capitulo 58
Ana

Me desperté con un sobresalto, como si el sol hubiera irrumpido en mi habitación como un ladrón, robando la oscuridad y dejando en su lugar una luz cegadora. La sensación de su calor en mi piel fue como un recordatorio cruel de que el tiempo había seguido adelante sin mí, y que ya era tarde. Miré el reloj de la mesita, y sus números brillantes me golpearon como un puñetazo: más de las diez de la mañana.

La ausencia de Emir era como un vacío en el aire, un silencio que resonaba en mis oídos. No había venido como siempre por las mañanas a levantarme, y solo había dos opciones: se había ido sin mí o no había asistido al trabajo. Aunque la segunda opción parecía tan improbable como un milagro.

Anoche, me había encerrado en mi cuarto como una criatura herida, cerrando la puerta con llave como si pudiera mantener a raya el dolor y la confusión. Pero ahora, la realidad se había infiltrado en mi refugio, y yo me sentía como una nave sin rumbo, a la deriva en un mar de incertidumbre.
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