Regresé a la ciudad sin previo aviso, decidido a resolver las diferencias con Aria. Sin embargo, mis intentos de comunicarme con ella fueron en vano, decidí tomar el teléfono y llamar a la señora Azunsolo, mi futura suegra.
Tenía la esperanza de obtener información sobre el paradero de Aria.
Marqué el número y esperé ansiosamente mientras el teléfono sonaba. Finalmente, la señora Azunsolo respondió y, con un tono educado pero preocupado, le pregunté:
—Señora Azunsolo, ¿sabe dónde puedo encontrar a Aria?.
La señora Azunsolo, con amabilidad, me informó que Aria se encontraba en su apartamento arreglando todo para la venta. Agradecí su ayuda y nos despedimos amistosamente.
Con la información en mano, agradecí a la señora Azunsolo una vez más y colgué el teléfono. Sabiendo que el tiempo era limitado, me apresuré a planificar mi siguiente movimiento para encontrarme con Aria.
La puerta del apartamento estaba frente a mí, pero me di cuenta de que no tenía la llave en la mano. Tardé un momento en encontrarla en mi bolsillo y, con la mirada baja, finalmente la coloqué en la cerradura y giré. Entré con sigilo, tratando de no hacer mucho ruido.
Sin embargo, en ese preciso instante, levanté la mirada y me encontré con una escena impactante. Ahí estaba ella, con su piel perfecta y radiante, abrazando a otro chico. Un torbellino de emociones me invadió de inmediato. Mi corazón parecía latir con fuerza mientras intentaba asimilar todo lo que estaba presenciando.
Mi pecho subía y bajaba, anhelante de aire, mientras sentía un dolor punzante en el costado izquierdo. Cada latido de mi corazón era como una cuchillada, recordando una herida profunda. Me quedé en silencio, observando la escena frente a mí, con una mezcla de asombro y dolor.
Ellos, absortos en su propio mundo, no se dieron cuenta de mis ojos acechantes hasta que mis aplausos rompieron el silencio. En ese momento, ella se giró sorprendida, y nuestras miradas se encontraron, llena de incredulidad.
El ambiente se llenó de un incómodo silencio mientras ella me observaba atónita, reflejando el desconcierto y la sorpresa en su rostro.
— ¡Felicidades, chico! Parece que te has ganado una verdadera joya — solté con una sonrisa sarcástica, intentando ocultar mi decepción.
Di media vuelta, decidido a salir de allí antes de que mi temperamento violento se desbordara y causara un desastre.
Sin embargo, antes de que pudiera alejarme, Aria se puso de pie frente a mí y colocó sus manos en mi pecho, buscando detenerme.
— ¡Espera! — exclamó, su voz llena de urgencia y desesperación.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y mi enojo se intensificó al sentir el contacto de sus manos en mi pecho. Rápidamente, rugí, apartando sus manos de mí con brusquedad.
— ¡No me toques con esas manos! — gruñí, dejando claro mi disgusto mientras me alejaba sin mirar atrás.
Mis pasos resonaban con pesadez en el suelo, reflejando la ira que me consumía, haciendo que mi cuerpo entero se llenará de furia. Sentía cómo la sangre hervía dentro de mí, mientras el fuego en mi interior se encendía, consumiendo cualquier rastro de consideración y amor que había sentido hacia ella.
Salí del edificio y comencé a caminar, sintiendo cómo mi corazón, que una vez había sido tan grande y lleno de amor, se hundía en la tristeza y la decepción. Cada paso que daba era como un eco de la desilusión que me embargaba.
Esta era nuestra historia, llena de altibajos y giros inesperados. El amor que una vez floreció en mi pecho se había marchitado y convertido en una llama furiosa y ardiente. Ya no quedaba espacio para la consideración ni el afecto en mi corazón herido.
Mis pensamientos se agitaban, llenos de preguntas sin respuesta. "¿Por qué me traicionó de esta manera? ¿Por qué? Yo lo di todo por ella", gritaban en mi cabeza.
Mi cerebro buscaba desesperadamente una explicación a lo sucedido, tratando de encontrar en dónde fui incorrecto. ¿En qué falló y qué pasó desapercibido para que ella me engañara así, directamente en mi cara?
La sensación de traición y decepción me embargaba, mezclada con un profundo dolor y una pérdida difícil de asimilar. Me cuestionaba si había sido suficiente, si había dado todo lo que tenía que dar, pero las respuestas parecían escaparse de mis manos.
Revivía en mi mente cada momento pasado juntos, analizando cada interacción, cada palabra, cada gesto en busca de una señal que me llevara a entender cómo llegamos a este punto. Pero las respuestas seguían siendo esquivas, como si el puzzle de nuestra relación estuviera incompleto.
