CAPÍTULO 4 EL CAOS

EL CAOS

El anuncio de Ángelo dejó a todos los presentes en la catedral atónitos. Alana sintió como si el mundo se detuviera en ese instante, y al mirar a su alrededor, solo vio el rostro sorprendido y confundido de los invitados.

Ya sabía que sus firmas darían como resultado este matrimonio, pero solo hasta ahora se enteraba de que ya estaba casada. Entonces, ¿para qué esto?

Su corazón latía con fuerza, y su mente luchaba por comprender lo que estaba sucediendo. Y en el momento en que su mirada se fue a su padre, su preocupación aumento, porque el rostro de su padre estaba completamente pálido, y sus ojos mostraban una mezcla de ira y confusión.

«¿Lo conocía?»

—Sí, es cierto que Alana y yo ya estamos casados. Pero no se preocupen, esta boda no ha sido en vano. Hoy estamos aquí para celebrar nuestra unión en este lugar sagrado —el hombre alto, que se movía galante como dando un espectáculo y condenadamente hermoso, se giró hacia la cruz colgada e hizo otra cruz en su rostro con sus dedos, como señal de respeto y burla a la vez—. Ante todos ustedes, nuestros queridos invitados…

Las palabras de Ángelo resonaron en la catedral, llenando el espacio con una tensión palpable. Alana sintió que el aire se volvía más pesado a su alrededor, como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar.

Los murmullos comenzaron a extenderse entre los presentes, algunos mostraban incredulidad, otros, indignación. Alana buscó desesperadamente la mirada de su padre, pero este solo miraba a ese hombre como si tuviera miedo.

Así que en el momento corrió los ojos a su hermana Isabella, pero esta estaba tan sorprendida como ella, y enigmáticamente vio cómo varias lágrimas rodaron por sus mejillas.

Alana sentía que esto se estaba volviendo un caos.

Ángelo se acercó a Alana con paso firme y su mirada intensa se fijó en ella. Alana retrocedió instintivamente, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda, pero él le lanzó una mirada dura y entrelazó sus dedos duros en ella, mientras su mirada se fue a Isabella, que le temblaba literalmente la boca.

—Que comience este espectáculo, porque ya me estoy aburriendo…

Alana tragó saliva, tratando de mantener la compostura a pesar del caos que reinaba a su alrededor. De repente la música de piano sonó y un sacerdote se puso delante de ellos hasta que ella escuchó:

—¡Esto no puede suceder, Alana…! —ella se giró ante el vibrato de su padre, y Ángelo rodó los ojos de forma antipática, para girarse y sonreír de forma siniestra.

—Habías tardado en llegar, Stronzo (cabr*n), y tienes razón, no va a suceder, jamás daría un sí en una iglesia, ni premiaría a tu hija favorita, honrándola con el casamiento espiritual, aunque me vale una reverenda mierd@ todo este protocolo. Ustedes solo se merecen la miseria, así que me conformo con una m*****a firma por ahora.

Alana se encontró atrapada entre el desconcierto y el miedo. No sabía qué hacer, ella abrió los ojos mirando a este hombre que cada vez que veía, se transformaba.

—Ángelo… —Isabella se acercó como si la vida dependiera de ello—. ¿Qué estás haciendo? —El pecho de Alana subía y bajaba sin contemplación, sin entender nada.

—¿Lo conocen? —ella preguntó aterrada, entonces tanto su padre como Isabella la miraron, y luego William se acercó con furia.

—¿Quieres que te golpee de nuevo? ¿Qué te acabe aquí mismo? —su hermano sentenció, pero este hombre solo sonreía como si disfrutara del momento.

Parecía poseído.

—El hijo de put@ más esperado, el gran William… —Ángelo chasqueó la lengua y desvió la mirada—. Los invitados están un poco ansiosos, y es de muy mala educación murmurar en secreto delante de tanta gente. Además, pagué una fortuna por esta boda, pero claro, no lo pueden entender en su miseria…

Oliver tomó a Alana del brazo, dispuesto a llevársela, pero Ángelo tomó su otro brazo y la haló hacia él con rudeza, incluso, Alana gimió.

En ese momento su rostro se puso de piedra y sus ojos intensos le arrojaron una amenaza a su familia.

—El fin de ustedes, ha llegado, y este, es solo el comienzo del lloro y el crujir de dientes para la familia Duncan… —Apartando a Alana a un lado, miró a los invitados, y luego, sin ninguna contemplación, lo dijo—: Me caso con Alana Duncan solo para ayudar a esta familia de las desgracias y la miseria. Los Duncan están en la ruina, y, soy un buen samaritano, de todas formas, esperemos que Dios los ayude, porque les hará falta mucha misericordia… a toda esta familia de mierd@.

Ángelo volvió a girarse frente a la cruz, y le hizo una reverencia. Tomó a Alana en medio de la agitación y los murmullos, mientras ella quiso zafarse desesperadamente.

—Por favor… 

Le envió una mirada de angustia a su padre mientras Ángelo literalmente la arrastraba por el camino donde ella entró con Oliver, mientras solo era la burla de todos los presentes.

La humillación se extendía con los segundos, y luego escucharon un grito de Isabella, cuando ambos se giraron en toda la puerta de la catedral.

—¡Ángelo! —Alana miró a su hermana, pero este hombre a su lado, ni siquiera se giró. Isabella corrió a ellos y se puso delante de él con mucha agitación, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas—. No hagas esto, hablemos, por favor…

Alana frunció el ceño intentando dar con algo, pero luego vio un acto que la horrorizó por completo delante de ella:

Ángelo le envió una sonrisa a su hermana que podía destruir a cualquier mujer, aun con la mano agarrada de su muñeca, tomó la mandíbula de su hermana Isabella, y lo dijo sin ningún remordimiento o vergüenza.

—Llámame, podemos discutirlo en la cama, como en los viejos tiempos…

Alana se sintió como si un puño le dio directo al estómago y luego las ráfagas de los recuerdos comenzaron a inundar su mente.

Todos los invitados vieron las escenas, Ángelo apartó a Isabella de su camino, y ella, como un trapo, continuó con él hasta que se detuvieron en un punto, y la ráfaga de flashes inundaron su sitio.

Con el cuerpo temblando del miedo, levantó la mirada, atreviéndose a mirarle esos ojos demonizados y fúricos, entonces solo en ese momento, cuando él tocó su mejilla para las fotos, vio directamente una sonrisa que, disfrazada ante la multitud y la prensa, la hizo recapitular. Fue como volver a muchos años antes, cuando ella solo era una niña, y tenía doce años para ser exacta.

«Señor… vengo a proponerle matrimonio a su hija, Isabella, por favor, déjenos ser felices…»

El recuerdo de un joven con el cabello revuelto, pantalones sucios por el trabajo en el jardín, llegando a su casa, taladró en su mente. Recordaba las rosas en sus manos, y su rostro impactado cuando su padre, lo humilló delante de su familia y lo echó fuera de su casa, apoyado por su hermana Isabella…

Alana parpadeó pesadamente mientras intentó pasar un trago, pero ella, sencillamente, no lo pudo tragar…

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