EL CAOS
El anuncio de Ángelo dejó a todos los presentes en la catedral atónitos. Alana sintió como si el mundo se detuviera en ese instante, y al mirar a su alrededor, solo vio el rostro sorprendido y confundido de los invitados.
Ya sabía que sus firmas darían como resultado este matrimonio, pero solo hasta ahora se enteraba de que ya estaba casada. Entonces, ¿para qué esto?
Su corazón latía con fuerza, y su mente luchaba por comprender lo que estaba sucediendo. Y en el momento en que su mirada se fue a su padre, su preocupación aumento, porque el rostro de su padre estaba completamente pálido, y sus ojos mostraban una mezcla de ira y confusión.
«¿Lo conocía?»
—Sí, es cierto que Alana y yo ya estamos casados. Pero no se preocupen, esta boda no ha sido en vano. Hoy estamos aquí para celebrar nuestra unión en este lugar sagrado —el hombre alto, que se movía galante como dando un espectáculo y condenadamente hermoso, se giró hacia la cruz colgada e hizo otra cruz en su rostro con sus dedos, como señal de respeto y burla a la vez—. Ante todos ustedes, nuestros queridos invitados…
Las palabras de Ángelo resonaron en la catedral, llenando el espacio con una tensión palpable. Alana sintió que el aire se volvía más pesado a su alrededor, como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar.
Los murmullos comenzaron a extenderse entre los presentes, algunos mostraban incredulidad, otros, indignación. Alana buscó desesperadamente la mirada de su padre, pero este solo miraba a ese hombre como si tuviera miedo.
Así que en el momento corrió los ojos a su hermana Isabella, pero esta estaba tan sorprendida como ella, y enigmáticamente vio cómo varias lágrimas rodaron por sus mejillas.
Alana sentía que esto se estaba volviendo un caos.
Ángelo se acercó a Alana con paso firme y su mirada intensa se fijó en ella. Alana retrocedió instintivamente, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda, pero él le lanzó una mirada dura y entrelazó sus dedos duros en ella, mientras su mirada se fue a Isabella, que le temblaba literalmente la boca.
—Que comience este espectáculo, porque ya me estoy aburriendo…
Alana tragó saliva, tratando de mantener la compostura a pesar del caos que reinaba a su alrededor. De repente la música de piano sonó y un sacerdote se puso delante de ellos hasta que ella escuchó:
—¡Esto no puede suceder, Alana…! —ella se giró ante el vibrato de su padre, y Ángelo rodó los ojos de forma antipática, para girarse y sonreír de forma siniestra.
—Habías tardado en llegar, Stronzo (cabr*n), y tienes razón, no va a suceder, jamás daría un sí en una iglesia, ni premiaría a tu hija favorita, honrándola con el casamiento espiritual, aunque me vale una reverenda mierd@ todo este protocolo. Ustedes solo se merecen la miseria, así que me conformo con una m*****a firma por ahora.
Alana se encontró atrapada entre el desconcierto y el miedo. No sabía qué hacer, ella abrió los ojos mirando a este hombre que cada vez que veía, se transformaba.
—Ángelo… —Isabella se acercó como si la vida dependiera de ello—. ¿Qué estás haciendo? —El pecho de Alana subía y bajaba sin contemplación, sin entender nada.
—¿Lo conocen? —ella preguntó aterrada, entonces tanto su padre como Isabella la miraron, y luego William se acercó con furia.
—¿Quieres que te golpee de nuevo? ¿Qué te acabe aquí mismo? —su hermano sentenció, pero este hombre solo sonreía como si disfrutara del momento.
Parecía poseído.
—El hijo de put@ más esperado, el gran William… —Ángelo chasqueó la lengua y desvió la mirada—. Los invitados están un poco ansiosos, y es de muy mala educación murmurar en secreto delante de tanta gente. Además, pagué una fortuna por esta boda, pero claro, no lo pueden entender en su miseria…
Oliver tomó a Alana del brazo, dispuesto a llevársela, pero Ángelo tomó su otro brazo y la haló hacia él con rudeza, incluso, Alana gimió.
