—¿Ah sí? —preguntó con sarcasmo. —Puedes decirme entonces… ¿Por qué mi hija se comporta como una vulgar asesina a sueldo? —interrogó golpeando la mesa. El sonido me hizo saltar en mi asiento, pocas veces lo había visto tan furioso.
Tan poco entendía porqué se enojaba tanto. Normalmente el underboss se encargaba de estos trabajos, él mismo lo hizo cuando tenía mi edad. También había supervisado personalmente mi entrenamiento, sabía defenderme mejor que nadie y eso sumado a que mis hombres me acompañaban a dónde sea que fuera.
Yo también comenzaba a enojarme, detestaba que me subestimara siempre.
—Tía Veronika pidió mi ayuda para esto. —dije poniéndome de pie. El Boss estaba sentado, así que quedamos a la misma altura. —Esas cucarachas seguían vendiendo en nuestro territorio, no podíamos permitirlo. —sisee entre dientes.
—¡Para eso están los ubiytsy! —gritó nuevamente. Su rostro tenía una expresión desencajada y ahora también se encontraba de pie, mirándome rabioso.
Azul contra verde. Boss contra underboss. No era la primera vez que nos enfrentábamos de esta manera. Teníamos el mismo carácter, así que normalmente mamá intervenía antes de que la discusión pudiese escalara de alguna manera. Sabía que papá jamás atentaría contra mí, pero en la Bratva los castigos se repartían por igual sin importar nuestro rango. Como hija debía poner el ejemplo.
—Soy underboss en esta organización, no puedes decirme de qué encargarme y de qué no. —En teoría si podía, pero no dejaría que tuviese la última palabra. —Me encargue de esto como cualquiera, sin dejar ninguna huella o rastro. —afirme.
—Eso no importa, ninguna hija mía estará haciendo trabajos de inferiores. —exclamó tangente. —Y para que esto se cumpla, he preparado una solución. —La sonrisa satisfecha que se extendió en sus labios me hizo enderezar la espalda.
Enarque una ceja en su dirección, ¿en qué demonios estaba pensando?
—Por favor, deja que entré. —ordenó al voyeviki que custodiaba la puerta.
Este asintió y salió de la oficina. Segundos después entró con alguien que seguía sus pasos, el voyeviki reverencio a mi padre y se apartó, dejando ver a la persona que conocía perfectamente. ¿Qué demonios estaba planeando el Boss?
—Boss. —saludó Alonzo Rinaldi, pupilo de la Bratva. —Estoy a sus órdenes.
—Bienvenido Alonzo, por favor toma asiento. —pidió señalando la silla a mi lado. Intente pasar por alto que el tono que usaba con él era mucho más amable.
—¿Me dirás que está sucediendo? —demande tuteándolo. Estaba ansiosa.
—Alonzo será tu nuevo guardaespaldas. —anunció dejando caer la bomba. —Necesito a alguien de confianza que te vigile y evite te metas en más problemas.
No. Definitivamente no. De entre todas las personas, Alonzo Rinaldi era la última que deseaba tener en mi equipo, primero muerta que tenerlo de soplón.
—No soy una niña como para que tengas que ponerme niñera. —afirme poniéndome de pie. —Si no le encuentras un lugar, asígnalo como guardaespaldas de los gemelos o envíalo directamente a las calderas. —exigí desesperada.
—No recuerdo haber pedido tu opinión sobre esto. La Bratva no es una democracia, aquí el líder soy yo, por tanto, se hace lo que demande. —Me recordó.
—Tienes que estar bromeando. —El semblante en su rostro decía todo lo contrario. —Papá, no puedes hacerme esto, ¿cómo me van a respetar mis hombres? —chille fastidiada. De por si me costo ganarme mi puesto entre ellos.
