Cuando la situación se calmó y el eco de la última detonación se disipó, Alonzo y yo salimos juntos, dejando atrás el salón que había sido el escenario de nuestro compromiso y ahora de una emboscada. El eco de los pasos se sentía en el vacío del vestíbulo, y aunque todavía sentía la adrenalina palpitando, comenzaba a darme cuenta de lo agotador que había sido enfrentar la amenaza con la tensión de nuestra relación a cuestas.Entonces, una figura elegante y etérea apareció al final del pasillo. La mujer caminaba con una gracia que parecía hacer eco de las sombras que la rodeaban. Alta y delgada, con el cabello dorado que caía en cascadas sobre su espalda y un vestido verde de terciopelo que se amoldaba a sus curvas como una segunda piel, se dirigía directamente hacia Alonzo. Él se tensó, casi imperceptiblemente, como si el peso de un viejo recuerdo lo golpeara. Y, con una intensidad que quemaba, mi atención se centró en esa desconocida.La mujer esbozó una sonrisa enigmática cuando lle
La noche había dejado en todos un rastro de tensión, y al llegar a La Fortaleza, cada uno cargaba con la sombra de lo sucedido. Las enormes puertas de hierro se cerraron tras ellos, aislándolos del caos exterior, y el silencio de los pasillos resonaba con la seriedad de lo que estaba por discutirse.Mi padre, Alexey, se sentó en la cabecera de la sala de reuniones, rodeado de las figuras clave de la Bratva. A su derecha estaba Vicente, su leal mano derecha desde hacía años, un hombre imponente y sereno, con una mirada calculadora que observaba cada detalle con frialdad.Vicente me dirigió una inclinación leve de cabeza cuando ocupé mi lugar, un gesto de reconocimiento y de advertencia. Alonzo, con una expresión que oscilaba entre el control y la alerta, se sentó junto a mí, mientras los demás ocupaban sus posiciones estratégicas alrededor de la mesa.Después de unos minutos de intercambio entre murmullos, mi padre alzó una mano, ordenando silencio. Su voz resonó con la determinación q
Al amanecer, el piloto anunció nuestra llegada a México. La ciudad apareció ante nosotros como una extensión interminable de luces y sombras, un laberinto vivo. A nuestro arribo, nos esperaba un coche negro con dos hombres que, sin decir palabra, nos escoltaron hasta un hotel en el centro de la ciudad. Era un sitio lujoso, una fortaleza camuflada entre los altos edificios, como un recordatorio de que en ese territorio, cada detalle tenía un propósito oculto.Pasamos unas pocas horas en el hotel, revisando una y otra vez cada aspecto del trato, pero mi mente estaba ya en la reunión que nos esperaba esa tarde. Cuando finalmente recibimos la llamada de confirmación, nos dirigieron a una mansión a las afueras de la ciudad, un símbolo de poder y territorio que no dejaba lugar a dudas sobre quién controlaba ese suelo.La ciudad se deslizaba a través de la ventana del coche, como una secuencia de luces brillantes que no lograban disipar la oscuridad de la noche. Cada giro, cada cruce de call
La noche estaba impregnada de un silencio que parecía contener todo lo que no habíamos dicho en días. La ciudad afuera, con su bullicio distante, se desvanecía mientras caminábamos hacia la habitación. A medida que la puerta se cerraba detrás de Alonzo, la tensión entre nosotros se volvió insoportable, como si el aire mismo estuviera cargado de promesas no cumplidas.Él se detuvo frente a mí, observándome de una forma que me heló el alma y al mismo tiempo me quemó. La atmósfera estaba tan cargada que ni siquiera sabía por dónde empezar. Podía ver sus ojos fijos en los míos, como si estuviera esperando que yo dijera algo, pero las palabras se me atascaban en la garganta.—Dominika... —dijo, su voz baja y cargada de algo que no supe identificar al principio. No era solo deseo. Había algo más, algo más profundo que se desbordaba entre nosotros. Algo que ni siquiera él parecía entender completamente.Me acerqué un paso, mis piernas temblando ligeramente bajo la presión que sentía. Mis pal
