CAPÍTULO 2 ¿ESTÁS LOCA?

¿ESTÁS LOCA?

Dos semanas después, Alana estaba sentada en un auto, con los ojos en blanco, preguntándose cuál sería su destino. Ella simplemente apretó una hoja de papel que decía que estaba libre, y que el juez había cerrado su caso por inconsistencias, mientras el auto se dirigía a la casa de su padre.

La habían liberado de su condena, pero en su conciencia sabía que había matado a un hombre.

Eso, sumado a todo este tiempo aislada de su familia, y totalmente de su alma.

Ella tenía una lista larga en su cabeza, durante todo este tiempo, ese hombre misterioso le había dado instrucciones específicas y suficientes para seguir al pie de la letra, y ahora que estaba fuera de esa prisión, sabía que cualquier cosa, era mejor que estar detrás de las rejas.

Sobre todo, porque, no la criaron para ser fuerte, era un montón de partículas hechas mierd@ y llenas de mucho miedo.

El chofer manejó en silencio hasta la mansión de su padre, al que no había podido ver en dos largas semanas después del accidente, ni siquiera por una llamada. Sabía que detrás de esta ayuda había algo, pero ella no estaba teniendo opciones, ni mucho menos salidas.

En realidad, ni siquiera estaba pensando.

En el momento en que el auto se detuvo, los seguros aún estaban abajo y ella tuvo que esperar que el hombre abriera la puerta.

Salió del auto y se esmeró por levantar su cara cuando el sol le hizo doler los ojos. De alguna manera se sintió un poco ajena cuando se puso de pie, mientras el chofer le indicó que caminara hacia la puerta.

Ella tocó la puerta por primera vez como si fuese una desconocida.

Un hombre del servicio fue quien le abrió, y cuando ella caminó dentro de la casa, vio como su padre, su hermano mayor, y su hermana se giraron hacia ella con total sorpresa, como si la hubiesen esperado toda la vida.

Isabella, William, y su padre, Oliver, tenían los ojos en ella, y tuvo que esforzarse mucho, por no desmoronarse frente a ellos.

—¿Alana? —literalmente todos corrieron hacia ella para abrazarla.

Oliver se vio el más afectado, porque ella vio cómo sus lágrimas bajaron por sus mejillas.

—¡Por Dios santo! No podíamos llegar a ti, ni siquiera nos comunicaban contigo… —Alana retuvo las lágrimas y pasó un trago grueso, y se apartó un poco fingiendo una sonrisa.

—Estoy bien… —Isabella frunció y negó ante su forma seca.

—¿Qué ocurre? Estás extraña… —Alana miró a su hermana y luego a Oliver.

—Yo…

—¿Te hicieron algo? —William la sacudió para que saliera del shock en el que se encontraba y ella negó quitándose de su agarre. Caminó hacia el centro de la sala y se giró hacia ellos.

—No me hicieron nada, estoy bien, lo digo de verdad… —Oliver se acercó rápidamente y negó.

—Pero… ¿Cómo saliste? Intenté hacer lo posible, pero todo fue en vano… Tú, el accidente, tienen mucho por acusarte, cariño, y yo estaba tan mal… —Alana apretó el hombro de su padre, y le mostró la hoja en sus manos.

—Estoy libre, papá, no te preocupes, hay varias inconsistencias y…

—Pero ¿cómo? —Esta vez fue Isabella la que preguntó en tono agitado.

Decir que sus rostros estaban en estado de impacto fue quedarse corto para describirlo.

—Hay… una persona… un hombre que conocí que me ayudó.

Oliver arrugó el ceño.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando?

—Es un hombre bueno, papá, no puedo decirles mucho ahora, porque debo irme en unas horas…

—¿Irte? ¡¿Alana que está pasando?! —Alana apretó su mandíbula y miró a su hermana que estaba en el punto de desesperación.

«Ni un error»

Los miró a todos, para luego bajarles la mirada.

—He estado saliendo con este hombre, y ahora, cuando más lo necesité, me sacó de la cárcel. Él… pagará la deuda de nuestra empresa también…

Hubo un silencio muy largo, más los rostros totalmente desencajados.

—Nunca saliste con alguien… —Isabella reprochó.

—Esto es muy extraño… —William completó.

