CAPÍTULO 3 EL GRAN DÍA

EL GRAN DÍA

Ángelo Denaro volvió a ver las cámaras y hundió el botón para hundir el botón de pausar.

Acercó el Zoom de la cámara y la vio.

Estaba más incómodo de lo que pensaba. Lo último que recordaba de Alana, era una niña de apenas doce años. La niña consentida de la familia Duncan y realmente el motivo por el que Eliana Duncan se quedó más tiempo con su marido, tratando de aparentar un matrimonio fallido.

 Sin embargo, ahora ella era completamente una mujer, y aunque nunca pensó admitirlo, sí, era mucho más bella que Isabella.

Él apretó la mandíbula y luego volvió a presionar el botón para verla salir de la cárcel y cuando la subieron a uno de sus autos. 

Se recostó en la silla e hizo un triángulo con sus manos, para fruncir su ceño. Encima de su mesa, estaba la invitación de boda que uno de sus hombres le había traído, y era realmente una burla para la prensa que una de las hijas del prestigioso Oliver Duncan, estuviera anunciando su matrimonio a solo cinco días, sin el nombre del novio en la tarjeta.

Oliver Duncan no había dado respuestas a la horda de reporteros, ni mucho menos había respondido a la ola de críticas y a las preguntas incesantes de si era real, que el emporio Duncan se estaba desvaneciendo.

Pero cuando la puerta se abrió, él alzó la mirada y sonrió al ver a Ivy entrar mientras sus pensamientos turbios se disiparon.

—El sastre viene mañana, a primera hora.

Ángelo asintió complacido

—Perfecto…

—Aunque no hacía falta, no es un día importante… —Ivy tomó la tarjeta, pero no pudo mirarla cuando Ángelo la interrumpió.

—Claro que lo es, es un día muy importante, para ti y para mí. Será el día de nuestro comienzo. Será el día de nuestra venganza, Ivy, el momento en que los Duncan, desde el más grande hasta el más chico, sufrirán hasta el último día de sus vidas. Cada uno en una medida excepcional.

Ivy no sonrió, ella apartó la mirada y tomó la tarjeta, solo para leer:

«Alana Duncan, y novio, tienen el placer de invitarlo a su esplendorosa boda…»

***

Alana leyó todo el contenido de la tarjeta de invitación, y cerró los ojos.

No podía sentirse más avergonzada, además de todas las noticias de su familia que estaban por todas partes.

Su padre había querido reunirse con ella, pero en el momento en que una delegación de abogados y hombres se habían reunido con él para inyectarle el dinero a la empresa que ese hombre prometió, Oliver se había quedado más tranquilo.

“No te preocupes, papá, después de la boda, hablaremos con más calma”.

Este hombre no la dejaba recibir las llamadas de su padre ni de nadie, y había una zozobra a su alrededor que la tenía desconcertada.

Los siguientes días, aunque no salió, recibió diferentes visitas. Una mujer con muchos vestidos de novia para que eligiera uno, y un grupo de estilistas que ensayaron su peinado y su maquillaje.

Por la noche, las lágrimas de Alana bajaron por sus mejillas. Su teléfono estaba bloqueado para mensajes o llamadas y se fue a la galería para ponerse aún más melancólica con las imágenes.

Los recuerdos de una familia feliz estaban muy lejos de ella, sobre todo cuando su madre se fue hace unos casi dos años.

Ella no sabía si asistiría a la boda, pero estaba segura de que la invitación se envió a toda su familia, y a la gente importante que rodeaba a su padre. No supo en qué momento había aceptado este lío, pero ese hombre muerto, la culpa y las desgracias, la habían acorralado a tomar decisiones precipitadas.

Lo único que podía esperar, es que este hombre le dijera en algún momento, que esto quizás era una pesadilla…

El día de la boda llegó tan rápido como su zozobra consumía su cuerpo, y el aire estaba cargado de tensión y misterio. Alana se miraba en el espejo, vestida de blanco, con el corazón latiendo con fuerza. No podía creer que todo esto estuviera sucediendo tan rápido y tan fuera de su control.

Alguien vino por ella, se subió al auto, ayudada por personas desconocidas, y la piel se contrajo mientras la angustia se instalaba en el estómago.