Las emociones tumultuosas chocaban dentro de mí, creando un torbellino de sentimientos difíciles de controlar. Me sentía vulnerable, perdido en medio de un mar de interrogantes y desilusión. La traición carcomía mi confianza, dejándome sin dirección ni consuelo.
Mis mejillas se humedecieron con lágrimas cristalinas, incapaces de contener la angustia que me embargaba en ese momento. Me sentía patético y vulnerable, luchando por mantener la compostura.
Caminé sin rumbo, dejando que la tristeza me arrastrara sin dirección. Fue entonces cuando mis ojos se posaron en una banca vacía en el parque, una isla de tranquilidad en medio del caos emocional que me envolvía. Me dirigí hacia ella, anhelando un refugio donde encontrar un respiro en ese torbellino de sentimientos.
Con manos temblorosas, cubrí mi rostro intentando borrar las marcas dejadas por las lágrimas que habían surcado mis mejillas. Respiré profundamente, anhelando encontrar un poco de calma en medio de la tormenta emocional que se arremolinaba en mi interior.
Esas lágrimas, que habían brotado y caído sin control, eran una prueba de mi dolor y de mi humanidad. Por más que me avergonzara de mi vulnerabilidad, entendía que era parte intrínseca de mi ser, un recordatorio de mi capacidad de sentir y experimentar emociones intensas.
— Descuida, ella se arrepentirá y alguien mejor llegará a tu vida — una voz habló, rompiendo el silencio que me envolvía.
Busqué con la mirada a la dueña de esa voz reconfortante y mi atención se dirigió hacia una señora sentada en el suelo, cuya apariencia sugería que era una gitana.A pesar de haber escuchado sus palabras de consuelo, el peso de mi tristeza me mantenía en silencio, incapaz de encontrar alivio en ese momento.La gitana, con una mirada penetrante, decidió abordar el tema directamente y me cuestionó: —¿Crees en las casualidades o en el destino?.Sin mirarla directamente, dejé escapar en un arrebato de dolor y frustración: —¡No creo en nada ahora!— Y en verdad así era ahora. Mis palabras estaban llenas de amargura, reflejando mi desilusión y mi negativa a aferrarme a cualquier esperanza en medio de mi desolación.La gitana permaneció en silencio por un momento, como si entendiera el peso de mis palabras. Luego, con calma y comprensión en su voz, respondió.—A veces, cuando menos lo esperamos, las piezas del rompecabezas se unen de una forma sorprendente. Puede que no creas ahora, pero e
Ana En la actualidad En este mundo, nos encontramos con dos tipos de personas: aquellos que se esfuerzan por forjar su propio futuro y aquellos que permiten que otros moldeen su destino.La vida a veces puede resultar abrumadora y difícil de comprender...Durante tantos años, me he cuestionado una y otra vez: ¿Qué hice mal? ¿Por qué fui abandonada y terminé en aquel hogar? Esos interrogantes me han perseguido, y a veces me han hecho sentir sola y perdida en un mar de incertidumbre.Pero, a pesar de todas esas turbulencias emocionales, ahora estoy aquí, en la tranquilidad de nuestro cuarto junto a mi novio, Arthur. Nuestro amor ha sido mi bálsamo en los momentos más oscuros. Sus brazos alrededor de mí me envuelven con una sensación de seguridad y consuelo que no puedo explicar con palabras.En ese instante fugaz, mientras yo me apuraba en mis quehaceres cotidianos, Arthur me detuvo y me abrazó desde atrás, sus brazos fuertes rodeando mi cuerpo. Me hizo sentir amada y protegida, como
El ascensor se abrió una vez más, revelando a un apuesto caballero de origen árabe. Su presencia imponente me dejó sin aliento. Con una estatura majestuosa, superaba fácilmente el metro ochenta, destacando entre la multitud. Su tez morena estaba resplandeciente, bañada por la suave luz que se filtraba en el ascensor. Una barba bien cuidada adornaba su rostro, acentuando aún más su atractivo.Mis sentidos se agudizaron al percibir su encanto y magnetismo. Sus ojos oscuros, profundos como el océano, irradiaban una mezcla de misterio y bondad. Su porte elegante y su vestimenta impecable reflejaban la sofisticación y la cultura árabe. Era como una figura salida de un cuento de fantasía, un príncipe encantador en carne y hueso.Sin poder evitarlo, mi cuerpo se enderezó involuntariamente y una sonrisa natural se dibujó en mi rostro al encontrarme con su mirada cautivadora. Instantáneamente, sentí una atracción magnética hacia él, un sentimiento que me llenaba de emoción y curiosidad.El hom
