A la mañana siguiente, me levanté sabiendo que el día sería aún más complicado que los anteriores. El príncipe había dejado claro que no me necesitaba más después de haberlo vestido, pero algo en su actitud cambió desde entonces. Ahora, parecía requerir mi presencia más de lo necesario. Cuando llegué a sus aposentos, Fenris ya estaba en su lugar, y el príncipe me miraba con una extraña mezcla de impaciencia y expectativa. —Hoy no te irás tan rápido, Amber —dijo sin siquiera saludar—. Hay más cosas que necesito que hagas por mí. Asentí sin hacer preguntas. Preparé su desayuno como de costumbre, pero esta vez me pidió que me quedara junto a él mientras comía. El príncipe no hablaba, y el lobo a sus pies parecía tan alerta como siempre, pero el silencio era diferente; cargado de una tensión que no lograba descifrar. —¿Siempre fuiste tan callada? —preguntó de repente mientras dejaba el plato vacío sobre la mesa. —Hablar cuando no se me ha pedido sería una falta de respeto, mi Lord
Al día siguiente, mientras me dirigía a la habitación del príncipe, sentía una profunda tristeza en el pecho. La imagen de él, derrotado y solo, me había seguido toda la noche, haciéndome imposible descansar bien. Sabía que mi lugar como sirvienta era cumplir con mis deberes y mantenerme distante, pero su dolor había despertado en mí un deseo genuino de consolarlo, más allá de las obligaciones. Quería hacer algo, lo que fuera, para aliviar aunque sea un poco su carga.Cuando llegué a sus aposentos, él estaba sentado junto a la ventana, como el día anterior, mirando el paisaje con esa misma mirada vacía.—Mi Lord, buenos días —saludé con suavidad, entrando con una bandeja de desayuno.Él apenas respondió, un simple movimiento de cabeza que indicaba que me había oído, pero que no estaba dispuesto a hablar. El silencio en la habitación era denso, y la presencia de Fenris a su lado solo acentuaba lo solemne del ambiente.Decidí que debía intentar algo diferente. Aunque el príncipe fuera
El cambio en el príncipe había sido sutil, pero claro. Su exigencia de mi presencia constante se hacía cada vez más evidente. Pasaba largas horas a su lado, leyendo, atendiendo sus necesidades o simplemente acompañándolo en silencio. Aunque a veces mostraba señales de amabilidad, otras, su carácter volvía a ser áspero y difícil de soportar. Era como si luchara consigo mismo, debatiéndose entre aceptarme o rechazarme.Aquel día, sin embargo, su comportamiento tomó un giro más oscuro.Estaba a su lado, leyéndole una historia de caballeros y reyes mientras él permanecía reclinado en su silla junto al fuego. Fenris descansaba a sus pies, siempre alerta, aunque el príncipe parecía más interesado en mi tono de voz que en la lectura misma. De repente, lo sentí moverse inquieto, como si algo lo estuviera incomodando.—Amber, tu voz suena aburrida hoy —dijo de repente, con un tono seco y burlón.Me detuve, sorprendida por su comentario.—Perdóneme, mi Lord, haré mi mejor esfuerzo para mejorar
La luz del amanecer se filtró a través de la ventana, iluminando la habitación de una manera cálida y suave. El príncipe Patrick despertó lentamente, sintiendo la suavidad de la manta a su alrededor. Pero, más que eso, sintió la presencia de alguien a su lado. Al abrir los ojos, se encontró con la imagen de Amber, aún dormida, con el rostro sereno y los cabellos desordenados esparcidos sobre la almohada.Un nudo se formó en su pecho. En un instante, la preocupación por lo que podría suceder si se despertara se mezcló con una extraña alegría. Era como tener un trofeo a su lado, un regalo que había deseado en silencio. La visión de ella allí, tan vulnerable, le llenó de una felicidad que no había sentido en mucho tiempo.Sin poder resistir la tentación, extendió una mano hacia ella, acariciando suavemente su cabello. El contacto lo llenó de un escalofrío, y se detuvo por un momento, temiendo que ella se despertara y lo descubriera. Pero al ver que ella no reaccionaba, continuó acaric
