¿Cómo soportaré a este hombre durante el fin de semana? Ojalá se le presente algo y se vaya con su actitud arrogante a otro lado.
Mi abuela es lo más importante para mí y no quiero que él la esté haciendo pasar un mal rato en su estado. Al ver que me ha dejado sin palabras, se regresa a su asiento y pone el auto en marcha. —La seducción es un arte que trata de cautivar a alguien creando una conexión íntima más allá del físico y hacer que la otra persona sienta deseo, esto no es manipulación sino que aproveches todo tu poder femenino. Yo lo miro incrédula. —¿De verdad cree que es buen momento para comenzar a hablar de eso? Le pedí comenzar después del fin de semana. —No me gusta desaprovechar el tiempo, debes comprender lo que realmente le mueve a los hombres, no es complicado, pero para tener éxitos debes tener confianza en lo que haces. Mi jefe habla y aunque lo escuchó, me pierdo en el movimiento de sus labios al emitir una palabra, claro que para que no se dé cuenta, veo otras facciones de su rostro. —Presta atención Alba, porque cada uno de mis consejos hará desbloquear tu verdadero potencial. —¿Lo dice por qué es hombre y saben que lo que mayormente quieren? —Y también sé lo que quieren las mujeres. Ruedo mis ojos por lo creído que ha sonado eso. —¿Y que es lo que quieren las mujeres? —Casarse con el hombre de sus sueños y normalmente este viene con ideal de que es millonario. —No todas somos interesadas, señor Suárez. —Vivimos en mundo capitalista y sexista señorita Bermúdez, y el patriarcado afecta en las mujeres como los hombres, patriarcado dice que las mujeres valen por su cuerpo y que los hombres valen por su plata, y no estaría mal ser interesado, vivimos en un mundo animal donde cada quien vela por su ombligo, cualquiera se mataría por cambiar su vida. Tiene razón, el dinero sería la presa que todos queremos. —Entonces señorita Bermúdez la primera lección es que siempre piense en usted, se trata de supervivencia, ¿O es que estaría cómoda con un hombre que no pueda si quiera llevarla a comer un helado? Me mira por un momento y vuelve su vista al frente. —¿Cuáles son los consejos de seducción? —retomo el tema. —No respondes porque sabe que tengo razón. —Pues no le gusta perder el tiempo, ¿No? Y creo que mis gustos por los hombres no es importante aquí. —Tal vez con las lecciones cambies tu forma de pensar, porque debes creértelo hasta lograrlo. —Si, claro —dije para salir del paso. —La seducción tiene tres etapas, pero tiene alrededor de treinta reglas. —¿Treinta? Es una broma. —No, no lo es. —¡¿Y como piensa que estudiaré eso?! ¿Qué tan largo es? Él suelta una risa y yo lo veo extrañada, ¿Dije algo gracioso? —Solo se estudia a tu víctima, pero eso consejos los practicarás, será sencillo. —De acuerdo. —Llevo una mano a mi frente para frotarla. Jamás creí que la seducción tendría muchos factores. —Bien, la primera etapa es crear atracción, crear el interés para que se fije en ti, la segunda es construir la intimidad desarrollando confianza y sentimientos fuertes de conexión y deseo, y por último, pero opcional, iniciar una relación, dar los primeros pasos al compromiso. —¿Compromiso? —Es opcional, es obvio que ese no es mi objetivo, a menos que lo vea necesario. —Espero que eso no suceda. —¿Por qué? Es guapo y rico, es su pase a la victoria, la entendería, pero le advierto que mi objetivo es dejarlo en quiebra si es posible, por lo que solo quedaría guapo y sin valor. —¿A qué se debe este plan? —No es de su incumbencia. —¿Ah no? Pero tengo que saber de tu usted, necesito saber que en lo que estoy invirtiendo. Uso la misma jugada que él usó conmigo. —¿Y que está invirtiendo? —El tiempo, algo que al parecer usted valora demasiado. —Porque es algo que no puede recuperar, solo invertir en lo que te queda. —Bien, entonces ¿Dígame? —muestro interés. —Es una historia larga y falta poco para llegar. —Puede resumirla. Él se calla, tal vez pensando en lo que diría o simplemente no me piensa decir nada, pasa unos minutos que no dice nada y me rindo. —Era bueno para tener algo de entretenimiento de lo que queda de viaje. —Podemos escuchar música y que cada quien este en su mundo. —Eso es ya lo