El tiempo transcurría de manera extraña, no podía decir cuanto llevaba en la discoteca, pero debían haber transcurrido varias horas. La cabeza me daba vueltas debido a la cantidad excesiva de licor que había consumido, no recordaba haber pagado nada de eso. La música estaba a tope y piel brillaba a causa del sudor que me cubría, una sonrisa estúpida adornaba mis labios, reflejando mi ebriedad.
Aparte un mechón de mi cabello que se me había pecado a la frente, estaba haciendo demasiado calor. Tuve que alejarme de la pista de baile y fui directamente al baño. Cerré la puerta detrás de mí y examiné los cubículos uno a uno, aparentemente me encontraba sola. Abrí el grifo, mojando mi rostro. El agua despertó nuevamente mis sentidos y redujo considerablemente mi borrachera, ya no estaba tan mareada como antes y podía enfocar las figuras que me rodeaban.
Saqué un pañuelo de mi bolso y sequé la cara y cuello, quitándome los restos del sudor. El agua había corrido parcialmente mi maquillaje, así que tuve que retocarme. Ya fue suficiente por una noche, lo mejor es que volviera a casa. Hale la puerta para marcharme, pero alguien me empujo de nuevo a dentro del baño.
—¿Pero qué… —Mi pregunta fue ahogada porque me estamparon contra la pared. —¿Qué demonios te pasa, imbécil? —interrogue alzando el mentó para observar a quién se ha atrevido a atacarme. Definitivamente era un idiota.
El hombre frente a mí era rubio, de ojos verdes y al menos una cabeza más alto que yo, tenía la piel bronceada y era poco musculoso. En las pupilas podía ver varias motas rojas, señal de que se encontraba drogado. Volvía estar repentinamente sobria y mi mente comenzó a funcionar a toda velocidad.
Los años de entrenamiento me hicieron observar de un lado al otro, tratando de buscar una especie de salida y el arma que colgaba en mi cintura se volvía pesada. Pensaba en cómo hacerle una llave y evaluaba la presión con la que sujetaba mis muñecas, ¿Cuándo tiempo me tomaría imposibilitarlo? Sin embargo, no tuve necesidad de eso, pues un disparo se escuchó, alertando a mi atacante.
Lo vi caer de rodillas y fue entonces cuando reparé en la herida que tenía en la pierna. Los alaridos no se hicieron esperar, pero lo que llamó mi atención fue el guardia de seguridad que estaba parado en la puerta, pistola en mano y un semblante asesino en el rostro. Alonzo parecía estar frenándose para no matarlo.
—Vámonos. —ordené caminando en su dirección y halándolo del brazo.
Era consciente de que un escándalo no me convenía ahora mismo. El resto de los voyeviki se acercaron a nosotros, ya ajustaría cuentas con ellos después por no estar atentos en todo momento. Les hice una seña con la cabeza para que se encargaran de sacar la basura. Camine justo hasta la terraza del lugar, sin parar.
—¿Se puede saber qué acabas de hacer? —demande en cuanto estuvimos fuera de miradas curiosas. —¿Sabes los problemas que tendríamos si ese hombre muriera? —cuestione, todavía lo tenía tomado por el brazo y mis uñas se clavaban.
—Y bien merecido se lo tendría por atreverse a tocarte. —siseó logrando que frunciera el ceño. Mi corazón dio un vuelco al escucharlo, pero seguramente era todo el alcohol en mi sistema. —Esto no hubiese pasado, si te quedarás en casa tranquila y sin buscar problemas, como te lo ordenaron. —exclamó fastidiado.
La rabia comenzó a subir por mi torrente sanguíneo a una enorme velocidad.
—¿Quién te crees para hablarme de esa manera? —Alce mi mano dispuesta a abofetearlo por su atrevimiento, pero la detuvo en el aire con la suya. —Suéltame. —ordene removiéndome como un animal rabioso. —Te he dicho que me sueltes.
En lugar de cumplir con mis demandas, deslizó una mano por mi cintura, atrayéndome más a él. Quedamos tan cerca que podía contar las pestañas que cubrían sus ojos de haberlo querido. Mi ritmo cardiaco había aumentado y también mis nervios, quería decir algo, pero las palabras simplemente no deseaban salir.
Una sonrisa socarrona apareció en la boca del guardia, se veía divertido.
—¿Te comieron la lengua los ratones, princesa? —susurró en mi oído, inclinándose para que lo escuchara claramente. Su aliento era realmente cálido.
La forma en que pronunciaba mi apodo me puso la piel de gallina. Jamás pensé que una simple palabra sonara tan sensual en sus labios.
—Parece que la tigresa no tiene tantas garras como creí. —afirmó burló.
—Suéltame o atente a las consecuencias. —dije en el tono más amenazante que fui capaz de conjurar, pero sonó como si le rogara. —Ahora mismo. —repetí.
