El enfrentamiento en la hacienda Stone alcanzó su punto culminante cuando Jerónimo, impulsado por la furia y el resentimiento, se encontró cara a cara con Ariel, Melanie, Hunter y los demás. La tensión en el aire era palpable, y cada mirada contenía la promesa de un conflicto inevitable.—Jerónimo, esto debe detenerse ahora mismo. No permitiré que lastimes a nadie más en esta hacienda —declaró Ariel, su voz resonando con determinación.Jerónimo soltó una risa despectiva, su expresión desafiante.—No puedes detenerme, Ariel. Hay cosas que no entiendes, secretos que saldrán a la luz tarde o temprano.Melanie se mantuvo firme a un lado de Ariel, su presencia una muestra de apoyo inquebrantable. Hunter, aunque lidiando con sus propias batallas internas, se posicionó junto a ellas, listo para enfrentar a su oscuro pasado.El conflicto se desató con una intensidad que sacudió los cimientos de la hacienda. Sin embargo, en medio de la tormenta, Ariel se aferró a su determinación de proteger a
Regresar a Aqueo era como retroceder en el tiempo, incluso un siglo o más. El pueblo seguía gobernado por un señor feudal, no por su linaje real, sino por su poder económico y político, que seguía siendo relevante a pesar de la proclamada república en Grecia.Era dueño de casi todo el país y dirigía desde su imponente y antiguo castillo, sin poner un pie fuera, excepto en sus viajes de negocios. Los Lambros eran conocidos en todo el mundo.Para Ariel, regresar había sido difícil, pero irse había sido aún más complicado. Recordaba a la joven inocente que lloraba por la decepción amorosa de un novio que la abandonó cuando las cosas se volvieron serias. Se llevó la mano a la barriga, recordando lo que podría haber sido un hijo. Pero eso era cosa del pasado. Se obligó a pensar en Nueva York, donde había conocido a una mujer que cambió su vida, enseñándole a ser fuerte y superar a cualquier hombre. Ariel ya no creía en el amor. Ese día no solo perdió su virginidad, sino también su alma y su
La sala quedó sumida en un silencio tenso tras las palabras despectivas de la madre Calloway. Ariel luchaba por contener su indignación, mordiéndose la lengua con fuerza para no responderle de la misma manera. No podía permitirse caer en provocaciones, no frente a alguien que la despreciaba desde el momento en que puso un pie en aquel monasterio. La monja sabía quién era ella, la vergüenza de los Stone.Respiró profundamente, tratando de mantener la calma. Debía encontrar otra manera, una solución que no implicara casarse. La violencia no la llevaría a ninguna parte y sus padres, incluso después de muertos, se encargaban de amargarle la vida. La amargura se apoderó de sus pensamientos, reflejándose en su mirada mientras analizaba la situación. Era una jugada brillante por parte de sus difuntos padres.—Madre Calloway, tengo los recursos y la generosidad para brindarle a mi hermana los mejores cuidados, el amor que necesita en estos momentos difíciles. Puedo ofrecerle una vida normal, a
Como de costumbre, el bar más concurrido y al mismo tiempo más odiado del pueblo estaba lleno de borrachos. Algunos reían histéricamente, al borde de la locura, mientras que otros lloraban en los hombros de las camareras. El bar tenía la peculiaridad de hacer que aquellos que entraban, aunque solo fuera por un momento, olvidaran sus vidas fuera de él.Entre los borrachos que lloraban en la barra, había uno que destacaba por la dolorosa expresión en sus ojos. Con la barba crecida y sed de vodka insaciable, el hombre observaba fijamente el vaso y luego la botella, en un ciclo interminable. Estaba fascinado por ellos, como un artista admirando su obra o un padre mirando a su hijo.Las lágrimas empezaron a resbalar por su rostro, empapando primero sus mejillas y luego su barba. La camarera, ya no tan joven, lo miraba sacudiendo tristemente la cabeza. Parecía que aquel hombre nunca recuperaría el rumbo de su vida. Había dejado de ser el niño mimado de las familias adineradas del pueblo para