hago sola, quiero saber de usted. —¿Ah sí? —Es lo justo, usted me quiere conocer. —Pero es para ayudarte a mejorar y que el plan funcione, ¿En qué le beneficia usted saber de mi? No lo sé, tal vez ganar confianza y así me deje viajar sola, es lo que mantengo en mis pensamientos, pero decido no responderle y mirar por la ventana. Él tampoco parece interesado en saber respuestas, un hombre al que le gusta el silencio. Entramos a la ciudad y veo las tiendas a las acostumbraba ir de pequeña con mi abuelos, en una de ellas, se especializaba en los dulces de leche, se me vino la idea de llevarle a mi abuela y recordar los buenos viejos tiempos. Tal vez por su condición no ha podido bajar a comprar, bueno, no sé si Camilo la ha consentido, pero lo del dulce de leche, es algo nuestro, entre mis abuelos y yo. —¿Podría detenerse? —¿Por qué? ¿Hemos llegado? —No, quisiera comprar algo. —Lleguemos a nuestro destino, no hay tiempo, ¿No? —Creí que quería ir al baño hace unas horas, ¿Seguirá aguantando? —Usted no me permitió usar su baño. —Lo sé, pero en el camino pudo haberse detenido. —Solo lleguemos de una vez Alba. ¿Se estaba vengando? Que hombre tan rencoroso. Le doy indicaciones en dónde realmente vivo y nos alejamos un poco de la ciudad, vivía en un campo cerca.Finalmente llegamos a la villa. —¡Es aquí! —dice ella. Orillo el auto, pero antes de que me baje para abrirle la puerta, Alba desciende del coche un tanto enojada. Puedo reconocer rápidamente los gestos y facciones de cada mujer que se me pone en frente, sus gestos, cuando están enojadas o cuando me coquetean. Aunque hay algo en ella diferente que me hace dudar de mis convicciones con respecto a todo el resto de mujeres con las que he estado. A mis treinta tres años, no sólo soy exitoso en el tema de los buenos negocios, sino de las mujeres. Ella voltea a verme, apresuro el paso y le doy alcance. —¿Está enojada por qué no me detuve en el camino? —ella me mira y responde parcamente. —¡No! ¿Cómo podría exigirle algo a un hombre tan ocupado como usted que sólo piensa en lo que le conviene? Chasqueo los dientes como respuestas. Nos acercamos a la pequeña casa. Debe ser del tamaño de mi baño, nada más de verla por fuera. Ella saca las llaves de su bolsa y abre la pue
—Me alegra mucho verte Alba —dice Camilo. Alba oía, pero no prestaba atención, su jefe se acaba de ir y no sabe a donde, pero esperaba que este no regresará más. —¿Alba? —Camilo la conoce muy bien como para saber que ella no le estaba prestando atención. —¿Si? —¿Quién ha sido ese hombre con el que has venido? —Mi jefe… Camilo se impresiona. —Creí que habías pedido permiso para venir, ¿Acaso te necesita tanto que vino contigo? —No tienes porque ponerte así Camilo, necesito el trabajo y si ha decido acompañarme para que yo lo siga atendiendo, está bien. —Disculpa —se retracta el joven—, te he extrañado mucho. —Sabes que vengo cuando puedo porque tengo que ayudar a mi abuela. —Hablo de cuando éramos novios Alba… —Terminaste conmigo Camilo. —Porque no quería ser una distracción para ti. —Esa no era solo tu decisión, estoy cansada que tomen decisiones por mi Camilo, primero tú y luego la abuela. —Pensamos en ti Alba, en lo mucho que te esfuerzas
Alba lo observa con enojo y le responde: —No necesito coquetearle a un hombre para que este se fije en mí. —Me imagino —el tono de Leandro es sarcástico. —Además estoy aquí por mi abuela, sólo por ella. —los ojos de Alba se vuelven cristalinos y es cuando él nota que algo más está ocurriendo. —¿Pasa algo? —ella evade la mirada y se seca con el reverso de la mano la lágrima que la delata ante él. —Necesito ver al médico que la atendió en el puesto de salud. ¿Puede llevarme? —Claro, solo dígame la dirección si se la sabe. —Por supuesto, eso fue lo que estuve averiguando, mientras usted pensaba que yo andaba intentando volver con mi ex. —espetó. Leandro aplana los labios, mientras Alba va hasta la habitación de su abuela para decirle que debe resolver algunos asuntos con su jefe. Cuando entra a la habitación, su abuela está sentada en la cama y sonríe al verla. La chica se sienta a su lado visiblemente preocupada. —¡Abuela! ¿Te sientes bien? —Le pregunta.