—Ese es tu problema, no mío. —exclamó volviéndose a sentar. —A partir de hoy el señor Rinaldi se unirá a tu cuerpo de seguridad y no quiero oír una palabra al respecto. —El tono de su voz demostraba que daba esta charla por terminada.
Me di la vuelta y salí furiosa del despacho. Los voyeviki tuvieron que apartarse para evitar que los golpeara con la puerta. Todos sabían que nada terminaba bien cuando mi padre y yo nos enfrentábamos; él era el león de la mafiya y yo la tigresa.
Camine por el pasillo directamente a mi habitación. Entonces escuché unos pasos que me seguían y detuve mi andar repentinamente. Di la vuelta, encontrándome como mi nuevo guardaespaldas. La simple palabra provocaba que mi estomago se revolviera por el asco, mis labios adoptaron una mueca arrogante.
—Te aconsejo no ponerte muy cómodo, no duraras en este puesto mucho tiempo. —señale alzando el mentón. —A mis hombres los escojo yo misma y tu no das la talla. —Repase su apariencia de arriba abajo, lo que solo aumento mi enojo.
Aquella era una mentira descarada y ambos lo sabíamos. Estaba más que capacitado para ser mi guardaespaldas y el de cualquier otro miembro de la familia. Había entrado a la organización desde que era un niño, su padre trabajaba como espía de la Bratva desde hace años, lo dejo aquí para mantener la neutralidad. Su hermano era parte de la familia italiana, ambos fueron usados como garantía.
—Solo el mismo Boss puede despojarme de mi cargo. —puntualizó sin más.
Una sonrisa ladina apareció en mi boca. No sabía lo que le esperaba aquí.
—Nadie va a expulsarte, tu mismo renunciarás. —Mis palabras eran una promesa y solía cumplirlas al pie de la letra. —Haré de tu vida un inferno en la tierra, te arrepentirás de convertirte en un maldito topo. —dije con seguridad.
Abrí la puerta de mi habitación y entré antes de darle la oportunidad de responder. Una vez allí me dejé caer sobre la cama, había sido un día duro y eso que a penas salía el sol. Caí rendida nada más tocar la almohada, debido al cansancio.
Los días siguientes no fueron los mejores. Tuve que abandonar muchas tareas debido al nuevo soplón que tenía entre los míos. Por suerte mis voyeviki estaban de mi lado y a ninguno tampoco le cayó bien el tipo. La lealtad era algo importante en la organización y ellos tenían claro que donde comentaran alguna de mis cosas.
Tendrían que irse a la otra punta del mundo, porque pediría sus lenguas.
—Hoy voy a irme de fiesta, así que todos estén preparados. —anuncie una tarde. Usualmente entrenaba con el resto de los voyeviki para mejorar mi condición. —Quien se duerma en su turno, termina en el gulag. —les recordé.
—No creo que tu padre esté de acuerdo… —comenzó diciendo Alonzo.
—Entonces ve a chismosearle, pero para entonces ya me habré ido. No te perdonara que me dejes sin vigilancia. —afirme mientras tomaba un trago de agua.
Mis palabras hicieron que cerrara la boca y asentí complacida. Desde niños nunca nos habíamos llevado bien, por lo general terminábamos llegando a los golpes. Y a pesar de ser una mujer, jamás me dejé amedrentar y los devolví todos.
—Ya saben dónde tienen que esperarme. —Fue mi última orden antes de marcharme para prepararme. —Lleguen tarde y pasaran la noche en las calderas.
Salí de casa ya entrada la noche. En un pueblo cerca de la Fortaleza Roja había varios lugares a los que asistir, algunos abiertos a todo publico y otros clandestino. Pero cuando eres la hija del Boss no hay ninguna puerta o ventana cerrada para mí. Hacía frío, así que llevaba un abrigo blanco sobre el vestido cuero que me puse, las botas negras altas brillaban con la luz de la luna. Mi cabello se movía con la brisa.
