Mientras avanzábamos por los pasillos, sentía los ojos de todos sobre mí, como si evaluaran cada paso que daba. Sabía que muchos se preguntaban por qué el Boss me había convocado, considerando que recientemente se había mostrado tajante en mantenerme al margen. Podía oír murmullos apenas perceptibles, pero elegí ignorarlos. Alonzo se mantenía a mi lado, tan atento como siempre, aunque en esta ocasión lo noté algo tenso. Parecía entender que este encuentro tenía más importancia de lo que yo misma había imaginado.Finalmente, llegamos a las puertas del despacho de mi padre. Mi madre me miró con una sonrisa alentadora antes de dar unos golpecitos suaves y abrir las puertas.—Está aquí, Alexey.—Hazla pasar —su voz, profunda y solemne, resonó desde el otro lado.Respiré hondo y entré, dejando a mi madre y a Alonzo afuera. Sentía cómo el corazón me latía con fuerza; Alexey no era un hombre que mostrara sus emociones, pero ese día su mirada era aún más indescifrable. Estaba de pie junto a u
La figura se movía con sigilo, apenas visible en la penumbra que reinaba en el muelle. Sentí un escalofrío en la nuca, pero mantuve mi postura. No podía dar señales de duda o debilidad frente a los demás.Alonzo también había notado la presencia y se adelantó en silencio, colocándose un poco más cerca de mí. Sus ojos se fijaron en el punto exacto donde yo había visto la figura, y sus manos se deslizaron hacia la funda de su arma, preparado para cualquier eventualidad.—¿Espera refuerzos? —pregunté al hombre que me había entregado la carpeta, sin apartar la vista de la sombra.El hombre negó con la cabeza, visiblemente nervioso.—No, señorita. No debería haber nadie más aquí aparte del equipo de seguridad.Asentí, evaluando la situación. Por un lado, podría tratarse de algún curioso que desconocía a quién estaba espiando; por otro, podría ser una amenaza real. En cualquier caso, no era el momento de arriesgarme.—Quiero que refuercen la seguridad en el perímetro —ordené en voz baja—. N
La música resonaba en la gran sala, y el murmullo de risas y conversaciones llenaba el aire mientras las luces titilaban en un juego de sombras y colores. Caminaba entre los invitados con la mejor de mis sonrisas, fingiendo que disfrutaba cada momento, cada mirada de admiración. Sabía que destacaba, no era ajena a cómo todos me observaban cuando me movía entre ellos.De pronto, noté a Alonzo en un rincón, con un vaso en la mano, mirándome. Su mirada intensa me seguía a cada paso, y aunque trataba de ignorarlo, no podía evitar sentir un hormigueo bajo su escrutinio. No sé por qué, pero había algo en la forma en que me observaba que hacía que me sintiera vulnerable, expuesta, como si él fuera el único que podía ver más allá de mi fachada.Entonces, Dmitri, uno de los viejos amigos de la familia, se inclinó hacia mí para decirme algo en voz baja, algo sin importancia, pero lo suficientemente gracioso para arrancarme una sonrisa genuina. Sin pensarlo, giré hacia Alonzo, y nuestras miradas
Cerré la puerta de mi departamento tras de mí y dejé caer los tacones en el suelo de mármol, sintiendo el peso de la noche sobre mis hombros. Era como si toda la tensión de la reunión se hubiera pegado a mi piel. Al final, no habíamos encontrado a los culpables del sabotaje con la mercancía, pero Vicente y mis hombres seguían investigando.Solté un suspiro largo, dejando caer el bolso sobre la mesa antes de caminar hacia el ventanal. Las luces de la ciudad se extendían frente a mí como un manto de estrellas, y por un instante me quedé allí, buscando algo de paz en el silencio de mi hogar.Pero la calma fue fugaz. Escuché el clic de la puerta detrás de mí, y supe que no estaba sola. Alonzo había decidido seguirme hasta aquí, como si no hubiéramos tenido suficiente con la farsa en la fiesta. No me giré, mantuve la vista fija en las luces de la ciudad, fingiendo que su presencia no me afectaba.—Pensé que tendrías la decencia de darme al menos unos minutos de paz —murmuré sin voltear, co