En ese momento su rostro se puso de piedra y sus ojos intensos le arrojaron una amenaza a su familia.
—El fin de ustedes, ha llegado, y este, es solo el comienzo del lloro y el crujir de dientes para la familia Duncan… —Apartando a Alana a un lado, miró a los invitados, y luego, sin ninguna contemplación, lo dijo—: Me caso con Alana Duncan solo para ayudar a esta familia de las desgracias y la miseria. Los Duncan están en la ruina, y, soy un buen samaritano, de todas formas, esperemos que Dios los ayude, porque les hará falta mucha misericordia… a toda esta familia de mierd@.
Ángelo volvió a girarse frente a la cruz, y le hizo una reverencia. Tomó a Alana en medio de la agitación y los murmullos, mientras ella quiso zafarse desesperadamente.
—Por favor…
Le envió una mirada de angustia a su padre mientras Ángelo literalmente la arrastraba por el camino donde ella entró con Oliver, mientras solo era la burla de todos los presentes.
La humillación se extendía con los segundos, y luego escucharon un grito de Isabella, cuando ambos se giraron en toda la puerta de la catedral.
—¡Ángelo! —Alana miró a su hermana, pero este hombre a su lado, ni siquiera se giró. Isabella corrió a ellos y se puso delante de él con mucha agitación, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas—. No hagas esto, hablemos, por favor…
Alana frunció el ceño intentando dar con algo, pero luego vio un acto que la horrorizó por completo delante de ella:
Ángelo le envió una sonrisa a su hermana que podía destruir a cualquier mujer, aun con la mano agarrada de su muñeca, tomó la mandíbula de su hermana Isabella, y lo dijo sin ningún remordimiento o vergüenza.
—Llámame, podemos discutirlo en la cama, como en los viejos tiempos…
Alana se sintió como si un puño le dio directo al estómago y luego las ráfagas de los recuerdos comenzaron a inundar su mente.
Todos los invitados vieron las escenas, Ángelo apartó a Isabella de su camino, y ella, como un trapo, continuó con él hasta que se detuvieron en un punto, y la ráfaga de flashes inundaron su sitio.
Con el cuerpo temblando del miedo, levantó la mirada, atreviéndose a mirarle esos ojos demonizados y fúricos, entonces solo en ese momento, cuando él tocó su mejilla para las fotos, vio directamente una sonrisa que, disfrazada ante la multitud y la prensa, la hizo recapitular. Fue como volver a muchos años antes, cuando ella solo era una niña, y tenía doce años para ser exacta.
«Señor… vengo a proponerle matrimonio a su hija, Isabella, por favor, déjenos ser felices…»
El recuerdo de un joven con el cabello revuelto, pantalones sucios por el trabajo en el jardín, llegando a su casa, taladró en su mente. Recordaba las rosas en sus manos, y su rostro impactado cuando su padre, lo humilló delante de su familia y lo echó fuera de su casa, apoyado por su hermana Isabella…
Alana parpadeó pesadamente mientras intentó pasar un trago, pero ella, sencillamente, no lo pudo tragar…
ERA UN SEÑUELOLa seguridad de Ángelo se apresuró a que la pareja ingresara al auto que los esperaba, y les dijeron a los reporteros que era todo por hoy.Alana escuchó todo tipo de preguntas, pero ahora su mente, solo pensaba en una sola cosa:Este hombre, era el mismo que había salido con su hermana a escondidas, y al que había pedido la mano de su hermana, años atrás.Se sentó de forma precipitada, y se apartó del hombre que emanaba una oscuridad apremiante, lo escuchó dar una orden en italiano, y luego se tensó cuando sus ojos se pusieron en ella.Sus ojos eran entre verdes y oscuros, sus cejas pobladas, y tenía el cabello hacia atrás peinado con los dedos. El traje se ajustaba a su cuerpo, un traje de color negro, y una camisa blanca a medio abotonada. Su piel no era blanca, más bien bronceada, y su boca estaba en una línea, mientras sus ojos la escaneaban completa.Alana podía decir que recordaba a aquel chico de forma muy distorsionada, un jardinero empleado de su padre, y su h
