Amber Stone había aprendido a vivir de forma independiente prácticamente. Mucho más inquieta y valiente que su hermana mayor, con un corazón enorme y unas ganas de comerse el mundo que hacían que cualquiera que posase los ojos sobre la niña se diera cuenta del aura y el amor que transmitía consigo misma. No le hacía falta nada, era perfecta. Sus ojos verdes y su pelo caramelo habían sido un regalo de su madre, herencia que compartía con su hermana mayor.
Se encontraba paseando tranquilamente por los pasillos prohibidos, por si fuera poco, de la torre aún más prohibida del monesterio. Sabía que las monjas la matarían y Melanie, su prima, sería la primera. Desde que había llegado a ese frío y nada hospitalario sitio, Melanie había velado por ella. Amber siendo aún ciega sabía que su prima no valía para monja, era hermosa y joven, su lugar definitivamente no era estar encerrada en esas viejas torres sirviendo a viejas cascarrabias y desagradables. Aunque Melanie no era su única amiga. Paseando por aquella zona prohibida estaba escondida su otra amiga, Annabelle.Para los demás niños que estaban ahí era como una leyenda de terror. Pero para Amber era una amiga incondicional. Siempre cantaba una canción. Cantaba como un ángel, un ángel de alas rotas. Nunca habían entablado una conversación lucida o normal pero a Amber no le hizo falta. Simplemente se sentaba en la puerta y le hablaba de su día a día. Annabelle le hablaba como si fuese su bebé, aveces tenía algunas frases lucidas pero rápidamente cuando eso pasaba, volvía a soltar tres locuras seguidas.Ya hacía tiempo que había perdido la esperanza de salir de ese lugar igual que hicieron tanto Annabelle como Melanie. Si algo tenían en común las tres mujeres era que el mundo exterior no necesitaba ni a una ciega, ni a una loca, ni a una mujer sin autoestima.Amber soñaba día si y día también con la vuelta de su hermana mayor. La necesitaba. Siempre la había necesitado. Ariel Stone, la mujer más fuerte que había conocido, su gran heroína.Al llegar a la puerta de la recámara de Annabelle, echó a llorar, sus lágrimas derrapaban con fuerza sobre su rostro. Cualquiera que oyera su llanto, la acompañaría en su tristeza. Annabelle al oír a la pequeña Amber llorar, sintió ganas de abrir la puerta. Pero recordó que era un monstruo y que por eso la tenían encerrada. No se podía permitir el lujo de hacer daño a Amber.—Princesa…¿Qué es lo que te pasa?—preguntó Annabelle angustiada.—Jamás saldré de aquí, jamás tendré una vida normal, jamás seré normal—susurró con rabia Amber mientras metía su cabeza entre sus piernas.—No digas eso, no digas eso por favor… Melanie, tu hermana y yo te queremos mucho, y jamás dejaremos que te pudras aquí. Puedes estar segura de ello—por primera vez en mucho tiempo, Annabelle estaba dejando su locura de lado, estaba teniendo un momento de lucidez. Y no entendía como. Tal vez el amor que sentía por la pequeña Amber le hacia sentirse fuerte tanto que podía combatir sus fantasmas y demonios que la atemorizaban siempre.Amber miró con tristeza la puerta. Rogó al cielo que alguien saliera afuera a abrazarla. Annabelle se mordió el labio inferior dolida por no poder salir a fuera a darle un abrazo. Se sintió horrible, como si con cada lagrima de Amber sintiera su corazón romperse.—¡Amber!—la voz de su hermana mayor la hizo voltearse a verla. Parecía un sueño. Parecía un jodido sueño. Pero era mejor porque era real. Amber antes de si quiera limpiarse las lagrimas corrió donde estaba su hermana mayor. Sonrió entre lágrimas. Miró a Melanie quien estaba al fondo del pasillo sonriendo. Ella era la única que la buscaría aquí.