—De niña eras mucho más linda, cuando no tratabas de amenazarme. —comentó tomándome por sorpresa. —Aunque aún lo sigues siendo, pero que creas que puedes darme ordenes solo te vuelve más tierna. —Su mirada bajó a mis labios y por instinto yo hice lo mismo con los suyos. ¿Qué estaría pasando por su mente?
—Ni pienses en… —La amenaza murió en mi boca cuando esta se vio abordada por la de Alonzo, quien ahora me estaba besando como un desesperado.
Al principio no respondía debido a lo sorprendida que estaba, sin embargo, los labios de Alonzo se movían habidos encima de los míos, instándome a que le respondiera de vuelta. Así lo hice, mis manos viajaron hasta su rostro para pegarlo más contra mí. Gire el cuello y antes de darme cuenta nuestras lenguas estaban librando una batalla para mantener el control del beso. Sonreí en medio de esto.
Nos separamos por falta de aire y hilillo de saliva quedo entre ambos, siendo prueba de lo que acabamos de hacer. Alonzo ubicó uno de sus dedos debajo de mi barbilla, levantándola para que lo mirara directamente. Las pupilas se le habían oscurecido ligeramente y mis mejillas estaban ardiendo, probablemente rojísimas.
—¿Por qué me besaste? —cuestione apartando la mirada, sonrojada.
—Fue lo único que se me ocurrió para que dejarás de regañarme. —dijo.
Seguramente la confusión estaba plasmada en mi rostro, enarque una ceja en su dirección. De todas las explicaciones que esperaba, definitivamente esa no la esperaba. Desconcertada lo tomé por la corbata que traía, atrayéndolo a mi altura.
—Así que te has sentido con el derecho a besarme. —expresé pasando un dedo en su mejilla. —No vuelvas a hacerlo, a menos que quieras quedarte sin lengua. —advertí enrollando la corbata en mi mano. Alonzo asintió sonriendo.
—Como mandes, princesa. —Ahí estaba de nuevo ese tono de voz coqueto.
¿Creía que era el único que podía jugar a este juego? Se equivocaba por completo. Sin pensarlo pose mis labios sobre los suyos, devolviéndole el gesto que tuvo conmigo. A diferencia de mí, Alonzo no dudo en responderme con ansias.
Nos besábamos con pasión y un deseo que hasta ahora me era desconocido. Alonzo movía sus manos inseguras sobre mi cintura, levantando el vestido que llevaba. Y yo me encontraba demasiado ocupado desatando su corbata y tanteando los músculos que sentía sobre la camisa blanca que llevaba. Saboree cada instante.
—Vamos a otro lugar, aquí alguien puede vernos. —dijo separándose de mí. Asiento sin siquiera pensarlo y me agarró de la cintura, levantándome con una sola mano. —Tengo una llave de las habitaciones. —informó mostrándome la pieza.
—¿Cómo es que tienes algo así? —pregunte trasladando los besos a su cuello.
Alonzo siempre ha sido guapo, así que seguramente ha venido antes con cientos de mujeres. Aquel pensamiento no me gusto para nada. El guardaespaldas volvió a besarme, anticipando la idea que cruzaba mi cerebro, lo besó de vuelta.
Nos llevó a ambos hasta una zona vip del club, en dónde se abría un pasillo llenó de habitaciones de hotel. Alonzo se detuvo en una y posó la llave sobre le escáner, mientras me tenía a mí encima mordiendo su oreja y tanteando su brazo.
Una vez dentro me lanzó sobre la cama, viéndose encima de mí. Su mano fue debajo de mi vestido, tocando la orilla de mis bragas. Comencé a desabrocharle la camisa y la dejamos caer a un lado junto con el saco. El siguiente fue mi vestido, que cayó al piso, dejándome solamente en bragas, pues hoy no llevaba brasier.
—Definitivamente vas a acabar con mi cordura. —dijo prendiéndose de uno de mis pezones, que ya no podían estar más duros. —¿A quién pensabas recibir así? —preguntó mordiendo suavemente. La acción me hizo arquear fuerte la espalda. Los besos anteriores ya me tenían lo suficientemente mojada como para continuar.
—Para nadie. —respondí tomándolo del cabello. —Así que deja de molestar.
Esa noche Alonzo Rinaldi estuvo dentro de mí y fue una experiencia gloriosa. Lo hicimos dos veces más y cada una de ellas me hizo alcanzar las estrellas con el orgasmo liberador que me provoco. Acabe rendida en la cama, con la mente completamente en blanco y el cuerpo adolorido, pero totalmente complacida.
Desperté porque alguien estaba tocando la puerta desesperadamente. Me levante enojada, estaba completamente desnuda, así que tome una de las batas que daba el hotel para cubrirme. Mire por el rabillo del ojo, no recordaba mucho de la noche anterior y juro que será la última vez que bebo tanto como para olvidar.