UN HOMBRE CON MUCHO PODER La habitación quedó en un silencio sepulcral, interrumpido solo por los sollozos ahogados de Alana. Su mente intentaba procesar todo lo ocurrido en las últimas horas, pero ella se hizo un ovillo en el suelo, viéndose tan sola y desdichada.La opulencia de la suite nupcial contrastaba fuertemente con la angustia que la embargaba. Las velas parpadeaban suavemente, arrojando sombras danzantes en las paredes doradas, pero para ella, todo aquello era solo una burla, una planificación para humillarla.Y quizás sea solo el principio.Después de llorar por muchas horas, caminó lentamente hacia el centro de la habitación, donde la cama estaba adornada con pétalos de rosa y una botella de champaña sin abrir, esperaba en una mesa pequeña. Nada de eso tenía sentido para ella ahora.Se dejó caer en el borde de la cama, sintiendo el peso de la situación, aplastarla. Era únicamente una niña cuando lo vio entrar a su casa, y su madre le había pedido que fuera a su cuarto cua
UN INFIERNO COMPARTIDOÁngelo soltó una carcajada fría, que resonó en el vestíbulo del hotel. Su mirada se posó en Alana con una mezcla de diversión y desprecio mientras ella intentaba, por todos los medios, de sostener su desafiante postura. Pero la verdad es que la frialdad de su mirada la envolvía, haciéndola sentir aún más vulnerable.—Piccola mía, tienes muchas ilusiones —Su voz era un susurro gélido—. Pero, lo acepto, culpa mía…Sin decir una palabra más, extendió su mano hacia ella, no como si se lo estuviese pidiendo, esto era más bien una mezcla de autoridad y posesividad.—Vamos, querida esposa. Tenemos mucho de qué hablar, es importante que te aclare ciertos puntos.Alana retrocedió un paso, sintiendo la pared del ascensor contra su espalda. Su respiración se aceleró, y su mente buscó desesperadamente una salida, pero sabía que cualquier intento de escapar sería inútil. Los hombres de Ángelo estaban a su alrededor, y él mismo parecía inquebrantable.—No voy a quedarme aquí
REUNIÓN FAMILIAR Alana observó a Ángelo mientras se despojaba de su ropa con una indiferencia calculada, como si su propia desnudez fuera una herramienta más de control.—¿Qué haces? —Ella estaba avergonzada y anulada.—Voy a darme una ducha, deberías ir también, a decir verdad, prefiero las duchas colectivas —él estuvo a punto de quitar su bóxer, pero pasando la mirada descaradamente por ella, sonrió y luego desapareció de su vista mientras ella le escuchó decir—. Veinte minutos…Alana se dirigió a otra habitación de aquel piso y tomó un baño de pies a cabeza, sin saber a qué hora aparecería su ropa, o lo que fuera con lo que se iba a vestir. Y una vez salió de la ducha, alguien había puesto un neceser con desmaquillante, y todo tipo de artículos de mujer, que ella no dudó en usar, envuelta en una toalla.Sus piernas aún temblaban, así que cuando salió, como este tipo lo dijo, había ropa, como si alguien la hubiera seleccionado especialmente para ella. En esta ocasión un vestido colo
