¿ME EXTRAÑARON?El silencio tras la entrada de Ivy era ensordecedor. Cada miembro de la familia Duncan estaba atrapado en una mezcla de sorpresa, ira y confusión. Alana, especialmente, sintió un vacío helado en su pecho. No reconocía a esta mujer, pero la tensión en el aire le decía que su presencia era significativa.Ivy sonrió con una dulzura calculada, en sus ojos había un destello, con una mezcla de desafío y triunfo. Ella se acercó a la mesa, tomó una copa, e ignoró las miradas penetrantes de William y Oliver.—Es un placer verlos de nuevo… sobre todo a ti, querida cuñada —Alana abrió los ojos cuando ella se refirió a Isabella, pero prontamente vio a Ivy taparse la boca—. Ups, lo siento —y se giró hacia Alana—. Mi cuñada eres tú —dijo Ivy, su voz suave y aterciopelada.Entonces, en ese momento, Alana miró sus ojos con más detenimientos y frunció el ceño.De esa chica que fregaba el suelo, limpiaba las habitaciones, y siempre tenía un delantal, no quedaba absolutamente nada.—Me r
NUESTRA HABITACIÓN. Alana se sintió demasiado sola cuando esos autos salieron de la propiedad del hombre que tenía como esposo, y tampoco vio a nadie en la terraza. La mirada de Ángelo, aunque estaba como una estaca en sus huesos, y la mención de que tenían que salir a alguna parte, solo la estremecía.Ahora entendía que Ángelo Denaro lo utilizaría para ser el foco de humillación de su familia, no importaba si tenía culpa o no, o si solo el que tuviera la misma sangre hacía que la despreciara, pero si no estaba equivocada, Ángelo utilizaría todos los medios para desprestigiarlos, arruinarlos, y hacerles pasar vergüenza.Y esta salida, estaba prácticamente segura, era generar otra controversia colocando el apellido de su familia por el suelo.Ella se despegó de donde estaba recostaba, mirando toda la escena donde había estado su familia. Entonces caminó hacia el umbral de la nueva casa con una mezcla de asombro y aprensión. El lujo que la rodeaba era palpable, con pisos de mármol que
REBELDÍA. Después de unos minutos que parecieron eternos, Alana se levantó del suelo, limpiando las lágrimas de su rostro con manos temblorosas. Sabía que no podía permitirse el lujo de ser débil. Tenía que mantenerse fuerte, aunque fuera solo por pura obstinación. No podía darle a Ángelo la satisfacción de verla derrotada, y mucho menos mostrarle su debilidad.Se detuvo frente a él, observando su reflejo. Lo que vio la perturbó: una mujer que apenas reconocía. Sus ojos, normalmente llenos de vida, ahora estaban opacos y cansados. Su piel, antes radiante, estaba pálida, casi fantasmal bajo la luz suave de la habitación.—¿Quién eres? —susurró, sintiendo un nudo en la garganta.Tenía apenas 22 años, por lo que había visto en el acta de matrimonio, Ángelo Denaro tenía 36, pero eso no significaba que también podía ser inteligente, y en eso radicaba hacerse la pendeja en muchas oportunidades.Después de darse un buen baño, se dirigió al vestidor y comenzó a revisar la ropa que había sido
CLUB Y BAILE. El viaje fue un tenso silencio. Alana miraba por la ventana, mientras su mente estaba a mil por hora, planificando su próxima jugada. No podía permitirse ser una simple pieza en el tablero de Ángelo. Ella era su igual, no su peón.Cuando llegaron al lugar, un club exclusivo donde la élite se congregaba para mezclar negocios con placer, Alana sintió una oleada de adrenalina. Ángelo salió del auto primero, extendiendo su mano hacia ella. Tomó su mano con firmeza, aunque su piel se sintió fría contra la suya.La llegada de Alana y Ángelo a la fiesta fue un espectáculo en sí mismo. Los flashes de las cámaras explotaron en todas las direcciones mientras los periodistas se apresuraban para capturar cada detalle. Alana mantuvo la cabeza en alto, sonriendo con una serenidad que ocultaba la tormenta interna que aún sentía. Ángelo, a su lado, era la imagen del control absoluto, permitiendo que la prensa tomara todas las fotos que quisieran. Este era su mundo, y él sabía exactamen