Dejé a mi acompañante en la cama, debía decirle que se fuera cuanto antes y fui hacía la puerta, sacando la mata plateada de la bata. La cabeza me dolía.
—Espero que tengan una buena razón para despertarme o estarán una semana en las cloacas. —Levante la vista y quedé con la boca abierta. —¿Papá?
El Boss ni siquiera espero que yo le diera una respuesta, sino que entró de inmediato. Mi pulso se acelero al ver que sacaba la Makarov de su pantalón e iba directamente a la cama donde estaba el hombre desconocido con quien me acosté.
—¡Levántate ahora mismo, asqueroso traidor! —gritó sonando furioso.
El ruido hizo que el tipo despertará. Sentí que la presión se me bajaba, porque había tenido sexo con Alonzo Rinaldi y este parecía igual de confundido que yo, al menos hasta que notó que le apuntaban con un arma de frente. Terminó pálido.
Por Dios… De todos los hombres… ¿Por qué termine acostada con este? Ahora sí papá iba a matarme y bailar sobre mis cenizas.
—Papá, por favor, deja que te explique. —rogué tomándolo del brazo para evitar que matará al hombre, quien se levantó de inmediato.Alonzo estaba pálido y comenzó a vestirse rápidamente. El enojo del Boss parecía haber aumentado al ver la desnudez del que consideraba un hombre de confianza. —Tú has silencio, que después de encargarme de él sigo contigo. —siseó quitándole el seguro de la makarov. —¡Ven acá! —le gritó a Alonzo.Esto iba a terminar en un baño de sangre si no hacía algo ahora mismo, Alonzo o yo terminaríamos muertos o quizás a ambos si mi padre no se sentía realmente piadoso. ¿En qué demonios estaba pensando al acostarse con un guardia? Un voyeviki que había sido entrenado para matar, cuyas manos estaban manchadas de sangre.—¿Cómo te atreviste a acostarte con mi hija? —preguntó apuntadole directamente a la frente. —Obligaste a la siguiente líder. —siseó furioso.—Papá, él no me obligó a nada. —intento explicarle. —Por favor, déjame contarte.—¡No necesito saber cómo te
La koroleva de la mafia rusa me observaba con suspicacia, evidentemente no estaba feliz con lo que estaba viendo. Pensaba seriamente sobre cómo decirle que ahora iba a casarme. Por supuesto que esa no era una noticia que pudieras darle a tu madre en cualquier instante de tu vida y de manera tan intempestiva.Mucho menos si era la segunda al mando de una mafia tan sangrienta como la Bratva, sin embargo tenía que contarle y mejor que lo supiera por mí que por cualquier otra persona; sobre todo por papá, quien parecía realmente dispuesto a decirle toda la verdad sin anestesia.Ya había hecho enojar al Boss y no quería saber lo que me sucedería si también hacía enojar a la esposa del Pakhan. Mucha gente decía que papá era un hombre cruel y despiadado, no estaban equivocados del todo, por supuesto. Pero esas personas no conocían a mi madre en su momento más rabioso. Amaranta Ivankova se había criado en la mafia rusa igual que papá, mi abuelo había sido el anterior Boss de la Bratva y educó
Él vino de inmediato hacía mí, probablemente confiado en que podría derrumbarme debido a mi tamaño reducido en comparación con el suyo; no pude controlar la sonrisa divertida que se extendió por mis labios. Venía demasiado rápido y eso anunciaba un duro golpe, extendí mi brazo: “Acércate un poco más”.En cuanto el voyeviki estuvo a unos centímetros de mí, tomé su brazo antes de que se hiciera con el mío, junto con una parte de la camisa que traía. Lo halé con todas mis fuerzas, empujando hacía adelante; todo sucedió en cuestión de segundos, aunque ante mis ojos parecía como si fuese a cámara lenta. Cuando volví en mí, el escolta se encontraba en el suelo, respirando entrecortadamente debido al golpe tan doloroso.Sin embargo, la pelea no terminaba allí, pues barrió su pierna en mis pies, llevándome también hacía el piso. Le lance una agria mirada; ¡qué jugada más sucia! Mi espalda dolía debido al impacto, pero en unos segundos ambos estuvimos de pie nuevamente. Saltó hacía mí con sus
Habían pasado varios días desde mi última conversación con Alonzo y mis nervios estaban de punta. Durante ese tiempo no nos habíamos visto, ni siquiera por casualidad, comenzaba a pensar que me estaba evitando. No que aquello me molestase, por supuesto. Simplemente era extraño no tenerlo a mí alrededor ya que era mi guardaespaldas. Me preocupaba que descuidará su trabajo, mi propia vida estaría en riesgo si no lo hacía.—Hasta aquí llega el humo de tus neuronas quemandose. —comentó Vladimir con burla.Ese día no tuve mucho que hacer, así que decidí acompañar a los gemelos para distraerme. Esto es consecuencia del castigo de mi padre, ya no puedo encargarme de los negocios de la hermandad por un tiempo. Pero volviendo al tema, mis hermanos no eran precisamente las personas más divertidas que existen. Probablemente lo sacaron del Boss, aunque hasta él tenía sus limites en cuanto a relacionarse con otros.—¿No se supone que estás haciendo tu tarea? —pregunté acomodandome en el mueble. —C
