—Hemos estado revisando los detalles del trato con los cárteles. —La voz de Alexey se mantuvo firme mientras señalaba los documentos frente a él. —Las negociaciones avanzan, pero requieren un toque final. Uno que tú, Dominika, estás perfectamente capacitada para manejar.Un silencio cayó sobre el salón mientras procesaba sus palabras. Sabía lo que significaban antes de que él lo dijera.—¿Qué quieres que haga? —pregunté con un tono neutral, aunque mi mente ya anticipaba su respuesta.—Quiero que regreses a México con Alonzo. —Se inclinó hacia adelante, apoyando ambas manos sobre la mesa, sus ojos clavados en los míos. —Deberán asegurarse de que las armas y los hombres estén listos para ser enviados en las próximas semanas. Además, necesitamos garantías de que cumplirán con los términos.Sentí un nudo en el estómago. No por la tarea, sino por la compañía.—¿Y si se niegan? —pregunté, manteniendo mi voz firme.Alexey sonrió, pero su sonrisa era como una hoja afilada: cortante, precisa y
—Entonces dime que pare. —Su voz era un reto, sus labios a centímetros de los míos. —Dime que no sientes lo mismo, y lo haré.Lo miré, mi mente luchando contra mi cuerpo, pero no pude decir nada. El silencio que siguió fue suficiente para que él se inclinara, sus labios encontrando los míos en un beso que no pedía permiso.El fuego que había intentado sofocar durante semanas estalló en llamas. Mis manos se aferraron a su camisa, tirando de él con la misma desesperación con la que él me sostenía. Nuestros movimientos eran bruscos, cargados de una urgencia que no podíamos contener.Finalmente, rompí el beso, respirando con dificultad, pero Alonzo no retrocedió.—Esto no cambia nada, —dije, intentando recuperar algo de control.—Lo cambia todo, Dominika. —Sus ojos brillaban con una intensidad peligrosa. —No soy el tipo de hombre que deja ir algo que le importa. Y tú… —Hizo una pausa, su mano acariciando mi mejilla con sorprendente ternura. —Tú me importas más de lo que debería.Quise rep
El calor seco de México me envolvió apenas descendí del avión, pero esta vez no me desconcertó. Había caminado por esta misma pista antes, insegura, cuestionándome si realmente estaba preparada para enfrentar este mundo. Ahora, mis pasos resonaban con confianza, los tacones golpeando el asfalto como un recordatorio de cuánto había cambiado desde entonces.A mi lado, Alonzo caminaba con esa actitud relajada que parecía irritarme más que tranquilizarme. Su mirada recorría el horizonte, pero sabía que no estaba viendo el paisaje, sino calculando posibles amenazas.—Sigo sin entender por qué vinimos personalmente. —Su voz rompió el silencio con una mezcla de sarcasmo y preocupación.—Porque los cárteles no respetan la distancia. —respondí sin mirarlo, enfocándome en los autos blindados que esperaban al final de la pista. —Prefieren ver a las personas cara a cara antes de decidir si confiarán en ellas.—¿O matarlas? —replicó, su tono más ligero de lo que la situación ameritaba.Le lancé un
ALONZOLa fábrica se alzaba ante nosotros como una sombra amenazante bajo la luz de la luna. El lugar parecía desierto, pero sabía mejor que confiar en las apariencias. Los polacos no eran amateurs; si habían elegido este lugar, era por una razón.—Manténganse alerta. —susurré mientras avanzábamos, mis sentidos afinados por la urgencia de encontrarla.El primer disparo rompió la quietud, y el caos se desató.Los hombres de la Bratva reaccionaron con precisión, tomando posiciones y devolviendo el fuego. Vicente estaba a mi lado, cubriéndome mientras me movía hacia el interior de la fábrica.Cada paso era un recordatorio de lo que estaba en juego. Ella. Dominika estaba aquí, en algún lugar de este infierno, y no me detendría hasta encontrarla.Una ráfaga de disparos pasó cerca, y me cubrí detrás de una columna mientras evaluaba la situación.—¡Alonzo! —gritó Vicente desde detrás de un contenedor. —Creemos que está en el ala este.Asentí y comencé a moverme, eliminando a cualquiera que s
