Sasha
—No tienes que decirme lo que quiero, Dante.
Su mandíbula se tensa, los músculos de su cuello se marcan con furia contenida.
—¿Entonces es verdad? —su voz corta como una cuchilla—. ¿Eso es lo que quieres ahora?
No respondo.
Porque, en el fondo, no lo sé.
Y esa incertidumbre es más peligrosa que cualquier mentira.
Dante exhala con violencia, un rugido contenido que llena el aire. Da un paso atrás, y su ausencia repentina me deja helada.
—He luchado por ti, Sasha. Me he desangrado por ti. ¿Y ahora dudas?
Sus palabras me atraviesan, desgarrando lo poco que queda de mis defensas.
—No es solo eso... —murmuro.
—¿Entonces qué es?
Su voz ya no lleva ira. Solo desesperación.
Pero antes de que pueda abrirme, de que logre reunir las piezas rotas de mi corazón, un sonido irrumpe en la tensión.
Un aplauso lento, cargado de sarcasmo.
Giramos al mismo tiempo.
Apoyado con indiferencia en el marco de la puerta, con una sonrisa burlona en los labios, está Adrian.
—Vaya, vaya... fascinante escena.
Su voz rebosa diversión, pero sus ojos... sus ojos están más oscuros que nunca. Arden con algo que no alcanzo a descifrar.
Posesión.
Dante se queda inmóvil. Todo su cuerpo se tensa, preparado para el ataque.
—Estás jugando con fuego, vampiro.
Adrian ladea la cabeza, su sonrisa se ensancha.
—Y tú escondes tu inseguridad mejor de lo que pensaba, lobo.
El aire se vuelve irrespirable. Cargado de electricidad, de deseo contenido, de amenazas no dichas.
Y yo, atrapada justo en medio del huracán.
---
Sasha
Siento la tensión vibrar entre ellos como un rayo a punto de estallar.
Dante y Adrian no se enfrentan solo con palabras. Se están midiendo, acechando como bestias salvajes. Uno es impulso, furia, fuego. El otro, cálculo frío, seducción venenosa.
Ambos me miran como si fuera un premio.
Una parte de mí quiere intervenir, decir algo, romper este momento. Pero otra... otra desea ver hasta dónde están dispuestos a llegar por mí.
Adrian entra con paso lento, deliberado, sus ojos clavados en los de Dante. Su sonrisa es peligrosa.
—¿Por qué tanto odio, lobo? —su voz es seda envenenada—. ¿Celos? No te sientan bien.
Dante ruge, un sonido profundo que resuena en mis entrañas, despertando algo que me da miedo nombrar.
—Lárgate de aquí, Adrian.
—¿Y si no lo hago? —avanza otro paso, disfrutando del caos—. ¿Me morderás el cuello? Sabemos que eso sería un grave error.
—Tú ya lo eres.
Adrian suelta una carcajada baja.
—Y aun así, ella duda, ¿no? —gira su mirada hacia mí, atravesándome—. Dudas, Sasha. ¿Por qué?
Aprieto la mandíbula.
—No te pertenezco.
—No —susurra, su mirada se oscurece aún más—. Pero tampoco le perteneces a él.
Dante da un paso amenazante hacia adelante. En un parpadeo, Adrian ya está frente a él. Sus rostros, a escasos centímetros. La tensión estalla.
—No me provoques, vampiro.
—No tienes idea de lo que soy capaz, lobo.
Un segundo más, y se desatará el infierno.
Así que hago lo único que puedo.
Me coloco entre ellos, con una mano en el pecho de Dante, la otra sobre el de Adrian.
Dos corazones latiendo desbocados bajo mis dedos.
—Basta.
Una sola palabra. Pero suficiente para atravesar su ira.
Adrian me observa fijamente, sus ojos brillando como brasas.
—¿Quieres que me detenga? —murmura, una provocación envuelta en terciopelo.
Sostengo su mirada sin parpadear.
—Sí.
Me examina un segundo eterno. Luego retrocede lentamente, levantando las manos.
—Está bien —dice con una sonrisa ambigua—. Pero recuerda algo, Sasha... esto no ha terminado.
No respondo.
Porque lo sé.
---
Esa noche no puedo dormir.
Permanezco tendida, mirando el techo, con la mente hecha un nudo.
Dante. Adrian.
Dos fuerzas opuestas, dos extremos de un mismo abismo. Y yo, atrapada entre ellos, incapaz de elegir, o tal vez, sin querer hacerlo.
¿El problema?
No sé si quiero resistirme a esta guerra.
Un leve sonido me saca de mis pensamientos. Una luz tenue se cuela por la rendija de la puerta.
Me incorporo, alerta.
Entonces, desde las sombras, una figura emerge. Silenciosa. Elegante.
Adrian.