El día había empezado bien, o al menos eso creía yo. Me encargué de todas mis tareas sin contratiempos, como de costumbre, pero cuando llegué a la habitación del príncipe Patrick con su almuerzo, algo salió terriblemente mal. Todo fue tan rápido. Una manzana rodó de la bandeja y, en mi torpeza por atraparla, terminé tropezando con la alfombra. Antes de que pudiera evitarlo, la bandeja tambaleó y, para mi horror, la sopa se derramó en mi delantal. No sé qué fue peor: el calor de la sopa o el sonido de la risa de Patrick. Sí, el príncipe se estaba riendo de mí. ¡De mí! Aún no sé cómo describir lo que sentí en ese momento. ¿Vergüenza? Sí, pero también sorpresa. Jamás lo había oído reír de esa manera, y mucho menos por algo que yo había hecho. Me quedé helada, con las manos temblando mientras intentaba limpiar el desastre que había causado, y todo lo que él hacía era... reír. —Lo siento, lo siento mucho, mi Lord —balbuceé, deseando desaparecer de la faz de la tierra. ¡Qué ridículo ha
Cuando finalmente llegué a casa, sentía que apenas podía moverme. Cada paso era un recordatorio del agotamiento físico y mental que había soportado durante el día. Lo único que quería era cerrar la puerta, dejar caer mi cuerpo en la cama y olvidar por un momento lo que había pasado con el príncipe Patrick. Pero cuando abrí la puerta, me encontré con una escena inesperada. Jessica estaba sentada en la pequeña mesa del comedor con un chico a su lado, conversando animadamente. Su risa ligera llenaba el espacio, contrastando con la tensión que emanaba de David, quien estaba parado a un lado, observando desde la distancia con los brazos cruzados y el ceño fruncido. —Amber, llegaste justo a tiempo —dijo Jessica con una sonrisa brillante, señalándome que me acercara—. Quiero presentarte a alguien. El chico se puso de pie con una sonrisa que me pareció un poco exagerada. Era alto, de complexión media, con una vestimenta que trataba de ser más elegante de lo que probablemente podía permit
Mientras continuaba con mis tareas, el silencio en la habitación se sentía pesado, cargado de una tensión que no sabía cómo manejar. Me mantenía enfocada en cada pequeño movimiento, limpiando y ordenando con más esmero de lo habitual, solo para evitar su mirada. El príncipe Patrick había logrado su objetivo de hacerme sentir incómoda, humillada y, lo que más me avergonzaba, celosa. Trataba de bloquear esos pensamientos, de concentrarme en mis deberes, pero su presencia lo hacía imposible. De repente, su voz volvió a romper el silencio. —Dime, Amber... —dijo con un tono más suave que antes, pero igualmente cargado de curiosidad—. ¿Nunca has sentido curiosidad por el placer? Me quedé paralizada por un instante, sin saber cómo reaccionar. Sentí mi rostro enrojecer al comprender a qué se refería. No podía evitar sentirme invadida por esa pregunta tan íntima, y el calor que subió a mis mejillas no hizo más que delatar lo nerviosa que me había puesto. —No... no entiendo a qué se refie
El silencio en la habitación se rompió con la suave voz de la madre del príncipe Patrick, quien se acercó a él con una ternura inusual. Ella, ahora mostraba una faceta más cálida, algo que raramente veía. Me retiré de la habitación lo más rápido que pude, pero no pude evitar escuchar su conversación antes de cerrar la puerta detrás de mí. —Patrick —su voz era suave, casi maternal—, los maestres tienen buenas noticias. Parece que están viendo ciertos avances en tus piernas. Cada vez que las mueven para mejorar la circulación, notan más respuestas de lo esperado. Patrick, que siempre había llevado su incapacidad con una mezcla de arrogancia y resentimiento, la miró con incredulidad. Durante años, había aceptado que nunca volvería a caminar, y ahora su madre venía con una posibilidad que nunca había considerado real. —¿Qué quieres decir? —preguntó con cautela, su tono aún escéptico. Ella se sentó a su lado y tomó su mano, algo que me sorprendió. Había escuchado rumores de su relaci