Un mes después de aquella conversación en el restaurante, Leandro decide dar el siguiente paso, tanto él como Alba merecían ser felices junto a su pequeña hija, Lucía.—Alba —la mira fijamente sosteniendo sus manos entre las suyas—¿Aceptarías ser mi esposa? —Le pregunta provocando en Alba una profunda emoción. Alba había dudado muchas veces que aquello ocurriera así como también muchas veces había soñado con aquel momento. Por ello, al escuchar la propuesta de matrimonio de sus propios labios se llenó de asombro. Estaba impresionada y no sabía que contestarle:—¿Es en serio? —cuestiona con duda.—Tan en serio como la propuesta que te hice aquella tarde en mi oficina—dice enlazándola por la cintura con sus brazos.—¿Puedo pensarlo? —bromea ella. —Puedes pero no tardes mucho —besa entonces sus labios de forma escueta y cuando se dispone a separarse, ella se lo impide sujetándolo sensualmente por el cuello de la camisa.—¡Acepto, Sr Suárez! —sonríe y sus labios se funden en el más inte
Martina sale de la oficina de nuestro jefe con el vestido un poco más arriba de cómo entró y con su labial corrido, esta se acomoda el vestido y se limpia un poco el labio, al pasar su mirada por mi pequeño escritorio, bajo la mirada para no recibir un regaño. Tal vez lleve semanas trabajando aquí, pero no soy tonta, es obvio que se revuelca con el jefe y la verdad es que la comprendo, ¿Quién no querría acostarse con Leandro Suárez? Uno de los empresarios más guapos de España, treinta y tres años de edad y exitoso. Soy Alba Lucía Bermúdez y hace unas semanas que comencé a trabajar aquí en la empresa Suárez, la chica que acabo de mencionar, Martina Roso, es la secretaria principal de la empresa y por alguna razón fui contratada. Yo metí currículum en muchos lugares, pero jamás creí recibir una llamada para una entrevista para ser secretaria secundaria de esta empresa. Me imaginé un puesto más inferior, ya que tengo el problema de muchos jóvenes de 23 años, que después de graduar
Me agacho y abro esta mientras pienso que debe ser algo muy especial como para tenerlo de último. Cojo el estuche y me incorporo, le dejo el estuche frente a su manos a menos que quiera también que use su mano para abrir el estuche. —Gracias, ahora siga ordenando. Él alza la mirada de las carpetas y me mira confundido, ¿Hice algo mal? Me apresuro a darme la vuelta, pero siento su mirada tan intensa en mi que me pone aún más nerviosa, tanto que me tropiezo con la papelera y está se voltea. —Lo siento. Trato de recoger el desastre, pero retroceso al ver condón lleno, no pienso recoger eso, mi espalda choca con algo y cierro mis ojos apenas escucho el ruidoso desastre que he hecho. —¡Pero que incompetente! —se escucha molesto. La he cagado, joder. —Lo siento, lo siento. —Abro mis ojos y me volteo. Los papeles se han caído y estaba todo revuelto. —Quien debería disculparse es la secretaria por pedirte que trajeras su trabajo a mi oficina, pero ahora que has causado esto,
Apenas Martina entra a mi oficina la veo con severidad, algo no anda bien. —Señor… —la interrumpo. —No puedo darte la mínima confianza porque la desaprovechas, sabes que la apariencia del personal es muy importante para mí y si no fuera porque estaba muy ocupado, por supuesto que no te hubiese dejado a cargo. —Lo siento. —Recoge todo lo que has hecho, si no fuera por ti, esto no hubiera pasado. —Si señor. Ella se acerca y recoge la papelera, luego camina coleándose a mi lado para acomodar los papeles. Giro mi silla y la detallo de abajo hacia arriba, ella siempre me complace y teme mucho de mí, eso lo sé. Llevo una mano a la zona baja de su espalda y me mira, no tengo intenciones de follarla ahora, el castigo sería no dárselo, la perra se porta mal, no merece el hueso. —¿Alguien estuvo involucrado en la contratación? —pregunté. —Yo… yo —tartamudea. —No soy tonto Martina y sé que tú tampoco, sé que tú jamás me desobedecerías a menos que alguien te haya engañado.
