Los tres hermanos marchaban al norte, dejando atrás los restos de una vida que ya no les pertenecía. El frío aire de las montañas les recordaba que la travesía no sería fácil, pero el anhelo de un nuevo comienzo los impulsaba a cada paso.
Amber, la más joven de los tres, había jurado que el pasado quedaría enterrado junto con sus viejas esperanzas. Llegar a Helvard donde vivia las familias Wolkers significaba renacer, desprenderse de todo lo que había sido y abrirse a un futuro incierto. Sin embargo, los planes del destino no siempre coinciden con los deseos del corazón. En el majestuoso pero sombrío reino, un encuentro inesperado la uniría a uno de los hombres más cercanos al trono, un príncipe cuyo cuerpo estaba roto, pero cuyo espíritu aún luchaba por levantarse. Amber, en su deseo de sanar las heridas de los demás, no contaba con que sus propios sentimientos florecerían de nuevo, esta vez más intensos y verdaderos de lo que había imaginado. Y así, en el gélido norte, donde la esperanza parecía casi inalcanzable, Amber descubriría que el amor y el destino tienen formas curiosas de entrelazar las vidas. Capitulo 1 Un día, caminaba con mis dos hermanos por un bosque tenebroso y frío. Buscábamos un lugar donde construir una vida mejor; el ambiente era muy fresco para nosotros, ya que proveníamos de una región cálida. El invierno se acercaba y necesitábamos encontrar un refugio adecuado para no congelarnos. La desesperación comenzaba a apoderarse de nosotros. Nuestro hermano mayor, fuerte, alto y delgado, con cabello castaño como el nuestro, empezaba a mostrarse inquieto. Él se encargaba de cazar, mientras que mi hermana y yo lo ayudábamos a preparar la comida. Sin embargo, nuestra mayor preocupación era el frío. Mi hermana y yo éramos muy unidas, pero nuestro hermano tenía un carácter violento que a veces nos atemorizaba. Nos pegaba, y nosotras solo bajábamos la cabeza, sin atrevernos a enfrentarlo, ya que él era nuestro sostén. Era atento, pero también excesivamente sobreprotector, lo que nos hacía sentir en ocasiones como si viviéramos en una prisión. Mi hermana, un año mayor que yo, era delgada y, al igual que yo, tenía el cabello rizado. Vestíamos con harapos y no estábamos preparadas para el invierno, pero decidimos arriesgarnos. Al avistar un pueblo grande, nos impresionó. Sus banderas con lobos que ondeaban y había muchas personas caminando por las calles. El lugar pertenecía a los Wolkers, y al ver señales de vida, intercambiamos miradas de felicidad y, con precaución, comenzamos a adentrarnos. Agarradas del brazo y temblando de frío bajo nuestras capas de mala calidad, seguimos a nuestro hermano. Nos dio tranquilidad notar que nadie nos prestaba mucha atención, todos estaban concentrados en sus quehaceres. Así que nuestro hermano nos llamó rápidamente para que lo siguiéramos a un edificio grande donde se atendían todo tipo de peticiones. Allí, nuestro hermano solicitó un alojamiento, pidiendo al menos un techo y comida. A cambio, se nos pidió que trabajáramos y fuéramos leales al rey del norte. Nos pareció un trato sencillo, así que aceptamos y nos asignaron labores. A mi hermana Jessica le encomendaron trabajar con las damas que cosían telas y hacían ropa. A mi hermano David, le asignaron el cuidado del ganado, mientras que a mí no sabían qué tarea darme, así que dos ancianos de la corte se acercaron. —¿Sabe leer y escribir, señorita? —preguntó uno de los ancianos. —Sí —respondí. —¿Ha cuidado de personas anteriormente? —Sí, pero no por mucho tiempo. —Mmm, le haremos saber qué trabajo le daremos. Mis hermanos comenzaron a preguntarse qué tareas tendrían, mientras yo me cuestionaba por qué aún no me habían asignado una. Cuando llegamos a nuestra nueva casa, era pequeña y contaba con solo dos habitaciones. Jessica y yo dormiríamos en una, mientras David ocuparía la otra. Nos acomodamos, frotando nuestras manos para entrar en calor mientras David buscaba madera. Cuando logró encender la pequeña chimenea, rápidamente nos arrinconamos a su alrededor para calentarnos, mientras mi hermana y yo conversábamos sin parar. —Bueno, ya que nosotros trabajaremos, tú te encargarás de todo lo relacionado con la casa —me dijo David. —Y te ayudaremos si falta algo —continuó mi hermana, apoyando su mano en mi hombro, lo que no agradó a David. Después de descansar, mi hermano salió a comprar algo de carne con el poco dinero que nos quedaba de nuestro viaje. Cuando regresó, Jessica y yo comenzamos a cocinar mientras David revisaba la estructura de la casa para asegurarse de que estaba lista para el duro invierno