Aquella noche parecía distinta desde el momento en que puse un pie en el umbral de la casa. La nieve caía con fuerza, el frío era implacable y el aire, pesado, traía consigo un mal presentimiento que no lograba sacudirme. A lo lejos, los lobos aullaban, su canto resonando en el viento, como si fueran guardianes silenciosos de nuestro hogar y de los secretos que allí se escondían. La oscuridad lo envolvía todo, y sólo la tenue luz de la luna nos brindaba un respiro de claridad en medio de la tormenta.Cuando entré, el calor del hogar no hizo nada para calmar mi nerviosismo. Había algo en el ambiente, algo que no estaba bien.Entonces lo escuché. Un ruido sordo, algo o alguien había entrado en la casa. Mis manos se tensaron al instante, y sin pensarlo, tomé el jarrón más cercano. Mi corazón latía con fuerza, el miedo me empujaba a actuar. Me giré, y con todas mis fuerzas, lo rompí en la cabeza de la figura que estaba frente a mí.El estruendo del jarrón quebrándose fue seguido por u
Al día siguiente, me encontraba en casa, envuelta en abrigos y siempre cerca de la chimenea, intentando mantenerme caliente mientras el frío invernal hacía que mi aliento saliera en pequeñas nubes de vapor. El fuego chisporroteaba de vez en cuando, pero aún así parecía que el frío se filtraba por cada rendija de la casa. A pesar de la tranquilidad que el fuego proporcionaba, mi mente estaba inquieta. Pensaba en mi hermana, en David, en lo que había sucedido la noche anterior, pero sobre todo, en lo que el futuro nos depararía.Mientras tanto, en el castillo, el príncipe Patrick no podía sacarme de su cabeza. A pesar de que yo no estaba allí para verlo, sabía que sus pensamientos, de alguna manera, seguían conectados conmigo. Sin embargo, ese día él había decidido enfocarse en sí mismo. Después de tanto tiempo sumido en sus frustraciones, sus deseos y obsesiones, hoy parecía decidido a demostrar algo, no solo a los demás, sino también a sí mismo.Patrick había decidido entrenar con
El frío se sentía como miles de pequeñas agujas perforando mi piel, a pesar del abrigo grueso que llevaba. Mis dedos entumecidos apenas reaccionaban, y frotar mis brazos una y otra vez parecía inútil, como si el aire mismo me robara el calor del cuerpo. El día, aunque hermoso en su blancura, me resultaba implacable. La nieve caía lenta pero constante, pintando de blanco el paisaje, mientras el viento gélido me recordaba lo vulnerable que me sentía en ese momento. No estaba hecha para este clima, no como ellos.El príncipe Patrick, desde su posición entre las sábanas gruesas y los pelajes de lujo, notó mi incomodidad. A pesar de su arrogancia, siempre parecía observador cuando se trataba de mí. Tal vez era parte de esa extraña obsesión que había desarrollado, o tal vez simplemente disfrutaba verme fuera de lugar. Pero en ese momento, su invitación no tuvo ni una pizca de burla.—Ven, Amber —dijo, señalando su cama—. Te vas a congelar de pie ahí.Su tono no dejaba lugar a dudas, y aun
Patrick tomó con suavidad las manos frías de Amber, observando con inquietud cómo sus delicados dedos habían adquirido un tono violeta debido al frío y la fiebre. El pánico se intensificó en su interior, pero trató de mantenerse calmado. Las sostuvo entre sus propias manos, frotándolas con desesperación para devolverles el calor que parecían haber perdido.Mientras la miraba, tan tierna y vulnerable, una mezcla de sentimientos contradictorios lo inundó. La necesidad de protegerla, de tenerla entre sus brazos, lo consumía. Sabía que estaba mal, que ella era su sirvienta, alguien a quien no debería ver de esa manera. Pero ahora, con su vida pendiendo de un hilo, no podía evitar sentirse profundamente conectado con ella. Cuidar de Amber se había vuelto más que una obsesión; era casi como si estuviera luchando por una parte de sí mismo.—Vas a estar bien —susurró Patrick, aunque la voz le temblaba levemente.Acercándose más, movido por la preocupación y el cariño que intentaba esconder