A veces, son esos pequeños gestos y detalles los que permiten que las conexiones entre las personas se construyan y florezcan. La manera en que la chica se enderezó fue un recordatorio de que todos tenemos el poder de mostrarnos al mundo tal como somos, sin miedo a ser juzgados. Si bien mi tiempo en el ascensor fue breve, ese encuentro despertó en mí una chispa de emoción y el deseo de explorar más allá de los límites de lo conocido. Nunca sabremos qué podría haber sucedido si el ascensor hubiera tardado un poco más en llegar a mi destino, pero estoy agradecido por ese instante robado en el que el mundo se volvió un poco más fascinante. No podía engañarme a mí mismo. Aunque no la conocía, sabía que ella despertaba mi curiosidad. Era un nuevo descubrimiento para mí, y deseaba, podía permitirme explorarlo. ... —¡Adelante!— dijo el gerente señalando con un gesto hacia la puerta del ascensor. Salí del ascensor y me detuve a un lado. —Como mencionaste, todas las habitaciones han sido
Ana Esta noche asistiré a una cena bastante importante con todos los finalistas del concurso, así como con muchas personalidades influyentes del gremio, jefes de empresas y otros invitados destacados. En mi cama, tengo extendidos los tres vestidos que estoy considerando usar. No estoy segura de cuál elegir: el primer vestido es de un hermoso color turquesa, ajustado y de estilo elegante. El segundo vestido es de tono rosa palo, con un estilo que evoca la imagen de una diosa griega. Y el tercer vestido es de color blanco, con un diseño más sencillo y fresco. Cada uno de los vestidos tiene su propio encanto y potencial para destacar en la ocasión. El turquesa muestra confianza y sofisticación, el rosa palo evoca gracia y estilo atemporal, y el blanco irradia pureza y elegancia. Tomaré un momento para examinar cada opción y considerar qué mensaje quiero transmitir con mi apariencia esta noche. Quiero estar segura de que el vestido que elija refleje mi personalidad y me haga sentir cóm
EmirRevisé la hora en mi reloj y me di cuenta de que faltaban veinte minutos para que el evento diera comienzo. Me sentí un poco inquieto por llegar tan justo de tiempo.Bajé del coche y me dirigí hacia la entrada. Noté a mi secretaria parada en la puerta, visiblemente nerviosa.—Oh, ¡Señor Emir!— exclamó sobresaltada al verme.Aun así, seguí adentrándome en el edificio mientras ella me seguía muy de cerca. No me detuve a prestar atención a su nerviosismo y continué mi camino pensando en lo que podría encontrarme en el evento.—¿Ahora qué?—, pregunté sin mirarla, ya que tenía en mente centrarme en las situaciones que pudieran surgir durante el evento.—Eh... ha ocurrido un percance—, me dijo con voz titubeante. Me detuve en seco al escuchar sus palabras, sintiendo cierta preocupación por lo que podría haber pasado.—¿Qué tipo de percance?—, pregunté, colocando mis manos en los bolsillos y dando media vuelta para enfrentarla directamente. Quería obtener una respuesta clara y entender
Tomé un trozo de marisco y, con amabilidad, respondí: —En realidad, estoy aquí como finalista.—Mientras saboreaba el marisco, noté que el hombre parecía sorprendido y mencionó: —¿En verdad? Te ves muy joven.Agradecí su cumplido con una sonrisa y luego moví mis hombros, indicando que la edad no siempre define las capacidades.Las palabras del señor Emir, inesperadamente, salieron de su boca mientras parecía estar absorto en la conversación. Mencionó: —Normalmente suelen ser hombres los que asisten a este tipo de eventos y son muy pocas las mujeres que se gradúan en esta rama.El tono en que estas palabras salieron de su boca me puso incómoda, pero decidí responder con firmeza: —Tal vez en algunas partes del mundo esa sea la realidad, pero en México, las mujeres nos esforzamos constantemente por ser siempre mejores. No permitimos que las estadísticas o los estereotipos nos limiten. Estamos aquí para demostrar nuestro talento y capacidad en cualquier campo que elijamos, incluida est
EmirLa señorita extravagante siempre tenía su propio estilo y un carácter que no dejaba indiferente a nadie. Aunque su apariencia de angelito podría engañar a cualquiera, sabía que detrás de esa fachada se escondía una personalidad audaz y única.Decidí alejarme un momento de la mesa para acercarme a los accionistas y “convivir”, aunque en realidad, estos eventos eran principalmente para hablar de trabajo. Al fin y al cabo, es lo único que todos nosotros tenemos en común.Mientras me mezclaba en las conversaciones y charlas relacionadas con el mundo empresarial, aprovechaba para entablar nuevas conexiones y aprender más sobre las últimas tendencias y oportunidades en el mercado. Aunque en ocasiones estos eventos podían ser monótonos, siempre encontraba alguna conversación interesante que despertaba mi curiosidad.Entendía la importancia de establecer relaciones sólidas en el mundo de los negocios y sabía que estas reuniones eran una forma de hacerlo. Aunque en ocasiones podían ser te