Capitulo 6

Al día siguiente, mientras me dirigía a la habitación del príncipe, sentía una profunda tristeza en el pecho. La imagen de él, derrotado y solo, me había seguido toda la noche, haciéndome imposible descansar bien.

Sabía que mi lugar como sirvienta era cumplir con mis deberes y mantenerme distante, pero su dolor había despertado en mí un deseo genuino de consolarlo, más allá de las obligaciones. Quería hacer algo, lo que fuera, para aliviar aunque sea un poco su carga.

Cuando llegué a sus aposentos, él estaba sentado junto a la ventana, como el día anterior, mirando el paisaje con esa misma mirada vacía.

—Mi Lord, buenos días —saludé con suavidad, entrando con una bandeja de desayuno.

Él apenas respondió, un simple movimiento de cabeza que indicaba que me había oído, pero que no estaba dispuesto a hablar. El silencio en la habitación era denso, y la presencia de Fenris a su lado solo acentuaba lo solemne del ambiente.

Decidí que debía intentar algo diferente. Aunque el príncipe fuera arrogante y difícil, había visto una parte de él que era más humana, más vulnerable. Quería llegar a esa parte de él, aunque me costara.

—He pensado que podríamos ir a los jardines hoy, mi Lord. El clima es agradable, y el aire fresco podría… —intenté sugerir, pero él me interrumpió con el mismo tono cortante de siempre.

—No necesito aire fresco, Amber. Si quisiera sentir el viento en mi cara, pediría que me llevaran. No necesito que me lo sugieras —respondió con desdén, sus ojos fijos en el horizonte.

A pesar de su tono, no me rendí. Me acerqué un poco más, colocando la bandeja de desayuno sobre la mesa cercana.

—Lo entiendo, mi Lord. Pero creo que le haría bien. Y… también pensé que quizás podríamos leer algo juntos. Podría ayudarle a pasar el tiempo de una manera diferente —mi voz era suave, pero determinada.

El príncipe giró la cabeza lentamente para mirarme, con una mezcla de sorpresa e incredulidad en sus ojos.

—¿Leer juntos? —preguntó, como si la idea fuera ridícula—. ¿Crees que necesito de tu compañía para leer, Amber?

Sentí un nudo en el estómago, pero no retrocedí. Sabía que detrás de su arrogancia había alguien que sufría profundamente, y quería romper esa barrera.

—No, mi Lord. No necesita de mí para eso. Pero me gustaría hacerlo. Si le parece bien —agregué, intentando mostrarle que mi ofrecimiento no era por obligación, sino porque genuinamente quería estar allí para él.

Él me observó por un largo momento, sin decir nada. Finalmente, con un suspiro, hizo un gesto hacia un libro que estaba sobre la mesa.

—Haz lo que quieras. Si te aburres, no será culpa mía.

Tomé el libro y comencé a leer en voz baja, eligiendo una historia que sabía que podría atraer su atención.

Mientras leía, el ambiente se volvió más relajado, aunque el príncipe no lo admitiera. Fenris, que antes parecía tan inquieto, ahora reposaba a los pies de su amo, dejando que mi voz llenara el silencio de la habitación.

A lo largo del día, traté de estar más cerca de él sin forzar su compañía, siendo más cálida, más abierta. Aunque no respondiera a mis intentos por animarlo, noté que su severidad se suavizaba un poco. Ya no era tan brusco en sus palabras, y a pesar de que seguía con esa actitud arrogante, algo en su mirada parecía menos hostil.

Al caer la noche, después de ayudarle con su cena, el príncipe, por primera vez, no exigió que me fuera de inmediato. Al contrario, me pidió que me quedara un rato más.

—¿Por qué sigues aquí, Amber? —preguntó de repente mientras se recostaba en su cama.

—Porque me lo ha pedido, mi Lord —respondí con una ligera sonrisa, sentándome en una silla cercana.

Él me miró con esa intensidad que a veces me desarmaba, pero esta vez no había ni enojo ni burla en sus ojos. Era una especie de curiosidad.

—No eres como las otras sirvientas. Ellas no se molestaban en hablar conmigo. Hacían lo que les pedía y se iban —comentó, su tono más bajo de lo usual.

Me encogí de hombros.

—Quizás porque veo algo diferente en usted, mi Lord.

Él frunció el ceño ligeramente, pero no respondió. En lugar de ello, simplemente cerró los ojos, cansado. Me quedé mirándolo, preocupada por la tristeza que lo envolvía, y antes de darme cuenta, el cansancio también comenzó a pesar sobre mí.

Había estado agotada durante días, tanto física como emocionalmente, y mientras lo observaba dormir, mis párpados comenzaron a caer. Me quedé dormida, sin siquiera darme cuenta.

Cuando abrí los ojos al día siguiente, lo primero que sentí fue una punzada de pánico. Estaba acurrucada en la silla, y el sol ya iluminaba la habitación. Me enderecé rápidamente, asustada al darme cuenta de que me había quedado dormida mientras lo miraba.

—Lo siento, mi Lord… no fue mi intención —murmuré apresuradamente, esperando que estuviera enfadado.

Sin embargo, él no lo estaba. De hecho, cuando giré la cabeza para mirarlo, lo encontré observándome con una expresión que no había visto antes en su rostro. Era casi… ¿afectuosa?

—No te preocupes, Amber. No hiciste nada malo —dijo en voz baja, sorprendiendo a Fenris, que levantó la cabeza al oír su tono suave.

Me quedé paralizada un momento, sin saber cómo responder. El príncipe, que siempre había sido distante y arrogante, estaba mostrándome una pequeña chispa de amabilidad.

—De hecho… —continuó él, volviendo a su tono habitual—. Me gusta que te quedes más tiempo conmigo. No tengo por qué estar solo cuando puedo tener compañía.

—Como desee, mi Lord —respondí, todavía sorprendida por el cambio en su actitud.

A partir de ese día, comenzó a exigirme más tiempo a su lado, cada vez alargando más las horas que debía pasar con él. Aunque su tono arrogante no desapareció por completo, algo había cambiado entre nosotros.

Su tristeza seguía ahí, pero poco a poco, parecía que mi presencia le daba algo de consuelo, aunque no lo admitiera. Y cada vez que cerraba los ojos al final del día, sabía que no me iría hasta que él estuviera dormido.

Era como si, sin quererlo, hubiera empezado a formar parte de su vida de una manera que nunca hubiera imaginado.

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