Amber intentó moverse, pero el cuerpo aún le pesaba como si estuviera atrapado en una bruma. La fiebre había disminuido, pero la debilidad permanecía, impidiéndole hacer más que observar a Patrick. Él seguía a su lado, sin despegarse ni un momento, con los ojos cargados de preocupación pero también de una ternura inesperada.—No deberías estar aquí así conmigo—susurró ella, su voz apenas un hilo. No tenía la fuerza para decir más, pero sabía que estaba mal que un príncipe, alguien tan importante, hubiera pasado toda la noche cuidándola.Patrick la observó detenidamente, su expresión endureciéndose solo un poco, como si intentara esconder sus emociones.—Debería estar donde quiera estar —replicó con suavidad, pero su tono firme dejaba claro que no iba a permitirle objetar. Él no era de los que pedían permiso para nada, y esta vez no sería diferente.Amber trató de sonreír, pero su cuerpo la traicionaba. Aún se sentía vulnerable, y la mirada intensa de Patrick sobre ella no ayudaba a c
La noche había sido un torbellino de emociones y, a medida que los primeros rayos de luz se colaban a través de las cortinas, Patrick se sintió dividido. En su mente, el recuerdo de Amber acurrucada junto a él lo hacía sentir un calor que contrastaba con el frío que todavía persistía en el aire.Sin embargo, cuando ella despertó y comenzó a hablar de regresar a casa, un fuego de frustración y ansiedad ardió en su pecho.El pensamiento de que pudiera alejarse lo llenó de un pánico que no comprendía del todo. La idea de perderla, de que sus ojos marrones se desvanecieran de su vida, lo hizo sentir como si se le fuera a escapar algo esencial.—No puedes irte —dijo, la voz tensa, tratando de controlar su propia desesperación.Ella lo miró, confundida y algo ofendida, pero él no podía evitarlo. La necesidad de tenerla cerca se había convertido en una obsesión, y la forma en que la observaba, con cada movimiento y cada palabra, había comenzado a cambiar. No solo era su sirvienta; se esta
Cuando llegué a casa, el frío seguía envolviendo todo como un manto espeso. Mi mente no podía dejar de girar alrededor de lo que había hecho. El beso, ese impulso repentino que había cedido con Patrick, me quemaba por dentro. ¿Cómo pude haber sido tan imprudente? Me sentía abrumada, atrapada entre la gratitud por lo que hizo por mí y el peso de mis propias emociones. El príncipe Patrick… no podía dejar de pensar en él, en cómo me miraba, en el modo en que me tocaba. Todo estaba mal, pero al mismo tiempo, no podía ignorar lo que sentía.Apenas crucé el umbral de la casa, el calor de la chimenea no me ofreció el consuelo que esperaba. Ahí estaba Jessica, sentada cerca del fuego, con el rostro húmedo de lágrimas. Mi corazón se rompió al verla así. Me acerqué lentamente, tratando de reunir fuerzas para consolarla, mientras el peso de todo lo que había sucedido esa noche me aplastaba aún más.—Jess… —murmuré mientras me agachaba a su lado y le pasaba una mano por la espalda, intentando d
Al día siguiente, cuando Amber regresó a trabajar después de la tensión del día anterior, Patrick ya la esperaba, aunque no lo expresaba abiertamente. Había sido atendido por los sirvientes, que lo habían bañado y alimentado. Sin embargo, la presencia de Amber cambió todo su estado de ánimo. La habitación parecía más pequeña, más cargada de tensión, apenas ella entró.Patrick la observó detenidamente, como un lobo vigilando a su presa. No había duda en sus ojos. Ya no intentaba ocultar sus deseos ni su creciente obsesión. Desde el momento en que la vio, cada parte de ella parecía atraerle de una manera que le era imposible controlar. Su mirada recorrió su cuerpo, desde su rostro cansado por las preocupaciones hasta su cabello ligeramente desordenado. Ese pequeño desaliño solo alimentaba su fascinación.Cuando Amber, con su habitual cortesía, le preguntó qué necesitaba, Patrick no respondió de inmediato. Se limitó a mirarla con una intensidad que la hizo dudar de su propia pregunta.