MATRIMONIO POR VENGANZA (LA ESPOSA REBELDE DEL ITALIANO)
MATRIMONIO POR VENGANZA (LA ESPOSA REBELDE DEL ITALIANO)
Por: Maria Pulido
CAPÍTULO 1 ACCIDENTE

ACCIDENTE

Alana tembló mientras las lágrimas cayeron de forma rápida por sus mejillas.

Estaba lloviendo a cántaros y su ropa estaba empapada y pegada a su cuerpo cuando se bajó del auto y vio a la persona que había atropellado, tirada en el piso.

Ella sacó su teléfono con urgencia, y se arrodilló para tomarle el pulso al hombre, mientras un sollozo escapó de su boca. La sangre se veía esparcida en el suelo, y él no se movía, y por más de que estaba tratando de retener su agonía, estaba desesperada.

El tono del móvil repicando se escuchó en sus oídos, y su mano titiló mientras su boca no dejaba de moverse.

—Por favor, por favor, contesta… 

—¿Alana?

—¡Papá…! —ella soltó su primer gemido—. ¡Papá, necesito tu ayuda… he atropellado a un hombre…! Y creo… creo que él está muerto.

Hubo un silencio muy largo. Alana sollozó mirando hacia todas partes, pero la calle estaba totalmente desierta.

Un escenario realmente casi diseñado.

—¡Por Dios santo, Alana! ¿Dónde estás? —Oliver preguntó con la voz grave y ella negó muerta de miedo.

—Por la autopista, justo estaba viendo los papeles que me enviaste… no vi al hombre, papá estaba yendo a la reunión, pero está lloviendo mucho y… no lo vi, lo juro, él salió de la nada en su motocicleta, y… Está muerto —su grito desgarrado incluso llegó a lo más profundo de Oliver, que se tapó la boca.

—No te muevas, Alana, lo resolveré, lo sabes, ¿verdad? Papá siempre lo ha hecho, no es tu culpa, no quisiste hacerlo. Solo… espérame.

La llamada finalizó de golpe, y ella se recostó al auto sentada en el asfalto mojado, escurriendo sus cabellos y mirando cómo el hombre ni siquiera se movía. Solo tenía los ojos muy abiertos, mientras el agua se combinaba con la sangre de su cabeza.

Esto era un resumen de días. Días que con un enorme peso sobre sus hombros. Su familia se estaba cayendo en pedazos, así como la empresa de la familia, una empresa tan millonaria, que ninguno de ellos pudo predecirlo.

Su padre había hecho un mal negocio hace un año aproximadamente, y en cierta parte ella era responsable de eso. La situación de la empresa fue de mal en peor y cada semana se volvía una pesadilla. Alana nunca pensó que cuando se graduó con honores, entrando a la empresa para ser parte del equipo de su padre, daría como resultado esta desgracia.

Algunos la culpaban de su incapacidad. Y era obvio, no tenía experiencia, apenas con veintiún años había asumido la gerencia, aun cuando no tenía un recorrido comercial, ni mucha menos idea de cómo manejar un negocio.

Solo un intento fallido de ayudar a su padre y un conocimiento que no había puesto en práctica.

Además, algo que había desestabilizado completamente a su padre, y a su familia tan extremamente unida, era su madre, que hace exactamente un año y medio, los había dejado con un trago amargo en la boca, y una raya muy grande en su posición social.

La prensa no paraba de hacer escándalos mostrando en los tabloides que ella había abandonado a su padre, por un hombre de la misma edad que su hermano mayor.

Era un desastre, y las esperanzas de hacer un negocio a pocas horas donde se dirigía en su auto antes de esta tragedia, ahora quedaba reducido a este accidente, que ni siquiera sabía la magnitud…

Alana lloró amargamente mirando al cielo, y solo esperó, que un milagro la salvara de un caos inminente.

*

Alana era la favorita, la menor de todos sus hermanos, de alguna forma el centro de atención, y por ende, aquella a la que se le proporcionaba todos sus caprichos. Desde que tuvo conciencia, se sintió realmente amada dentro de una familia muy unida, protegida, incluso, a nadie, ni mucho menos a sus hermanos le molestaba cuando se le mencionaba como la favorita.

Alana la princesa intocable de la familia Duncan.

—Le llamaremos a un abogado, pronto… —Alana levantó la cabeza y se abrazó a sí misma cuando estuvo en la delegación y un hombre le informó.

—Mi padre debe estar por llegar… —el guardia sonrió de forma cínica ante su respuesta y luego negó.

—Señorita, el señor Oliver Duncan, ahora mismo no tiene ni para pagar un abogado, será mejor que, acepte un abogado del Estado. Aunque le voy a ser claro. Hay un hombre muerto en este accidente, y usted es la única culpable. Así que su cara bonita, no va a sacarla de este problema.

Alana abrió los ojos sin poder evitar que su mandíbula temblara mientras sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Necesito volver a llamarlo, es mi derecho.

