El día había empezado bien, o al menos eso creía yo. Me encargué de todas mis tareas sin contratiempos, como de costumbre, pero cuando llegué a la habitación del príncipe Patrick con su almuerzo, algo salió terriblemente mal. Todo fue tan rápido. Una manzana rodó de la bandeja y, en mi torpeza por atraparla, terminé tropezando con la alfombra. Antes de que pudiera evitarlo, la bandeja tambaleó y, para mi horror, la sopa se derramó en mi delantal. No sé qué fue peor: el calor de la sopa o el sonido de la risa de Patrick. Sí, el príncipe se estaba riendo de mí. ¡De mí! Aún no sé cómo describir lo que sentí en ese momento. ¿Vergüenza? Sí, pero también sorpresa. Jamás lo había oído reír de esa manera, y mucho menos por algo que yo había hecho. Me quedé helada, con las manos temblando mientras intentaba limpiar el desastre que había causado, y todo lo que él hacía era... reír. —Lo siento, lo siento mucho, mi Lord —balbuceé, deseando desaparecer de la faz de la tierra. ¡Qué ridículo ha
Cuando finalmente llegué a casa, sentía que apenas podía moverme. Cada paso era un recordatorio del agotamiento físico y mental que había soportado durante el día. Lo único que quería era cerrar la puerta, dejar caer mi cuerpo en la cama y olvidar por un momento lo que había pasado con el príncipe Patrick. Pero cuando abrí la puerta, me encontré con una escena inesperada. Jessica estaba sentada en la pequeña mesa del comedor con un chico a su lado, conversando animadamente. Su risa ligera llenaba el espacio, contrastando con la tensión que emanaba de David, quien estaba parado a un lado, observando desde la distancia con los brazos cruzados y el ceño fruncido. —Amber, llegaste justo a tiempo —dijo Jessica con una sonrisa brillante, señalándome que me acercara—. Quiero presentarte a alguien. El chico se puso de pie con una sonrisa que me pareció un poco exagerada. Era alto, de complexión media, con una vestimenta que trataba de ser más elegante de lo que probablemente podía permit
Mientras continuaba con mis tareas, el silencio en la habitación se sentía pesado, cargado de una tensión que no sabía cómo manejar. Me mantenía enfocada en cada pequeño movimiento, limpiando y ordenando con más esmero de lo habitual, solo para evitar su mirada. El príncipe Patrick había logrado su objetivo de hacerme sentir incómoda, humillada y, lo que más me avergonzaba, celosa. Trataba de bloquear esos pensamientos, de concentrarme en mis deberes, pero su presencia lo hacía imposible. De repente, su voz volvió a romper el silencio. —Dime, Amber... —dijo con un tono más suave que antes, pero igualmente cargado de curiosidad—. ¿Nunca has sentido curiosidad por el placer? Me quedé paralizada por un instante, sin saber cómo reaccionar. Sentí mi rostro enrojecer al comprender a qué se refería. No podía evitar sentirme invadida por esa pregunta tan íntima, y el calor que subió a mis mejillas no hizo más que delatar lo nerviosa que me había puesto. —No... no entiendo a qué se refie
El silencio en la habitación se rompió con la suave voz de la madre del príncipe Patrick, quien se acercó a él con una ternura inusual. Ella, ahora mostraba una faceta más cálida, algo que raramente veía. Me retiré de la habitación lo más rápido que pude, pero no pude evitar escuchar su conversación antes de cerrar la puerta detrás de mí. —Patrick —su voz era suave, casi maternal—, los maestres tienen buenas noticias. Parece que están viendo ciertos avances en tus piernas. Cada vez que las mueven para mejorar la circulación, notan más respuestas de lo esperado. Patrick, que siempre había llevado su incapacidad con una mezcla de arrogancia y resentimiento, la miró con incredulidad. Durante años, había aceptado que nunca volvería a caminar, y ahora su madre venía con una posibilidad que nunca había considerado real. —¿Qué quieres decir? —preguntó con cautela, su tono aún escéptico. Ella se sentó a su lado y tomó su mano, algo que me sorprendió. Había escuchado rumores de su relaci