La sangre estaba goteando de mi haladie, provocando un tétrico sonido que provocaba un miedo paralizante. Di varios pasos hacía adelante, fijando la mirada en mi próxima víctima. Unos ojos azul zafiro se reflejaron en dos cuencas oscuras y cargadas de miedo. Sonreí perversamente, deslizando la punta de mi lengua por mi labio inferior. Estiré mi mano para tomarlo del brazo.—Tranquilo, no voy a cortarte de nuevo. —susurre herméticamente al ver que encogió la extremidad por instinto. —Eso, si eres un buen chico quizás puedas vivir después de lo que has hecho. Podía sentir su pulso acelerado y cómo empezaba a temblar. Contemplé complacida el corte que se extendía desde el antebrazo a la muñeca. Sin ningún tipo de miramiento, pose la punta de la daga sobre la herida, de la cual nuevamente comenzó a brotar sangre.Los gritos de agonía llenaron la bodega donde me encontraba y pequeñas convulsiones recorrieron el cuerpo de aquel hombre que continuaba atado a la silla. Quite repentinamente e
—¿Ah sí? —preguntó con sarcasmo. —Puedes decirme entonces… ¿Por qué mi hija se comporta como una vulgar asesina a sueldo? —interrogó golpeando la mesa. El sonido me hizo saltar en mi asiento, pocas veces lo había visto tan furioso. Tan poco entendía porqué se enojaba tanto. Normalmente el underboss se encargaba de estos trabajos, él mismo lo hizo cuando tenía mi edad. También había supervisado personalmente mi entrenamiento, sabía defenderme mejor que nadie y eso sumado a que mis hombres me acompañaban a dónde sea que fuera. Yo también comenzaba a enojarme, detestaba que me subestimara siempre. —Tía Veronika pidió mi ayuda para esto. —dije poniéndome de pie. El Boss estaba sentado, así que quedamos a la misma altura. —Esas cucarachas seguían vendiendo en nuestro territorio, no podíamos permitirlo. —sisee entre dientes. —¡Para eso están los ubiytsy! —gritó nuevamente. Su rostro tenía una expresión desencajada y ahora también se encontraba de pie, mirándome rabioso. Azul contra ver
El tiempo transcurría de manera extraña, no podía decir cuanto llevaba en la discoteca, pero debían haber transcurrido varias horas. La cabeza me daba vueltas debido a la cantidad excesiva de licor que había consumido, no recordaba haber pagado nada de eso. La música estaba a tope y piel brillaba a causa del sudor que me cubría, una sonrisa estúpida adornaba mis labios, reflejando mi ebriedad. Aparte un mechón de mi cabello que se me había pecado a la frente, estaba haciendo demasiado calor. Tuve que alejarme de la pista de baile y fui directamente al baño. Cerré la puerta detrás de mí y examiné los cubículos uno a uno, aparentemente me encontraba sola. Abrí el grifo, mojando mi rostro. El agua despertó nuevamente mis sentidos y redujo considerablemente mi borrachera, ya no estaba tan mareada como antes y podía enfocar las figuras que me rodeaban. Saqué un pañuelo de mi bolso y sequé la cara y cuello, quitándome los restos del sudor. El agua había corrido parcialmente mi maquillaje,
—Papá, por favor, deja que te explique. —rogué tomándolo del brazo para evitar que matará al hombre, quien se levantó de inmediato.Alonzo estaba pálido y comenzó a vestirse rápidamente. El enojo del Boss parecía haber aumentado al ver la desnudez del que consideraba un hombre de confianza. —Tú has silencio, que después de encargarme de él sigo contigo. —siseó quitándole el seguro de la makarov. —¡Ven acá! —le gritó a Alonzo.Esto iba a terminar en un baño de sangre si no hacía algo ahora mismo, Alonzo o yo terminaríamos muertos o quizás a ambos si mi padre no se sentía realmente piadoso. ¿En qué demonios estaba pensando al acostarse con un guardia? Un voyeviki que había sido entrenado para matar, cuyas manos estaban manchadas de sangre.—¿Cómo te atreviste a acostarte con mi hija? —preguntó apuntadole directamente a la frente. —Obligaste a la siguiente líder. —siseó furioso.—Papá, él no me obligó a nada. —intento explicarle. —Por favor, déjame contarte.—¡No necesito saber cómo te