Desperté lentamente, sintiendo una calma que no había experimentado en meses. El agotamiento del parto todavía pesaba sobre mi cuerpo, pero una sensación de alivio lo cubría todo. Mis ojos se abrieron despacio, y lo primero que vi fueron a mis dos pequeñas princesas, cada una en su cuna, durmiendo plácidamente. Sus cabecitas doradas brillaban bajo la luz suave, y aunque sus ojos estaban cerrados, recordaba la intensidad de sus miradas cuando las vi por primera vez. Sonreí al verlas, eran perfectas. La habitación estaba decorada con globos y arreglos florales. Rosas, mis favoritas, adornaban cada rincón, llenando el aire con su fragancia dulce y fresca. Todo a mi alrededor respiraba alegría, y la vista de tantos detalles me inundó de un calor reconfortante. Omar estaba sentado al lado de las cunas, observándolas con una sonrisa que le iluminaba el rostro. Parecía agotado, pero había algo en sus ojos, una mezcla de profundo amor y alivio. Sabía que no se había movido de mi lado en t
Me encuentro en la casa de mi papá, en la habitación de las niñas, rodeada de un ambiente cálido y acogedor. Mi papá, con todo su amor y dedicación, había decorado la habitación de una forma maravillosa. Las paredes estaban pintadas en tonos suaves de lavanda, con detalles en blanco y rosa, y unas pequeñas mariposas adornaban los rincones. Los muebles eran de madera clara, dándole a la habitación un toque delicado y elegante. Todo estaba dispuesto perfectamente para nuestras princesas, Samantha y Sole. Me llenaba de paz estar aquí, en este espacio pensado para ellas. Omar, por su parte, estaba conmigo. Se había ofrecido a acompañarme, y aunque su presencia me daba seguridad, ya era muy tarde. Él estaba sentado en el sillón junto a la ventana, mirando hacia afuera como si contemplara algo en la distancia. Yo sabía que estaba buscando una excusa para quedarse más tiempo, haciéndose el tonto para no irse. Había estado evitándolo durante la última hora, pero la verdad era que ya no sabí
Han pasado varios días desde que Omar me pidió ese día. Finalmente, lo acepté, y será mañana. Estoy nerviosa. Sé que sus papás cuidarán a las niñas, y aunque no tengo idea de adónde me llevará, puedo sentir que él está planeando la cita perfecta. Es extraño, después de todo lo que sucedió entre nosotros, estar aquí, esperando esa cita, como si todo pudiera volver a ser como antes. En este momento, estoy en el parque paseando a las bebés. Valentina, la hermana de Omar, me acompaña, y aunque intento relajarme, la ansiedad me invade. Miro a las niñas mientras duermen tranquilamente en sus cochecitos, sus pequeñas respiraciones acompasadas me llenan de paz, pero mi mente sigue dándole vueltas a la cita. —Dime algo... —le ruego a Valentina, quien camina a mi lado con una sonrisa que no ha desaparecido desde que llegamos al parque. Ella ríe, divertida, y sacude la cabeza. —No te diré nada de esa maravillosa cita que planea mi hermano —me responde con una sonrisa traviesa. Se detiene
Me subí al coche, temblando por dentro, mientras Lucian se acomodaba en el asiento del pasajero, el arma siempre apuntada hacia mí. El volante se sentía helado entre mis manos sudorosas, y el sonido de mi respiración entrecortada llenaba el silencio incómodo dentro del coche. El corazón me latía tan fuerte que parecía que Lucian podría oírlo. —No entiendo por qué haces esto... —le dije con la voz apenas controlada, tratando de mantener la calma. Sentía una mezcla de miedo y confusión que no lograba procesar. Lucian me miró, su expresión oscura y llena de resentimiento, mientras sus dedos tamborileaban sobre el arma, como si estuviera disfrutando de mi miedo. —Sabes, cariño... tu padre fue muy cruel conmigo —comenzó a decir, su tono frío, pero cargado de rencor—. Él violó y torturó a mi hermana... El mundo pareció detenerse por un momento. No podía creer lo que estaba escuchando, mi padre... Matt. Mi mente intentaba procesar la confesión, pero cada palabra de Lucian me hundía más e
