Por mi estabilidad emocional decidí que lo mejor sería ignorar lo que acaba de decir, además, se me hacía tarde para entrar a clases. Sacudí la cabeza y me di la vuelta yendo directamente al edificio de la facultad, no necesitaba girarme para saber que Alonzo me seguí, escuchaba perfectamente su risa burlona, lo cual me hizo chasquear los dientes a manera de desagrado. Ese imbécil sí que sabía cómo ponerme de malas.La facultad de Derecho era bastante grande y comprendía varias carreras, también era la zona con menos mujeres del campus, así que nos conocíamos todas. En mi carrera solo éramos cinco, fue prácticamente predecible que nos volviéramos amigas, aunque a veces me estresaban.Como ahora, que cuatro de las estudiantes más prometedoras de balística me rodeaban nada más entrar al salón. Mis amigas me miraban como si fuese su salvación; fruncí el ceño, nada bueno saldría de esto.—No me importan lo que hicieron, arréglenselas ustedes solas.Tome asiento en mi puesto habitual mient
Las clases continuaron igual, aunque mis amigas de vez en cuando le lanzaban miradas suspicaces, temiendo que cambiara de opinión. Entre eso y la sombra de Alonzo siguiéndome distantemente por todo el campus era suficiente para volverme loca. Agradecí cuando pude salir de clases antes de tiempo, estaba apunto de salir del aula, pero de nuevo las chicas me arrastraron a la cafetería para “supuestamente” hablarme de algo.Mi paciencia comenzaba a llegar a su límite, pero me deje llevar.—¿Qué sucede? Ya les dije que haríamos la fiesta en mi casa. No hay ninguna necesidad de me traten como un saco de papas.—Has estado evitándonos toda la mañana, esta era la única manera de traerte sin llamar innecesariamente la atención. —comentó Nicole.Enarque una ceja. Debía estar tomándome el pelo.Claro, no querían llamar la atención... lo hicieron tan discretamente como un desfile de fuegos artificiales en medio de una biblioteca.Pensé mientras detallaba a todas las personas que se detuvieron par
—¿Creen que este me quede bien? —preguntó Nicole por quinta vez.Llevábamos ya tres horas en la boutique. Las cuatro estaban emocionadas desde que vieron todas las prendas disponibles. Por supuesto, eran de la más alta calidad y prestigio; solía venir a esta tienda con mi madre cuando necesitábamos vestidos para algún evento entre mafias.—Si decimos que sí, ¿nos podremos ir de inmediato? —rogué, apoyando la cabeza en el sofá.—Tú ni te quejes, ni siquiera has elegido un vestido.Esbocé una mueca de desagrado.—Ustedes querían que usara atuendos demasiado brillantes; iba a parecer un maldito árbol de Navidad.Reímos todas al unísono. Ya estaban acostumbradas a mi sentido del humor, aunque el brillo en los ojos de Amanda no me gustó para nada. Tampoco las miradas cómplices que intercambiaron Aleska y Sasha.¿Qué estaban tramando?Antes de darme cuenta, me empujaron a uno de los vestidores con al menos cinco conjuntos diferentes en mis brazos. Se estaban comportando de manera infantil.
