Han pasado varios días desde que Omar me pidió ese día. Finalmente, lo acepté, y será mañana. Estoy nerviosa. Sé que sus papás cuidarán a las niñas, y aunque no tengo idea de adónde me llevará, puedo sentir que él está planeando la cita perfecta. Es extraño, después de todo lo que sucedió entre nosotros, estar aquí, esperando esa cita, como si todo pudiera volver a ser como antes. En este momento, estoy en el parque paseando a las bebés. Valentina, la hermana de Omar, me acompaña, y aunque intento relajarme, la ansiedad me invade. Miro a las niñas mientras duermen tranquilamente en sus cochecitos, sus pequeñas respiraciones acompasadas me llenan de paz, pero mi mente sigue dándole vueltas a la cita. —Dime algo... —le ruego a Valentina, quien camina a mi lado con una sonrisa que no ha desaparecido desde que llegamos al parque. Ella ríe, divertida, y sacude la cabeza. —No te diré nada de esa maravillosa cita que planea mi hermano —me responde con una sonrisa traviesa. Se detiene
Me subí al coche, temblando por dentro, mientras Lucian se acomodaba en el asiento del pasajero, el arma siempre apuntada hacia mí. El volante se sentía helado entre mis manos sudorosas, y el sonido de mi respiración entrecortada llenaba el silencio incómodo dentro del coche. El corazón me latía tan fuerte que parecía que Lucian podría oírlo. —No entiendo por qué haces esto... —le dije con la voz apenas controlada, tratando de mantener la calma. Sentía una mezcla de miedo y confusión que no lograba procesar. Lucian me miró, su expresión oscura y llena de resentimiento, mientras sus dedos tamborileaban sobre el arma, como si estuviera disfrutando de mi miedo. —Sabes, cariño... tu padre fue muy cruel conmigo —comenzó a decir, su tono frío, pero cargado de rencor—. Él violó y torturó a mi hermana... El mundo pareció detenerse por un momento. No podía creer lo que estaba escuchando, mi padre... Matt. Mi mente intentaba procesar la confesión, pero cada palabra de Lucian me hundía más e
Han pasado varias horas y aún no puedo creer todo lo que ha sucedido. Lucian está muerto, y Livia, finalmente, está en la cárcel. La pesadilla parece haber terminado, pero el miedo todavía me consume. En este momento, Omar me tiene abrazada, brindándome una sensación de seguridad mientras observo a las niñas dormir en sus cunas, sus pequeñas respiraciones tranquilas me reconfortan.—Fui tan estúpida al confiar en Lucian —susurro, sintiendo una mezcla de culpa y arrepentimiento que me abruma.—No es tu culpa. El imbécil fui yo. Si no te hubiera lastimado, no habrías conocido a ese... —me interrumpe, su voz cargada de emoción. Luego, deja un beso suave en mi frente—. Te amo tanto, Emily.Su calidez me envuelve, y el peso de mis preocupaciones se aligera, aunque sea por un momento. Omar se acerca y me da un pequeño beso en los labios, un gesto que me recuerda lo que hemos superado y lo que aún está por venir.—No tendrás problemas legales por ese tipo, ¿verdad? —pregunto, ansiosa, aunque
Hace tres meses que Omar y yo regresamos y vivimos juntos. La rutina se ha asentado con tranquilidad; todo está finalmente en su lugar. He decidido tomarme un año de la universidad para cuidar a las bebés mientras él se dedica a su trabajo en la empresa.Mi papá y Mónica se casarán pronto. Después de divorciarse de Livia, él ha decidido reconstruir su vida, y aunque ve a Elena de vez en cuando, la relación no es la misma. Por su parte, los padres de Omar se han instalado cerca de nuestra casa, ansiosos por estar cerca de sus nietas. Visito a mi mamá casi todos los días; ella está feliz con las bebés, y poco a poco se recupera, aunque lamentablemente nunca podré traerla a casa. Tiene buenos días y otros no tan buenos.En este momento, llevo un lindo vestido azul. Estamos en el bautismo de las gemelas, y el ambiente está impregnado de alegría y expectativa. Los padrinos son Valentina y Bruno, el mejor amigo de Omar, quien ha viajado aquí especialmente para esta ocasión.Sostengo a las b
