—¿Disculpe?
Alba se pierde en las palabras de su jefe. Él, exasperado por la lentitud de la chica, toma el brazo de ella y se la lleva a su oficina para tener privacidad con esta y hacerle una propuesta. —¡Vamos, hablemos en privado! —¿A dónde me lleva? —pregunta aturdida sin entender lo que ocurre. —¡A mi oficina, joder! Leandro la lleva a rastras hasta su oficina, abre la puerta, ella entra y luego él cierra la puerta, se desabotona la chaqueta, se dirige hasta su escritorio, se sienta y le pide a la asistente que tome asiento. Ella nerviosa, se sienta y esconde la mirada. —¿Estarías dispuesta a trabajar conmigo y a ganar cinco veces más del sueldo que recibes como asistente secundaria? —Ella levanta el rostro, realmente lo que deseaba era irse de aquel lugar. No seguir trabajando con él, sino desaparecer de esa empresa. Al ver que ella no reaccionaba, Leandro decide explicarle lo que tiene planeado: —Realmente lo que necesito es que seduzca a mi socio y puedas infiltrarte a su empresa. —¿Me está pidiendo que me convierta en espía? —preguntó en tono hostil. —¡No! Te estoy pidiendo que me ayudes a descubrir ciertas situaciones internas de la empresa que me sirvan para obligar a mi socio a venderme un terreno. Llevo años detrás de él, pero se niega a venderme la propiedad y sé que lo hace para joderme la vida. —¿Pero cómo piensa que puedo “seducir” a su socio, si acaba de verme con asco, ¿Cómo yo podría conquistar a gente de su clase?” —La seducción, Alba, va más allá de lo físico, es la estimulación mental. Aunque el físico es un complemento, eso podemos trabajarlo con calma. —¡No! —¿No qué? —No pienso aceptar una propuesta como esa. ¿Piensa que puede venir a comprar mi dignidad? —Leandro frunce el entrecejo.— ¡Jamás me prestaría para engañar a alguien! Leandro aprieta los puños con fuerza, no pensó que aquella chica tan simple, tuviese complejos de moralidad tan elevados. —¿Quieres más dinero? ¿Es eso? La verdad es que aquella cantidad que su jefe le ofrecía era muy tentadora, pero ella no podía aceptar ser parte de un engaño. Alba era una chica que fue criada por sus abuelos y ellos supieron enseñarle valores de honestidad y respeto por sobre todas las cosas. —¿Usted cree que todo en la vida tiene un precio, verdad? Pues déjeme decirle que se equivoca conmigo. Leandro se levanta rápido de la silla, el límite de su tolerancia comenzaba a agotarse. Apoya las manos sobre el escritorio y le lanza una mirada fulminante a la asistente. —Bien señorita, puedo ofrecerle el doble de la cantidad anterior. Ahora retírese de mi oficina y piense sobre mi propuesta. —¡No tengo nada que pensar, Sr Suárez! —se incorporó de la silla y dándole la espalda a su jefe, se encaminó hacia la puerta. Alba salió de aquella oficina temblando de nervios. La presencia y aquella mirada de su jefe, la perturbaban en gran manera. Regresó a su escritorio, se sentó en su silla y sintió enorme ganas de llorar. No entendía aquel sentimiento que la invadía. Tristeza, frustración, indignación y rabia; todo una mezcla de emociones que vibraban dentro de ella, haciéndola estremecer. El intercomunicador sonó. Era nuevamente él, Leandro Suárez. ¿Qué rayos quería ahora? Se preguntó a sí misma. Respiró profundamente antes de responderle. —¡Dígame señor! —Puedes irte a tu casa y pensártelo con calma, ¿vale? Aquella era la excusa perfecta para salir de allí. Por lo que se secó las lágrimas y contestó: —Está bien, señor. Alba terminó de recoger sus cosas y salió de aquella oficina. Caminó por el pasillo hasta llegar al elevador, luego se dirigió a la entrada principal. Estaba en modo avión, nada de lo que estaba a su alrededor parecía importarle. Nada, excepto las palabras de su compañera de oficina y la propuesta inmoral de su jefe. ¿Qué se pensaba él? ¿Qué se creían todos ellos como para humillar al resto de las personas sólo por su posición económica y apariencia física? Subió al bus y durante el trayecto pensó en todo lo que había ocurrido ese día y en qué debía hacer. ¿Darse el lujo de renunciar? Ella más que nadie sabía lo difícil que fue obtener aquel puesto. Era una recién graduada sin experiencia. ¿Cómo podría encontrar otro cargo como ese? Aún así, estaba decidida a no aceptar esa propuesta. Y seguramente al rechazarla, su jefe no dudaría en sacarla de su empresa. Si bien ya le parecía fea, el que no cumpliera con sus caprichos lo empeoraba todo aún más. Alba llegó a su piso, entró, dejó las llaves y su bolsa sobre el mesón y se dejó caer sobre el pequeño sofá de dos puestos. Cubrió su