—Estamos a unos cinco minutos, princesa. —dijo uno de mis voyeviki mirándome por el retrovisor. —Ya tienen un lugar para usted en el club. —afirmó.
Apague el teléfono que tenía en la mano, guardándolo en mi bolso. Conmigo viajaban dos voyeviki y detrás de nosotros venía una camioneta siguiéndonos con el resto. Normalmente salía con cinco o seis de ellos y uno solo equivalía a diez soldados entrenados, por lo que podía estar segura de que nada me pasaría. Un tiro le atravesaría la frente a cualquier persona antes de que pudiese siquiera tocarme.
La camioneta se aparcó en el estacionamiento de un edificio que había en el pueblo. Desde la juventud de mis padres la zona había cambiado demasiado, modernizándose para atraer muchos más turistas, aunque seguía siendo pequeño para llamarlo ciudad. Era territorio de la Bratva y se había convertido en un centro de entretenimiento para ricos y poderosos, no cualquiera podía encontrarlo.
—Ya saben cómo deben ubicarse. —dije bajándome de la camioneta, los demás ya había llegado. —Solo dos vendrán conmigo, el resto tomarán sus puestos estratégicos. Rinaldi, tu vienes conmigo. —ordene quitándome el abrigo.
No había detallado al hombre esa noche, pero ahora que lo hacía reconocía que era bastante atractivo. Por lo general los tipos que pertenecían a mi guardia lucían más malos que atractivos, era un requisito importante para mantener a las personas alejadas. Sin embargo, Alonzo tenía un tipo de imponencia que solo había visto en mi padre hasta ahora. No tenía que tener cicatrices o tatuajes para hacerle entender a la gente que debían mantenerse completamente lejos de él.
Sacudí la cabeza, ¿en qué demonios estaba pesando ahora mismo?
Mi espalda quedó al descubierto, por lo que mi piel se estremeció con el viento. Una joya plateada colgaba de mi cuello y un anillo que rebelaba quién era estaba en mi dedo de en medio. ¿Qué por qué elegía a Alonzo? Bueno, me apegaba al dicho de: “Mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos mucho más cerca.”
En la entrada había un guarura moreno con varios tatuajes en su piel. Alce mi mano para mostrarle el anillo y se aparto de inmediato, subí con mis voyeviki por el ascensor hasta el último piso del edificio. Las puertas se abrieron llenando mis oídos con la estruendosa música que provenía del club y los cientos de luces.
—Quiero a cada uno de ustedes a mi lado. —agregue dando un paso adentro.
Fui directamente hasta la barra y ordené una bebida para mí. Barrí el lugar con mi mirada, buscando a la presa de esta noche, noté algunos chicos guapos, pero ninguno era de mi completo agrado. Resople por lo bajo aburrida, ¿dónde estaban los hombres poderosos que te hacían temblar las piernas con una mirada? Tomé mi bebida de un trago y me puse de pie con dirección a la pista.
Ni siquiera preste atención a los guardias que me acompañaban, los olvide de inmediato. Pronto dejé de pensar en cualquiera de los problemas que tenía y me comencé a divertir. Las luces pronto me atrajeron y las bebidas no llegaban de estar en mi mano, la despreocupación comenzó a llenar mi torrente sanguineo.