Martina regresa algo nerviosa por el reclamo de su jefe-amante. Para salir bien librada de aquel problema tuvo que decirle una verdad disfrazada al CEO. ¿Ahora qué debía hacer? Por ningún motivo podía permitir que Ester se enterara de lo que acababa de hacer. Ester Guzmán era una mujer de armas tomar. Acostumbrada a controlarlo todo, incluso a su novio, Leandro Suárez con quien apenas tenía un acuerdo de matrimonio por contrato. Aún así era de carácter dominante y controladora. Por ello, Martina astutamente supo desde un primer momento convertirse en su aliada dentro de la empresa. Seis meses atrás… La hermosa y elegante mujer entró a la empresa atrayendo a todos con su elegancia y glamour. La rubia llevaba puesto un hermoso vestido blanco con cuello halter que permitía ver lo largo de su cuello y sus hombros delicados. La falda tipo lápiz, acentuaba su delgada y esbelta figura, el oufit lo completaban los saltos negros de tacón fino y una cartera de sobre de la misma marca
Martina después de la llamada que tuvo con Ester, retoca su maquillaje en el baño y al finalizar sale de este. Cuando Alba escucha los tacones de la misma, se esconde para no ser vista y en cuanto Martina se encuentra lejos, Alba se adentra al baño. Se acerca al lavabo, abre la llave y se enjuaga el rostro, ha escuchado la conversación que Martina tuvo con Ester y es obvio que no le ha caído bien, tanto que lo primero que se le viene a la mente es renunciar, ella no merecía ser tratada así. Alza su mirada y se ve en el espejo, se sentía insegura, no es porque le hayan insinuado que es fea, sino que la contrataron por su apariencia y no por su inteligencia, la seguridad viene desde el interior, no se siente de valor. Era una gran decisión, pues a pesar de que sabe que no lo merece, también sabe que necesita el empleo y el dinero, es un empleo bien pagado y tiene gastos que cubrir. Mientras que Alba se queda un buen rato en el baño, Leandro pasa a su oficina y nota que la secret
—¿Disculpe? Alba se pierde en las palabras de su jefe. Él, exasperado por la lentitud de la chica, toma el brazo de ella y se la lleva a su oficina para tener privacidad con esta y hacerle una propuesta. —¡Vamos, hablemos en privado! —¿A dónde me lleva? —pregunta aturdida sin entender lo que ocurre. —¡A mi oficina, joder! Leandro la lleva a rastras hasta su oficina, abre la puerta, ella entra y luego él cierra la puerta, se desabotona la chaqueta, se dirige hasta su escritorio, se sienta y le pide a la asistente que tome asiento. Ella nerviosa, se sienta y esconde la mirada. —¿Estarías dispuesta a trabajar conmigo y a ganar cinco veces más del sueldo que recibes como asistente secundaria? —Ella levanta el rostro, realmente lo que deseaba era irse de aquel lugar. No seguir trabajando con él, sino desaparecer de esa empresa. Al ver que ella no reaccionaba, Leandro decide explicarle lo que tiene planeado: —Realmente lo que necesito es que seduzca a mi socio y pu
—Joder Camilo… ¿Cómo ha pasado esto? —Ella ya tiene un tiempo malita, pero sabes lo terca que es, dice estar bien, pero ya para la última visita la encontré en el suelo Alba, que bueno que tenía llave o si no, no sé que hubiera pasado. —Muchísimas gracias Camilo, de verdad. —Es un placer Alba, sabes que ustedes son como mi familia. Ella se calla por la incomodidad, no porque no sea cierto, sólo que al hablarle así, le hizo recordar su pasado con él. —Gracias igual. —Esboza una sonrisa aunque sabe que no puede verla. —¿Qué vamos a hacer? —Bueno, pediré permiso en el trabajo para llegar mañana allá. —De acuerdo, entonces me quedaré con ella hasta que llegues. —Está bien… y nuevamente gracias Camilo, no sé cómo agradecerte. —Preocúpate por pedir permiso y en llegar, luego vemos. —De acuerdo. —¿Y como has estado? —No ha sido fácil, pero siempre recuerdo al abuelo con sus consejos positivos y me motivo. —Era muy sabio, yo también lo extraño. Hace