este cambio lo he echo, por qué me han estado enseñándo una que otras reglas que tengo que seguir entenderé si este no es así estiló de narrativa preferida.
posiblemente esté capítulo tenga cambios pero es el primer borrador que tengo. Capitulo 3 Entre los brazos de Arthur descansaba ese pequeño ser, aquel con tan solo minutos de vida, tan frágil, tan hermoso, un verdadero milagro. Sus manitas diminutas, su rostro tan perfecto, casi etéreo. Todo en él parecía estar hecho de ternura y fragilidad. Mientras Arthur lo sostenía con suavidad, se podía ver una sonrisa en su rostro, una sonrisa que denotaba una felicidad inmensa, una alegría profunda que emanaba desde su pecho. Sin embargo, algo en el ambiente, en la forma en que se desenvolvía todo, seguía incomodando a la mujer que los observaba. Sin duda, Arthur sería un buen padre. Esa sonrisa franca y llena de amor hacia el bebé no dejaba espacio a dudas. A pesar de eso, en lo profundo de su ser, algo persistía en ella. Era un pensamiento recurrente que no se podía evitar: él no era el padre de su bebé. —¿Él vendrá?— preguntó Arthur, desviando la mirada del bebé, en busca de una respuesta. El nombre de él se sentía como una carga, era algo prohibido, una palabra que no debía ser pronunciada. Ella ni siquiera podía soportar escuchar su nombre sin sentir que todo lo que había construido a lo largo de los meses se desmoronaba nuevamente. Se quedó en silencio, sin responder, mirando hacia la ventana, mientras la noche comenzaba a cubrir la ciudad con su manto oscuro. La luz de la calle iluminaba tenuemente la habitación, pero no había nada que pudiera iluminar el vacío que ella sentía, ese agujero en su pecho que se empeñaba en permanecer allí. —Es su derecho conocer a su hijo— insistió Arthur, y aunque su tono era suave, se podía percibir la firmeza de su postura como abogado. —Ese derecho lo perdió— respondió ella, dejando escapar un suspiro que contenía todo el peso de su frustración. La rabia, la ira, las heridas de lo que había ocurrido entre ella y él, se arremolinaban en su interior, como una tormenta de emociones difíciles de controlar. —¿Lo privaste de ver su desarrollo y ahora quieres también privar a tu hijo de un padre?— Arthur la miró, y aunque su expresión mostraba preocupación, su afirmación estaba cargada de juicio. Como si las decisiones que ella había tomado fueran erróneas. —¿Por qué lo defiendes tanto?— su tono se volvió más áspero, algo de desesperación crecía dentro de ella. El verlo en esa posición la incomodaba, como si Arthur estuviera eligiendo un bando que ella no comprendía. —Tú también deberías estar furioso con él. Arthur la miró durante un largo momento. Había algo en sus ojos que no había visto antes: comprensión, aceptación, algo que la desconcertaba. Y aunque en su mente quería rechazarlo, no pudo evitar sentir un poco de alivio en la forma en que Arthur respondía. —Él no me hizo nada a mí— dijo finalmente, su voz suave pero firme. Luego, se acercó a ella y le puso al bebé en los brazos. —Y si yo estuviera en su lugar, me gustaría saber que soy papá. La mujer observó al bebé, quien ahora estaba en sus brazos, tan pequeño, tan frágil. El llanto de su hijo era suave, casi imperceptible, y sus ojos, que comenzaban a abrirse lentamente, la miraban con una curiosidad inocente. Sus ojos, tan parecidos a los de él, la hicieron vacilar por un momento. Ese bebé, con sus pequeñas manos y su carita perfecta, parecía haber heredado todo de su padre. Los ojos cafés, tan profundos, como un reflejo de un pasado que ella no podía dejar atrás. Y con ese pensamiento, la herida se abrió nuevamente. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que lo vio, pero el dolor, la rabia, y la tristeza seguían intactos dentro de ella. No había nada que pudiera mitigar ese sufrimiento, ni el paso de los días, ni el tiempo que se empeñaba en seguir avanzando. Tal vez nunca podría perdonarlo. Tal vez nunca podría superar lo que hizo, lo que le hizo sentir. No se merecía ni un pensamiento amable, ni un resquicio de su consideración. Pero ahí estaba el bebé, tan ajeno a todo, tan inocente. No tenía culpa alguna de lo que había sucedido entre ellos, de los problemas que aún persistían entre los dos adultos que ahora lo rodeaban. Era solo un niño. Mientras observaba al bebé, la mujer sintió un dolor profundo en el pecho, una sensación de impotencia. Ese niño merecía amor, merecía una vida feliz, y ella, con todo lo que sentía, sabía que tendría que darlo todo por él, sin importar las heridas del pasado. (Es parte de la siguiente historia).Hace tres años Emir Mientras mi padre cortaba su jugoso filete, no pudo evitar preguntarme: — ¿Ya han fijado la fecha de la boda?