CAPÍTULO 5 ERA UN SEÑUELO

ERA UN SEÑUELO

La seguridad de Ángelo se apresuró a que la pareja ingresara al auto que los esperaba, y les dijeron a los reporteros que era todo por hoy.

Alana escuchó todo tipo de preguntas, pero ahora su mente, solo pensaba en una sola cosa:

Este hombre, era el mismo que había salido con su hermana a escondidas, y al que había pedido la mano de su hermana, años atrás.

Se sentó de forma precipitada, y se apartó del hombre que emanaba una oscuridad apremiante, lo escuchó dar una orden en italiano, y luego se tensó cuando sus ojos se pusieron en ella.

Sus ojos eran entre verdes y oscuros, sus cejas pobladas, y tenía el cabello hacia atrás peinado con los dedos. El traje se ajustaba a su cuerpo, un traje de color negro, y una camisa blanca a medio abotonada. Su piel no era blanca, más bien bronceada, y su boca estaba en una línea, mientras sus ojos la escaneaban completa.

Alana podía decir que recordaba a aquel chico de forma muy distorsionada, un jardinero empleado de su padre, y su hermana, una chica que ayudaba con la limpieza. Sin embargo, ahora de ese chico humilde y delgaducho, no quedaba absolutamente nada.

Y la pregunta que más retumbaba en su mente era: ¿Cuál era su plan?

—Ángelo Denaro.

—Él mismo, y tú, ahora, Alana Denaro… ese es tu nuevo apellido —Ángelo le tiró un papel y Alana lo miró caer al piso del auto, pero ni siquiera se movió.

Podía sentir el temblor de su cuerpo, y sus ojos llenarse de lágrimas.

—¿Qué es lo que quieres? —Ángelo le sonrió, y a ella casi se le olvida que esa sonrisa devastadora y altamente arrogante, solo se burlaba de ella.

—¿No es evidente?

Alana se mordió la boca por dentro y pasó un trago grueso, entonces se abrazó a sí misma.

—No tengo idea. No sé de qué se trata todo esto —sabía lo de su hermana y ahora conectaba lo que este hombre le había dicho a Isabella antes de salir a la iglesia, pero no se lo haría saber.

De hecho, ahora mismo quería lanzarse de ese auto donde iba, y escapar sin mirar atrás.

Ángelo soltó el aire de forma cansina y negó varias veces.

—Solo debes saber una cosa, pequeña Alana. La destrucción para todos los Duncan, ha comenzado.

Alana parpadeó de forma incrédula y sintió que su piel se encogió.

El auto iba con una rapidez que ella debía sostenerse en los asientos, y aunque sus lágrimas querían escurrirse por sus mejillas, ella las retuvo en sus ojos.

Si sus pensamientos no estaban lejos de la realidad, este hombre, a través de ella, iba a herir a su familia, hasta hundirlos en la miseria.

Ella no apartó sus ojos del hombre, y él tampoco los de ella, cuando se detuvieron, y Alana notó que estaban en un importante hotel de lujo de Los Ángeles.

Los hombres le abrieron la puerta del auto a Ángelo, y él se bajó acomodando su chaqueta, para luego ofrecerle la mano que ella se quedó mirando por un rato.

—Será mejor que te apresures, angiolo (angelito), las fotos nos esperan —Alana parpadeó rápidamente, y tomó su mano para sentir una descarga casi destructiva, y luego su mano apretando la suya.

Solo cuando se puso de pie, se dio cuenta de que había muchos fotógrafos allí, como si hubiese sido un ambiente preparado, que le lanzaban felicitaciones, y preguntas a la vez.

—¡Señor Denaro!, ¡señor Denaro…! ¿Sabía usted antes de casarse que los Duncan están en la ruina? —Ángelo sonrió y Alana lo miró aún ignorante de mucho.

—¿En la ruina? Por supuesto que no, solo estaba pensando en este rostro, ¿no lo ven? Ella es un ángel… —todos sonrieron y asintieron.

—Entonces será el fin de su vida libertina? —una reportera se atrevió a preguntar, y Alana pensó que tal vez el hombre la pondría en su sitio, pero no. Él hizo algo peor.

—Uno nunca sabe… —le ofreció una sonrisa a la mujer y luego le picó el ojo y ella se puso roja.

Alana solo sintió como el hombre le tomó de la mano y se metió con ella al edificio de lujo, mientras los empleados lo aplaudían y lo felicitaban por su boda.

Los hombres de Ángelo quedaron atrás cuando él se metió a un ascensor con ella, y luego de que llegaron a un piso, ella notó que había una preparación de noche de bodas en una habitación esplendorosa y lujosa, entonces quedándose en la puerta, retrocedió.

Notó como Ángelo entró, se quitó la chaqueta, mientras las luces bajaban de intensidad, se llenó una copa de una bebida costosa y luego la miró para acercarse a ella con cautela.

Alana respiraba erráticamente con su cercanía y literalmente se pegó a la pared mientras su cuerpo se pegaba al de ella. Ángelo le respiró lenta y seductoramente en el cuello, y luego depositó un beso en su clavícula, todo estaba siendo extremadamente sensual para ella, hasta que su mano fue a su cuello, mientras su cuerpo de hecho estaba excitado.

De un momento a otro, él la hizo mirarlo, y luego apretó su cara con una sola mano.

—¿Piensas que vamos a tener una noche romántica de bodas? —le dio un pequeño beso en la mandíbula mientras sintió su temblor, de la seriedad pasó a una sonrisa siniestra y luego chasqueó la lengua—. Responde…

A Alana le tembló la boca, y se esforzó por responder:

—Si… —su voz vibró como nunca, y luego él le soltó el rostro, caminó lejos de ella, y volvió a tomar su chaqueta terminándose el trago de un solo tiro.

—Pues no, piccola (pequeña), ahora mismo, me iré a coger con alguna mujer que me apetezca, y así celebraré mi boda por todo lo alto, en una fiesta clandestina, que saldrá en las noticias a primera hora por la mañana.

Los ojos de Alana se abrieron con sorpresa, mientras él le mostró el vaso vacío, y caminó a la salida cerrando de un portazo, mientras ella, por fin, dejó caer sus lágrimas retenidas.

Este hombre tenía una sed de venganza, y ella solo sería un señuelo, para herirlos y destruirlos a la vez…

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