— ¡Vete de mi casa! ¡No quiero volver a verte nunca más!
—¡No digas eso, por favor papá! ¡No me eches! Necesito tu apoyo ahora más que nunca.
— ¿Apoyo? ¡No pagué tanto dinero para que estudiaras en la mejor universidad solo para que regreses con un bebé en manos!
—Para mí, mi hija murió el día que decidió ser una mujer desvergonzada que se embaraza de un hombre desconocido, ¡aun siendo la prometida de otro!
Aylin, aterrada y llorando, trataba de explicarle a su padre lo que había pasado.
— Papá, todo tiene una explicación. Por favor, cálmate y dame tiempo, juro que te contaré cada detalle. El bebé y yo necesitamos un techo.
Suplicaba con las lágrimas empapando su rostro, pero sin apiadarse, su padre seguía gritándole y antes de que pudiera decir algo más; él le cerró la puerta en la cara.
Sin embargo, antes de ser echada, Aylin vio a su madre en una esquina, llorando con decepción en los ojos. Esa mirada la rompió por completo.
—Mamá, lo siento tanto. No sé qué hacer—, musitó destruida observando la puerta cerrada.
De un momento a otro, el escenario había cambiado y como si fuera un giro brusco, ya no estaba frente a la puerta cerrada, sino que se encontraba frente a su prometido, quien la sujetaba fuertemente por el brazo.
—¡No puedo creer que hayas hecho esto! ¡¿Cómo pudiste embarazarte de otro hombre cuándo estás comprometida conmigo?! ¡¿Cómo?!
Aylin se estremeció ante su mirada violenta y su tono agrio.
—No fue mi intención. Lo siento mucho, por favor no te puedo perder a ti también. Te juro que luego podré explicarte, solo no me dejes Johnny, yo te quiero.
—¿Me quieres?, ¿o es que necesitas un idiota para qué crie el hijo de otro?, no… te equivocaste Aylin, mi amor por ti no llega a tanto.
— No quiero saber nada más de ti. Toma tu anillo y vete, este es el valor de tu amor. He invertido 6 años de mi vida que no debí perder contigo. ¡Me arrepiento de haberte conocido!
Él le arrojó el anillo a la cara y Aylin lo vio alejarse sin mirar atrás. Con lágrimas en los ojos, y con la frente sudada, ella despertó de su pesadilla, sintiendo su corazón latir a mil por hora. Se puso una mano en el pecho y trató de controlar sus latidos.
—Han pasado tres años y todavía sigo teniendo esa incómoda pesadilla—, musitó tras levantarse.
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Por su parte, Damián se encontraba envuelto en una atmósfera de silencio, sentado en su amplio y lujoso escritorio.
El aire, perfumado por el aroma de los libros antiguos y el cuero de los muebles, se sentía pesado, como si llevase el peso de sus cavilaciones, pero de repente, su rostro se ensombreció y una expresión de preocupación y tristeza se apoderó de él.
Pensativo miraba la pantalla de su portátil, pero sus ojos no estaban realmente enfocados en lo que tenía delante.
—¿Será que mi hijo estará vivo? —, susurró, dejando escapar sus pensamientos en voz alta.
Esta es una duda que lo atormenta cada día desde hace tres años, pues la existencia de su hijo era solo un sueño que persistía en su corazón, debido a que, a pesar de haber contratado a los mejores investigadores, la mujer a la que le había comprado el vientre desapareció sin dejar rastro.
Estaba tan absorto en su angustia que no se percató cuando la puerta de su despacho fue tocada por uno de sus escoltas, el cual se encontraba de pie frente a él, con el ceño fruncido y preocupado.
—Jefe… jefe, jefe—. El hombre movió su mano frente a la cara de Damián, intentando traerlo de vuelta a la realidad.
En cambio, él parpadeó, como si despertara de un sueño profundo, y se aclaró la garganta, tratando de volver a la realidad.
—¿Sí? ¿Qué sucede? —, preguntó Damián, volviendo su mirada a la pantalla de su portátil, tratando de retomar su trabajo.
—Afuera lo busca el señor Neyer —, le informó el escolta, cumpliendo con su deber de mantenerlo al tanto de las visitas.