—No tengo mucho tiempo, hermanita, me voy a casar para sacarte de aquí. Es un buen hombre, rico y grande…Al prometerme con él, podré llevarte oficialmente de vuelta a casa.Tanto las hermanas como Melanie se abrazaron de nuevo y salieron juntas hacia la otra gran torre. Que era donde un Logan orgulloso esperaba a las tres muchachas.Ariel ni siquiera se había esperado tal sorpresa. Ese hombre la había tomado desprevenida, algo poco habitual en una mujer que planeaba cada situación y cada paso. Tan solo a Logan Lambros se le ocurriría tal idea. Tan solo alguien tan obstinado, cabezón y decidido como Logan Lambros no descansa hasta sellar sus tratos, ahora entendía su éxito en los negocios. Había aparecido a primera hora de la mañana y en silencio la había llevado donde su hermana. El silencio habló mucho más que cualquier palabra.Sabían perfectamente que el compromiso había sido iniciado. Pronto serían marido y mujer, esposo y esposa. A ninguno le gustaba la idea pero Ariel era capaz de hacer cualquier cosa con tal de poder estrechar a su hermana entre sus brazos y el había demostrado que era capaz de hacer cualquier cosa por acercarse a ella. Aunque a pesar de todo su instinto la alertaba, ningún hombre era trigo limpio. Su lema de vida ahora se había convertido en que siempre seria mejor prevenir que curar en este caso el mal mortal de un corazón roto.—¿Este es tu prometido?—preguntó Amber con el ceño fruncido señalando al gigante rubio que estaba al lado. No lo podía ver pero al tropezar levemente se dio cuenta de que se trataba de un hombre con rasgos definidos y una barba leve, que al menos debía sacarle unos, muchos, centímetros.—Lo sé, no es muy agraciado físicamente ni siquiera se porqué me enamoré de él —contestó ella con diversión mirando de reojo a Logan, este hizo un puchero ofendido.Amber y Melanie rieron a carcajada limpia. Ariel no le diría ni en sueños a su hermana la verdad. No le haría sentirse culpable de una elección que ella solita había tomado. Logan miró sorprendido a Ariel por ese gesto, después de todo esa mocosa tenía sentimientos.—Prima, un placer volver a verte. Pero me temo que me tengo que ir, el deber me llama. Ya vendrá alguien a por Amber—susurró Melanie después de dar de nuevo un fuerte abrazo a su amiga.Logan miró con atención a Ariel. Cada detalle de su cuerpo era jodidamente perfecto. La miró con odio y ella lo miró con asco, sin siquiera darse cuenta estaban a dos palmos de besarse. Tan solo estaban ellos y Amber, una Amber demasiado enfrascada en su felicidad y una Amber ciega como para darse cuenta de que la pasión entre su hermana y ese hombre tan gigante era demasiado latente en ese silencio.—Gracias por todo ahora ya me encargo yo de mi hermana—afirmó ella finalmente rompiendo ese silencio y esa atmósfera, a regañadientes, intentando recuperar su presencia y su carácter, para demostrar que ningún hombre afectaría a Ariel Stone. Le había ardido más en la garganta el decirle gracias que si hubiese tragado lejía o algún veneno letal,—Al fin y al cabo eres mi prometida, lo cual convierte a esta jovencita en mi cuñada, así que es un deber moral para mi cuidar de ambas, futura esposa—sonrió divertido Logan sabiendo que eso sacaría de sus casillas a la morena.Amber tan solo permaneció en medio de ambos con una sonrisa de mejilla a mejilla, contenta con que su hermana hubiese dado una nueva oportunidad al amor.—Estoy contenta por ti hermana, has abierto tu corazón al amor—afirmó Amber,—Sin poder verte físicamente aprecio una buena aura en ti, espero que no me falles ni le falles a mi hermana—añadió la joven mostrándose más seria.Logan miró a la joven muchacha, la cogió de la mano, levantó levemente con la otra su rostro para que se miraran.—Prometo cuidar de tu hermana y de ti, pequeña—esas últimas palabras habían sido sinceras. Hasta Logan le había sorprendido la fuerza y la credibilidad que habían tenido.Tragó saliva intentando recomponerse, Amber asintió orgullosa saltando a darle un abrazo a ese gigante. Poco después la dejo en el suelo pero Amber aún seguía en las nubes por todo lo que estaba sucediendo. Su instinto no le fallaba, esta era la oportunidad de su hermana de ser feliz junto a un hombre que si la amase y ella pudiese am