Esmeralda Salvatierra Mi corazón estaba hecho trizas, lleno de una rabia que no sabía cómo calmar. Cada vez que intentaba buscar ayuda, cada vez que levantaba la voz pidiendo justicia para mi padre, lo único que recibía era un rechazo tras otro. La gente que había estado a nuestro lado en las buenas y en las malas ahora nos daba la espalda. Estaba convencida de que le habían tendido una trampa. Mi padre, el hombre que había dedicado toda su vida a esa empresa, que se había ganado el respeto con honestidad y trabajo duro, ahora estaba en prisión. Lo acusaban de fraude, de robarle a su socio, de desfalcar los fondos de una empresa en la que había invertido su alma y su corazón. Las pruebas que presentaban en su contra eran todas fabricadas, y cada intento de demostrar su inocencia parecía más inútil que el anterior. Además de los amigos de mi padre también los abogados m rechazaban. Cuando llegué a casa, el sonido extraño me hizo detenerme en seco. Al principio, pensé que se
Decidí optar por un vestido corto de tono rojo: moderno, pero con un toque de elegancia. La elección era estratégica; necesitaba proyectar una imagen de confianza y determinación mientras me dirigía al restaurante donde me reuniría con el señor Edmundo Del Valle. Era un hombre millonario y temido, con grandes influencias en el mundo empresarial, conocido por su siniestra arrogancia. Sabía que él se hospedaria en ese hotel y posiblemente bajaría a a cenar allí, era mi única oportunidad porque él no deseaba verme. Me dirigí a una mesa reservada y esperé con una mezcla de impaciencia y ansiedad. Los minutos pasaban lentamente hasta que finalmente alguien llegó. Sin embargo, no era Edmundo, sino Alessandro, su hijo mayor. Alessandro apareció con una presencia dominante y una actitud de desdén que me resultaba familiar. Su cabello oscuro y su mirada azul intensa emanaban una aura siniestra.Recordé esos días de nuestra infancia, cuando me sentía tontamente enamorada de él, pero cuando cr
Al día siguiente, me desperté temprano. La noche había sido larga y llena de pensamientos angustiantes, pero sabía que no podía permitirme rendirme. La imagen de Alessandro y su actitud despiadada seguía presente en mi mente, pero también lo estaba el dolor que sentía por mi padre y por lo que estaba en juego. Me preparé con rapidez, eligiendo un conjunto sencillo pero profesional. No podía permitirme perder tiempo; cada minuto contaba en esta situación crítica. Mientras me vestía, trataba de aclarar mi mente y enfocarme en las posibles soluciones. Había que encontrar una manera de enfrentar el desafío que Alessandro representaba y, al mismo tiempo, salvar a mi padre y a nuestra empresa. Cuando bajé a desayunar, Perla ya estaba sentada a la mesa, comiendo con calma. La imagen de su rostro sereno contrastaba con la tormenta de emociones que sentía por dentro. Me acerqué y me senté a su lado, intentando enfocar mi mente en algo positivo. Además de mi hermana, me di cuenta de que la
Cuando llegué a la clínica con Perla, la urgencia de la situación me mantenía en un estado de pánico constante. La rapidez con la que la atendieron me dio algo de alivio, pero el peso de la preocupación seguía oprimiéndome. Me senté en la sala de espera, mis lágrimas fluyendo sin cesar, mientras observaba a los médicos y enfermeras moverse con eficiencia para cuidar de mi hermana. El mundo parecía haberse desmoronado a mi alrededor. Las cuentas de la familia estaban congeladas, no tenía acceso a nuestros fondos, y me sentía completamente sola. No había amigos a quienes recurrir, y las personas que alguna vez habrían estado dispuestas a ayudarme se habían alejado, ya sea por miedo o por desinterés. Miré el reloj, sintiendo cada minuto como una eternidad. Perla apenas tenía dieciséis años, y el hecho de que estuviera enferma en medio de toda esta crisis me hizo sentir aún más desesperada. No podía evitar preguntarme cómo había llegado a este punto. La angustia de no poder proporciona