Encontraré la verdad

Ya Perla estaba tranquila en su habitación, durmiendo plácidamente mientras la enfermera se mantenía a su lado, vigilándola con atención. Yo, en cambio, estaba en la habitación de huéspedes que había solicitado a los sirvientes, decidida a evitar cualquier contacto con ese miserable.

Me estaba quitando el vestido, cuando de repente, la puerta de la habitación se abrió de golpe. Alessandro entró tambaleándose, claramente embriagado. Su andar errático y su aliento a alcohol eran evidentes, lo que me hizo sentir un escalofrío de incomodidad.

—¿Qué haces aquí? Vete a tu habitación, miserable —le lancé con desdén, intentando mantener la calma a pesar de la furia que sentía.

—Eres mi esposa y debes dormir conmigo —dijo, su tono cargado de arrogancia.

Unió sus labios a los míos, besándome a la fuerza. Su aliento a alcohol era nauseabundo y me mareaba, pero la intensidad de su beso me dejaba paralizada. Intenté resistirme, pero sus labios estaban implacables

Sus manos se deslizaron con firmeza desde mi cintura hacia mis glúteos, acariciándolos. Su contacto era invasivo y no dejaba lugar a mis protestas, mientras él mantenía sus labios presionados contra los míos, sin darme respiro.

—Por favor… —suplicaba, la voz quebrada por la desesperación.

—Dime lo que quiero o continuaré —ordenó, su respiración pesada mezclándose con el aroma intoxicante del alcohol.

Su mano se movía dentro de mi ropa interior, tocándome de una manera que me hacía sentir aún más atrapada.

—Por favor… —repetí, mi voz un susurro quebrado mientras me perdía en los gemidos.

En un momento, él se alejó de mi cuerpo, y era evidente que estaba erecto.

—Hace unas horas juraste que no me dejarías tocarte y ahora estás aquí suplicando que te folle. Eres poco coherente, cariño. Esta es la primera regla: solamente te tocaré cuando a mí se me antoje, Esmeralda.— Pronunció mientras se alejaba de mí. No es más que un miserable.

Continué durmiendo durante varias horas, sintiéndome humillada, hasta que desperté al siguiente día. Me vestí rápidamente y bajé a desayunar. Encontré a mi hermanita, quien se veía tranquila, charlando con Alex. Lo odiaba, pero ella lo adoraba. Alex tenía un hermano de la edad de Perla, Omar, pero el pequeño había muerto cuando éramos niños.

Creo que por eso se ha encariñado tanto con ella; Perla y Omar eran muy amigos.

—Esme, Alex me regaló el libro de Romeo y Julieta en braille. Te lo leeré en la noche —dijo Perla, con una sonrisa radiante mientras acariciaba el libro en su regazo.

—Claro, cariño —respondí, forzando una sonrisa mientras trataba de no mostrar mi desdén hacia Alex.

—Perla, ¿ya te sientes mejor? —preguntó Alessandro y ella asintió.— Eres muy dulce Perla deberías enseñarle un poco a tu amargada hermana.

Él se acercaba a mí con una expresión de sería en el rostro.De repente, Alessandro subió mi falda sin previo aviso. Sus manos tocaron mi piel y en ese momento le pegué una bofetada.

—¿Que paso?— Inquiere Perla

— Había un mosquito rondando a Alex, pero ya está bien. ¿Verdad, cariño?— Pregunté con una mirada fría.

— Claro que si, cariño. Nos vemos en la noche. Estaré hasta tarde en la oficina y Esme no olvides que mañana regresan mis padres y los visitaremos.

—Claro— Asentí con la cabeza.

Me dirigí a la cárcel para visitar a mi padre. El pobre hombre se veía muy mal; su cabello estaba canoso y sus ojos, de un color aceituna que yo heredé, reflejaban una tristeza profunda.

—Papito, ¿cómo estás? Te juro que estoy haciendo todo lo posible para sacarte de aquí —le dije, tratando de mantener la calma a pesar de la angustia que sentía.

—¿Cómo están Perla y Mariel? Necesito que cuides de mi esposa, Esme —preguntó él, su voz cargada de preocupación.

—Ellas están bien, papá —le respondí, intentando tranquilizarlo.

—No me mientas, Esmeralda. Sé que no se llevan bien —dijo mi padre con preocupación.

—No importa esa mujer, papá. Yo necesito que hagas memoria. Esos documentos del desfalco tienen tu firma. Si no encontramos al culpable, irás a prisión por muchos años —le expliqué, intentando que comprendiera la urgencia de la situación.

—Yo no hice nada, Esmeralda. Sería incapaz de robar. Tienes que sacarme de aquí cuanto antes. El miserable de Edmundo aprovechará esta oportunidad para hundirme.

—No entiendo por qué son socios si se llevan tan mal. Cuando era pequeña todo era diferente, pero luego ustedes rompieron esa bella amistad que tenían.

—Nosotros nunca más seremos amigos y no te quiero cerca de ellos. Busca a tu padrino y a Andrés, Esmeralda. Apóyate en ellos.

—Mi padrino está de viaje y yo no puedo esperar a que regresen —respondí, frustrada por la falta de alternativas inmediatas.

—Piensa, padre. Tú no firmaste nada sospechoso.

—Yo siempre leo cualquier documento antes de firmar. Solamente firmo sin leer los documentos de la casa, como los permisos para Perla o las extensiones de la tarjeta para Mariel —explicó él con firmeza.

—Entonces, ¿a Mariel sí le firmas sin mirar? —inquirí, notando un patrón que podría estar detrás del problema.

—Esmeralda, mi esposa sería incapaz —respondió, defendiendo a Mariel.

—¿Estás seguro de eso, papá? —pregunté, sintiendo una creciente preocupación.

—Sí, estoy seguro. Mariel ha sido mi esposa durante años, y siempre he confiado en ella —dijo, con una mezcla de confianza y resignación en su voz.

—¿Pero qué pasa si ella tiene algo que ver con esto? —mi mente estaba en alerta, buscando cualquier pista que pudiera explicar la traición.

—No puedo creer que Mariel me haya traicionado. Ella siempre se mostró tan leal —respondió con tristeza, mirando hacia abajo.

—Voy a hablar con ella, veré qué puedo averiguar. No puedo dejar que te hundas por algo que no hiciste —dije con determinación.

—Gracias, Esmeralda. Por favor, haz lo que puedas para limpiar mi nombre. No puedo soportar la idea de pasar tantos años en prisión por algo que no hice —sollozó, su voz cargada de desesperación.

—Haré lo que sea necesario, papá. Prometo que encontraré la verdad —aseguré, mientras me levantaba para salir.

La visita fue dolorosa, pero sentía que tenía una nueva misión: descubrir la verdad detrás del desfalco y proteger a mi padre de la injusticia.

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