y las lluvias. El lugar solía ser frío y oscuro, y habíamos notado que llovía con frecuencia. Al compartir la comida, nos reímos de varias anécdotas sobre nuestro hermano. Luego, cada uno se retiró a su habitación para preparar nuestras duras camas. Jessica y yo nos quedamos juntas en la habitación, encendiendo velas y cerrando las ventanas. El lugar era tan frío que temíamos pasar una mala noche, pues no estábamos preparadas. Sufrimos mucho durante la noche y no quería pensar en cómo se sentiría David. Al ver que hacía tanto frío, mi hermano nos invitó a dormir cerca de la chimenea, tirando nuestras sábanas al suelo. Así, los tres, uno al lado del otro, pudimos dormir más abrigados, aunque un poco incómodos; lo importante era que sobrevivimos esa noche. Antes del amanecer, me levanté para preparar el desayuno para mis hermanos antes de que salieran a sus nuevos trabajos. Yo me encargué de barrer el suelo, quitar las telarañas y limpiar las ventanas. De repente, alguien tocó a la puerta. Era uno de los ancianos de la corte. —Saludos, hemos encontrado un nuevo trabajo para usted, señorita. Es un asunto delicado, así que si está de acuerdo, ¿puedo pasar? —preguntó. —¡Claro! —me moví a un lado para dejarle paso.Cuando estábamos dentro, le ofrecí té al consejero, pero rechazó la oferta y me pidió que me sentara. —Debo decirte que el trabajo que quiero ofrecerte es muy complicado… porque se trata del príncipe. —El joven quedó inválido de las piernas desde los catorce años, tras una caída desde lo alto, así que no puede volver a caminar. Necesita una compañera que lo ayude con todo: comida, baño y cualquier cosa que requiera. —No será fácil, porque él no es sencillo, entre tú y yo. Ha tenido varias sirvientas, y su carácter ha empeorado con cada una. —¿Y eso por qué? —pregunté, intrigada. —Es obvio. Es un joven apuesto, casi un adulto, mientras sus hermanos luchan en batallas, conquistan tierras y tienen muchas mujeres y herederos. Él, en cambio, solo puede estudiar, asistir al consejo, cabalgar y tomar decisiones. —¿Y por qué no tiene mujer? —Por su condición… sus partes también han perdido la sensibilidad —me interrumpió, dejándome sorprendida. —Tú decides. Si quieres a
Mientras seguía limpiando el suelo, el silencio en la habitación se hacía cada vez más incómodo. El príncipe, con la vista fija en su libro, no dejaba de dar pequeños suspiros de impaciencia, como si el simple hecho de estar en la misma habitación que yo le molestara profundamente. —¿Ya terminaste? —preguntó sin apartar la mirada del libro, su voz cortante como un cuchillo. —Casi, mi Lord —respondí con voz temblorosa, aunque apenas quedaba una pequeña mancha en el suelo. Me sentía observada, juzgada por cada movimiento. —Más rápido. No tengo todo el día para verte arrastrarte —dijo con una burla en la voz, sin levantar la mirada de las páginas.Apresuré mis manos, sintiendo cómo mis mejillas ardían de la vergüenza. Quería protestar, decirle que no era justo que me tratara así, pero las palabras del consejero resonaban en mi mente: “Si no le agradas, te despedirá o, peor, te amenazará de muerte.” Terminé de limpiar y me levanté, secándome las manos en el delantal. Me quedé de pie,
Al día siguiente, me levanté antes del amanecer, sabiendo que el príncipe no aceptaría otra llegada tardía. El aire de la mañana era gélido, y mientras me dirigía hacia el castillo, los primeros rayos de sol apenas se asomaban por el horizonte. A medida que me acercaba, sentía una creciente opresión en el pecho. No era solo por el comportamiento del príncipe, sino por algo más... algo que no podía nombrar aún. Al entrar en sus aposentos, lo encontré en la misma postura del día anterior, aunque hoy había algo diferente. A su lado, descansando en el suelo de piedra fría, había un enorme lobo. Su pelaje gris oscuro se fundía con la penumbra de la habitación, y sus ojos, amarillos y penetrantes, me miraban con una intensidad que me hizo detenerme de golpe. —Él es Fenris —dijo el príncipe con una sonrisa ladeada, notando mi incomodidad—. Mi único verdadero compañero. Te sugiero que no hagas movimientos bruscos si no quieres que te ataque. El lobo levantó la cabeza, sus ojos fijos en m