Por mi estabilidad emocional decidí que lo mejor sería ignorar lo que acaba de decir, además, se me hacía tarde para entrar a clases. Sacudí la cabeza y me di la vuelta yendo directamente al edificio de la facultad, no necesitaba girarme para saber que Alonzo me seguí, escuchaba perfectamente su risa burlona, lo cual me hizo chasquear los dientes a manera de desagrado. Ese imbécil sí que sabía cómo ponerme de malas.La facultad de Derecho era bastante grande y comprendía varias carreras, también era la zona con menos mujeres del campus, así que nos conocíamos todas. En mi carrera solo éramos cinco, fue prácticamente predecible que nos volviéramos amigas, aunque a veces me estresaban.Como ahora, que cuatro de las estudiantes más prometedoras de balística me rodeaban nada más entrar al salón. Mis amigas me miraban como si fuese su salvación; fruncí el ceño, nada bueno saldría de esto.—No me importan lo que hicieron, arréglenselas ustedes solas.Tome asiento en mi puesto habitual mient
Las clases continuaron igual, aunque mis amigas de vez en cuando le lanzaban miradas suspicaces, temiendo que cambiara de opinión. Entre eso y la sombra de Alonzo siguiéndome distantemente por todo el campus era suficiente para volverme loca. Agradecí cuando pude salir de clases antes de tiempo, estaba apunto de salir del aula, pero de nuevo las chicas me arrastraron a la cafetería para “supuestamente” hablarme de algo.Mi paciencia comenzaba a llegar a su límite, pero me deje llevar.—¿Qué sucede? Ya les dije que haríamos la fiesta en mi casa. No hay ninguna necesidad de me traten como un saco de papas.—Has estado evitándonos toda la mañana, esta era la única manera de traerte sin llamar innecesariamente la atención. —comentó Nicole.Enarque una ceja. Debía estar tomándome el pelo.Claro, no querían llamar la atención... lo hicieron tan discretamente como un desfile de fuegos artificiales en medio de una biblioteca.Pensé mientras detallaba a todas las personas que se detuvieron par
—¿Creen que este me quede bien? —preguntó Nicole por quinta vez.Llevábamos ya tres horas en la boutique. Las cuatro estaban emocionadas desde que vieron todas las prendas disponibles. Por supuesto, eran de la más alta calidad y prestigio; solía venir a esta tienda con mi madre cuando necesitábamos vestidos para algún evento entre mafias.—Si decimos que sí, ¿nos podremos ir de inmediato? —rogué, apoyando la cabeza en el sofá.—Tú ni te quejes, ni siquiera has elegido un vestido.Esbocé una mueca de desagrado.—Ustedes querían que usara atuendos demasiado brillantes; iba a parecer un maldito árbol de Navidad.Reímos todas al unísono. Ya estaban acostumbradas a mi sentido del humor, aunque el brillo en los ojos de Amanda no me gustó para nada. Tampoco las miradas cómplices que intercambiaron Aleska y Sasha.¿Qué estaban tramando?Antes de darme cuenta, me empujaron a uno de los vestidores con al menos cinco conjuntos diferentes en mis brazos. Se estaban comportando de manera infantil.
Las manos de Alonzo se deslizaron por mi cintura, pegándome aún más a él. Sentí cómo su erección empezaba a formarse en sus pantalones, y mi propia humedad empapaba mi ropa interior. Su boca se separó de la mía y descendió directamente a mi cuello, donde comenzó a dejar pequeños mordiscos, para luego lamer esa misma zona. Mi cuerpo estaba a punto de estallar; no importaba dónde me tocara, el calor era el mismo. No podía controlar mis jadeos, ¿qué me estaba pasando?—Dominika, ¿estás bien? —La voz de Nicole me sacó de mi ensueño. —Llevamos un buen rato esperándote, se nos hará tarde.Pensé con desagrado: “Qué buena hora para llegar.”Intenté separarme de Alonzo, pero él aumentó la presión en mi cintura. Levanté una ceja en su dirección, ¿acaso no entendía la situación? Hice otro intento de soltarme, pero él me mantuvo en el mismo lugar. Quería gritarle: “¡Suéltame, maldito idiota!”—Tenemos que salir. —susurré mientras colocaba mis manos sobre las suyas.—Bueno, salgamos. —contestó con