El aire en la cabaña frente a la cascada era frío, el sonido del agua cayendo a lo lejos se mezclaba con el susurro del viento entre los árboles. Sabía que este lugar era especial para mí, un refugio donde alguna vez había encontrado consuelo junto a Anwen. Y ahora, aquí estábamos, Patrick y yo, enfrentando un destino incierto, pero decidido.Patrick, con su mirada firme y decidida, me tomó las manos, notando la tensión en mi rostro.—Amber —dije, insegura—, ¿estás segura de que esto es lo correcto? Yo… no sé si puedo darte lo que mereces. No sé si puedo darte herederos, y no soy noble. Parece como si una maldición hubiera caído sobre mí… sobre mi vientre. No sé si podremos…Patrick no esperó a que terminara mi frase. Me miró con esa intensidad que me hacía sentir que no había nadie más en el mundo.—No me importa, Amber. No me importa si nunca tenemos herederos. No me importa si no eres de sangre noble. Lo único que me importa es estar contigo. Mi amor por ti no depende de esas cosa
Después de la muerte de Ethan, Jessica dio a luz a su hijo en la casa del pueblo. Lo nombró Aric, un niño hermoso con ojos claros que capturaban la atención de todos. A medida que Jessica se adaptaba a su nueva vida como madre, mi preocupación no dejaba de crecer. Sabía que en el sureste, si alguien se enteraba de la existencia del pequeño, no dudarían en hacerle daño. El miedo por él pesaba en mi corazón día tras día. Mientras tanto, Patrick había partido a la guerra, liderando su ejército en batallas decisivas. Los meses pasaron, y aunque las risas de Aric llenaban la casa, mi preocupación por Patrick no desaparecía. Me preguntaba cómo estaría, si volvería sano y salvo. Finalmente, después de una larga campaña, Patrick regresó victorioso. El reino lo recibió con vítores y respeto, celebrando a su héroe con una gran fiesta. Sabía que todos se reunían para festejar su triunfo, pero no pude unirme a ellos. Me quedé en mi habitación, el miedo por mi sobrino atrapando mis pensamiento
Esa noche, mientras Patrick y yo nos quedábamos a solas en nuestra habitación, la inquietud no me dejaba descansar. David tenía razón, no podía seguir ocultando la verdad. Si quería proteger a nuestra familia, tenía que contarle todo a Patrick. Pero el miedo me hacía dudar, no sabía cómo él lo tomaría ni qué consecuencias tendría.Patrick se dio cuenta de mi silencio, como siempre lo hacía. Me conocía demasiado bien.—Amber —dijo suavemente, mientras me acariciaba el rostro—, noto que algo te preocupa. Llevas días así. ¿Qué pasa?Sabía que no podía seguir evadiéndolo. Respiré hondo, tratando de calmar los nervios, y finalmente hablé.—Patrick, hay algo... algo que no te he contado. Algo de mi pasado, de nuestra familia, que nunca quise que supieras. Pero ya no puedo ocultarlo más.Patrick frunció el ceño, pero su mirada se mantuvo suave, esperando que continuara. Me sostuvo la mano, como si intentara darme fuerza.—Antes de llegar aquí, al norte, nosotros vivíamos en el sureste... en
Patrick se acercó a mí, cubierto de sangre y respirando con dificultad, pero con una sonrisa torcida en su rostro. Miró alrededor, viendo los cuerpos de los enemigos a nuestros pies, y luego volvió su mirada hacia mí, admirando lo que había logrado en medio del caos.—¿Quién hubiera dicho que mi princesa es tan letal como hermosa? —dijo con una sonrisa coqueta—. ¡Qué fuerza! ¡Qué valentía! Creo que mis enemigos ya no temerán tanto a mí, sino a ti.Mis mejillas se enrojecieron al escuchar sus palabras, sintiendo cómo la vergüenza me invadía. Patrick, sin embargo, parecía encantado con mi reacción, disfrutando de mi incomodidad mientras me elogiaba por lo que acabábamos de enfrentar juntos.Después de aquel terrible suceso, Jessica, David y yo quedamos eternamente agradecidos con Patrick. Él, en su nobleza, nos ofreció protección en el castillo. Jessica, con su hijo, encontró refugio en una habitación segura, mientras que David, tras demostrar su valor, fue nombrado miembro important