— Suspiré, mi humor no era el mejor en esos días. — Aún no padre— mi respuesta fue seca. Aria, mi prometida, me había estado evitando con excusas poco convincentes, como el clásico "no tengo tiempo" que cualquiera puede usar. Me sentía confundido y preocupado. ¿Cómo era posible que Aria, una chica de veintitrés años sin muchas responsabilidades aparentes, estuviera tan ocupada? La incertidumbre comenzó a pesar sobre mí, haciéndome preguntar qué podría estar pasando por la mente de Aria. ¿Había algún problema en nuestra relación que no habíamos abordado? ¿Existía algún conflicto interno que ella no quisiera compartir? Estas preguntas daban vueltas en mi cabeza, dejándome aún más confundido. Convencido de la importancia de la comunicación abierta y honesta, decidí iniciar una conversación sincera con Aria. Quería comprender mejor su perspectiva y desc
Regresé a la ciudad sin previo aviso, decidido a resolver las diferencias con Aria. Sin embargo, mis intentos de comunicarme con ella fueron en vano, decidí tomar el teléfono y llamar a la señora Azunsolo, mi futura suegra. Tenía la esperanza de obtener información sobre el paradero de Aria.Marqué el número y esperé ansiosamente mientras el teléfono sonaba. Finalmente, la señora Azunsolo respondió y, con un tono educado pero preocupado, le pregunté: —Señora Azunsolo, ¿sabe dónde puedo encontrar a Aria?.La señora Azunsolo, con amabilidad, me informó que Aria se encontraba en su apartamento arreglando todo para la venta. Agradecí su ayuda y nos despedimos amistosamente.Con la información en mano, agradecí a la señora Azunsolo una vez más y colgué el teléfono. Sabiendo que el tiempo era limitado, me apresuré a planificar mi siguiente movimiento para encontrarme con Aria.La puerta del apartamento estaba frente a mí, pero me di cuenta de que no tenía la llave en la mano. Tardé un mom
Busqué con la mirada a la dueña de esa voz reconfortante y mi atención se dirigió hacia una señora sentada en el suelo, cuya apariencia sugería que era una gitana.A pesar de haber escuchado sus palabras de consuelo, el peso de mi tristeza me mantenía en silencio, incapaz de encontrar alivio en ese momento.La gitana, con una mirada penetrante, decidió abordar el tema directamente y me cuestionó: —¿Crees en las casualidades o en el destino?.Sin mirarla directamente, dejé escapar en un arrebato de dolor y frustración: —¡No creo en nada ahora!— Y en verdad así era ahora. Mis palabras estaban llenas de amargura, reflejando mi desilusión y mi negativa a aferrarme a cualquier esperanza en medio de mi desolación.La gitana permaneció en silencio por un momento, como si entendiera el peso de mis palabras. Luego, con calma y comprensión en su voz, respondió.—A veces, cuando menos lo esperamos, las piezas del rompecabezas se unen de una forma sorprendente. Puede que no creas ahora, pero e
Ana En la actualidad En este mundo, nos encontramos con dos tipos de personas: aquellos que se esfuerzan por forjar su propio futuro y aquellos que permiten que otros moldeen su destino.La vida a veces puede resultar abrumadora y difícil de comprender...Durante tantos años, me he cuestionado una y otra vez: ¿Qué hice mal? ¿Por qué fui abandonada y terminé en aquel hogar? Esos interrogantes me han perseguido, y a veces me han hecho sentir sola y perdida en un mar de incertidumbre.Pero, a pesar de todas esas turbulencias emocionales, ahora estoy aquí, en la tranquilidad de nuestro cuarto junto a mi novio, Arthur. Nuestro amor ha sido mi bálsamo en los momentos más oscuros. Sus brazos alrededor de mí me envuelven con una sensación de seguridad y consuelo que no puedo explicar con palabras.En ese instante fugaz, mientras yo me apuraba en mis quehaceres cotidianos, Arthur me detuvo y me abrazó desde atrás, sus brazos fuertes rodeando mi cuerpo. Me hizo sentir amada y protegida, como