A la mañana siguiente, me levanté sabiendo que el día sería aún más complicado que los anteriores. El príncipe había dejado claro que no me necesitaba más después de haberlo vestido, pero algo en su actitud cambió desde entonces. Ahora, parecía requerir mi presencia más de lo necesario. Cuando llegué a sus aposentos, Fenris ya estaba en su lugar, y el príncipe me miraba con una extraña mezcla de impaciencia y expectativa. —Hoy no te irás tan rápido, Amber —dijo sin siquiera saludar—. Hay más cosas que necesito que hagas por mí. Asentí sin hacer preguntas. Preparé su desayuno como de costumbre, pero esta vez me pidió que me quedara junto a él mientras comía. El príncipe no hablaba, y el lobo a sus pies parecía tan alerta como siempre, pero el silencio era diferente; cargado de una tensión que no lograba descifrar. —¿Siempre fuiste tan callada? —preguntó de repente mientras dejaba el plato vacío sobre la mesa. —Hablar cuando no se me ha pedido sería una falta de respeto, mi Lord
Al día siguiente, mientras me dirigía a la habitación del príncipe, sentía una profunda tristeza en el pecho. La imagen de él, derrotado y solo, me había seguido toda la noche, haciéndome imposible descansar bien. Sabía que mi lugar como sirvienta era cumplir con mis deberes y mantenerme distante, pero su dolor había despertado en mí un deseo genuino de consolarlo, más allá de las obligaciones. Quería hacer algo, lo que fuera, para aliviar aunque sea un poco su carga.Cuando llegué a sus aposentos, él estaba sentado junto a la ventana, como el día anterior, mirando el paisaje con esa misma mirada vacía.—Mi Lord, buenos días —saludé con suavidad, entrando con una bandeja de desayuno.Él apenas respondió, un simple movimiento de cabeza que indicaba que me había oído, pero que no estaba dispuesto a hablar. El silencio en la habitación era denso, y la presencia de Fenris a su lado solo acentuaba lo solemne del ambiente.Decidí que debía intentar algo diferente. Aunque el príncipe fuera
El cambio en el príncipe había sido sutil, pero claro. Su exigencia de mi presencia constante se hacía cada vez más evidente. Pasaba largas horas a su lado, leyendo, atendiendo sus necesidades o simplemente acompañándolo en silencio. Aunque a veces mostraba señales de amabilidad, otras, su carácter volvía a ser áspero y difícil de soportar. Era como si luchara consigo mismo, debatiéndose entre aceptarme o rechazarme.Aquel día, sin embargo, su comportamiento tomó un giro más oscuro.Estaba a su lado, leyéndole una historia de caballeros y reyes mientras él permanecía reclinado en su silla junto al fuego. Fenris descansaba a sus pies, siempre alerta, aunque el príncipe parecía más interesado en mi tono de voz que en la lectura misma. De repente, lo sentí moverse inquieto, como si algo lo estuviera incomodando.—Amber, tu voz suena aburrida hoy —dijo de repente, con un tono seco y burlón.Me detuve, sorprendida por su comentario.—Perdóneme, mi Lord, haré mi mejor esfuerzo para mejorar
La luz del amanecer se filtró a través de la ventana, iluminando la habitación de una manera cálida y suave. El príncipe Patrick despertó lentamente, sintiendo la suavidad de la manta a su alrededor. Pero, más que eso, sintió la presencia de alguien a su lado. Al abrir los ojos, se encontró con la imagen de Amber, aún dormida, con el rostro sereno y los cabellos desordenados esparcidos sobre la almohada.Un nudo se formó en su pecho. En un instante, la preocupación por lo que podría suceder si se despertara se mezcló con una extraña alegría. Era como tener un trofeo a su lado, un regalo que había deseado en silencio. La visión de ella allí, tan vulnerable, le llenó de una felicidad que no había sentido en mucho tiempo.Sin poder resistir la tentación, extendió una mano hacia ella, acariciando suavemente su cabello. El contacto lo llenó de un escalofrío, y se detuvo por un momento, temiendo que ella se despertara y lo descubriera. Pero al ver que ella no reaccionaba, continuó acaric
El día había empezado bien, o al menos eso creía yo. Me encargué de todas mis tareas sin contratiempos, como de costumbre, pero cuando llegué a la habitación del príncipe Patrick con su almuerzo, algo salió terriblemente mal. Todo fue tan rápido. Una manzana rodó de la bandeja y, en mi torpeza por atraparla, terminé tropezando con la alfombra. Antes de que pudiera evitarlo, la bandeja tambaleó y, para mi horror, la sopa se derramó en mi delantal. No sé qué fue peor: el calor de la sopa o el sonido de la risa de Patrick. Sí, el príncipe se estaba riendo de mí. ¡De mí! Aún no sé cómo describir lo que sentí en ese momento. ¿Vergüenza? Sí, pero también sorpresa. Jamás lo había oído reír de esa manera, y mucho menos por algo que yo había hecho. Me quedé helada, con las manos temblando mientras intentaba limpiar el desastre que había causado, y todo lo que él hacía era... reír. —Lo siento, lo siento mucho, mi Lord —balbuceé, deseando desaparecer de la faz de la tierra. ¡Qué ridículo ha