rostro con ambas manos y justo en ese momento, su móvil comenzó a sonar. Aunque quiso obviar aquella llamada, la insistencia la obligó a ponerse de pie y tomar su cartera, abrió y al ver en la pantalla aquella llamada desconocida, un presentimiento vino a su cabeza: ¡Su abuela!. Rápidamente atendió la llamada: —¡Hola! —¿Alba? —la chica reconoció de inmediato aquella voz. —¿Camilo? —preguntó angustiada. Camilo era un ex de su adolescencia, quien vivía en Manresa, en una de las pequeñas haciendas campestres, cerca de la villa de sus abuelos. —Sí, Alba soy yo. —¿Dime, ha pasado algo con mi abuela? El silencio se apoderó de Alba dejándola petrificada y atónita cuando escuchó del otro lado la respuesta a su pregunta: —¡Qué la vieja, se ha visto mal y he tenido que llevarla al médico! Necesito que vengas. —P-pero, ¿e-ella está bien? —preguntó con voz trémula y sintiendo un nudo en su garganta. —La ha revisado el médico y la verdad es que deben operarla. El doctor me ha dicho que es un problema en el corazón, Alba. Que si no hacemos algo… —hizo una pausa— se nos muere. Aquella noticia era devastadora para Alba, justo en el momento en que deseaba renunciar y sobreponer sus valores ante todo, un revés de la vida le hacía ver que en realidad, todos tenemos un precio y no necesariamente monetario.—Joder Camilo… ¿Cómo ha pasado esto? —Ella ya tiene un tiempo malita, pero sabes lo terca que es, dice estar bien, pero ya para la última visita la encontré en el suelo Alba, que bueno que tenía llave o si no, no sé que hubiera pasado. —Muchísimas gracias Camilo, de verdad. —Es un placer Alba, sabes que ustedes son como mi familia. Ella se calla por la incomodidad, no porque no sea cierto, sólo que al hablarle así, le hizo recordar su pasado con él. —Gracias igual. —Esboza una sonrisa aunque sabe que no puede verla. —¿Qué vamos a hacer? —Bueno, pediré permiso en el trabajo para llegar mañana allá. —De acuerdo, entonces me quedaré con ella hasta que llegues. —Está bien… y nuevamente gracias Camilo, no sé cómo agradecerte. —Preocúpate por pedir permiso y en llegar, luego vemos. —De acuerdo. —¿Y como has estado? —No ha sido fácil, pero siempre recuerdo al abuelo con sus consejos positivos y me motivo. —Era muy sabio, yo también lo extraño. Hace
Tal cual como lo planteó, Leandro llega a buscar a Alba a la hora pautada, sin embargo la chica aún no ha terminado de arreglarse. Había pasado toda la noche pensando en la situación de su abuela. El auto se detiene frente al edificio. El CEO saca su móvil y le envía un mensaje: ‘Estoy abajo, aguardo por ti’ Mientras, espera por Alba, detalla la antigua y humilde construcción de tres pisos, se distrae un poco viendo salir a algunas personas del lugar y dando oportunidad a que la asistente aparezca. Si algo caracteriza al arrogante hombre es su manía por ser puntual y su poca paciencia. Por ello, al no obtener respuesta de la chica decide bajar y entrar al edificio para buscarla. Desciende de su BMW iX1 color plata, se encamina hacia la entrada. Casualmente una mujer sale y él aprovecha de entrar a la edificación. Por la apariencia de aquel lugar, la chica debía pagar un arriendo bastante bajo. Sube las escaleras, encontrándose con un joven cuya apariencia es un tanto
¿Cómo soportaré a este hombre durante el fin de semana? Ojalá se le presente algo y se vaya con su actitud arrogante a otro lado. Mi abuela es lo más importante para mí y no quiero que él la esté haciendo pasar un mal rato en su estado. Al ver que me ha dejado sin palabras, se regresa a su asiento y pone el auto en marcha. —La seducción es un arte que trata de cautivar a alguien creando una conexión íntima más allá del físico y hacer que la otra persona sienta deseo, esto no es manipulación sino que aproveches todo tu poder femenino. Yo lo miro incrédula. —¿De verdad cree que es buen momento para comenzar a hablar de eso? Le pedí comenzar después del fin de semana. —No me gusta desaprovechar el tiempo, debes comprender lo que realmente le mueve a los hombres, no es complicado, pero para tener éxitos debes tener confianza en lo que haces. Mi jefe habla y aunque lo escuchó, me pierdo en el movimiento de sus labios al emitir una palabra, claro que para que no se dé cu