Esa noche, David y yo nos fuimos a dormir con el corazón pesado. La preocupación por Jessica nos tenía intranquilos. Sabíamos que ella estaba en peligro, que ese hombre con el que salía no era alguien en quien se pudiera confiar, pero, por mucho que intentáramos protegerla, parecía que se aferraba más a él. El cansancio finalmente nos venció, aunque el miedo por lo que podría pasar seguía rondando nuestras mentes.Mientras tanto, en la oscuridad de su cámara, el príncipe Patrick no podía dormir. Las palabras de su madre seguían retumbando en su mente, llenándolo de una mezcla de emociones que no sabía cómo procesar. ¿Era posible que, después de tanto tiempo, pudiera volver a caminar? El pensamiento le dio una chispa de esperanza, algo que no había sentido en mucho tiempo. Las noticias que había recibido no solo cambiaban su futuro, sino que también sacudían todo lo que había aceptado como su destino.Pero pronto, esa esperanza fue reemplazada por otro sentimiento. Amber. La imagen
Cuando llegué al castillo, sentía la rabia bullir en mi pecho. Era mi día libre, pero allí estaba de nuevo, caminando hacia él como si mi vida le perteneciera. Cada vez que el príncipe Patrick me llamaba, no importaba cuán agotada o molesta estuviera, tenía que ir. Mientras subía las escaleras hacia sus aposentos, intenté apartar los recuerdos del día anterior, pero fue inútil. Su mirada sobre mí, sus preguntas, ese extraño e intenso momento... Me sentí avergonzada al pensar en lo que podría haber sucedido si su madre no hubiera entrado. ¿Cómo pude haber deseado algo así?Al abrir la puerta, lo vi sentado, observando algo por la ventana. A pesar de su condición, su porte seguía siendo arrogante, y su actitud, tan altiva como siempre. Al entrar, sin que él siquiera girara a mirarme, me invadió un profundo sentimiento de incomodidad. Los recuerdos del día anterior me quemaban la piel, pero intenté mantener la compostura. Debo ser fuerte, me dije, pero con él siempre era complicado.—
Al principio, intenté mantenerme firme, inmune a lo que estaba haciendo. Pero con cada movimiento de sus manos, la tensión en mi espalda se fue disipando, y para mi sorpresa, una sensación completamente diferente empezó a surgir. Algo que no quería admitir, que me hacía sentir confundida y, de alguna manera, vulnerable.Sus manos eran firmes, pero había una suavidad calculada en sus movimientos. Cada vez que sus dedos se deslizaban por mi piel, era como si conocieran exactamente cómo tocarme, cómo hacer que mi cuerpo respondiera, aunque mi mente tratara de resistirse. No quería disfrutarlo, pero algo en mí empezó a ceder, casi sin darme cuenta.Mi respiración se volvió más lenta, profunda, y sentí cómo mi cuerpo, a pesar de mi voluntad, empezaba a relajarse bajo su toque. Intentaba convencerme de que era solo una respuesta física, que no significaba nada. Pero mis pensamientos se enredaban con cada roce, con cada vez que sus manos recorrían mi espalda.La incomodidad inicial se de
El aire frío del invierno se colaba por las paredes del castillo, y el pesado abrigo que llevaba ya no era suficiente para mantenerme caliente. Sentía el frío calando hasta mis huesos, pero algo más me afectaba. Me sentía enferma, más débil de lo habitual. Mis movimientos eran torpes y mi cuerpo comenzaba a temblar a medida que el día avanzaba. Patrick, sentado en su gran silla junto al fuego, notó de inmediato que algo no andaba bien. A pesar de su habitual arrogancia, había algo en su mirada, una preocupación que no se molestaba en ocultar. —Estás temblando —dijo, su voz firme pero con un tinte de inquietud—. Ven aquí. Me acerqué lentamente, sintiéndome mareada, pero cuando vi lo que pretendía, negué con la cabeza de inmediato. —No debo, mi señor —respondí, mi tono seco, casi irritado. Patrick frunció el ceño. Sabía que no aceptaría un no como respuesta. —Te he dado una orden, Amber. Acuéstate aquí —dijo, señalando sus piernas. A pesar de su invalidez, el tono imperioso de su