La sangre estaba goteando de mi haladie, provocando un tétrico sonido que provocaba un miedo paralizante. Di varios pasos hacía adelante, fijando la mirada en mi próxima víctima. Unos ojos azul zafiro se reflejaron en dos cuencas oscuras y cargadas de miedo. Sonreí perversamente, deslizando la punta de mi lengua por mi labio inferior. Estiré mi mano para tomarlo del brazo.—Tranquilo, no voy a cortarte de nuevo. —susurre herméticamente al ver que encogió la extremidad por instinto. —Eso, si eres un buen chico quizás puedas vivir después de lo que has hecho. Podía sentir su pulso acelerado y cómo empezaba a temblar. Contemplé complacida el corte que se extendía desde el antebrazo a la muñeca. Sin ningún tipo de miramiento, pose la punta de la daga sobre la herida, de la cual nuevamente comenzó a brotar sangre.Los gritos de agonía llenaron la bodega donde me encontraba y pequeñas convulsiones recorrieron el cuerpo de aquel hombre que continuaba atado a la silla. Quite repentinamente e
—¿Ah sí? —preguntó con sarcasmo. —Puedes decirme entonces… ¿Por qué mi hija se comporta como una vulgar asesina a sueldo? —interrogó golpeando la mesa. El sonido me hizo saltar en mi asiento, pocas veces lo había visto tan furioso. Tan poco entendía porqué se enojaba tanto. Normalmente el underboss se encargaba de estos trabajos, él mismo lo hizo cuando tenía mi edad. También había supervisado personalmente mi entrenamiento, sabía defenderme mejor que nadie y eso sumado a que mis hombres me acompañaban a dónde sea que fuera. Yo también comenzaba a enojarme, detestaba que me subestimara siempre. —Tía Veronika pidió mi ayuda para esto. —dije poniéndome de pie. El Boss estaba sentado, así que quedamos a la misma altura. —Esas cucarachas seguían vendiendo en nuestro territorio, no podíamos permitirlo. —sisee entre dientes. —¡Para eso están los ubiytsy! —gritó nuevamente. Su rostro tenía una expresión desencajada y ahora también se encontraba de pie, mirándome rabioso. Azul contra ver
El tiempo transcurría de manera extraña, no podía decir cuanto llevaba en la discoteca, pero debían haber transcurrido varias horas. La cabeza me daba vueltas debido a la cantidad excesiva de licor que había consumido, no recordaba haber pagado nada de eso. La música estaba a tope y piel brillaba a causa del sudor que me cubría, una sonrisa estúpida adornaba mis labios, reflejando mi ebriedad. Aparte un mechón de mi cabello que se me había pecado a la frente, estaba haciendo demasiado calor. Tuve que alejarme de la pista de baile y fui directamente al baño. Cerré la puerta detrás de mí y examiné los cubículos uno a uno, aparentemente me encontraba sola. Abrí el grifo, mojando mi rostro. El agua despertó nuevamente mis sentidos y redujo considerablemente mi borrachera, ya no estaba tan mareada como antes y podía enfocar las figuras que me rodeaban. Saqué un pañuelo de mi bolso y sequé la cara y cuello, quitándome los restos del sudor. El agua había corrido parcialmente mi maquillaje,
—Papá, por favor, deja que te explique. —rogué tomándolo del brazo para evitar que matará al hombre, quien se levantó de inmediato.Alonzo estaba pálido y comenzó a vestirse rápidamente. El enojo del Boss parecía haber aumentado al ver la desnudez del que consideraba un hombre de confianza. —Tú has silencio, que después de encargarme de él sigo contigo. —siseó quitándole el seguro de la makarov. —¡Ven acá! —le gritó a Alonzo.Esto iba a terminar en un baño de sangre si no hacía algo ahora mismo, Alonzo o yo terminaríamos muertos o quizás a ambos si mi padre no se sentía realmente piadoso. ¿En qué demonios estaba pensando al acostarse con un guardia? Un voyeviki que había sido entrenado para matar, cuyas manos estaban manchadas de sangre.—¿Cómo te atreviste a acostarte con mi hija? —preguntó apuntadole directamente a la frente. —Obligaste a la siguiente líder. —siseó furioso.—Papá, él no me obligó a nada. —intento explicarle. —Por favor, déjame contarte.—¡No necesito saber cómo te