Amber estaba totalmente confundida no sabía que sentir… Si alegría por volver a casa o tristeza por abandonar aquel sitio.Como siempre, caminaba sola en la zona prohibida, el bosque oscuro, frondoso y tenebroso. Y para su mala suerte, no iba a hacer un buen día. Una tormenta estaba al acecho.Nadie entendía como es que a pesar de su ceguera, Amber, jamás se había perdido. Tal vez por la agudeza de sus sentidos o tal vez por su corazón noble, el caso es que jamás había sufrido ningún daño. Era una exploradora innata.Llegó a un sendero desocupado cerca del río. Se sentó como pudo en la orilla. Los pasos de alguien le hicieron voltearse asustada.Un chico la estaba apuntando con un cuchillo en la garganta. Sentía el filo demasiado cerca. Como acto reflejo levanto las manos en alto.Jack ni siquiera entendía como él y su única familia, habían acabado en Aqueo. Todo había ocurrido muy rápido. Después del asesinato de su madre, la policía vino para llevarse a sus hermanos a un centro de m
—¿Puedo pasar?—preguntó Hunter llamando la puerta. Sin esperar respuesta decidió entrar por los ruidos que estaba escuchando, parecía que se estuviese librando la tercera guerra mundial. Sus ojos se salieron de órbita al ver que su hermano mayor y Ariel peleaban como si fueran dos niños de primaria con los cojines.—¿Buenos días?—respondió él perplejo ante la escena.—Buenos días—afirmó sonriendo Logan para coger a Ariel de la cintura al verla desprevenida. Sintió su piel, su cuerpo, su aroma, podría haber derretido ambos polos con el fuego que con tan solo un roce había iniciado—He ganado—añadió aplastando el rostro de una sorprendida Ariel con un cojín guardado con la mano libre, aunque mirando de reojo a su hermano menor sabiendo que lo último iba más para su estúpido trato que la guerra de almohadas.Hunter sintió la rabia en cada rincón de su cuerpo. Si sus ojos dispararan rayos, su hermano ya estaría muerto y más que chamuscado.—¡Logan!—gritó ella apartándolo de ella asqueada—E
Había echado de menos, muchísimo, a su hermana. Cada oportunidad que tenía de demostrárselo, sería aprovechada hasta el límite. Después de todo, solo se tenían a ellas ahora mismo.Amber miró a Melanie.—Muchas gracias por todo prima. Espero tu dimisión pronto. Ya no pintas nada aquí ahora que me he ido…—afirmó Amber seria.A lo que Melanie la mira con los ojos fuera de órbita ya que un par de monjas cotillas aguardaban en la entrada y ya estaban cuchicheando al verla ahí. Siempre lo hacían.—Amber…—la recriminó Melanie molesta.—¿Qué??…—hizo una pausa Ariel como si no entendiese el problema—¿A caso es una mentira?—prosiguió divertida apoyando a su hermana—Eres joven y bonita. Tu sitio no es este. Tu sitio está fuera. Divirtiéndote, aunque vives en Aqueo—finalizó con una risotada que fue compartida por su hermana.Logan observaba la escena sin entender muy bien la situación. No le gustaba venir a ese monasterio. Se obligó a si mismo a mantenerse cuerdo, ¿a caso era un cobarde que no e