Ya que después de aquel terrible suceso, Damián se había vuelto extremadamente cauteloso y no permitía que las personas lo vieran sin su consentimiento, dado que la desconfianza se había apoderado de él.
—Déjalo pasar —ordenó Damián con una chispa de esperanza encendiéndose en su pecho.
Neyer es el investigador que estaba a cargo de la búsqueda de su hijo y del caso de su difunta esposa. El hombre de mediana edad, con arrugas en el rostro marcadas por la preocupación, entró al despacho.
—Buenos días, señor Zadoglu.
Damián respondió al saludo cortésmente, con un breve asentimiento de cabeza y con un ademán le indicó que podía tomar asiento en uno de los cómodos sillones que están ubicados frente a su escritorio.
—¿Qué tiene para mí, señor Neyer? ¿Ya sabe sobre el paradero de mi hijo? —. Damián no tardó en abordar el tema que le preocupa de manera ferviente.
Neyer suspiró, con una expresión apenada, buscó en su maletín y lo miró directamente a los ojos.
—Señor Zadoglu, como le he dicho en repetidas ocasiones. En los últimos meses no hemos encontrado ninguna pista sobre su hijo. Es como si ese niño no existiera. Igual, la mujer a la que nos describió, no hay ningún registro de ella en ninguna parte. Es como si la misma tierra se los hubiera tragado —, explicó con sinceridad y Damián apreciaba esa honestidad brutal a pesar de que sintió cómo su corazón se hundía en el pecho y la esperanza que había renacido por un momento se desvaneció.
—Aquí, en esta carpeta, encontrará todos los detalles que he recopilado durante mi investigación, aunque no hemos encontrado ninguna pista concreta, es importante que lea por usted mismo la información y saque sus propias conclusiones.
El señor Neyer continuó explicando con seriedad.
—Como se le informó antes, los asesinos que acabaron con la vida de su esposa lograron escapar sin dejar rastros. Después de tanto tiempo, la investigación se concretó oficialmente como un simple asalto, sin embargo, he descubierto evidencias que contradicen esa conclusión inicial.
Con una mezcla de intriga, Damián tomó la carpeta con manos temblorosas y, comenzó a leer el informe en silencio y a medida que avanzaba por las páginas, su expresión se volvía más tensa.
Cuando llegó al nombre del sospechoso, apretó la carpeta entre sus manos con fuerza y sintió un nudo en el estómago.
Su mundo, que ya estaba desmoronado, se convirtió en un desierto lleno de amargura y desesperación.
Las palabras se atascaron en su garganta y sintió que se asfixiaba. Se aflojó la corbata, tratando de encontrar algo de alivio, y levantó la mirada hacia el investigador.
—¿Estás seguro de que esta investigación no está equivocada? —, lo interrogó con una voz cargada de angustia.
La revelación que acababa de leer era impactante y desgarradora ya que no podía creer que alguien tan cercano a él pudiera estar involucrado en la tragedia que le había arrebatado a su amada esposa.
El señor Neyer asintió solemnemente, manteniendo la compostura ante la desolación de Damián.
—Entiendo que para usted es difícil de procesar, sin embargo, he pasado meses corroborando meticulosamente que esta información sea verdadera. He seguido cada pista, y reunido pruebas, aunque no son sólidas para condenar a su hermano, pero lamentablemente, todo indica que esta verdad es ineludible.
Damián cerró la carpeta, incapaz de seguir leyendo más y se sumió en una profunda tristeza, sin saber cómo reaccionar o actuar ante esta horrible revelación.
Su único hermano, aquel en quien confiaba y a quien había dado alojamiento y protección, ahora parecía ser el principal sospechoso en la tragedia que le había arrebatado su vida conyugal y que le ha dejado un vacío imposible de llenar.
Las emociones se agolparon en su corazón: la traición, la ira y el dolor luchaban por dominarlo.
Debía enfrentar la situación, pero no estaba seguro de cómo hacerlo. La confianza que había depositado en su hermano se había convertido en una herida profunda y dolorosa.
—¡Quiere verme muerto! ¡Solo por mi dinero! —, murmuró sintiendo un sabor amargo que incomodaba su paladar mientras miraba la ciudad a través de la pared de cristal, viendo todo tan lejano y con la vista empañada. — Pero le haré ver que no se quedará con mi fortuna.
