que te esfuerzas
Alba lo observa con enojo y le responde: —No necesito coquetearle a un hombre para que este se fije en mí. —Me imagino —el tono de Leandro es sarcástico. —Además estoy aquí por mi abuela, sólo por ella. —los ojos de Alba se vuelven cristalinos y es cuando él nota que algo más está ocurriendo. —¿Pasa algo? —ella evade la mirada y se seca con el reverso de la mano la lágrima que la delata ante él. —Necesito ver al médico que la atendió en el puesto de salud. ¿Puede llevarme? —Claro, solo dígame la dirección si se la sabe. —Por supuesto, eso fue lo que estuve averiguando, mientras usted pensaba que yo andaba intentando volver con mi ex. —espetó. Leandro aplana los labios, mientras Alba va hasta la habitación de su abuela para decirle que debe resolver algunos asuntos con su jefe. Cuando entra a la habitación, su abuela está sentada en la cama y sonríe al verla. La chica se sienta a su lado visiblemente preocupada. —¡Abuela! ¿Te sientes bien? —Le pregunta.
De camino a la villa Alba no me dirigió la palabra y en este momento me gustaría saber que más le preocupa. Si, su abuela está grave, pero ya me he ofrecido a ayudarle, aunque está aliviada, tiene cara como si ha hecho una especie de pacto con el diablo. Estaciono el vehículo frente a la casa y Alba se baja con la bolsa de comida que hemos pedido para llevar para su abuela. Yo también me bajo y la sigo, entramos a la casa y Lucía se encontraba cocinando con ayuda de ese tal Camilo. —Abuela, deja eso, el señor Suárez le ha comprado algo. Alba se acerca a ella y Lucía se detiene. —¿Viene con postre? —pregunta tan animada que me saca una sonrisa. —Por supuesto, soy muy atento a los detalles —comente—, de haber sabido que es tan dulcera, le comprará una tienda entera. —Oh vaya… y si usted sigue así, no habrá nadie me que detenga a comerle el dulce —dice pícara y me hace reír. Es una señora encantadora, me agrada mucho. —Ustedes dos, vayan a un hotel —se entrom
La mañana siguiente era hora de partir, Lucía y Camilo se encontraban afuera despidiendo a Alba y a Leandro. Alba abraza a su abuela y casi que se aferra a ella, luego la suelta y se despide de Camilo, quien le deja un beso en beso en la mejilla, casi cerca de los labios. Ella se separa de él un tanto sorprendida y tocándose la comisura de su labio, sintió algo por ese semi-beso. Leandro lo ha visto todo y no le ha caído bien, sin embargo, se despide de Lucía como se debe y luego estrecha la mano de Camilo como despedida. —Cuídela bien —dice el señor Suárez severo. —Si cuidarla bien se refiere a cocinarle, pues ya vio que no se morirá de hambre. —A menos que no le de la comida a tiempo, ¿No creyó que era muy tarde para comer? —Hago lo mejor que puedo. —Si así fuera, no la dejara sola. —Tengo otras responsabilidades, así como usted, o sino, ¿Por qué no se queda? Si tanto le preocupa que no esté bien en mis manos. Alba y Lucía no comprendía aquella discusión en
El lunes, desde muy temprano, Leandro llega a la empresa, ha tenido poca comunicación con su asistente desde que la dejó en su piso. Mas, no deja de pensar en que debe contactar al médico que puede salvarle la vida a la abuela. Había sentido una conexión algo especial con aquella anciana. Realmente estaba preocupado por Lucía. Aunque en su mente, emplea argumentos racionales a su inusual comportamiento. “Tengo que tratar que Alba esté bien y solo se enfoque en nuestro plan, no puedo permitir que otros asuntos, la preocupen excepto seducir a Enrique Fuenmayor” cavila en ese punto. “Además de esa manera se sentirá más comprometida conmigo y hará lo que yo le pida” piensa y repentinamente una sonrisa algo perversa se dibuja en su rostro. Presiona el botón y llama por el interlocutor a la asistente principal. —Srta Roso, por favor venga a mi oficina. —la rubia teñida, se desconcierta ante tanto formalismo, no sólo la llamaba por su apellido sino que últimamente estaba algo aris
Martina desorbita los ojos al escuchar tal conversación, casi que se traga su chicle y comienza a toser. Alba la ve extrañada y tapa con su mano el micrófono del teléfono. —¿Se encuentra bien? —le pregunta a su compañera de trabajo. No sé merecía su amabilidad, pero tampoco iba a desearle que se ahogara. —Si-si, solo que el tipo este de Superman va a tener un hijo —se excusa Martina. Alba rueda sus ojos, jamás ha sido amante a las redes sociales, considera que son una distracción, además de que considera tonto que Martina casi se ahogue con su chicle por una noticia de un hombre que ni conoce. —Tal vez deba darme un momento —Martina se levanta de la silla. —Claro, ¿Por qué sientes que has perdido tu oportunidad, no? —Puede ser, aunque un niño no amarra a hombre, ¿Sabes? —le guiña el ojo. “¿Ni siquiera por qué se los trague?” piensa Alba. Martina se va al baño y Alba la ignora para seguir con su conversación. En cuanto llega y revisa que se encuentra sola, llama a E