—Solo sepan que no nos iremos a la ruina. Que la empresa de papá se levantará… —ella alzó el rostro—. Y que… —a Alana le tomó demasiado tiempo en decirlo, porque ni ella misma se lo creía—. Me casaré pronto, pero estoy libre, y nosotros volveremos a ser la familia que solíamos ser, eso es lo que importa ahora.

La boca de Oliver Duncan se puso pálida, y necesitó que su hijo detrás de él lo sostuviera pronto.

Isabella solo parpadeaba, atónita, y Alana deseó decirles la verdad de todo, pero ni siquiera ella la sabía completa.

—Alana… ¿Te has vuelto loca? ¡Tienes veintidós años! ¿Cómo qué casarte? ¡¿Y quién es ese hombre?! Esto es muy extraño, por favor, dinos que pasa, hija…

Ni siquiera ella sabía su nombre. De hecho, no podía decir de qué se trataba todo hasta el día de la boda. La cosa era que su familia lo conocería hasta ese día, aunque en muy pocas ocasiones, ella tenía ráfagas de que le era familiar.

No podía explicarles que ella tampoco entendía nada. Alana se puso erguida. Jamás había desafiado a su padre en nada, ni tampoco le había ocultado un secreto a Isabella, porque ambas eran demasiado íntimas. En el caso de William, cuando lo miró, él tocó sus fibras. Tenía una conexión muy especial con su hermano también.

Ella se sacudió los pensamientos, y también pensó en ellos, el error era suyo, así que puso la barbilla extendida y lo dijo. No podía demorar más tiempo.

—Espero que asistan a la boda y que se preparen, porque no solo estoy en deuda con este hombre, también, también lo quiero, créanme, seré feliz con él…

Isabella miró a su padre, y todos intercambiaron sus emociones en solo segundos.

Oliver trató de decir algo, pero parecía que nada salía de su boca.

—Nuestra familia volverá a ser la misma… —prometió de nuevo—… Yo estoy libre, y solo espero que tanto papá, como ustedes, mi familia, podamos sacar nuestra empresa adelante, y ser lo que antes éramos, volveremos a ser los Duncan respetados por todos.

Alana dio dos pasos adelante, pero se retractó y miró a la entrada. El mismo chofer, que no era chofer, la estaba esperando. Se había cerciorado de que sus hechos y demandas fueran ejecutados al pie de la letra. Entonces ella retrocedió esta vez y miró a su padre, pero no tuvo la voluntad de seguir frente a él y caminó a la salida, cerrando la puerta tras de ella.

No lo pensó, subió al auto y vio cómo sus hermanos se apresuraron a ir tras ella, pero en solo segundos vio cómo se estaba alejando de su casa, su lugar seguro, sin saber a dónde iba en esta ocasión.

Se recostó en el asiento trasero y luego notó que se detuvieron en un hotel a los pocos minutos, donde el mismo chofer entró con ella para asignarle una habitación en los últimos pisos.

—Tome la llave, y tome este móvil. El señor se comunicará con usted en un momento… —Alana tomó las cosas, y luego entró para ver cómo las luces se encendían con el sensor de movimientos, y ni siquiera había inspeccionado todo el lugar cuando un número desconocido, apareció en la pantalla.

Sabía que era él.

—Hola…

—Tienes una semana… —sí, era la misma voz dura y ronca que la intimidaba—. Se te enviará todo lo que necesites, escoge las invitaciones, el lugar, tu vestido. Reserva el lugar de la ceremonia, y me envías un correo de todo a la dirección que te daré, trata de que toda la familia Duncan y allegados, estén ese día.

Alana apretó la mandíbula, asintió, y rápidamente la pregunta se le escapó de la boca.

—¿En la invitación…? ¿Qué nombre pondré de usted…? Nunca me ha dado uno.

—No pongas nombres, solo di: “Alana Duncan se casa, y tiene el placer de invitarlos…”

Alana tuvo que soltar el aire ante la situación tan bizarra, pero antes de que el hombre colgara, ella hizo la última pregunta:

—Después de esto, ¿usted me dejará? Quiero decir… ¿Cuánto tiempo durará esto?

Hubo un silencio corto y luego:

—No, tú serás mi esposa, una esposa de verdad. Y no habrá forma de que te separes de mí, así que ya lo sabrás sobre la marcha…

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