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Dos horas más tarde:
Aylin dejó a su pequeño en la guardería con una sonrisa y un beso en la frente, asegurándole que volvería por él al finalizar su turno en el hospital.
Al llegar a la entrada del hospital, notó que había un gran alboroto, y las personas se arremolinaban alrededor de una mujer que estaba visiblemente angustiada y llorando desconsolada.
Se abrió paso entre la multitud para intentar averiguar qué había ocurrido. Fue entonces cuando se enteró de que un niño había sido mal intervenido, y que ahora se está muriendo debido a una negligencia médica.
El corazón de Aylin se encogió al darse cuenta de que ella es la doctora que había diagnosticado al niño y asegurado a su madre que todo saldría perfectamente. La madre del niño, al ver a Aylin, se abalanzó sobre ella, gritándole:
—¡Tú! ¡Tú me dijiste que mi hijo iba a estar bien! ¡Me prometiste que su vida no corría peligro!
—¡No sabes nada!, deberían quemar tu licencia de médico, ¡Me mentiste! —, continuó gritándole hasta que colapsó cayendo de rodillas al suelo.
Aylin apretó los puños, conteniendo su enfado al ser humillada públicamente cuando no tiene culpa de lo sucedido; avergonzada, contemplaba a cada persona que aún seguía expectante y las mismas la veían con reproche en sus miradas, la juzgaban sin la necesidad de pronunciar una palabra.
Pero de repente el panorama cambió cuando el padre del niño que está en peligro, se arrodilló junto a su esposa.
—Doctora Mujica perdone a mi esposa, ella está muy asustada y no está pensando bien las cosas, por favor salve a nuestro hijo, confío en que usted puede ayudarlo a vivir —. Suplicaba con ojos llenos de lágrimas viendo a Aylin como su única esperanza, y la mujer que antes la culpaba la veía esperando una respuesta positiva.
Pero lamentablemente ella no podía entrar a un quirófano, el permiso para hacer tal cosa lo tenía suspendido.
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Aylin fue directamente a la oficina del director del hospital. Golpeó la puerta con fuerza y, al ser invitada a entrar, se enfrentó al director; un hombre de mediana edad que lleva dos años pretendiéndola.
—¡Esto no puede seguir así! Debe dejarme ejercer mi trabajo. Yo puedo salvar a ese niño.
El director la miró con una sonrisa burlona en el rostro, y le respondió en tono despectivo:
—¿Con qué experiencia, Aylin? ¿Crees que eres mejor que tus colegas? —. Ni siquiera la trataba con la formalidad merecida; sin embargo, esto no la amedrentaba, sino que sintió cómo la ira se apoderaba de ella, pero se obligó a mantener la compostura.
—¿Acaba usted de preguntar cuál es mi experiencia y conocimientos? Si realmente quiere saberlo: le diré que como profesional estoy altamente capacitada para diagnosticar y tratar cualquier problema que enfrenten los pacientes, incluyendo complicaciones quirúrgicas. Además, soy una cirujana con años de estudios en el campo, y si hubiera estado presente en esa sala de operaciones, puedo asegurar que ese niño no estaría muriendo.
El director la miró con una pizca de sorpresa, y quiso decir algo, pero Aylin continuó:
—Lo que realmente me preocupa es el hecho de que estén tratando de encubrir un error médico. Si alguien cometió un error durante la cirugía, entonces necesitan ser responsabilizados por ello, no podemos ignorar lo que ha pasado.
El director apretó los labios un momento antes de responder:
—Por favor, Aylin, no hagas nada impulsivo.
—Solo, analice la posibilidad de permitirme la entrada al quirófano, es una vida que se puede salvar, por favor.
—Aylin, no estás preparada para realizar esa cirugía. Pongámosle un fin a este tema. Si quieres mantener tu trabajo es mejor que olvides este caso.
Aylin entornó la mirada cuando lo escuchó.
«Él quiere que me brinde como su amante para considerar mi trabajo como cirujano y eso no va a suceder», caviló, notando las miradas lascivas del director, que no se atrevía a decirle directamente lo que quería, pero con gestos y negativas lo hacía.
—Le demostraré cuán preparada estoy para salvar a ese niño. Juro que no lo dejaré morir.
—No en mi hospital—, la enfrentó el director con gesto amenazante.
—Por supuesto, que no será aquí.
