Hace tres meses que Omar y yo regresamos y vivimos juntos. La rutina se ha asentado con tranquilidad; todo está finalmente en su lugar. He decidido tomarme un año de la universidad para cuidar a las bebés mientras él se dedica a su trabajo en la empresa.Mi papá y Mónica se casarán pronto. Después de divorciarse de Livia, él ha decidido reconstruir su vida, y aunque ve a Elena de vez en cuando, la relación no es la misma. Por su parte, los padres de Omar se han instalado cerca de nuestra casa, ansiosos por estar cerca de sus nietas. Visito a mi mamá casi todos los días; ella está feliz con las bebés, y poco a poco se recupera, aunque lamentablemente nunca podré traerla a casa. Tiene buenos días y otros no tan buenos.En este momento, llevo un lindo vestido azul. Estamos en el bautismo de las gemelas, y el ambiente está impregnado de alegría y expectativa. Los padrinos son Valentina y Bruno, el mejor amigo de Omar, quien ha viajado aquí especialmente para esta ocasión.Sostengo a las b
Esmeralda Salvatierra Mi corazón estaba hecho trizas, lleno de una rabia que no sabía cómo calmar. Cada vez que intentaba buscar ayuda, cada vez que levantaba la voz pidiendo justicia para mi padre, lo único que recibía era un rechazo tras otro. La gente que había estado a nuestro lado en las buenas y en las malas ahora nos daba la espalda. Estaba convencida de que le habían tendido una trampa. Mi padre, el hombre que había dedicado toda su vida a esa empresa, que se había ganado el respeto con honestidad y trabajo duro, ahora estaba en prisión. Lo acusaban de fraude, de robarle a su socio, de desfalcar los fondos de una empresa en la que había invertido su alma y su corazón. Las pruebas que presentaban en su contra eran todas fabricadas, y cada intento de demostrar su inocencia parecía más inútil que el anterior. Además de los amigos de mi padre también los abogados m rechazaban. Cuando llegué a casa, el sonido extraño me hizo detenerme en seco. Al principio, pensé que se
Decidí optar por un vestido corto de tono rojo: moderno, pero con un toque de elegancia. La elección era estratégica; necesitaba proyectar una imagen de confianza y determinación mientras me dirigía al restaurante donde me reuniría con el señor Edmundo Del Valle. Era un hombre millonario y temido, con grandes influencias en el mundo empresarial, conocido por su siniestra arrogancia. Sabía que él se hospedaria en ese hotel y posiblemente bajaría a a cenar allí, era mi única oportunidad porque él no deseaba verme. Me dirigí a una mesa reservada y esperé con una mezcla de impaciencia y ansiedad. Los minutos pasaban lentamente hasta que finalmente alguien llegó. Sin embargo, no era Edmundo, sino Alessandro, su hijo mayor. Alessandro apareció con una presencia dominante y una actitud de desdén que me resultaba familiar. Su cabello oscuro y su mirada azul intensa emanaban una aura siniestra.Recordé esos días de nuestra infancia, cuando me sentía tontamente enamorada de él, pero cuando cr
Al día siguiente, me desperté temprano. La noche había sido larga y llena de pensamientos angustiantes, pero sabía que no podía permitirme rendirme. La imagen de Alessandro y su actitud despiadada seguía presente en mi mente, pero también lo estaba el dolor que sentía por mi padre y por lo que estaba en juego. Me preparé con rapidez, eligiendo un conjunto sencillo pero profesional. No podía permitirme perder tiempo; cada minuto contaba en esta situación crítica. Mientras me vestía, trataba de aclarar mi mente y enfocarme en las posibles soluciones. Había que encontrar una manera de enfrentar el desafío que Alessandro representaba y, al mismo tiempo, salvar a mi padre y a nuestra empresa. Cuando bajé a desayunar, Perla ya estaba sentada a la mesa, comiendo con calma. La imagen de su rostro sereno contrastaba con la tormenta de emociones que sentía por dentro. Me acerqué y me senté a su lado, intentando enfocar mi mente en algo positivo. Además de mi hermana, me di cuenta de que la