El tiempo transcurría de manera extraña, no podía decir cuanto llevaba en la discoteca, pero debían haber transcurrido varias horas. La cabeza me daba vueltas debido a la cantidad excesiva de licor que había consumido, no recordaba haber pagado nada de eso. La música estaba a tope y piel brillaba a causa del sudor que me cubría, una sonrisa estúpida adornaba mis labios, reflejando mi ebriedad. Aparte un mechón de mi cabello que se me había pecado a la frente, estaba haciendo demasiado calor. Tuve que alejarme de la pista de baile y fui directamente al baño. Cerré la puerta detrás de mí y examiné los cubículos uno a uno, aparentemente me encontraba sola. Abrí el grifo, mojando mi rostro. El agua despertó nuevamente mis sentidos y redujo considerablemente mi borrachera, ya no estaba tan mareada como antes y podía enfocar las figuras que me rodeaban. Saqué un pañuelo de mi bolso y sequé la cara y cuello, quitándome los restos del sudor. El agua había corrido parcialmente mi maquillaje,
—Papá, por favor, deja que te explique. —rogué tomándolo del brazo para evitar que matará al hombre, quien se levantó de inmediato.Alonzo estaba pálido y comenzó a vestirse rápidamente. El enojo del Boss parecía haber aumentado al ver la desnudez del que consideraba un hombre de confianza. —Tú has silencio, que después de encargarme de él sigo contigo. —siseó quitándole el seguro de la makarov. —¡Ven acá! —le gritó a Alonzo.Esto iba a terminar en un baño de sangre si no hacía algo ahora mismo, Alonzo o yo terminaríamos muertos o quizás a ambos si mi padre no se sentía realmente piadoso. ¿En qué demonios estaba pensando al acostarse con un guardia? Un voyeviki que había sido entrenado para matar, cuyas manos estaban manchadas de sangre.—¿Cómo te atreviste a acostarte con mi hija? —preguntó apuntadole directamente a la frente. —Obligaste a la siguiente líder. —siseó furioso.—Papá, él no me obligó a nada. —intento explicarle. —Por favor, déjame contarte.—¡No necesito saber cómo te
La koroleva de la mafia rusa me observaba con suspicacia, evidentemente no estaba feliz con lo que estaba viendo. Pensaba seriamente sobre cómo decirle que ahora iba a casarme. Por supuesto que esa no era una noticia que pudieras darle a tu madre en cualquier instante de tu vida y de manera tan intempestiva.Mucho menos si era la segunda al mando de una mafia tan sangrienta como la Bratva, sin embargo tenía que contarle y mejor que lo supiera por mí que por cualquier otra persona; sobre todo por papá, quien parecía realmente dispuesto a decirle toda la verdad sin anestesia.Ya había hecho enojar al Boss y no quería saber lo que me sucedería si también hacía enojar a la esposa del Pakhan. Mucha gente decía que papá era un hombre cruel y despiadado, no estaban equivocados del todo, por supuesto. Pero esas personas no conocían a mi madre en su momento más rabioso. Amaranta Ivankova se había criado en la mafia rusa igual que papá, mi abuelo había sido el anterior Boss de la Bratva y educó
Él vino de inmediato hacía mí, probablemente confiado en que podría derrumbarme debido a mi tamaño reducido en comparación con el suyo; no pude controlar la sonrisa divertida que se extendió por mis labios. Venía demasiado rápido y eso anunciaba un duro golpe, extendí mi brazo: “Acércate un poco más”.En cuanto el voyeviki estuvo a unos centímetros de mí, tomé su brazo antes de que se hiciera con el mío, junto con una parte de la camisa que traía. Lo halé con todas mis fuerzas, empujando hacía adelante; todo sucedió en cuestión de segundos, aunque ante mis ojos parecía como si fuese a cámara lenta. Cuando volví en mí, el escolta se encontraba en el suelo, respirando entrecortadamente debido al golpe tan doloroso.Sin embargo, la pelea no terminaba allí, pues barrió su pierna en mis pies, llevándome también hacía el piso. Le lance una agria mirada; ¡qué jugada más sucia! Mi espalda dolía debido al impacto, pero en unos segundos ambos estuvimos de pie nuevamente. Saltó hacía mí con sus