El ascensor se abrió una vez más, revelando a un apuesto caballero de origen árabe. Su presencia imponente me dejó sin aliento. Con una estatura majestuosa, superaba fácilmente el metro ochenta, destacando entre la multitud. Su tez morena estaba resplandeciente, bañada por la suave luz que se filtraba en el ascensor. Una barba bien cuidada adornaba su rostro, acentuando aún más su atractivo.Mis sentidos se agudizaron al percibir su encanto y magnetismo. Sus ojos oscuros, profundos como el océano, irradiaban una mezcla de misterio y bondad. Su porte elegante y su vestimenta impecable reflejaban la sofisticación y la cultura árabe. Era como una figura salida de un cuento de fantasía, un príncipe encantador en carne y hueso.Sin poder evitarlo, mi cuerpo se enderezó involuntariamente y una sonrisa natural se dibujó en mi rostro al encontrarme con su mirada cautivadora. Instantáneamente, sentí una atracción magnética hacia él, un sentimiento que me llenaba de emoción y curiosidad.El hom
A veces, son esos pequeños gestos y detalles los que permiten que las conexiones entre las personas se construyan y florezcan. La manera en que la chica se enderezó fue un recordatorio de que todos tenemos el poder de mostrarnos al mundo tal como somos, sin miedo a ser juzgados. Si bien mi tiempo en el ascensor fue breve, ese encuentro despertó en mí una chispa de emoción y el deseo de explorar más allá de los límites de lo conocido. Nunca sabremos qué podría haber sucedido si el ascensor hubiera tardado un poco más en llegar a mi destino, pero estoy agradecido por ese instante robado en el que el mundo se volvió un poco más fascinante. No podía engañarme a mí mismo. Aunque no la conocía, sabía que ella despertaba mi curiosidad. Era un nuevo descubrimiento para mí, y deseaba, podía permitirme explorarlo. ... —¡Adelante!— dijo el gerente señalando con un gesto hacia la puerta del ascensor. Salí del ascensor y me detuve a un lado. —Como mencionaste, todas las habitaciones han sido
Ana Esta noche asistiré a una cena bastante importante con todos los finalistas del concurso, así como con muchas personalidades influyentes del gremio, jefes de empresas y otros invitados destacados. En mi cama, tengo extendidos los tres vestidos que estoy considerando usar. No estoy segura de cuál elegir: el primer vestido es de un hermoso color turquesa, ajustado y de estilo elegante. El segundo vestido es de tono rosa palo, con un estilo que evoca la imagen de una diosa griega. Y el tercer vestido es de color blanco, con un diseño más sencillo y fresco. Cada uno de los vestidos tiene su propio encanto y potencial para destacar en la ocasión. El turquesa muestra confianza y sofisticación, el rosa palo evoca gracia y estilo atemporal, y el blanco irradia pureza y elegancia. Tomaré un momento para examinar cada opción y considerar qué mensaje quiero transmitir con mi apariencia esta noche. Quiero estar segura de que el vestido que elija refleje mi personalidad y me haga sentir cóm
EmirRevisé la hora en mi reloj y me di cuenta de que faltaban veinte minutos para que el evento diera comienzo. Me sentí un poco inquieto por llegar tan justo de tiempo.Bajé del coche y me dirigí hacia la entrada. Noté a mi secretaria parada en la puerta, visiblemente nerviosa.—Oh, ¡Señor Emir!— exclamó sobresaltada al verme.Aun así, seguí adentrándome en el edificio mientras ella me seguía muy de cerca. No me detuve a prestar atención a su nerviosismo y continué mi camino pensando en lo que podría encontrarme en el evento.—¿Ahora qué?—, pregunté sin mirarla, ya que tenía en mente centrarme en las situaciones que pudieran surgir durante el evento.—Eh... ha ocurrido un percance—, me dijo con voz titubeante. Me detuve en seco al escuchar sus palabras, sintiendo cierta preocupación por lo que podría haber pasado.—¿Qué tipo de percance?—, pregunté, colocando mis manos en los bolsillos y dando media vuelta para enfrentarla directamente. Quería obtener una respuesta clara y entender