Finalmente llegamos a la villa. —¡Es aquí! —dice ella. Orillo el auto, pero antes de que me baje para abrirle la puerta, Alba desciende del coche un tanto enojada. Puedo reconocer rápidamente los gestos y facciones de cada mujer que se me pone en frente, sus gestos, cuando están enojadas o cuando me coquetean. Aunque hay algo en ella diferente que me hace dudar de mis convicciones con respecto a todo el resto de mujeres con las que he estado. A mis treinta tres años, no sólo soy exitoso en el tema de los buenos negocios, sino de las mujeres. Ella voltea a verme, apresuro el paso y le doy alcance. —¿Está enojada por qué no me detuve en el camino? —ella me mira y responde parcamente. —¡No! ¿Cómo podría exigirle algo a un hombre tan ocupado como usted que sólo piensa en lo que le conviene? Chasqueo los dientes como respuestas. Nos acercamos a la pequeña casa. Debe ser del tamaño de mi baño, nada más de verla por fuera. Ella saca las llaves de su bolsa y abre la pue
—Me alegra mucho verte Alba —dice Camilo. Alba oía, pero no prestaba atención, su jefe se acaba de ir y no sabe a donde, pero esperaba que este no regresará más. —¿Alba? —Camilo la conoce muy bien como para saber que ella no le estaba prestando atención. —¿Si? —¿Quién ha sido ese hombre con el que has venido? —Mi jefe… Camilo se impresiona. —Creí que habías pedido permiso para venir, ¿Acaso te necesita tanto que vino contigo? —No tienes porque ponerte así Camilo, necesito el trabajo y si ha decido acompañarme para que yo lo siga atendiendo, está bien. —Disculpa —se retracta el joven—, te he extrañado mucho. —Sabes que vengo cuando puedo porque tengo que ayudar a mi abuela. —Hablo de cuando éramos novios Alba… —Terminaste conmigo Camilo. —Porque no quería ser una distracción para ti. —Esa no era solo tu decisión, estoy cansada que tomen decisiones por mi Camilo, primero tú y luego la abuela. —Pensamos en ti Alba, en lo mucho que te esfuerzas
Alba lo observa con enojo y le responde: —No necesito coquetearle a un hombre para que este se fije en mí. —Me imagino —el tono de Leandro es sarcástico. —Además estoy aquí por mi abuela, sólo por ella. —los ojos de Alba se vuelven cristalinos y es cuando él nota que algo más está ocurriendo. —¿Pasa algo? —ella evade la mirada y se seca con el reverso de la mano la lágrima que la delata ante él. —Necesito ver al médico que la atendió en el puesto de salud. ¿Puede llevarme? —Claro, solo dígame la dirección si se la sabe. —Por supuesto, eso fue lo que estuve averiguando, mientras usted pensaba que yo andaba intentando volver con mi ex. —espetó. Leandro aplana los labios, mientras Alba va hasta la habitación de su abuela para decirle que debe resolver algunos asuntos con su jefe. Cuando entra a la habitación, su abuela está sentada en la cama y sonríe al verla. La chica se sienta a su lado visiblemente preocupada. —¡Abuela! ¿Te sientes bien? —Le pregunta.
De camino a la villa Alba no me dirigió la palabra y en este momento me gustaría saber que más le preocupa. Si, su abuela está grave, pero ya me he ofrecido a ayudarle, aunque está aliviada, tiene cara como si ha hecho una especie de pacto con el diablo. Estaciono el vehículo frente a la casa y Alba se baja con la bolsa de comida que hemos pedido para llevar para su abuela. Yo también me bajo y la sigo, entramos a la casa y Lucía se encontraba cocinando con ayuda de ese tal Camilo. —Abuela, deja eso, el señor Suárez le ha comprado algo. Alba se acerca a ella y Lucía se detiene. —¿Viene con postre? —pregunta tan animada que me saca una sonrisa. —Por supuesto, soy muy atento a los detalles —comente—, de haber sabido que es tan dulcera, le comprará una tienda entera. —Oh vaya… y si usted sigue así, no habrá nadie me que detenga a comerle el dulce —dice pícara y me hace reír. Es una señora encantadora, me agrada mucho. —Ustedes dos, vayan a un hotel —se entrom
La mañana siguiente era hora de partir, Lucía y Camilo se encontraban afuera despidiendo a Alba y a Leandro. Alba abraza a su abuela y casi que se aferra a ella, luego la suelta y se despide de Camilo, quien le deja un beso en beso en la mejilla, casi cerca de los labios. Ella se separa de él un tanto sorprendida y tocándose la comisura de su labio, sintió algo por ese semi-beso. Leandro lo ha visto todo y no le ha caído bien, sin embargo, se despide de Lucía como se debe y luego estrecha la mano de Camilo como despedida. —Cuídela bien —dice el señor Suárez severo. —Si cuidarla bien se refiere a cocinarle, pues ya vio que no se morirá de hambre. —A menos que no le de la comida a tiempo, ¿No creyó que era muy tarde para comer? —Hago lo mejor que puedo. —Si así fuera, no la dejara sola. —Tengo otras responsabilidades, así como usted, o sino, ¿Por qué no se queda? Si tanto le preocupa que no esté bien en mis manos. Alba y Lucía no comprendía aquella discusión en