Han pasado varias horas y aún no puedo creer todo lo que ha sucedido. Lucian está muerto, y Livia, finalmente, está en la cárcel. La pesadilla parece haber terminado, pero el miedo todavía me consume. En este momento, Omar me tiene abrazada, brindándome una sensación de seguridad mientras observo a las niñas dormir en sus cunas, sus pequeñas respiraciones tranquilas me reconfortan.—Fui tan estúpida al confiar en Lucian —susurro, sintiendo una mezcla de culpa y arrepentimiento que me abruma.—No es tu culpa. El imbécil fui yo. Si no te hubiera lastimado, no habrías conocido a ese... —me interrumpe, su voz cargada de emoción. Luego, deja un beso suave en mi frente—. Te amo tanto, Emily.Su calidez me envuelve, y el peso de mis preocupaciones se aligera, aunque sea por un momento. Omar se acerca y me da un pequeño beso en los labios, un gesto que me recuerda lo que hemos superado y lo que aún está por venir.—No tendrás problemas legales por ese tipo, ¿verdad? —pregunto, ansiosa, aunque
Hace tres meses que Omar y yo regresamos y vivimos juntos. La rutina se ha asentado con tranquilidad; todo está finalmente en su lugar. He decidido tomarme un año de la universidad para cuidar a las bebés mientras él se dedica a su trabajo en la empresa.Mi papá y Mónica se casarán pronto. Después de divorciarse de Livia, él ha decidido reconstruir su vida, y aunque ve a Elena de vez en cuando, la relación no es la misma. Por su parte, los padres de Omar se han instalado cerca de nuestra casa, ansiosos por estar cerca de sus nietas. Visito a mi mamá casi todos los días; ella está feliz con las bebés, y poco a poco se recupera, aunque lamentablemente nunca podré traerla a casa. Tiene buenos días y otros no tan buenos.En este momento, llevo un lindo vestido azul. Estamos en el bautismo de las gemelas, y el ambiente está impregnado de alegría y expectativa. Los padrinos son Valentina y Bruno, el mejor amigo de Omar, quien ha viajado aquí especialmente para esta ocasión.Sostengo a las b
Esmeralda Salvatierra Mi corazón estaba hecho trizas, lleno de una rabia que no sabía cómo calmar. Cada vez que intentaba buscar ayuda, cada vez que levantaba la voz pidiendo justicia para mi padre, lo único que recibía era un rechazo tras otro. La gente que había estado a nuestro lado en las buenas y en las malas ahora nos daba la espalda. Estaba convencida de que le habían tendido una trampa. Mi padre, el hombre que había dedicado toda su vida a esa empresa, que se había ganado el respeto con honestidad y trabajo duro, ahora estaba en prisión. Lo acusaban de fraude, de robarle a su socio, de desfalcar los fondos de una empresa en la que había invertido su alma y su corazón. Las pruebas que presentaban en su contra eran todas fabricadas, y cada intento de demostrar su inocencia parecía más inútil que el anterior. Además de los amigos de mi padre también los abogados m rechazaban. Cuando llegué a casa, el sonido extraño me hizo detenerme en seco. Al principio, pensé que se
Decidí optar por un vestido corto de tono rojo: moderno, pero con un toque de elegancia. La elección era estratégica; necesitaba proyectar una imagen de confianza y determinación mientras me dirigía al restaurante donde me reuniría con el señor Edmundo Del Valle. Era un hombre millonario y temido, con grandes influencias en el mundo empresarial, conocido por su siniestra arrogancia. Sabía que él se hospedaria en ese hotel y posiblemente bajaría a a cenar allí, era mi única oportunidad porque él no deseaba verme. Me dirigí a una mesa reservada y esperé con una mezcla de impaciencia y ansiedad. Los minutos pasaban lentamente hasta que finalmente alguien llegó. Sin embargo, no era Edmundo, sino Alessandro, su hijo mayor. Alessandro apareció con una presencia dominante y una actitud de desdén que me resultaba familiar. Su cabello oscuro y su mirada azul intensa emanaban una aura siniestra.Recordé esos días de nuestra infancia, cuando me sentía tontamente enamorada de él, pero cuando cr