—Si querías escapar de la boda, deberías esperar al menos a estar casados—apuntó con diversión Logan mientras Ariel entreabría los ojos lentamente sin saber muy bien donde se encontraba ni quien le estaba hablando siquiera.— ¿Dónde estoy? — preguntó seria la castaña.— En mi cama. Prepárate hoy mismo es la fiesta de compromiso, hoy por la noche—acotó Logan sin siquiera mirarla.Hacía poco que había salido de la ducha y ahora le estaba dando su ancha espalda mientras buscaba su camisa y la corbata adecuada, a eso le sumamos el pequeño detalle de que se encontraba en bóxer.— ¡Tápate hombre! — gritó asqueada Ariel mientras le tiraba un cojín, aún así no negaría el hecho de que Logan Lambros tenía un cuerpo envidiable. Llamaría al pecado hasta la mujer con más autocontrol. La cosa es que Ariel se dijo hace tiempo que ni el amor ni el sexo era para ella. Todo lo que pasara por estar con otra persona más de la cuenta se le volvió repugnante.— ¿De verdad quieres que lo haga? — susurró div
Amber Stone descansaba aún en la cama de su hermana, se sorprendió al saber que esta la había abonado. Pronto por la fuerza de la luz solar se dio cuenta de que ya era mediodía, decidida a hacer que su hermana obligase a Jack y a los pequeños Bentley a vivir en sus tierras, se puso sus zapatillas y a poco a poco intentó salir de la habitación. En su trayecto se encontró con el ama de llaves que sonrió negando al verla de pie, siempre tan aventurera, pensó Margaret alegre de que las dueñas del lugar estuviesen donde debían.—No sabes cuanto te echamos de menos—suspiró la señora divertida.—Y yo, no sabes cuanto he echado de menos esta casa. Des de que mi tía Patricia me metió en ese lugar he soñado con volver aquí, ver mis caballos, mis gallinas, mis conejos…—respondió Amber reconociendo la voz, ¿y cómo no hacerlo? Si la señora Margaret y Gerardo habían sido su único apoyo en esa casa después de la muerte de sus padres.—Amber, querida… Hoy toca revisión con el médico. Así que no puede
—Brad…—hizo una pausa sobresaltada—¿No sabes llamar?—añadió ignorando el hecho de que su amiga le hubiese cortado.—¿Puedo preguntar a qué se dedica en Nueva York?—preguntó el castaño clavando su mirada profunda en los ojos cristalinos por unas lagrimas de impotencia que amenazaban con salir en los ojos de nuestra protagonista. Volver a Aqueo había destruido la mujer decidida y segura de si misma, ahora tan solo era espectadora de su alrededor.—¿Por qué la pregunta?—Porque yo también he tomado vías erróneas. Se lo que es la mala vida. A veces el dolor de cometer un error, nos empuja a cometer otros errores, muchísimo más graves, ya que algunos son irreparables. —explica el moreno.La verdad es que no todo era negro. Ella tenía una deuda, había tomado las decisiones equivocadas pero tenía su vida en Nueva York, por suerte había tenido unos padres adoptivos que dentro de lo posible hicieron lo que pudieron por encaminarla por el camino adecuado sin prohibirle nada y supliendo esa nece
—Dígale lo guapa que está Melanie con su vestido de los lunes—sonrió ella clavando sus ojos verdes en los ámbar del doctor sabiendo que eso descolocaría a su prima.Melanie miró con los ojos fuera de órbita la situación mientras Robert daba un paso al frente.—Está hermosa—afirmó, mientras Melanie Melbourne sentía sus piernas derretirse ante esa mirada tan atenta, él la había observado como nunca nadie había hecho, o al menos eso es lo que podría jurar Melanie en esos instantes, se sentía tan expuesta sin su clásico hábito. El vestido de los lunes era un vestido de manga larga, que le llegaba hacia las rodillas, de color verde, no es que fuese un vestido de gala, pero había sido un regalo de su padre, así que lo guardaba con mucho amor. Que el joven doctor se hubiese parado a escanearla como nadie había hecho antes, le hizo enfrentarse con la realidad: de cara al mundo ella era una mujer, y todo aquello que esa afirmación conllevaba—Dicho esto, ¿tu no te habías graduado y especializad