El lunes, desde muy temprano, Leandro llega a la empresa, ha tenido poca comunicación con su asistente desde que la dejó en su piso. Mas, no deja de pensar en que debe contactar al médico que puede salvarle la vida a la abuela. Había sentido una conexión algo especial con aquella anciana. Realmente estaba preocupado por Lucía. Aunque en su mente, emplea argumentos racionales a su inusual comportamiento. “Tengo que tratar que Alba esté bien y solo se enfoque en nuestro plan, no puedo permitir que otros asuntos, la preocupen excepto seducir a Enrique Fuenmayor” cavila en ese punto. “Además de esa manera se sentirá más comprometida conmigo y hará lo que yo le pida” piensa y repentinamente una sonrisa algo perversa se dibuja en su rostro. Presiona el botón y llama por el interlocutor a la asistente principal. —Srta Roso, por favor venga a mi oficina. —la rubia teñida, se desconcierta ante tanto formalismo, no sólo la llamaba por su apellido sino que últimamente estaba algo aris
Martina desorbita los ojos al escuchar tal conversación, casi que se traga su chicle y comienza a toser. Alba la ve extrañada y tapa con su mano el micrófono del teléfono. —¿Se encuentra bien? —le pregunta a su compañera de trabajo. No sé merecía su amabilidad, pero tampoco iba a desearle que se ahogara. —Si-si, solo que el tipo este de Superman va a tener un hijo —se excusa Martina. Alba rueda sus ojos, jamás ha sido amante a las redes sociales, considera que son una distracción, además de que considera tonto que Martina casi se ahogue con su chicle por una noticia de un hombre que ni conoce. —Tal vez deba darme un momento —Martina se levanta de la silla. —Claro, ¿Por qué sientes que has perdido tu oportunidad, no? —Puede ser, aunque un niño no amarra a hombre, ¿Sabes? —le guiña el ojo. “¿Ni siquiera por qué se los trague?” piensa Alba. Martina se va al baño y Alba la ignora para seguir con su conversación. En cuanto llega y revisa que se encuentra sola, llama a E
Leandro observa la hora en su Rolex y comienza a organizar sus papeles para recoger su oficina, está acostumbrado a irse tarde, pero desde ahora comenzará a irse temprano, ¿La razón? Su plan no puede retrasarse. Su puerta es tocada y después de un “pase”, la persona del otro lado, entra. —Señor Suárez, ya me voy, pero paso por aquí para saber si necesita algo de mí… Martina tenía la intención de que su jefe le diera una buena despedida. —Mmm —Él la ve y se lo piensa—, no, gracias, puedes irte. Baja su mirada y a Martina casi le sale humo por las orejas. —Está bien, señor, con permiso. Ella se retira y cierra la puerta, aunque se extraña de que su jefe esté recogiendo a esa hora. No obstante, no le pregunta la razón para no fastidiarlo, sabe que así no se ganará de nuevo a su jefe. En cuanto Leandro termina, sale de la oficina y encuentra a Alba aún en su escritorio, camina con pasos cortos y se detiene en su escritorio. —¿Por qué aún está trabajando? Ya es su
El comentario de Leandro resultó bastante desagradable para Alba, no era el simple hecho de que bromeara con su ropa íntima sino que además de sentirse avergonzada, sintió que se burlaba de Lucía y eso sí le produjo mucho enfado. Leandro se retiró luego de aquella primera noche de clase. Le dio varios tips sobre su apariencia personal, sobre el lenguaje corporal y sobre su postura. La asistente prestó atención a cada uno de los consejos e intentó ponerlos en práctica la mañana siguiente. A ratos, mientras intentaba dormirse, algún pensamiento o imagen de Leandro venía a su mente. Eso la perturbaba ¿Por qué tenía que pensar en él? Leandro Suárez era su jefe, sólo eso. Estaba comprometido y ella no debía siquiera pensar en él. No, si no quería sufrir como una tonta. A pesar de ello, no lograba sacarlo de su cabeza. Finalmente se quedó dormida. Despertó cuando la alarma de su móvil sonó, haciéndola dar un brinco. Se incorporó rápidamente, fue hasta el baño para asearse y luego