El guardia soltó el aire, y dio una orden para pasarla a una celda.

—Por favor.

—Ustedes creen que merecen todo, ¿no? ¿No se ha dado cuenta? ¡Usted mató a un hombre! Su apellido ya no funciona como antes, y la corona de riqueza de su familia ya no existe. Camine a su celda, y tal vez en un momento le pasaré la llamada, no me haga perder la paciencia.

Alana entró a la celda que le asignaron, y recibió una ropa seca que ella no dudó en ponerse. Aunque trataba, no dejaba de llorar, y para cuando la pasaron al teléfono público unas horas después, y escuchó a su padre detrás de este, sintió las lágrimas calientes de nuevo en su rostro.

—Lo siento, papá. Lo siento tanto, lo juro, no vi a ese hombre, dicen que está muerto, ¿es cierto?

—Alana, estoy haciendo todo lo posible, lo juro.

—Dime por favor, ¿está muerto? —ella sollozó de nuevo y el silencio que se hizo fue una respuesta contundente—. ¡Oh, Dios, papá, ¡no puedo creerlo!

—Alana, sabes que haría cualquier cosa por ti… y lo haré. Tus hermanos están haciéndolo todo, y yo, haré todo.

Alana pegó la cabeza a la pared, y luego negó.

—He echado todo a perder, papá, teníamos un buen cliente, había un negocio, pero ahora… hay un hombre muerto por mi causa, y he desperdiciado la única oportunidad que teníamos.

Los tonos de la llamada desconectada resonaron en sus oídos, y Alana miró el teléfono mientras una guardia le indicó que debía volver a su celda.

Ella se abrazó entera y se balanceó todo el tiempo en su cama. Cuando no estaba de pie de allá para acá, iba y venía, hasta que la noche cayó, y las lágrimas de sus ojos ya estaban secas junto a sus ojos muy hinchados.

Incluso cuando estaba cabeceando, escuchó cómo su reja estaba siendo abierta, y su corazón se aceleró en el momento que la guarida le dijo:

—Levántese, señorita, tiene una visita.

Alana lo miró, mientras el corazón le retumbaba en la garganta, sintió una presión en el pecho, y se preparó para recibir a su padre, caminó detrás de la mujer que le indicó una entrada, e hizo todo lo que le pidieron cuando la hicieron esperar.

Ella se limpió el rostro tratando de tranquilizarse, pero cuando le abrieron una puerta directo a una habitación con espejos, sus pasos se ralentizaron e incluso se frenó de golpe.

Sus ojos se achicaron mucho, por alguna razón el hombre que estaba allí sentado, toqueteando la mesa de lo más tranquilo, le parecía un poco familiar, pero en realidad, por más de que lo detallara, era simplemente un extraño para ella.

Su rostro era duro, pero era evidente que era muy apuesto. Aun cuando estaba sentado, podía destacar su imponencia, y con su chaqueta abierta, ella pudo notar que era bastante fuerte y alto.

¿Dónde lo había visto alguna vez?

Alana se detuvo y apretó sus manos, entonces negando, preguntó:

—¿Quién es usted?

El hombre la miró con el ceño fruncido, y con los ojos, sin una sola palabra, le indicó que se sentara.

Entonces Alana miró hacia los lados, y no vio de otra que caminar unos pasos más y sentarse.

—Señor, yo creo que se ha equivocado…

Sus ojos se quedaron en el hombre que ahora podía detallar mejor. Pudo notar que la escudriñó como si pensara en muchas cosas, y luego le arrimó unos papeles que la hicieron callar.

—Solo tienes una oportunidad, y solo te daré cinco minutos para pensarlo y decidir —Alana miró el papel completamente impactada, pero no lo leyó, volvió a alzar los ojos, y no dudó en preguntar.

—¿De qué se trata esto? ¿Y quién es usted? 

—Cuatro minutos…

Su respiración se hizo espesa, tomó el papel con premura mientras temblaba en su mano. Entonces leyó las líneas, entre tanto sus ojos se abrían cada vez más grandes.

Había un acta de matrimonio, un acuerdo a cambio de sacarla de la cárcel, y literalmente recibir una suma de dinero, que salvaría la empresa familiar. Ella frunció el ceño y lo miró de nuevo en medio de un silencio incómodo.

—¿Por qué haría esto? ¿Qué ganaría usted?

—Una esposa, tres minutos…

El corazón de Alana le llegó al estómago y vio cómo esos ojos se hicieron aún más conocidos. Entonces abrió la boca para refutar, mientras el hombre le sacó una pluma y luego la puso en la mesa cuando dijo:

—Dos minutos…

Ella sabía que esto era una locura, tal vez adentrarse más al agobio y los problemas, pero cuando escuchó “un minuto”, tomó la pluma en medio de su desespero, y sin pensarlo, estampó su firma en el papel, sin saber si ella pasaría al cielo, o al mismo infierno…

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