INVITADA ESPECIAL.La comida fue en un silencio tenso, lleno de miradas furtivas y susurros ahogados. Eso también, cuando fue solo Ángelo quien devoró el plato, porque del resto, solo lo miraban con odio, mientras Alana no se atrevía a levantar la mirada.—Deberías comer —él le apuntó la comida a ella como si hablara desde la intimidad—. No te dejas amedrentar por esos ojos. Míralos, ninguno tiene conciencia —Alana pasó un trago y tomó un cubierto para no llevarle la contraria.En este tiempo, no era el momento.Miró la comida que se veía apetitosa y luego llevó varios bocados para sentir una sensación de alivio en su estómago después de tanto tiempo, pero la tensión era parte de la mesa y todos los ojos, estaban sobre ella.Ángelo, sin embargo, parecía disfrutar del espectáculo. Cada mordisco, cada sorbo de vino, era un acto calculado para aumentar su dominio sobre todos ellos.Después de que él terminó, con los platos de los demás llenos, Ángelo se levantó, se limpió la boca y dio u
¿ME EXTRAÑARON?El silencio tras la entrada de Ivy era ensordecedor. Cada miembro de la familia Duncan estaba atrapado en una mezcla de sorpresa, ira y confusión. Alana, especialmente, sintió un vacío helado en su pecho. No reconocía a esta mujer, pero la tensión en el aire le decía que su presencia era significativa.Ivy sonrió con una dulzura calculada, en sus ojos había un destello, con una mezcla de desafío y triunfo. Ella se acercó a la mesa, tomó una copa, e ignoró las miradas penetrantes de William y Oliver.—Es un placer verlos de nuevo… sobre todo a ti, querida cuñada —Alana abrió los ojos cuando ella se refirió a Isabella, pero prontamente vio a Ivy taparse la boca—. Ups, lo siento —y se giró hacia Alana—. Mi cuñada eres tú —dijo Ivy, su voz suave y aterciopelada.Entonces, en ese momento, Alana miró sus ojos con más detenimientos y frunció el ceño.De esa chica que fregaba el suelo, limpiaba las habitaciones, y siempre tenía un delantal, no quedaba absolutamente nada.—Me r
NUESTRA HABITACIÓN. Alana se sintió demasiado sola cuando esos autos salieron de la propiedad del hombre que tenía como esposo, y tampoco vio a nadie en la terraza. La mirada de Ángelo, aunque estaba como una estaca en sus huesos, y la mención de que tenían que salir a alguna parte, solo la estremecía.Ahora entendía que Ángelo Denaro lo utilizaría para ser el foco de humillación de su familia, no importaba si tenía culpa o no, o si solo el que tuviera la misma sangre hacía que la despreciara, pero si no estaba equivocada, Ángelo utilizaría todos los medios para desprestigiarlos, arruinarlos, y hacerles pasar vergüenza.Y esta salida, estaba prácticamente segura, era generar otra controversia colocando el apellido de su familia por el suelo.Ella se despegó de donde estaba recostaba, mirando toda la escena donde había estado su familia. Entonces caminó hacia el umbral de la nueva casa con una mezcla de asombro y aprensión. El lujo que la rodeaba era palpable, con pisos de mármol que
REBELDÍA. Después de unos minutos que parecieron eternos, Alana se levantó del suelo, limpiando las lágrimas de su rostro con manos temblorosas. Sabía que no podía permitirse el lujo de ser débil. Tenía que mantenerse fuerte, aunque fuera solo por pura obstinación. No podía darle a Ángelo la satisfacción de verla derrotada, y mucho menos mostrarle su debilidad.Se detuvo frente a él, observando su reflejo. Lo que vio la perturbó: una mujer que apenas reconocía. Sus ojos, normalmente llenos de vida, ahora estaban opacos y cansados. Su piel, antes radiante, estaba pálida, casi fantasmal bajo la luz suave de la habitación.—¿Quién eres? —susurró, sintiendo un nudo en la garganta.Tenía apenas 22 años, por lo que había visto en el acta de matrimonio, Ángelo Denaro tenía 36, pero eso no significaba que también podía ser inteligente, y en eso radicaba hacerse la pendeja en muchas oportunidades.Después de darse un buen baño, se dirigió al vestidor y comenzó a revisar la ropa que había sido