De camino a la villa Alba no me dirigió la palabra y en este momento me gustaría saber que más le preocupa. Si, su abuela está grave, pero ya me he ofrecido a ayudarle, aunque está aliviada, tiene cara como si ha hecho una especie de pacto con el diablo. Estaciono el vehículo frente a la casa y Alba se baja con la bolsa de comida que hemos pedido para llevar para su abuela. Yo también me bajo y la sigo, entramos a la casa y Lucía se encontraba cocinando con ayuda de ese tal Camilo. —Abuela, deja eso, el señor Suárez le ha comprado algo. Alba se acerca a ella y Lucía se detiene. —¿Viene con postre? —pregunta tan animada que me saca una sonrisa. —Por supuesto, soy muy atento a los detalles —comente—, de haber sabido que es tan dulcera, le comprará una tienda entera. —Oh vaya… y si usted sigue así, no habrá nadie me que detenga a comerle el dulce —dice pícara y me hace reír. Es una señora encantadora, me agrada mucho. —Ustedes dos, vayan a un hotel —se entrom
La mañana siguiente era hora de partir, Lucía y Camilo se encontraban afuera despidiendo a Alba y a Leandro. Alba abraza a su abuela y casi que se aferra a ella, luego la suelta y se despide de Camilo, quien le deja un beso en beso en la mejilla, casi cerca de los labios. Ella se separa de él un tanto sorprendida y tocándose la comisura de su labio, sintió algo por ese semi-beso. Leandro lo ha visto todo y no le ha caído bien, sin embargo, se despide de Lucía como se debe y luego estrecha la mano de Camilo como despedida. —Cuídela bien —dice el señor Suárez severo. —Si cuidarla bien se refiere a cocinarle, pues ya vio que no se morirá de hambre. —A menos que no le de la comida a tiempo, ¿No creyó que era muy tarde para comer? —Hago lo mejor que puedo. —Si así fuera, no la dejara sola. —Tengo otras responsabilidades, así como usted, o sino, ¿Por qué no se queda? Si tanto le preocupa que no esté bien en mis manos. Alba y Lucía no comprendía aquella discusión en
El lunes, desde muy temprano, Leandro llega a la empresa, ha tenido poca comunicación con su asistente desde que la dejó en su piso. Mas, no deja de pensar en que debe contactar al médico que puede salvarle la vida a la abuela. Había sentido una conexión algo especial con aquella anciana. Realmente estaba preocupado por Lucía. Aunque en su mente, emplea argumentos racionales a su inusual comportamiento. “Tengo que tratar que Alba esté bien y solo se enfoque en nuestro plan, no puedo permitir que otros asuntos, la preocupen excepto seducir a Enrique Fuenmayor” cavila en ese punto. “Además de esa manera se sentirá más comprometida conmigo y hará lo que yo le pida” piensa y repentinamente una sonrisa algo perversa se dibuja en su rostro. Presiona el botón y llama por el interlocutor a la asistente principal. —Srta Roso, por favor venga a mi oficina. —la rubia teñida, se desconcierta ante tanto formalismo, no sólo la llamaba por su apellido sino que últimamente estaba algo aris
Martina desorbita los ojos al escuchar tal conversación, casi que se traga su chicle y comienza a toser. Alba la ve extrañada y tapa con su mano el micrófono del teléfono. —¿Se encuentra bien? —le pregunta a su compañera de trabajo. No sé merecía su amabilidad, pero tampoco iba a desearle que se ahogara. —Si-si, solo que el tipo este de Superman va a tener un hijo —se excusa Martina. Alba rueda sus ojos, jamás ha sido amante a las redes sociales, considera que son una distracción, además de que considera tonto que Martina casi se ahogue con su chicle por una noticia de un hombre que ni conoce. —Tal vez deba darme un momento —Martina se levanta de la silla. —Claro, ¿Por qué sientes que has perdido tu oportunidad, no? —Puede ser, aunque un niño no amarra a hombre, ¿Sabes? —le guiña el ojo. “¿Ni siquiera por qué se los trague?” piensa Alba. Martina se va al baño y Alba la ignora para seguir con su conversación. En cuanto llega y revisa que se encuentra sola, llama a E
Leandro observa la hora en su Rolex y comienza a organizar sus papeles para recoger su oficina, está acostumbrado a irse tarde, pero desde ahora comenzará a irse temprano, ¿La razón? Su plan no puede retrasarse. Su puerta es tocada y después de un “pase”, la persona del otro lado, entra. —Señor Suárez, ya me voy, pero paso por aquí para saber si necesita algo de mí… Martina tenía la intención de que su jefe le diera una buena despedida. —Mmm —Él la ve y se lo piensa—, no, gracias, puedes irte. Baja su mirada y a Martina casi le sale humo por las orejas. —Está bien, señor, con permiso. Ella se retira y cierra la puerta, aunque se extraña de que su jefe esté recogiendo a esa hora. No obstante, no le pregunta la razón para no fastidiarlo, sabe que así no se ganará de nuevo a su jefe. En cuanto Leandro termina, sale de la oficina y encuentra a Alba aún en su escritorio, camina con pasos cortos y se detiene en su escritorio. —¿Por qué aún está trabajando? Ya es su