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Capítulo 17 – La Llamada de la Sangre

Dante

Está muy cerca. El aire parece vibrar a nuestro alrededor, como cargado de una tensión eléctrica.

— ¿Por qué? pregunto, con la voz más débil de lo que hubiera querido.

Un silencio se extiende entre nosotros. Luego, Adrian levanta una mano y acaricia mi mejilla con la punta de los dedos.

— Porque eres mía.

Su aliento caliente acaricia mi piel, y me estremezco a pesar de mí misma.

— No soy de nadie.

Sonríe, una sonrisa lenta y peligrosa.

— Dices eso… pero tu corazón late demasiado rápido.

Lo empujo, más para protegerme de mí misma que de él.

— Eres patético si crees que voy a caer bajo tu encanto de vampiro.

Adrian no retrocede. Sigue mirándome, y hay en su mirada algo más profundo que un simple deseo de posesión.

— No es mi encanto lo que te asusta, Sasha. Eres tú misma.

No soporto su clarividencia.

Entonces, hago lo que mejor sé hacer: huyo.

El aire de la noche me quema los pulmones mientras acelero por la sinuosa carretera que lleva a la mansión de los vampiros.

Cada segundo cuenta.

Los ancianos del clan han decidido no esperar. Para ellos, Sasha es un problema que eliminar. Un peligro para el equilibrio del poder.

Pero se equivocan.

Sasha no es una amenaza.

Ella es mi fuerza.

Agarro el manillar, con las mandíbulas apretadas.

Cuando llegue allí, haré lo que sea necesario. Aunque tenga que declarar la guerra a los bebedores de sangre.

Ella es mía.

Y estoy dispuesto a matar para recuperarla.

Adrian

La miro huir, y sin embargo, no la detengo.

No esta vez.

Ella volverá.

Aún no lo sabe, pero ya me pertenece.

Me giro hacia Enzo, que espera en las sombras, con su sonrisa burlona siempre en su lugar.

— ¿Vas a dejar que te resista mucho tiempo?

— Ella necesita entender.

— ¿Y si elige irse?

Mi mirada se endurece.

— Entonces yo la traeré de vuelta.

Pero un ruido a lo lejos atrae mi atención.

Un motor.

Y un latido que reconocería entre mil.

Dante.

Una sonrisa cruel se dibuja en mis labios.

Perfecto.

Si el lobo quiere pelear…

Le mostraré quién realmente tiene a Sasha.

Sasha

La noche es pesada, cargada de una tensión que se adhiere a mi piel como una segunda naturaleza. He huido de Adrian, pero la realidad siempre me alcanza. No importa cuánto corra, cuánto intente negar lo que arde dentro de mí, él está ahí, grabado en mi mente, como una sombra que no puedo ahuyentar.

Cruzo los oscuros pasillos de la mansión, con la respiración entrecortada. Mis pasos resuenan apenas sobre las alfombras gruesas, pero sé que él me escucha. Me siente. Me acecha sin siquiera moverse.

Llego a una terraza que da a los jardines, con la esperanza de encontrar algo de calma. El aire fresco acaricia mi piel y alivia ligeramente el tumulto dentro de mí. Pero mi respiro es de corta duración.

Un rugido resuena detrás de mí.

Me quedo paralizada.

No necesito darme la vuelta para saber quién está allí.

— Siempre estás corriendo, Sasha.

La voz grave de Dante me atraviesa como una hoja.

Me doy la vuelta lentamente, con el corazón latiendo desbocado.

Él está allí, en la sombra, con su mirada ardiente fija en mí. Su chaqueta de cuero está cubierta de polvo, como si hubiera rodado sin descanso para encontrarme. Su pecho se eleva al ritmo de una respiración tensa, y veo en sus ojos una mezcla de rabia y alivio.

— No debiste venir.

— Y tú nunca debiste quedarte.

Se acerca, y el olor del viento nocturno mezclado con el metal inunda mis sentidos. Dante siempre ha tenido esa aura cruda, indomable, y en este momento, es más peligroso que nunca.

— ¿Viniste aquí para llevarme de vuelta? susurro.

No responde de inmediato. En lugar de eso, extiende la mano, acaricia mi mejilla con la punta de los dedos, como para asegurarse de que soy real.

— Vine a recordarte quién eres.

Cierro los ojos bajo su contacto, un escalofrío recorriendo mi columna.

— Sé muy bien quién soy, Dante.

— Entonces, ¿por qué sigues aquí? ¿Con ellos? ¿Con… él?

Su tono se endurece, y sé que habla de Adrian.

Reabro los ojos y sostengo su mirada.

— No es tan simple.

— Lo es. No eres de los suyos.

Se acerca aún más, y mi espalda choca contra la barandilla de piedra de la terraza.

— Déjame sacarte de aquí, Sasha.

Su aliento es cálido contra mis labios. Su mirada es posesiva, implorante, devoradora.

Y, sin embargo…

— No te corresponde a ti decidir.

Su mandíbula se tensa.

— Sientes algo por él.

No hace la pregunta. Afirma un hecho.

Y no tengo nada que responder.

Porque sí, Adrian me atrae. Me consume. Me inquieta de una manera que no puedo explicar. Pero Dante… Dante es mi pasado, mi ancla, quien siempre ha estado ahí.

— No cambia nada, murmuro.

Pero ambos sabemos que eso es falso.

Un ruido detrás de nosotros rompe el silencio cargado de emociones.

Y de un solo movimiento, Dante se gira, sacando un cuchillo de su chaqueta.

Una silueta se dibuja en la sombra.

Adrian.

Sus ojos escarlata brillan bajo la luna.

— Me preguntaba cuándo finalmente te mostrarías, dice con un tono calmado.

Dante gruñe, su agarre en su arma se aferra.

— No estoy aquí para hablar.

Una sonrisa se desliza por los labios de Adrian.

— Yo tampoco.

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