Llegaron a una catedral que era reconocida de un arquitecto italiano. Un hombre abrió su puerta y ella se dio cuenta de que todos estaban dentro de la iglesia y que el lugar estaba repleto de gente y muchas cámaras.

Mucha prensa.

—¡Alana! ¿Quién es el novio? —un reportero gritó en pregunta, mientras ella caminó rápido con el hombre de seguridad, y luego se detuvo en la puerta de la catedral, observando como la iglesia, en vez de ser un lugar de matrimonio, parecía más de un velorio.

Estaba adornada con flores negras y velas tétricas que iluminaban el camino hacia el altar. Todas las puertas y ventanales de la iglesia estaban selladas, y Alana aspiró el aire mientras sentía la garganta caliente.

«¿Quién había decorado esto?», se preguntó todo el tiempo.

—Alana… —ella se giró rápidamente y se encontró con su padre de frente.

Las ganas de llorar la invadieron y quiso arrojarse a sus brazos como siempre lo había hecho.

Sin embargo, recordó las palabras de advertencia.

«Un paso en falso, y que rompas las reglas, destruirá todo»

Ella parpadeó rápido y luego sonrió, lo hizo con mucho esfuerzo.

—No te preocupes, papá, hablaremos en la recepción, todo se arreglará, ya verás… —Oliver no estaba muy contento, la abrazó, y luego la miró diciéndole:

—Hay tiempo, si alguien te está intimidando, Alana, habla conmigo, no hay forma de que pueda decepcionarme de ti, ¿lo entiendes? —ella pasó un trago y luego otro recuerdo, la invadió.

«Necesito una esposa, es un favor que nos haremos nuevamente, pero si incumples esta firma, yo mismo los mato a todos»

Su aire salió cargado y luego negó.

—Es real papá, amo a este hombre, lo juro.

Oliver soltó el aire y luego negó.

—Cualquier cosa que pase, siempre voy a preferirte, Alana, recuerda eso, si hay algo que me estás ocultando. Nunca te vimos un novio siquiera, mi vida, entiéndelo —Oliver trató de acercarse, pero ella miró a los hombres detrás de él y sonrió.

—No es nada, es mi día feliz… —tomó su mano—. No te preocupes. No quería ofenderte haciendo las cosas de esta forma, papá, pero es mi vida.

En el momento, escucharon la música de entrada, Alana miró a todos lados confusa, porque nadie estaba en el altar.

—Señorita Alana, camine… —ella se horrorizó cuando el hombre que la había escoltado por todo el camino le ordenó, y la música no paró.

La gente a su alrededor estaba confusa, y los murmullos comenzaron a extenderse cuando ella literalmente obligó a su padre avanzar por el pasillo, y quizás fue la entrada más rápida de la historia cuando llegaron a un punto donde no había novio.

Sus mejillas se calentaron. Ella pudo ver en los primeros puestos a su hermana Isabella y a William. Incluso vio a su madre que tenía meses sin ver, y que vio que la saludaba como si nada hubiese pasado con la mano desde la tercera fila.

El silencio era tan total que todos escucharon cuando los pasos de alguien resonaron en el momento.

Alana se giró rápido para ver al mismo hombre que vio aquella noche en la cárcel, se dirigía hacia ellos, saliendo de alguna parte. Era un hombre apuesto, sin duda alguna. De facciones marcadas y una mirada penetrante que la hacía estremecerse.

Además, tenía un traje negro, pero no una corbata, de hecho, tenía su cabello algo desordenado, y su camisa desabotonada. Nadie podía negar que era estremecedor, apuesto y muy atractivo, pero el miedo la paralizó cuando supo que detrás de esa apariencia, se escondía algo más oscuro.

E incluso sus ojos se achicaron, cuando su peinado, no como lo esperaba la ocasión, más bien estaba revuelto, la hizo tener un recuerdo fugaz.

Hubo una agitación comunitaria en el momento, y ella sintió cómo su padre apretó su mano.

—Alana, ¡Por Dios! —no entendió la queja de su padre, pero rápidamente, escuchó el hombre hablar.

—Sí, querido suegro, soy Ángelo Denaro, y aunque esta boda no ha comenzado, usted ya no puede detenerla porque, literalmente, ya estoy casado con su hija…

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