Aylin se encontraba en un cuarto privado de un famosísimo club, rodeada de un equipo de maquilladores y estilistas que se apresuraban a darle los últimos toques para que luciera radiante en su gran día. Se miraba en el espejo y se sentía maravillosa con su corsé dorado, que realzaba sus curvas, y la falda blanca con una elegante cola. Era la personificación perfecta de la belleza y la confianza. Mientras los expertos en belleza daban los toques finales, Karen, totalmente histérica, gritó: —¡Pásenme el velo, faltan solo cinco minutos! Karen parecía estar de mal humor últimamente, con cambios de ánimo constantes. Una de las estilistas se acercó a Karen con expresión preocupada y le mostró algo, dejándola estupefacta. Esto llamó la atención de Aylin, quien se volvió para ver qué sucedía. Para su sorpresa, el velo estaba manchado con tinta azul oscuro.—Está arruinado, no habrá tiempo para conseguir otro —expuso Karen con preocupación. Aylin recordó que antes de ingresar al club había c
Le sentenció juguetona, mientras lo señalaba con su dedo acusatorio.— En mi defensa diré, que estabas muy salvaje, y gemías tan fuerte que hasta el piloto en la cabina te pudo escuchar—. Con su acostumbrado gesto se encogió de hombros. — Tengo testigos.—Solo alguien tan poco romántico como tú podría hacerle esto a una mujer —. Fingió estar molesta, pero en realidad estaba maravillada. Se levantó de la cama como una niña hiperactiva y se miró en el espejo. Llevaba puesta la camisa blanca que Damián había usado antes y, al mirar en un mueble, vio su vestido de novia y los accesorios. Caminó con entusiasmo por el suelo de madera, observando cada detalle de la hermosa cabaña en la que se encontraban. Cuando dirigió la mirada hacia el frente, jadeó impactada al ver a través de los grandes ventanales de cristal la impresionante vista al mar.—Por el amor de Dios, ¡qué paraíso tan hermoso! —exclamó, asombrada.Él sonrió satisfecho por su reacción. Se acercó a ella y, con suavidad y lenti
En ese mismo jacuzzi, fueron distintas las posiciones que tomaron y los orgasmos que tuvieron. En el último encuentro, la expresión de gozo de Aylin era un perfecto cuadro. Agachada a gatas, Damián se impulsaba dentro y fuera, mientras el agua chapaleaba y cuando comenzó a moverse con rapidez, ella lo ayudó, ajustándose con precisión a su ritmo. De pronto, él gimió. Su cuerpo se sacudió violentamente y su semen brotó de manera interminable.Habían estado disfrutando de su luna de miel durante casi un mes, recorriendo diferentes países y creando recuerdos inolvidables juntos. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, Aylin comenzaba a extrañar mucho a sus hijos. Hablar con ellos por teléfono ya no era suficiente; anhelaba abrazarlos, especialmente a Chris. Extrañaba su aroma, ya que nunca antes había estado separada de él durante tanto tiempo.En ese momento, se encontraban navegando por los canales de Venecia en un hermoso bote. Aylin estaba completamente abrigada, ya que el frío
—¡Baja esa pistola! Sabes que si disparas, no saldrás vivo de aquí—, le sugirió Damián con calma fingida. Sin embargo, Darío, completamente desquiciado, negó con la cabeza. —¡Me da igual! —, le contestó, dejando estupefacto a Tadeo, quien lo miró con expresión desconcertada. —¿Qué? —, exclamó Tadeo, totalmente asombrado.—Me prometiste que estarías conmigo hasta la muerte—, la voz de Darío temblaba de rabia y resentimiento mientras seguía hablando, —espero que cumplas esa promesa porque nuestras vidas ya son un desastre. Luego, se volvió hacia Damián con la mirada llena de rencor. —¡Te odio! Siempre fuiste el mejor en todo, incluso desde el momento en que naciste. Me robaste el amor que nuestros padres deberían haberme dado. Lo único que quería cuando intenté quitarte la fortuna era compensar la miseria que viví bajo tu sombra. Papá siempre nos comparaba. Cuando te convertiste en el poderoso Damián Zadoglu, me celebró en la cara lo orgulloso que estaba de ti, mientras que a mí nun