La música y el murmullo de los invitados llenaban la enorme sala de lujo. Aunque era mi fiesta de compromiso, el ambiente estaba cargado de una formalidad helada, recordando a todos la verdadera razón detrás de esta unión. Aquí no se trataba de amor, sino de poder, y cada persona en este salón lo sabía. A mi alrededor se reunía la élite criminal de distintos mundos: la Costa Nostra, la Familia, las mafias rumanas, polacas, e incluso cárteles de narcotráfico de América. Esta noche, bajo un mismo techo, estaban todos los líderes y representantes de mundos tan peligrosos como el nuestro.Los observaba con una mezcla de orgullo y cautela. Mi vestido negro me daba un aire de autoridad que no siempre sentía, aunque intentaba aparentarlo a la perfección. Con cada paso que daba, sentía el peso de las expectativas. Mi mirada buscó a mis padres entre la multitud de invitados. Estaban rodeados, conversando con varios de los líderes más influyentes. Cuando nuestros ojos se encontraron, mi padre,
Cuando la situación se calmó y el eco de la última detonación se disipó, Alonzo y yo salimos juntos, dejando atrás el salón que había sido el escenario de nuestro compromiso y ahora de una emboscada. El eco de los pasos se sentía en el vacío del vestíbulo, y aunque todavía sentía la adrenalina palpitando, comenzaba a darme cuenta de lo agotador que había sido enfrentar la amenaza con la tensión de nuestra relación a cuestas.Entonces, una figura elegante y etérea apareció al final del pasillo. La mujer caminaba con una gracia que parecía hacer eco de las sombras que la rodeaban. Alta y delgada, con el cabello dorado que caía en cascadas sobre su espalda y un vestido verde de terciopelo que se amoldaba a sus curvas como una segunda piel, se dirigía directamente hacia Alonzo. Él se tensó, casi imperceptiblemente, como si el peso de un viejo recuerdo lo golpeara. Y, con una intensidad que quemaba, mi atención se centró en esa desconocida.La mujer esbozó una sonrisa enigmática cuando lle
La sangre estaba goteando de mi haladie, provocando un tétrico sonido que provocaba un miedo paralizante. Di varios pasos hacía adelante, fijando la mirada en mi próxima víctima. Unos ojos azul zafiro se reflejaron en dos cuencas oscuras y cargadas de miedo. Sonreí perversamente, deslizando la punta de mi lengua por mi labio inferior. Estiré mi mano para tomarlo del brazo.—Tranquilo, no voy a cortarte de nuevo. —susurre herméticamente al ver que encogió la extremidad por instinto. —Eso, si eres un buen chico quizás puedas vivir después de lo que has hecho. Podía sentir su pulso acelerado y cómo empezaba a temblar. Contemplé complacida el corte que se extendía desde el antebrazo a la muñeca. Sin ningún tipo de miramiento, pose la punta de la daga sobre la herida, de la cual nuevamente comenzó a brotar sangre.Los gritos de agonía llenaron la bodega donde me encontraba y pequeñas convulsiones recorrieron el cuerpo de aquel hombre que continuaba atado a la silla. Quite repentinamente e
—¿Ah sí? —preguntó con sarcasmo. —Puedes decirme entonces… ¿Por qué mi hija se comporta como una vulgar asesina a sueldo? —interrogó golpeando la mesa. El sonido me hizo saltar en mi asiento, pocas veces lo había visto tan furioso. Tan poco entendía porqué se enojaba tanto. Normalmente el underboss se encargaba de estos trabajos, él mismo lo hizo cuando tenía mi edad. También había supervisado personalmente mi entrenamiento, sabía defenderme mejor que nadie y eso sumado a que mis hombres me acompañaban a dónde sea que fuera. Yo también comenzaba a enojarme, detestaba que me subestimara siempre. —Tía Veronika pidió mi ayuda para esto. —dije poniéndome de pie. El Boss estaba sentado, así que quedamos a la misma altura. —Esas cucarachas seguían vendiendo en nuestro territorio, no podíamos permitirlo. —sisee entre dientes. —¡Para eso están los ubiytsy! —gritó nuevamente. Su rostro tenía una expresión desencajada y ahora también se encontraba de pie, mirándome rabioso. Azul contra ver