El hombre se echó a reír burlón.
—Deje de soñar despierta.
—Espere y verá.
—¡¡No me obligues a despedirte!!
Aylin se encontraba en la cafetería del hospital junto a su buena amiga y asistente 'Karen' compartiendo un café mientras hablaban sobre el futuro y los planes que tenían en mente. —Entonces, ¿te vas a arriesgar a poner tu propia clínica? —Sí, al menos lo intentaré. Porque de ese modo, podré salvar la vida de ese niño y de otros como él. Por un momento Aylin hizo silencio y expresó: —Amiga. Me llena de coraje ver que jueguen con las vidas de seres inocentes que apenas están empezando a vivir y estoy segura de que puedo hacer la diferencia, necesito el dinero para poner mi clínica porque aquí como ves esa posibilidad de entrar a un quirófano, es nula. Ella miró a Karen con seriedad. —¿Estás segura de querer venir a trabajar conmigo? —Claro que si —Te lo pregunto porque sabes que tendremos que empezar desde abajo y ganarnos la confianza de las personas. Karen le sonrió a su amiga con confianza. —Estoy dispuesta a apoyarte, y lo sabes. Te envío todas las vibras positivas para qu
—Si en tres años más ella no aparece con mi hijo, y no logro conseguir las pruebas para encarcelar a mi hermano por todas las fechorías que ha hecho. Entonces donaré toda mi fortuna a varias instituciones públicas. —¿No consideras que estás tomando medidas muy drásticas? —Peor sería que el asesino de mi esposa termine por quitarme de su camino para quedarse con todo por lo que he trabajado. Sin importar lo que tenga que hacer, no voy a permitir que Darío toque un solo centavo de mi dinero—, prometió dejando a Kevin sin palabras. #### Aylin se encontraba en la cocina preparando la cena mientras peleaba sola, en su mente diversos pensamientos y emociones la invadían, y su frustración era evidente en su rostro; en ese momento, Karen llegó del gimnasio. —Hay amiga, si continúas peleando sola, tu hermoso cutis se va a arrugar más que el de mi abuelita inmortal de 103 años—, bromeó interrumpiendo los parloteos de Aylin. —Es que no tienes idea del enfado que me cargo. Hoy fue uno de mis
La reacción del pervertido fue instantánea y violenta, pero Aylin, que es experta en defensa personal, se anticipó. Con un golpe preciso y contundente, logró liberarse y poner distancia entre ella y su agresor. El pervertido, sorprendido y herido, se montó en su coche y huyó de la escena mientras que Damián se acercó más a Aylin, aun con la boca abierta y una ceja alzada.—Creo que debo preguntarle al hombre si está bien, porque tú, naturalmente, no estás mal.Aylin lo miró, y sus ojos brillaban con un fuego indomable. —No soy una damisela en apuros que necesita de un caballero para rescatarla. Como ves, soy autosuficiente, — respondió con orgullo.Damián asintió y una sonrisa jugueteaba en sus labios. —Eso veo, peleas como una mafiosa.Aylin bufó, evidentemente molesta y a lo lejos, vio un taxi y levantó la mano para detenerlo, sin embargo, justo cuando estaba a punto de abrir la puerta, con gesto fruncido Damián se adelantó y la cerró. —Yo te llevaré, eres un peligro andante, po
Después de recibir esa llamada en la que le pidieron presentarse al banco, Aylin creyó que el día se le había arreglado, y sonreía emocionada al imaginar que ahora que su préstamo ha sido aprobado podrá preparar su quirófano para salvar la vida del niño.—Hola, buenos días. Soy Aylin Mujica—. Saludó a una gerente en cuanto ingresó al banco.—Bienvenida señora Mujica, por favor sígame—. Aylin frunció el entrecejo, y sin indagar dejó que la gerente la guiara hacia una oficina privada, intrigada y sorprendida miró el letrero en la puerta que decía "Director Ejecutivo". Un nudo de nervios se formó en su estómago, pues no entendía por qué le habían llamado a la oficina del director ejecutivo, ya que apenas había solicitado su primer préstamo, para tener tal honor.—Señor. Su invitada ha llegado. Anunció la gerente y enseguida salió, dejándola en la oficina y quedó ojiplática al ver al hombre sentado detrás del enorme y costoso escritorio. —Espera, tú… ¿Eres el CEO? —. Lo señaló, mostrán