El tiempo no parecía avanzar. Los días transcurrían con la lentitud de un caracol, los minutos se alargaban como horas, y cada segundo era una eternidad. Aylin llevaba veinte días dedicada casi por completo al cuidado de su marido. Su vida había cambiado radicalmente desde que fue atacado, y aunque la cirugía salió bien, Damián parecía disgustado, manteniéndose frío y en silencio.Ella no lo fastidiaba con preguntas, ya que claramente sentía que él necesitaba asimilar el enfrentamiento que tuvo con Darío. Estaba tan absorta que apenas había visitado la mansión. La clínica se había convertido en su hogar, su refugio, un lugar donde podía estar cerca de Damián, cuidarlo, amarlo y verlo luchar por su vida. Había dado prioridad a su papel de esposa y cuidadora por encima de su profesión como doctora. Lo alimentaba, lo ayudaba a moverse, a ducharse, a vestirse. Todo lo hacía ella.Ese día, había decidido tomar un breve descanso. Necesitaba un poco de tiempo para ella, un baño caliente para
Kevin estaba sentado en su oficina, con la mirada fija en el ordenador, cuando unos suaves golpes en la puerta lo hicieron salir de su trance laboral. Alzó la cabeza y se encontró con Aylin, quien entró sonriendo. —Hola, Kevin —dijo ella.Frunció ligeramente el ceño, desconcertado, y parpadeó incrédulo al verla sonreír, ya que su semblante siempre mostraba tristeza y parecía desanimada, además de hablar muy poco. Pero eso ahora parecía ser cosa del pasado.—Aylin, si vienes a interrogarme para saber dónde está Damián, te aseguro que no tengo idea —aseveró él con voz pesada y cansada, anticipándose a un posible interrogatorio.Aylin negó con la cabeza.—No, no vengo a interrogarte por eso. Quiero que me acompañes a tomar algo —le propuso, haciendo que él la mirara con incredulidad.—¿A tomar algo? ¿Damián sabe de esto? —inquirió con escepticismo.—No, a menos que tú se lo digas. Además, no importa. Él abandonó nuestro hogar, así que ha perdido sus derechos de esposo sobre mí.—Lo sien
Un año y cuatro meses más tarde, en el salón principal de la mansión, Damián se encontraba tumbado sobre una cómoda alfombra de colores vibrantes y textura suave que acariciaba su espalda mientras sostenía a su pequeña rubia de 6 meses en sus brazos. Una sonrisa radiante iluminaba su rostro, sintiéndose más feliz que un pirata después de haber encontrado un gran tesoro.La bebé, con sus ojos avellanas curiosos y brillantes, estaba absorta en el universo de colores que la rodeaba. Damián dejó que sus dedos tocaran suavemente los piececitos de su bebé, haciéndole cosquillas mientras ella se retorcía de alegría, agitando sus pies al aire y riendo de manera contagiosa.Después de unos momentos, dejó descansar a la bebé, pero ella quería seguir jugando. Con torpeza, tomó un juguete y lo golpeó accidentalmente en el rostro, lo que la hizo carcajearse. —Definitivamente, eres igual que tu madre, pequeña gatita—, dijo Damián. La bebé, con sus mejillas regordetas y rosadas, se inclinó hacia él
📞 ¡¿Cómo rayos pudo suceder eso?! —, exclamó Damián, apretando el teléfono entre su mano, con ganas de estamparlo en la pared más cercana.📞 Sí, señor, como le he dicho, la madre de su hijo ha abandonado la clínica estando en labor de parto—, repitió el doctor al otro lado de la línea y Damián se pasó la mano por su cabellera con exasperación. Mientras que su esposa, estando a su lado, le tocó con suavidad el brazo derecho, para que se calmara. 📞 Pensé que su clínica era la mejor, pero ya veo la poca seguridad que tienen—, bramó Damián, desbordando su frustración en el médico, quien, al otro lado, apretó los puños y se mordió la lengua para no defenderse con palabras, y cuando se preparaba para recibir más insultos, él colgó la llamada.—¡Esa mujer nos piensa estafar!, pero no podrá hacerlo. No se lo voy a permitir, he pagado por su vientre y ese bebé que lleva dentro es mío—, rezongó Damián, ventilando la rabia a través de sus palabras. —Amado mío, la encontraremos. Ella debe te