Las manos de Alonzo se deslizaron por mi cintura, pegándome aún más a él. Sentí cómo su erección empezaba a formarse en sus pantalones, y mi propia humedad empapaba mi ropa interior. Su boca se separó de la mía y descendió directamente a mi cuello, donde comenzó a dejar pequeños mordiscos, para luego lamer esa misma zona. Mi cuerpo estaba a punto de estallar; no importaba dónde me tocara, el calor era el mismo. No podía controlar mis jadeos, ¿qué me estaba pasando?—Dominika, ¿estás bien? —La voz de Nicole me sacó de mi ensueño. —Llevamos un buen rato esperándote, se nos hará tarde.Pensé con desagrado: “Qué buena hora para llegar.”Intenté separarme de Alonzo, pero él aumentó la presión en mi cintura. Levanté una ceja en su dirección, ¿acaso no entendía la situación? Hice otro intento de soltarme, pero él me mantuvo en el mismo lugar. Quería gritarle: “¡Suéltame, maldito idiota!”—Tenemos que salir. —susurré mientras colocaba mis manos sobre las suyas.—Bueno, salgamos. —contestó con
Un buen baño en la tina sería la solución perfecta para todo el estrés que había acumulado en los últimos días. Lo preparé con varias sales y rosas, entregándome por completo a la absoluta relajación. Desde que tomé conciencia de mi posición en el mundo, estos pequeños momentos me ayudaban a mantener algo de paz. Cerré los ojos y me sumergí en el agua por varios segundos. Practicaba este juego desde niña, solo para ver cuánto podía aguantar la respiración; además, me ayudaba a pensar con más claridad. Normalmente, había demasiado ruido a mi alrededor como para concentrarme.Las voces solían hablar demasiado, sin decir nada, y terminaban convirtiéndose en un molesto ruido de fondo.Volví a la superficie cuando me quedé sin aire, pero quería disfrutar un poco más de esta tranquilidad. Además, necesitaba idear un plan para que el Boss me dejara volver a participar en los negocios. Nunca dejaría de hacerlo, pero prefería tener su permiso para evitar más problemas. Alexey Volkov era un pad
Mientras avanzábamos por los pasillos, sentía los ojos de todos sobre mí, como si evaluaran cada paso que daba. Sabía que muchos se preguntaban por qué el Boss me había convocado, considerando que recientemente se había mostrado tajante en mantenerme al margen. Podía oír murmullos apenas perceptibles, pero elegí ignorarlos. Alonzo se mantenía a mi lado, tan atento como siempre, aunque en esta ocasión lo noté algo tenso. Parecía entender que este encuentro tenía más importancia de lo que yo misma había imaginado.Finalmente, llegamos a las puertas del despacho de mi padre. Mi madre me miró con una sonrisa alentadora antes de dar unos golpecitos suaves y abrir las puertas.—Está aquí, Alexey.—Hazla pasar —su voz, profunda y solemne, resonó desde el otro lado.Respiré hondo y entré, dejando a mi madre y a Alonzo afuera. Sentía cómo el corazón me latía con fuerza; Alexey no era un hombre que mostrara sus emociones, pero ese día su mirada era aún más indescifrable. Estaba de pie junto a u
La figura se movía con sigilo, apenas visible en la penumbra que reinaba en el muelle. Sentí un escalofrío en la nuca, pero mantuve mi postura. No podía dar señales de duda o debilidad frente a los demás.Alonzo también había notado la presencia y se adelantó en silencio, colocándose un poco más cerca de mí. Sus ojos se fijaron en el punto exacto donde yo había visto la figura, y sus manos se deslizaron hacia la funda de su arma, preparado para cualquier eventualidad.—¿Espera refuerzos? —pregunté al hombre que me había entregado la carpeta, sin apartar la vista de la sombra.El hombre negó con la cabeza, visiblemente nervioso.—No, señorita. No debería haber nadie más aquí aparte del equipo de seguridad.Asentí, evaluando la situación. Por un lado, podría tratarse de algún curioso que desconocía a quién estaba espiando; por otro, podría ser una amenaza real. En cualquier caso, no era el momento de arriesgarme.—Quiero que refuercen la seguridad en el perímetro —ordené en voz baja—. N
La música resonaba en la gran sala, y el murmullo de risas y conversaciones llenaba el aire mientras las luces titilaban en un juego de sombras y colores. Caminaba entre los invitados con la mejor de mis sonrisas, fingiendo que disfrutaba cada momento, cada mirada de admiración. Sabía que destacaba, no era ajena a cómo todos me observaban cuando me movía entre ellos.De pronto, noté a Alonzo en un rincón, con un vaso en la mano, mirándome. Su mirada intensa me seguía a cada paso, y aunque trataba de ignorarlo, no podía evitar sentir un hormigueo bajo su escrutinio. No sé por qué, pero había algo en la forma en que me observaba que hacía que me sintiera vulnerable, expuesta, como si él fuera el único que podía ver más allá de mi fachada.Entonces, Dmitri, uno de los viejos amigos de la familia, se inclinó hacia mí para decirme algo en voz baja, algo sin importancia, pero lo suficientemente gracioso para arrancarme una sonrisa genuina. Sin pensarlo, giré hacia Alonzo, y nuestras miradas