Aylin se acomodó en el lujoso coche que Damián había enviado y aunque dudaba si había tomado la decisión correcta al aceptar ir con él, estaba preparada para enfrentarlo en caso de que intentara jugarle una trampa. Con el niño acostado en su regazo, se negaba a acercarlo a Damián, pero no tenía otra opción, ya que no encontró con quien dejarlo.Mientras avanzaban, el conductor permaneció en silencio, sin pronunciar una palabra y cuando finalmente, llegaron al estacionamiento de un glamoroso edificio, Aylin preguntó: —¿Ya hemos llegado?—Sí señora, es aquí —, respondió el hombre. Luego, subieron al séptimo piso y él ingresó un código para abrir una puerta que prometía revelar el lujo que se encontraba detrás. Al entrar al enorme lugar, Aylin confirmó que tenía razón, ya que cada mueble y decoración desbordaba elegancia y derroche.—Por favor, sígame—, le pidió el hombre, guiándola por un pasillo. Desconfiada y con sospechas, lo siguió. En cuanto, el hombre se detuvo frente a una pue
Tres días después.Aylin se encontraba sentada en la sala de espera de la HGPS, nerviosa y expectante. Su currículum, pulcramente preparado, descansaba en su regazo, listo para ser entregado. Ansiosa miraba a su alrededor, observando a los demás doctores que, como ella, esperaban ansiosos una oportunidad de ser contratados, pero su mente no dejaba de regresar a la imagen de ese niño que no había podido ayudar y como un susurro inoportuno, la propuesta de Damián volvió a su mente.—Si acepto. Podré salvar a ese niño y mejorar mi situación económica que va de mal en peor —, murmuró, más para sí misma que para cualquier otra persona, pero al darse cuenta de lo que había dicho, agitó la cabeza, negándose a exponer a su propio hijo a una situación incierta. Aunque la búsqueda de empleo había sido dura, creía que podía soportar cualquier cosa.Después de entregar su currículum, la secretaria que lo recibió le informó que le darían una respuesta en 20 días hábiles. Aylin se mordió la mejil
Luchando por asimilar todo lo que estaba ocurriendo, Aylin no dejaba de observar a Damián con asombro, debido a que nunca esperó que accediera a su petición de adelanto de dinero, y mucho menos que apareciera en persona para entregarle el efectivo.En la era digital en que viven, ¿quién se tomaba la molestia de entregar dinero en mano? Pero Damián lo hizo, y no solo eso, también pagó la factura del hospital y adquirió los medicamentos necesarios para Chris y ahora, los tres viajaban en un lujoso automóvil. Chris, sentado entre ellos, miraba con ojos brillantes su entorno, habiendo superado la peor parte de su enfermedad, la fiebre había bajado y parecía más animado. —Tío, tu coche es bonito, al igual que tu televisión— le dijo con genuina admiración, haciendo reír a Damián.—Recuerdas Chris, debes llamarme papá y no tío —, le corrigió con una sonrisa indulgente.Aylin sintió que tenía que intervenir, pero las palabras la abandonaron. ¿Cómo estaba supuesta a explicarle a su hijo lo
Aylin estaba sentada en el sofá diván que se ubicaba frente a la ventana, el único espacio de esa enorme mansión que le brindaba un poco de paz mental.El almohadón de terciopelo carmesí, que sostenía entre sus brazos, se amoldaba a su silueta mientras los pensamientos danzaban en un vaivén dentro de su cabeza, a la vez que el sol se deslizaba por la ventana, derramando una luz dorada sobre su cabello, formando un halo alrededor de su figura."Debes pagar la penalidad de 5 millones de dólares" la amenaza de Damián retumbaba una y otra vez en su cabeza.—¿5 millones?, ¡es un embaucador!, todo fue debidamente planeado, ¿por qué no leí las letras pequeñas?, bien lo dice Karen, soy demasiado impulsiva —, refunfuñaba enojada con Damián porque se siente engañada, pero más enojada consigo misma por haber actuado como un hambriento cuando le ponen un pedazo de pan delante, que primero, se lo come y luego, pregunta si estaba envenenado.Resopló, expulsando todo el aire que tenía reprimido ante