Primer encuentro con el soberbio.

Aylin se encontraba en la cafetería del hospital junto a su buena amiga y asistente 'Karen' compartiendo un café mientras hablaban sobre el futuro y los planes que tenían en mente.

—Entonces, ¿te vas a arriesgar a poner tu propia clínica?

—Sí, al menos lo intentaré. Porque de ese modo, podré salvar la vida de ese niño y de otros como él.

Por un momento Aylin hizo silencio y expresó:

—Amiga. Me llena de coraje ver que jueguen con las vidas de seres inocentes que apenas están empezando a vivir y estoy segura de que puedo hacer la diferencia, necesito el dinero para poner mi clínica porque aquí como ves esa posibilidad de entrar a un quirófano, es nula.

Ella miró a Karen con seriedad.

—¿Estás segura de querer venir a trabajar conmigo?

—Claro que si

—Te lo pregunto porque sabes que tendremos que empezar desde abajo y ganarnos la confianza de las personas.

Karen le sonrió a su amiga con confianza.

—Estoy dispuesta a apoyarte, y lo sabes. Te envío todas las vibras positivas para que te vaya bien con el financiamiento.

Agradecida, ella sonrió antes de levantarse para buscar a su pequeño en la guardería, e ir al banco.

####

Una vez en el banco, fue atendida por un agente mientras leía unos formularios para la solicitud, en ese momento, un hombre con aire misterioso, acompañado de varios escoltas, salió de una oficina privada.

Aylin continuó centrada en los formularios, sin darse cuenta de que su pequeño hijo se había alejado de su lado.

—Tío, ¿podemos jugar?

Con su carrito de juguete, el niño le golpeó la pierna derecha y el hombre, de semblante frío y rostro inexpresivo, arrugó el rostro sintiendo mucho dolor, aunque el golpe del infante fue suave.

A pesar de la amargura que se reflejaba en su rostro, de su postura tiesa y de su aura intimidante, Damián bajó la mirada hacia el pequeño y se quedó viéndolo fijamente, mientras se perdía en su caos de pensamientos.

Algo en la mirada tierna del niño le causó una sensación desconocida, e impulsado por la ternura, se inclinó para cargarlo.

—Señor, no lo haga, se puede caer…— le advirtió uno de los integrantes de su anillo de seguridad privada, pero al recibir una mirada severa de parte de Damián, el escolta cortó sus palabras.

Sin embargo, Aylin, al percatarse de que su hijo no estaba a su lado, giró el rostro de forma brusca. Angustiada, buscó a su pequeño con la mirada y tras ver al desconocido intentando cargar a su hijo, se sobresaltó y de un solo movimiento se lo arrebató de las manos, abrazando al pequeño de manera protectora.

Se le podía ver el terror en la mirada, y su forma de respirar agitada daba a entender que tenía miedo de perder a su hijo.

—Disculpe, pero no debe cargar a un niño sin el permiso de su madre —. Le amonestó, provocando que los clientes en el banco los vieran.

Damián respiró profundo, olvidándose completamente del dolor, puesto que la irritación que le hizo sentir Aylin era mucho más intensa que todo lo que pudiera percibir; sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, algo en su interior cambió y empezó a experimentar una sensación que creyó que no sentiría jamás.

Sus ojos estaban clavados en los de ella y pasaban a los del niño; era extraño lo que sentía, era como si la conociera y al pequeño por igual, pero a su vez entiende que no.

—Mamá…— la llamó el pequeño entre sus brazos con ganas de llorar, porque, a pesar de su inocencia, percibía que había hecho algo mal. —No te enojes con el tío.

Damián enarcó una ceja.

—Señora, si se va a disculpar, hágalo de manera más sincera— le exigió con semblante endurecido y luego masculló con dientes apretados: — ¡mujer grosera!

Aylin lo miró incrédula, y sintió cómo la sangre se le calentaba.

«¿Me impresionó su mal carácter?», se preguntó Damián, viendo de manera inquisitiva a Aylin, quien hacía gestos que a él de cierta forma le fastidiaban. «¡No lo creo!», respondió en su fuero interno.

—Señor…mmm— ella produjo un sonido, mientras lo barría con la mirada de arriba abajo y al no verle una identificación torció los labios. —¿Cómo es que siendo empleado no tiene una identificación?, —protestó en voz baja y Damián se echó a reír, ya que pudo oírla perfectamente.

Él seguía en silencio esperando escuchar más quejas de su parte, mientras que ella se fijó en el séquito de hombres trajeados y fortachones a espalda de Damián, entonces volvió a balbucear:

— Debe ser un gerente o algo así, bueno, pero no me importa—. Era como si hablara consigo misma y Damián trataba de ocultar la diversión que le provocaba, pero ella se aclaró la garganta y con expresión endurecida le respondió con firmeza:

—Si usted tiene ínfulas de superioridad, le sugiero que se conforme con la disculpa que le di.

