CAPÍTULO 80 EL PRECIO DE LA REDENCIÓN.

EL PRECIO DE LA REDENCIÓN

Isabella se quedó estática, pero pronto fue atajada y desarmada por los guardias, mientras sus ojos y su cuerpo se quedaron congelados en la visión de su hermano en el suelo.

Lo había matado.

Su mandíbula tembló mucho, mientras escuchó el grito del niño.

—¡No! —Luciano cayó de rodillas junto a William, quien jadeaba con los ojos desorbitados, observando la sangre extenderse por su camisa. Ángelo se agachó de inmediato, presionando la herida con ambas manos, tratando de contener la hemorragia.

—¡Pidan una ambulancia! —rugió, su voz firme pero impregnada de urgencia—. ¡Aguanta! —exigió Ángelo a William con voz firme pero impregnada de urgencia.

Luciano sintió que el aire abandonaba sus pulmones. William lo miraba, sus labios temblaban al intentar formar palabras, pero solo logró exhalar un gemido ahogado.

—Lo siento… —susurró con dificultad—. Necesito que… me perdones, Luciano, te lo ruego.

Luciano negó con la cabeza, y no pudo aguantar las lágrimas que retuvo
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