Habían pasado varios días desde mi última conversación con Alonzo y mis nervios estaban de punta. Durante ese tiempo no nos habíamos visto, ni siquiera por casualidad, comenzaba a pensar que me estaba evitando. No que aquello me molestase, por supuesto. Simplemente era extraño no tenerlo a mí alrededor ya que era mi guardaespaldas. Me preocupaba que descuidará su trabajo, mi propia vida estaría en riesgo si no lo hacía.—Hasta aquí llega el humo de tus neuronas quemandose. —comentó Vladimir con burla.Ese día no tuve mucho que hacer, así que decidí acompañar a los gemelos para distraerme. Esto es consecuencia del castigo de mi padre, ya no puedo encargarme de los negocios de la hermandad por un tiempo. Pero volviendo al tema, mis hermanos no eran precisamente las personas más divertidas que existen. Probablemente lo sacaron del Boss, aunque hasta él tenía sus limites en cuanto a relacionarse con otros.—¿No se supone que estás haciendo tu tarea? —pregunté acomodandome en el mueble. —C
Por mi estabilidad emocional decidí que lo mejor sería ignorar lo que acaba de decir, además, se me hacía tarde para entrar a clases. Sacudí la cabeza y me di la vuelta yendo directamente al edificio de la facultad, no necesitaba girarme para saber que Alonzo me seguí, escuchaba perfectamente su risa burlona, lo cual me hizo chasquear los dientes a manera de desagrado. Ese imbécil sí que sabía cómo ponerme de malas.La facultad de Derecho era bastante grande y comprendía varias carreras, también era la zona con menos mujeres del campus, así que nos conocíamos todas. En mi carrera solo éramos cinco, fue prácticamente predecible que nos volviéramos amigas, aunque a veces me estresaban.Como ahora, que cuatro de las estudiantes más prometedoras de balística me rodeaban nada más entrar al salón. Mis amigas me miraban como si fuese su salvación; fruncí el ceño, nada bueno saldría de esto.—No me importan lo que hicieron, arréglenselas ustedes solas.Tome asiento en mi puesto habitual mient
Las clases continuaron igual, aunque mis amigas de vez en cuando le lanzaban miradas suspicaces, temiendo que cambiara de opinión. Entre eso y la sombra de Alonzo siguiéndome distantemente por todo el campus era suficiente para volverme loca. Agradecí cuando pude salir de clases antes de tiempo, estaba apunto de salir del aula, pero de nuevo las chicas me arrastraron a la cafetería para “supuestamente” hablarme de algo.Mi paciencia comenzaba a llegar a su límite, pero me deje llevar.—¿Qué sucede? Ya les dije que haríamos la fiesta en mi casa. No hay ninguna necesidad de me traten como un saco de papas.—Has estado evitándonos toda la mañana, esta era la única manera de traerte sin llamar innecesariamente la atención. —comentó Nicole.Enarque una ceja. Debía estar tomándome el pelo.Claro, no querían llamar la atención... lo hicieron tan discretamente como un desfile de fuegos artificiales en medio de una biblioteca.Pensé mientras detallaba a todas las personas que se detuvieron par
—¿Creen que este me quede bien? —preguntó Nicole por quinta vez.Llevábamos ya tres horas en la boutique. Las cuatro estaban emocionadas desde que vieron todas las prendas disponibles. Por supuesto, eran de la más alta calidad y prestigio; solía venir a esta tienda con mi madre cuando necesitábamos vestidos para algún evento entre mafias.—Si decimos que sí, ¿nos podremos ir de inmediato? —rogué, apoyando la cabeza en el sofá.—Tú ni te quejes, ni siquiera has elegido un vestido.Esbocé una mueca de desagrado.—Ustedes querían que usara atuendos demasiado brillantes; iba a parecer un maldito árbol de Navidad.Reímos todas al unísono. Ya estaban acostumbradas a mi sentido del humor, aunque el brillo en los ojos de Amanda no me gustó para nada. Tampoco las miradas cómplices que intercambiaron Aleska y Sasha.¿Qué estaban tramando?Antes de darme cuenta, me empujaron a uno de los vestidores con al menos cinco conjuntos diferentes en mis brazos. Se estaban comportando de manera infantil.