—Estás loco por venir hasta aquí.
Camina hacia mí con calma, sin rastro de burla en su rostro esta vez. Solo algo crudo, intenso.
—Siempre arriesgo por lo que vale la pena.
Se detiene frente a mí. En la oscuridad, sus ojos centellean como llamas contenidas.
—Y tú, Sasha... —roza mi barbilla con los dedos, una caricia leve, pero que me deja sin aliento—. Tú lo vales.
Contengo la respiración.
Porque esta vez, ya no puedo engañarme.
Este juego... me está consumiendo viva.
Y quizá, en el fondo, no quiero apagar el incendio.
SashaNo debería dejarlo quedarse.Pero no me muevo.Adrian está justo frente a mí, tan cerca que siento la fría fascinación de su aura. Su mirada es intensa, ardiente de una emoción que no quiero nombrar.— ¿Por qué has venido? mi voz es baja, casi ronca.Su sonrisa se estira lentamente, una mezcla de provocación y promesa.— ¿Por qué crees?Da un paso hacia mí, y me contengo de retroceder. Sería mostrar debilidad, y frente a él, no puedo permitírmelo.— Estás jugando un juego peligroso, Adrian.— ¿Y tú, Sasha? Su voz es un susurro, una caricia helada sobre mi piel. ¿Crees que soy el único que corre riesgos aquí?Su dedo se desliza suavemente por debajo de mi mentón, obligándome a elevar la mirada hacia él. Su toque es ligero, casi irreal, pero siento su efecto como una quemadura.Debería empujarlo.Pero no lo hago.— Suéltame.— Mentira.Un aliento. Un destello de segundo donde veo en sus ojos un brillo peligroso, el de un hombre que ya ha ganado antes de que la pelea comience.Lueg
SashaMe quedo paralizada.No es un desconocido.— ¿Dante?Se da la vuelta lentamente hacia mí, sus ojos dorados brillando en la noche. No parece sorprendido de verme.— ¿Me sigues ahora? Su voz es calma, pero hay una tensión subyacente.— Te sentí. Entrecierro los ojos, sintiendo algo extraño en su aura. ¿Cazas?No responde de inmediato.— Sí.Su mirada no se aparta de mí, y un escalofrío recorre mi espalda.— ¿Un vampiro?— Sí.Me enderezo, desconfiada.— ¿Desde cuándo cazas vampiros solo, Dante?Una sonrisa fría roza sus labios.— Desde que una cierta sanguijuela empieza a rondarte.La celosía atraviesa su voz, cruda, incontrolable.— No es tu problema.— Sí, lo es. Da un paso hacia mí, su mirada ardiendo de ira contenida. Eres parte de nuestra manada. Eres parte de mí, Sasha.Aprieto los puños.— No. Soy libre.Su mirada se oscurece, y durante un instante, creo que va a explotar.Pero en su lugar, suspira y aparta la mirada.— Sasha… Su voz es más suave esta vez. Sabes muy bien lo
SashaAdrian se apoya en la mesa, colocando sus antebrazos sobre ella con una despreocupación controlada.— Estamos de acuerdo.Dante estalla en una risa, un sonido breve y cortante.— ¿Ah sí?Adrian no parpadea.— Contrario a lo que piensas, no tengo ningún interés en exterminar tu especie.— No, solo en tomar lo que no te pertenece, gruñe Dante.Una sonrisa peligrosa roza los labios de Adrian.— ¿Es eso lo que crees, Dante? ¿Que tomo lo que no es mío?La atmósfera se vuelve pesada. Ya no están hablando de guerra.Están hablando de mí.Me mantengo impasible, negándome a ser arrastrada a su juego.Tobias suspira, ya cansado de esta tensión insoportable.— Basta. Esta reunión no concierne a Sasha.Pero la mirada de Adrian se detiene en mí, como diciendo: Todo te concierne.---Las horas pasan. Hablan de territorios neutrales, de acuerdos comerciales, de reglas a seguir en caso de conflicto. De política, pero en verdad, solo es una cuestión de poder.Dante no cree ni una palabra de Adri
SashaÉl me suelta de inmediato, como si mi contacto lo quemara.Su mirada se oscurece.— Siempre te he protegido.— Y Adrian también, de cierta manera.Él ríe, un sonido amargo.— ¿Así que eso es? ¿Ahora lo defiendes?— No defiendo a nadie. Solo trato de entender.Dante pasa una mano por su cabello, visiblemente al borde de la explosión.— Él juega contigo. Te manipula. Quiere poseerte.— ¿Y tú, Dante? Susurro. ¿Qué quieres?Él me fija, sus pupilas dilatadas por una emoción cruda.Veo la respuesta en sus ojos antes de que la pronuncie.— Tú.Su confesión resuena entre nosotros como un trueno.Pero antes de que pueda responder, un aullido retumba a lo lejos. Un aullido de lobo, seguido de un grito humano.La alerta.Dante se queda paralizado, inmediatamente en modo de combate. Yo también.— Vamos.Corremos a través del bosque, nuestros sentidos alerta. El olor a sangre es fuerte, demasiado fuerte.En el borde del territorio, una escena de caos nos espera.Tres de nuestros lobos están