COMPLETAMENTE HECHIZADO. Alana apenas tuvo tiempo de procesar lo que estaba ocurriendo cuando sintió la presencia de Ángelo acercándose a ella en la pista de baile. Sus pasos eran firmes, y cada movimiento suyo parecía cargado de una energía oscura y poderosa. La música seguía sonando, pero para Alana, todo se volvió un murmullo lejano. Su corazón latía con fuerza, y aunque mantenía su expresión de desafío, por dentro, una mezcla de miedo y excitación se agitaba en su interior.Los ojos de Ángelo estaban fijos en ella, oscuros y llenos de una promesa silenciosa. No había ira en su rostro, solo una intensidad que la hizo sentir como si estuviera al borde de un precipicio, a punto de caer en algo desconocido.Él se acercó a ella lo suficiente como un depredador, con su figura alta y dominante que eclipsaba a cualquiera. Alana se mantuvo firme, sin dejarse intimidar por la proximidad del hombre que llamaban su esposo, de hecho, su respiración se aceleró, pero no se permitió dar un paso a
NINGÚN SECRETO. —¡Papá! —Alana casi se sentó en la cama, cuando despertó de su pesadilla.Miró alrededor y se tocó la frente para notar su piel completamente sudada, y una habitación enorme a su alrededor donde ella dormía desde hace tres días.La misma habitación que había descubierto el primer día, y a la cual, Ángelo no había dormido ni la primera vez.Los días no habían pasado para ella, sobre todo desde la última vez que salió con Ángelo, y las noticias fueron su zozobra.Se levantó y caminó descalza para ver la hora en el reloj despertador.Hoy era lunes, y ella debía ir con Ángelo por primera vez a su oficina, porque de cierta forma, comenzaría el término de ruina financiera para su familia. Al menos le quedaba un tiempo para bañarse y arreglarse, porque lo que menos quería era escuchar a ese demonio, contabilizar el tiempo, y mucho menos tomarla desprevenida.Se metió al baño y usó sus cosas personales, y cuando salió limpió la humedad del vidrio para mirarse al espejo.Esta
SOY ALANA DENARO. El auto avanzaba por las calles de la ciudad, y Alana miraba por la ventana, tratando de calmar el tumulto de emociones que la agitaba por dentro. Las palabras de Ángelo resonaban en su mente:Ángelo, sentado a su lado, la observaba con una expresión indescifrable mientras exhalaba el humo de su cigarrillo. La forma en que la miraba, con esos ojos penetrantes y esa sonrisa apenas perceptible, la hacía sentir como si él ya hubiera descifrado cada uno de sus pensamientos más profundos. Cada vez que ella intentaba entender sus intenciones, se encontraba en un laberinto de incertidumbre.—Hoy es un día importante, Piccola —dijo finalmente el hombre, rompiendo el silencio—. No solo porque comenzaremos con la transferencia de las acciones de tu familia, sino porque empezarás a entender lo que significa estar casada conmigo.Ella no respondió, limitándose a mantener la mirada fija en el paisaje que pasaba rápidamente por la ventana como si lo ignorara, pero su mente estaba
RUCHINA WITHAM. La mujer dejó escapar una risa corta, sin humor, y luego se cruzó de brazos.—Puedes llamarte como quieras, pero no cambiarás lo que eres. Eres y siempre serás una Duncan, y eso es algo que no puedes borrar —Su voz era cortante, llena de odio, apenas contenido y Alana pensó que Ángelo le había dicho demasiado.—¿Quién eres? —preguntó, tratando de mantener la calma a pesar de la hostilidad que sentía.—Ruchina Witham —respondió la mujer, con una sonrisa gélida—. He estado al lado de Ángelo desde antes de que tú siquiera imaginaras su existencia. Si no te ha hablado de mí, es porque no lo ha creído conveniente, pero imagino que, en algún punto, conocerás nuestros lazos.Las palabras de Ruchina eran como veneno, y Alana sintió que cada una de ellas clavaba un dardo en su pecho. Estaba claro que esta mujer sabía mucho más de lo que estaba dispuesta a revelar, y que su relación con Ángelo era mucho más profunda de lo que parecía.Ella le ponía unos cincuenta años. Pero eso