Los tres hermanos marchaban al norte, dejando atrás los restos de una vida que ya no les pertenecía. El frío aire de las montañas les recordaba que la travesía no sería fácil, pero el anhelo de un nuevo comienzo los impulsaba a cada paso. Amber, la más joven de los tres, había jurado que el pasado quedaría enterrado junto con sus viejas esperanzas. Llegar a Helvard donde vivia las familias Wolkers significaba renacer, desprenderse de todo lo que había sido y abrirse a un futuro incierto. Sin embargo, los planes del destino no siempre coinciden con los deseos del corazón. En el majestuoso pero sombrío reino, un encuentro inesperado la uniría a uno de los hombres más cercanos al trono, un príncipe cuyo cuerpo estaba roto, pero cuyo espíritu aún luchaba por levantarse. Amber, en su deseo de sanar las heridas de los demás, no contaba con que sus propios sentimientos florecerían de nuevo, esta vez más intensos y verdaderos de lo que había imaginado. Y así, en el gélido norte, dond
Cuando estábamos dentro, le ofrecí té al consejero, pero rechazó la oferta y me pidió que me sentara. —Debo decirte que el trabajo que quiero ofrecerte es muy complicado… porque se trata del príncipe. —El joven quedó inválido de las piernas desde los catorce años, tras una caída desde lo alto, así que no puede volver a caminar. Necesita una compañera que lo ayude con todo: comida, baño y cualquier cosa que requiera. —No será fácil, porque él no es sencillo, entre tú y yo. Ha tenido varias sirvientas, y su carácter ha empeorado con cada una. —¿Y eso por qué? —pregunté, intrigada. —Es obvio. Es un joven apuesto, casi un adulto, mientras sus hermanos luchan en batallas, conquistan tierras y tienen muchas mujeres y herederos. Él, en cambio, solo puede estudiar, asistir al consejo, cabalgar y tomar decisiones. —¿Y por qué no tiene mujer? —Por su condición… sus partes también han perdido la sensibilidad —me interrumpió, dejándome sorprendida. —Tú decides. Si quieres a
Mientras seguía limpiando el suelo, el silencio en la habitación se hacía cada vez más incómodo. El príncipe, con la vista fija en su libro, no dejaba de dar pequeños suspiros de impaciencia, como si el simple hecho de estar en la misma habitación que yo le molestara profundamente. —¿Ya terminaste? —preguntó sin apartar la mirada del libro, su voz cortante como un cuchillo. —Casi, mi Lord —respondí con voz temblorosa, aunque apenas quedaba una pequeña mancha en el suelo. Me sentía observada, juzgada por cada movimiento. —Más rápido. No tengo todo el día para verte arrastrarte —dijo con una burla en la voz, sin levantar la mirada de las páginas.Apresuré mis manos, sintiendo cómo mis mejillas ardían de la vergüenza. Quería protestar, decirle que no era justo que me tratara así, pero las palabras del consejero resonaban en mi mente: “Si no le agradas, te despedirá o, peor, te amenazará de muerte.” Terminé de limpiar y me levanté, secándome las manos en el delantal. Me quedé de pie,
Al día siguiente, me levanté antes del amanecer, sabiendo que el príncipe no aceptaría otra llegada tardía. El aire de la mañana era gélido, y mientras me dirigía hacia el castillo, los primeros rayos de sol apenas se asomaban por el horizonte. A medida que me acercaba, sentía una creciente opresión en el pecho. No era solo por el comportamiento del príncipe, sino por algo más... algo que no podía nombrar aún. Al entrar en sus aposentos, lo encontré en la misma postura del día anterior, aunque hoy había algo diferente. A su lado, descansando en el suelo de piedra fría, había un enorme lobo. Su pelaje gris oscuro se fundía con la penumbra de la habitación, y sus ojos, amarillos y penetrantes, me miraban con una intensidad que me hizo detenerme de golpe. —Él es Fenris —dijo el príncipe con una sonrisa ladeada, notando mi incomodidad—. Mi único verdadero compañero. Te sugiero que no hagas movimientos bruscos si no quieres que te ataque. El lobo levantó la cabeza, sus ojos fijos en m