La informante

Martina regresa algo nerviosa por el reclamo de su jefe-amante. Para salir bien librada de aquel problema tuvo que decirle una verdad disfrazada al CEO.

¿Ahora qué debía hacer? Por ningún motivo podía permitir que Ester se enterara de lo que acababa de hacer.

Ester Guzmán era una mujer de armas tomar. Acostumbrada a controlarlo todo, incluso a su novio, Leandro Suárez con quien apenas tenía un acuerdo de matrimonio por contrato. Aún así era de carácter dominante y controladora.

Por ello, Martina astutamente supo desde un primer momento convertirse en su aliada dentro de la empresa.

Seis meses atrás…

La hermosa y elegante mujer entró a la empresa atrayendo a todos con su elegancia y glamour. La rubia llevaba puesto un hermoso vestido blanco con cuello halter que permitía ver lo largo de su cuello y sus hombros delicados. La falda tipo lápiz, acentuaba su delgada y esbelta figura, el oufit lo completaban los saltos negros de tacón fino y una cartera de sobre de la misma marca Channel.

Se quitó los lentes oscuros y miró con una de sus cejas elevadas al lado derecho donde se encontraba la recepcionista.

—¿En qué puedo servirle señorita?

—Buenas tardes, soy Ester Guzmán, la prometida del Sr Leandro Suárez. —la mujer abrió los ojos de par en par.

—Bienvenida Srta Guzmán. El Sr Suárez aguarda por usted. —la recepcionista le hizo un gesto a la asistente ejecutiva del CEO, quien se encontraba como siempre fuera de su oficina, y esta corrió al lado de la rubia, justo cuando esta se encontraba cerca del ascensor.

—Srta Guzmán, sea usted bienvenida. Yo soy Martina —dijo extendiendo la mano. La rubia la miró de pie a cabeza con un gesto displicente, por lo que la asistente recogió su mano con disimulo ante el claro desplante de Ester.

—¿Quién se supone qué eres?

—Soy la asistente principal de su prometido y estoy para servirle en todo lo que necesite.

—Muy bien, entonces deja de hablar tonterías y llévame a la oficina de mi novio.

Martina tragó en seco, presionó el botón y las puertas metálicas del elevador se abrieron. Le cedió el paso a la rubia y luego entró ella.

La asistente podía mirar la forma en que la rubia la miraba con el rabillo del ojo. Lo cierto es que al Ester mirar a la joven y hermosa chica y sus voluptuosas curvas, no dudó en que su prometido ya la hubiese seducido.

Cuando Ester aceptó aquel contrato con Leandro, se propuso conquistarlo, lograr que este se enamorara perdidamente de ella. Sin embargo, el título de Don Juan que el multimillonario poseía se lo había ganado por su fama de tener detrás de él, a mil y una mujer.

Ambas mujeres guardaron silencio, mientras el ascensor llegaba al último donde se encontraba la oficina del CEO. Pero cada una de ellas pensando en como usar a su oponente a su favor.

Martina pensó en que tenía que lograr convertirse en la aliada de la elegante mujer. Mientras, Ester pensaba en usarla como informante de cada uno de los pasos de su prometido.

Y cómo no hay nada más motivador que una buena cantidad de dinero, pronto se convirtieron en buenas “amigas”

Martina no perdía oportunidad para elogiar a la rubia, lo cual le alimentaba el ego a la caprichosa mujer. Ester, siempre que iba a la empresa le llevaba algún obsequio, lo cual deslumbraba a la asistente.

Como dice el dicho “si siempre hay alguien que compre, siempre habrá alguien quien se venda”.

Ahora…

La asistente tomó la decisión de hacerle una video llamada a la futura esposa del CEO para ponerla al tanto de lo que había ocurrido en la empresa.

Tomó su iPhone 13, el cual Ester le obsequio luego de que la secundara para elegir a Alba como la segunda asistente fea de su prometido.

—Srta Ester, acaba de ocurrir una tragedia. —dijo la mujer mientras veía a la prometida del CEO haciendo algo de cardio en el gimnasio.

—¿Qué dices? ¿Cómo que una tragedia? —preguntó jadeante.

—El Sr Leandro se enteró de que la nueva asistente fue escogida por usted.

—¿Qué? ¿Cómo pudo saber que yo estuve involucrada? ¡Eres una inepta y una buena para nada! —espetó.

—L-Le juro que que no f-fui yo. —tartamudeó.— creo que fue esa tonta, quien le contó todo. Le juro que trate de de defenderla frente al jefe. Pero está que echa espumarajos por la boca.

—¡Joder! —exclamó la rubia, deteniendo la caminadora. Tomó la toalla y se secó el rostro dando ligeros golpes en su cara.— Tendré que llamarlo para poder convencerlo de que es mentira.

—Pero no puede hacer eso. Él creerá que fui yo.

—¿Y eso a mí, qué? Me flipa si cree que has sido tú, joder.

—Me botará, que ya me ha amenazado, Srta Ester y si lo hace no tendrá quien le cuente lo que el Sr Leandro hace a sus espaldas.

Ante las palabras de la asistente, la rubia se quedó pensativa. Realmente la necesitaba allí dentro. Hasta ahora le había demostrado lealtad. Gracias a Martina, ella logró descubrir a Leandro con la secretaria que ocupaba el cargo de la nueva fea.

—¡Yo me encargo de hablar con él, vale! Pero me tienes al tanto de todo. Debo ver que me invento para convencerlo de que fue un acto de bondad y no mi interés por apartar a ese poco de mosquita muertas que se le meten en la oficina a mi prometido.

—Por supuesto que sí, Srta Ester, usted sabe que yo soy sus ojos y sus oídos dentro de la empresa. Jamás permitiría que el Sr Leandro se burle de una mujer tan hermosa y sofisticada como usted. Ni mucho menos que cualquier arribista intente suplantarla.

—Vamos que deja ya de empalagarme con tus halagos y vigila muy de cerca a la insignificante de la secretaria.

Ester finalizó la llamada. Se quedó pensativa por segunda vez, ideando la excusa perfecta que le diría a su prometido cuando éste le preguntara acerca de su intromisión en los asuntos de su empresa…

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