SashaLa noche es sofocante.Hemos dejado el bosque, pero el peso de lo que acaba de suceder permanece en el aire. Enzo camina a mi lado, su respiración es superficial, el agotamiento marcado en sus rasgos. Adrian sigue justo detrás, silencioso pero irradiando una extraña energía, burbujeante.Y Dante…Él se queda atrás, manteniendo su distancia. Pero puedo sentir sus ojos ardiendo en mi espalda incluso sin girarme.El vínculo que ahora me une a Adrian pulsa en mis venas como un calor persistente, una corriente eléctrica bajo mi piel. No duele, pero es abrumador. Cada latido de mi corazón parece sincronizado con el suyo. Cada movimiento que hago, sé que él lo percibe.Y él también lo siente.Puedo sentirlo.La realidad de esto me golpea con fuerza.— Necesitamos encontrar refugio para la noche, murmura Enzo, su voz aún débil.Asiento, escaneando los alrededores. Estamos lejos del territorio Morvan, en terreno neutral. Este no es un lugar donde podamos quedarnos. Demasiado arriesgado.
Capítulo 1 - La noche de los depredadoresSashaLa noche huele a ceniza y a sangre.Avanzo por los callejones oscuros de la ciudad, con el olor a humedad pegado a mi piel. Mi corazón late con un ritmo frenético, no por miedo, sino por ira. Esta noche, mi padre quiso sellar mi destino con un anillo y una alianza que no me pertenece.—Tienes que pensar en la manada, Sasha.—Un alfa no elige a su pareja por amor, sino por deber.Sus palabras siguen resonando en mi mente, quemando mi alma más intensamente que las llamas de una guerra. La manada Morvan ha reinado sobre esta ciudad durante décadas, imponiendo su ley a otros clanes, a los humanos, a todos los que se atreven a oponerse. Y yo, como hija del alfa, supuestamente debo perpetuar esa supremacía. Se espera que me case con un hombre al que no amo, que tenga sus hijos, que fortalezca alianzas sometiéndome a tradiciones que ya no significan nada para mí.Pero no soy una moneda de cambio. No soy una princesa vendida por el bien de un im
Capítulo 2 – Pacto de Sangre y LunaSashaHay algo en él que me atrae. No es solo su aura, ni la emoción del peligro que representa. Es algo más profundo. Más antiguo. Un eco que no comprendo, pero que no puedo ignorar.—¿Tienes un deseo suicida, vampiro? —pregunto con voz tranquila, aunque cargada de advertencia.Se ríe. Un sonido grave y dulce que se desliza por mi piel como una promesa prohibida.—Si ese fuera el caso, no arruinaría mi última noche con una lobita como tú.Maldito arrogante.—Alvero, ¿qué haces aquí? —respondo con los ojos entrecerrados.No contesta de inmediato. Se incorpora con una gracia sobrenatural, alejándose del muro con movimientos lentos y elegantes. Se acerca lo suficiente como para que pueda ver el brillo hipnótico de sus ojos.—Tal vez tenía curiosidad —dice al fin, con un tono casual—. O tal vez me gusta observar a los lobos que no parecen cómodos con su propia piel.Sus palabras me golpean. Demasiado acertadas. Mi rostro permanece impasible, pero por d
Capítulo 3 – Entre sangre y fuegoSashaDante Moretti no es solo un lobo. Es uno de los secuaces más temidos de mi padre, su brazo derecho en los asuntos más oscuros. También es mi futuro esposo… al menos si mi padre consigue lo que quiere.Dante es todo lo que un alfa debe ser: fuerte, despiadado, obediente. Nunca cuestiona las órdenes. Nunca duda.Pero esta noche, en su mirada veo algo más. Algo más oscuro.Celos.—Sasha —dijo con un tono bajo, contenido.Me obligo a mantener el rostro neutro, aunque ya sé que esta reunión va a acabar mal.—¿Qué haces aquí, Dante?Su mirada se detiene en Adrián un segundo demasiado largo antes de volver a mí.—Debería hacerte la misma pregunta. Aunque yo no tengo nada que esconder.Su voz corta como una cuchilla. ¿Qué cree? ¿Que me estoy revolcando con un vampiro en un callejón oscuro?... Mierda.Es exactamente lo que parece.—No es lo que piensas —empiezo a decir.—¿Ah, no? —Se acerca, y puedo sentir su energía vibrar contra mi piel—. Entonces exp