Llegó la hora de salir de la empresa y al igual, que el día anterior, Leandro esperó por su asistente. Él salió primero de su oficina y al pasar junto a ella, le murmuró: —La estaré esperando en mi coche. No tarde por favor. —¡Sí, señor! —contestó ella, mientras apagaba el computador de su escritorio. Él fue hasta el estacionamiento subterráneo y minutos después subió al coche. Leandro condujo hasta el apartamento de la chica. Durante el trayecto conversaron muy poco. Finalmente el coche se detuvo frente al edificio, ambos descendieron del vehículo y luego subieron hasta el pequeño apartamento. —Siéntese, ya regreso —dijo ella adentrándose en su habitación. Leandro se sentó en el sofá de dos puestos y escaneó visualmente el lugar. A diferencia del día anterior todo estaba pulcro y ordenado. A pesar de ser un lugar sin lujos podía sentirse cómodo al igual que en la casa de Lucía. Aquello le provocaba ciertos recuerdos de su pasado que deseaba no recordar, pues teniendo
Gracias a los consejos de Leandro, Alba ha comenzado a cuidarse, tanto que ha empezado a hacer ejercicio antes de irse al trabajo. Ata sus cordones y sale de su piso, apenas cruza la calle comienza a trotar. Llega al parque y decide darle una vuelta a este para luego regresar a casa. Una chica que venía en dirección contraria de Alba se detiene en frente para mirarla y antes de que Alba la esquive, la chica la llama. —¡Alba! —saluda la chica. —¡¿Alejandra?! —pregunta dudosa. No la recordaba. —Así es, soy yo. —Se dispone a abrazarla con mucho cariño—. ¿No me digas que ya te olvidaste de mí? La separa del abrazo y comienzan a trotar juntas. —La verdad es que no, pero no creí que fueras tú pues se supone que deberías estar en Francia, ¿no? Alejandra es una amiga de Alba de la universidad, pero a mitad de la carrera se transfirió a Francia. —Pero he vuelto. —¿Hace cuánto? —Unos meses, después de graduarme volví. —¿Y por qué no me escribiste? —Cambié de t
Leandro se encuentra desde muy temprano en la puerta del piso de Alba esperando a ser atendido por lo acordado. Aunque lleva poco minutos ahí esperando, se impacienta al tocar. Alba soñolienta se levanta y camina con pesadez para abrirle a la persona insistente, por un momento pensó que el señor del arriendo, pero aún no toca pagar. Ella abre la puerta y abre bien sus ojos al encontrar su jefe. —Finalmente —dijo él entrando y quitándose la chaqueta. Leandro se siente cómodo como si fuese el dueño de todo. —Señor Suárez, ¿Qué hace aquí tan temprano? —¿También sufre de perdida de memoria? —Arquea una ceja y ella le pone los ojos en blanco. Su jefe la va a volver loca—. Acordamos vernos hoy, sábado. —Si, pero no creí que fuese tan temprano, ¿Acaso no descansa? —Lo suficiente, ¿No durmió sus ocho horas? —La mira con atención. —No, no hemos tenido respuestas del médico y eso me preocupa. —Agacha su rostro—. Tener a mi abuela en ese estado, me tiene sin dormir.
Alba es la primera en reaccionar y se aleja de él con rapidez. —Gracias —dice sin mirarlo. —Es un placer —Leandro estaba desconcertado, no sabía que le estaba pasando, se preocupa de lo que está comenzando a sentir por ella—. Será mejor que me vaya —opta por evadir sus emociones. —¿Pero y la clase? —Usted ha estado cansada por lo de su abuela, mejor descanse. —Esta bien, gracias —da media sonrisa—, pero antes llamaré a Camilo para que la traiga. —¿Qué? ¿Y por que no vamos a buscarla nosotros? —No quisiera molestarlo. —¿Y a Camilo si, no? Porque aún gusta de él y viceversa. —No, yo lo digo por lo rápido. —Pero si se ha fijado que soy veloz. —Y también que es un hombre más ocupado que Camilo, ¿No? Leandro guarda silencio y se retira algo enojado, sin siquiera se despide de ella. La actitud del CEO desconcierta a Alba. ¿Por qué se enojaba de aquella forma? Habían tenido una excelente mañana juntos y de pronto, de la nada él se mostraba displicente