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Capítulo 20 – Pactos y Traiciones

Sasha

El olor a sangre aún flota en el aire mientras avanzamos con cautela por el bosque. El silencio es opresivo, cada susurro de hoja parece anunciar un ataque inminente.

Dante camina a mi lado, tenso, listo para saltar ante la menor amenaza. Adrian sigue de cerca, su mirada escrutando la oscuridad con una precisión casi sobrenatural. Entre ellos, siento una tensión eléctrica, una mezcla de animosidad y desconfianza que amenaza con estallar en cualquier momento.

— Deberíamos separarnos, murmura Dante, con los ojos fijos al frente.

— Sería un error, replica Adrian. Si estamos divididos, seremos presas fáciles.

Dante gruñe, pero no responde. Sabe que Adrian tiene razón, aunque se niega a admitirlo.

Seguimos avanzando, hasta que un olor extraño me hace detenerme en seco. Un olor metálico, empapante...

Sangre.

Extiendo la mano para detener a Dante, luego a Adrian.

— Hay algo adelante, susurro.

Dante asiente y se agacha ligeramente, listo para atacar. Adrian, en cambio, permanece erguido, su mirada penetrante ya buscando lo que nos espera.

Nos adentramos un poco más en la oscuridad hasta que el claro se abre ante nosotros.

Y lo que vemos nos hiela la sangre.

Tres cuerpos yacen en el suelo, destrozados. Lobos.

— M****a... sisea Dante.

Me agacho, posando mi mano sobre el pecho de uno de los cuerpos. Aún está caliente. Fueron asesinados recientemente.

— No son de los nuestros, dice Adrian acurrucándose a mi lado.

Asiento. No, no son parte de nuestra manada. Son extranjeros, pero ¿por qué estaban aquí?

— Mira eso, murmura Dante señalando una marca en uno de los cuerpos.

Un símbolo ha sido grabado en la piel del lobo muerto. Una marca circular con colmillos estilizados.

— Es una advertencia, dice Adrian con voz grave.

¿Una advertencia de quién?

Me enderezo, mis pensamientos encadenando ya las posibilidades.

— Alguien está tratando de provocar una guerra, digo.

— Y están dispuestos a matar por ello, añade Dante, con la mirada oscura.

El viento se levanta, llevándose consigo el olor a sangre y muerte.

Pero detrás de esta violencia, siento algo más.

Una presencia.

— No estamos solos, murmura Adrian.

Me pongo en tensión, todos mis sentidos alerta.

Un crujido de rama nos hace girar al unísono.

Y entonces, aparecen.

Silhouetas emergen de la sombra, avanzando lentamente hacia nosotros. Una docena, tal vez más. Sus ojos brillan en la noche, destellos rojos y dorados.

Lobos y vampiros, codo a codo.

Y en medio de ellos, una figura que reconozco al instante.

Un escalofrío recorre mi columna vertebral.

— Isaak...

El hombre se detiene a unos metros de nosotros, una sonrisa divertida extendiendo sus finos labios.

— Sasha Morvan, dice con un tono falsamente cordial. Siempre en el centro de los problemas, según veo.

Dante se tensa de inmediato, listo para atacar.

Adrian, en cambio, no se mueve. Pero su aura se torna más oscura, más amenazante.

Isaak.

Un antiguo aliado de mi familia, antes de que nos traicionara para unirse a las filas de los vampiros.

— ¿Qué quieres? escupo.

Él ríe suavemente.

— Oh, nada extraordinario. Echa un vistazo a los cadáveres. Solo quería ver si entenderías el mensaje.

Apreto los puños.

— Fuiste tú.

— ¿Yo? Levanta una ceja, fingiendo inocencia. Deberías saber que las guerras nunca comienzan con un solo golpe de garra.

Mi corazón late más fuerte, la rabia burbujeando en mí.

Él juega con nosotros.

Y esto es solo el comienzo.

Sasha

El aire está saturado de electricidad, cada músculo de mi cuerpo tenso al extremo. A nuestro alrededor, las siluetas enemigas se congelan, esperando una orden. Isaak, por su parte, se mantiene inmóvil, su sonrisa siempre pegada a sus labios como si saboreara el momento.

— ¿Por qué masacrar a estos lobos? pregunto, mi voz vibrante de ira.

Isaak inclina la cabeza, fingiendo inocencia.

— Porque estaban en el lugar equivocado, en el momento equivocado.

Siento a Dante hervir a mi lado, listo para saltar. Adrian, en cambio, permanece frío, impenetrable.

— Deja de jugar, gruñe Dante. ¿Quieres la guerra?

— ¿La guerra? repite Isaak alzando una ceja. Vamos, Dante, deberías saber que una guerra no se desata tan fácilmente. Se necesita un buen pretexto.

Su mirada se desliza hacia mí, y siento una extraña sensación en mi pecho. Como un mal presagio.

— Y precisamente he encontrado el pretexto perfecto, continúa.

Un movimiento detrás de él atrae mi atención. Dos vampiros arrastran un cuerpo entre ellos, dejándolo caer pesadamente al suelo.

Contengo la respiración.

Es un lobo, aún con vida, pero apenas consciente. Su rostro está cubierto de sangre, su respiración laboriosa.

— Uno de los suyos, murmura Adrian.

Me adelanto un paso, mis instintos en alerta.

— Sasha, no hagas eso, advierte Dante.

Pero lo ignoro. Algo no está bien.

Me agacho frente al lobo herido, posando suavemente una mano en su pecho. Sus ojos se abren con dificultad, tratando de verme.

— S... Sasha... logra murmurar.

Un escalofrío me recorre. ¿Me conoce?

Me vuelvo hacia Isaak, el corazón latiendo con fuerza.

— ¿Quién es él?

— Un simple mensajero, responde encogiéndose de hombros. Pero tiene una información crucial. Algo que podría cambiarlo todo.

Aprecio los dientes.

— Dime lo que quieres, Isaak.

Su sonrisa se ensancha.

— A ti.

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