Cuando llegué a la clínica con Perla, la urgencia de la situación me mantenía en un estado de pánico constante. La rapidez con la que la atendieron me dio algo de alivio, pero el peso de la preocupación seguía oprimiéndome. Me senté en la sala de espera, mis lágrimas fluyendo sin cesar, mientras observaba a los médicos y enfermeras moverse con eficiencia para cuidar de mi hermana. El mundo parecía haberse desmoronado a mi alrededor. Las cuentas de la familia estaban congeladas, no tenía acceso a nuestros fondos, y me sentía completamente sola. No había amigos a quienes recurrir, y las personas que alguna vez habrían estado dispuestas a ayudarme se habían alejado, ya sea por miedo o por desinterés. Miré el reloj, sintiendo cada minuto como una eternidad. Perla apenas tenía dieciséis años, y el hecho de que estuviera enferma en medio de toda esta crisis me hizo sentir aún más desesperada. No podía evitar preguntarme cómo había llegado a este punto. La angustia de no poder proporciona
Me encontraba al lado de Perla, quien descansaba en la cama mientras me preparaba para el evento. Mi vestido blanco caía elegantemente sobre mi cuerpo, un contraste inesperado con la tensión y la tristeza que sentía por dentro. Alessandro había sido sorprendentemente amable en todo esto. Nos había ofrecido alojamiento en su mansión y contratado a una enfermera experimentada para cuidar de Perla y ayudarla a adaptarse a su nueva situación. —Seguramente te ves hermosa —me dijo mi hermana con una sonrisa, sus ojos llenos de admiración a pesar de su debilidad. —Muchas gracias, cariño —respondí, tratando de sonreír en medio de la presión y el dolor. Una vez lista, bajé las escaleras con el vestido y el peinado en su lugar. La mansión, ahora parecía más fría y distante, contrastando con la calidez que alguna vez había conocido. Al llegar a la ceremonia, me encontré con un grupo de personas que no conocía, pero mi atención se centró en Alessandro y el juez al lado del altar. Alessandr
Ya Perla estaba tranquila en su habitación, durmiendo plácidamente mientras la enfermera se mantenía a su lado, vigilándola con atención. Yo, en cambio, estaba en la habitación de huéspedes que había solicitado a los sirvientes, decidida a evitar cualquier contacto con ese miserable. Me estaba quitando el vestido, cuando de repente, la puerta de la habitación se abrió de golpe. Alessandro entró tambaleándose, claramente embriagado. Su andar errático y su aliento a alcohol eran evidentes, lo que me hizo sentir un escalofrío de incomodidad. —¿Qué haces aquí? Vete a tu habitación, miserable —le lancé con desdén, intentando mantener la calma a pesar de la furia que sentía. —Eres mi esposa y debes dormir conmigo —dijo, su tono cargado de arrogancia. Unió sus labios a los míos, besándome a la fuerza. Su aliento a alcohol era nauseabundo y me mareaba, pero la intensidad de su beso me dejaba paralizada. Intenté resistirme, pero sus labios estaban implacables Sus manos se deslizaron co
Estaba segura de que Mariel era la responsable del encarcelamiento de mi padre. Sin embargo, sabía que ella era demasiado inútil para trabajar sola; debía tener un cómplice, y ese seguramente era Edward. Por eso me dirigí a la oficina a verlo. Ese miserable no solo era mi novio; él también trabajaba en el departamento de finanzas. Entré a la oficina y lo encontré sentado en su escritorio, con una expresión de sorpresa en su rostro al verme. — La recién casada me visita, qué honor —dijo, con una sonrisa cínica que no logró ocultar el desprecio. — No seas cínico, Edward. Sé perfectamente que tú estuviste involucrado con el desfalco —respondí, con firmeza y sin ocultar mi enojo. Él arqueó una ceja, aparentemente divertido por mi acusación. — Primero me eres infiel y ahora me acusas de fraude sin evidencia. Ya no pareces la misma mojigata de siempre —dijo, con un tono de desdén. — Irás a la cárcel si no colaboras conmigo. Sé que Mariel y tú planearon todo esto para apoderarse d