Los empleados del banco, al escuchar la respuesta de Aylin, dejaron escapar un sonido de asombro, mirando la escena con espanto, ya que su jefe, es conocido por su rudeza cuando alguien se comportaba desafiante.

—Te haré ofrecerme una disculpa verdadera, ya verás—, rezongó con dientes apretados, muy seguro de que Aylin y ese niño estarán a su lado.

####

La tarde iba cayendo cuando Damián regresó de su almuerzo de negocios, apenas se había quitado la chaqueta de su traje de color azul oscuro, que se ajustaba perfectamente a su resaltada figura atlética cuando la puerta se abrió, y por ella entró su mejor amigo y mano derecha en la empresa.

Traía consigo una carpeta de aspecto importante, la cual extendió con una expresión seria.

Con una mueca de sorpresa, Damián estiró la mano para agarrarla, pero Kevin la jaló hacia atrás, impidiendo que la atrapara.

—Damián, ¿cuál es tu interés en esta mujer? — le preguntó, viéndolo de forma inquisitiva.

Incómodo, Damián simuló arreglarse las mancuernas de su camisa y respiró profundo.

—No es que sienta interés como sé que supones, solo quiero saber quién es la mujer que se atrevió a retarme delante de todos mis empleados, eso es todo—, respondió, desviando la mirada.

Kevin sonrió.

—¡Ay, amigo!, puedes mentirle a quien quieras, menos a mí. Dime, ¿te enamoraste de ella? —, insistió, provocando que el semblante de Damián se desfigurara por el enojo.

Damián se aclaró la garganta.

—Sabes que el romance ya no entra en mi vida. Solo me interesa saber quién es. Entrégame de una buena vez esa carpeta. Créeme. Me estoy controlando para no mandarte al infierno—, le regañó.

Kevin sonrió al mismo tiempo que negaba con la cabeza.

—La conozco. Se llama Aylin Mujica, tiene tres años ejerciendo su profesión como doctora. Aunque es cirujana. En el hospital en el que trabaja no le dan la oportunidad. El director la acosa sexualmente, tiene un hijo de unos tres años y es madre soltera—, le contó mientras le cedía la carpeta

Damián, que había abierto la carpeta, la cerró y la dejó sobre el escritorio mientras veía a su amigo con un gesto que él no supo identificar.

—¿Cómo es que sabes tanto de esta mujer? Según tengo entendido, tienes una novia —, lo interrogó viéndolo a través de sus ojos entornados.

Kevin se echó a reír gracioso.

—Justo por ella conozco a Aylin. Son mejores amigas y viven juntas desde hace tres años.

Damián se acarició la barbilla.

—¡Vaya, vaya!, mira nomás, entonces la conoces.

Hizo una pausa y se quedó pensativo:

—¿Sabes quién es el padre de su hijo?

Kevin negó con la cabeza.

—Lo único que sé de Aylin es lo que te acabo de decir. Ella y Karen tienen tres años siendo amigas, y Karen me cuenta que es una mujer misteriosa. Siempre que le pregunta algo de su vida, se niega a hablar. Es como si no quisiera decir más. Pero, ¿y tú por qué te muestras tan interesado si no quieres nada con ella? —, insistió Kevin.

Damián entrelazó ambas manos, colocándolas frente a su nariz mientras mantenía los codos apoyados en la superficie del escritorio.

—Siento que ella es la mujer perfecta para lo que te dije. Si se atrevió a desafiarme a mí como lo hizo, presiento que logrará hacerlo bien.

Kevin abrió la boca en forma de ‘O’.

—Entiendo tus planes e incluso aunque sean algo inusuales y descabellados, apoyo que quieras mostrarle a tu hermano que no se podrá quedar con tu fortuna, pero te aseguro que ninguna madre pondrá a su hijo en peligro por dinero.

Damián se encogió de hombros restando importancia.

—Ella no tiene por qué conocer los riesgos. Sabes bien que no soy de los que hacen este tipo de cosas, pero conoces mi situación. Darío considera que como no tengo un heredero, mi familiar directo es él, por lo que si muero todo pasaría a su nombre. Y como no puedo tener un hijo, a menos que recurra a ciertos métodos que me desagradan bastante, debo buscar uno, aunque sea falso, hasta que encuentre a esa mujer y a mi verdadero hijo

—¿Y si ese niño no llegó a nacer? —, le preguntó causando que Damián se pusiera tenso.

Después de respirar profundo y con tristeza, Damián le reveló…

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