—No debería cabalgar por esta zona es peligrosa—la voz ronca de un hombre la hace voltearse sobresaltada.Instintivamente, Ariel alcanza su pistola, y coge precavida las riendas de su caballo, quien se alerta levemente ante ese gesto. Lo relaja con una caricia.Se encontraba en el lago. Había estado observando melancólica, tranquilizada, hipnotizada por la belleza del lugar y de sus dolorosos recuerdos, hasta que ese borracho de casi dos metros le había interrumpido, tenía aspecto sucio y desgastado, tenía moratones en la cara y un par de heridas más, pero lejos de asustarla, le recordaba a alguien como si se conocieran de antes.—Son mis tierras, puedo hacer lo que me venga en gana. Es usted el que no debería estar aquí—aclaró la castaña con media sonrisa al hombre que tenía en frente, quien arqueó una ceja divertido.—Tiene razón. De hecho no sé qué hago aquí… —aclaró el moreno observándola con un brillo en los ojos propio de un enamorado, lo cual era imposible porque dos desconocido
Logan sonrió burlón no se podía creer lo idiota que se volvía su hermano por una mujer. Tampoco era para tanto. Ariel era guapa, pero mujeres guapas habían muchas. Aunque lo que debía reconocer muy a su pesar es que era también inteligente y aunque quisiese aparentar lo contrario era una buena persona. Además la estaba comenzando a odiar porque por su culpa había salido al pueblo, cosa que no había hecho desde lo de su mujer… Y sabía que saldría todas las veces que hiciera falta con tal de convencerla para que le vendiese sus tierras.Entonces en un golpe impulsivo, decidió salir de su escondite y enfrentar a esa joven rebelde. Había surgido de la nada, simplemente obedeció a ese instinto. Lo cuál era impropio de él. Jamás se había visto actuando de forma tan imprudente pero ahí estaba. Había obedecido simplemente como si no tuviera ningún poder sobre sus actos.—Oiga, Ariel…¿Puedo tutearla?—preguntó Logan sorprendiéndose a si mismo pidiendo permiso para tutear, cuando era él a quién
De nuevo solos en el salón el silencio se hizo latente entre los hermanos.—¿Sabes… Hermanito que no me cuesta nada decirle sobre tu identidad a Ariel y notificarle a mamá sobre tus planes de convertirte en su caniche personal?—Logan clava sus grandes y azules ojos en los castaños de su hermano.Éste le mira con la mandíbula desencajada, parecía que realmente Logan buscase una paliza. Y no dudaría en complacerlo si no se callaba esa maldita boca de inútil.—Y a mi no me cuesta nada decirle a Ariel sobre lo que estás planeando…—le respondió el menor intentando tranquilizarse finalmente.Porqué sencillamente lo sabía…Sabía que no ganaría nada liándose a golpes contra su hermano a pesar de que tuviese ganas de hacerlo. Además de las heridas abiertas que tenía por la pelea de bar, podrían reabrirse de forma fácil y eso iba a salirle caro, más preguntas y ataques por parte de su familia. Bastaba y era suficiente el apoyo de Robert salvándole el culo como siempre.—Touché. ¿Entonces tenemos
Amber Stone había aprendido a vivir de forma independiente prácticamente. Mucho más inquieta y valiente que su hermana mayor, con un corazón enorme y unas ganas de comerse el mundo que hacían que cualquiera que posase los ojos sobre la niña se diera cuenta del aura y el amor que transmitía consigo misma. No le hacía falta nada, era perfecta. Sus ojos verdes y su pelo caramelo habían sido un regalo de su madre, herencia que compartía con su hermana mayor.Se encontraba paseando tranquilamente por los pasillos prohibidos, por si fuera poco, de la torre aún más prohibida del monesterio. Sabía que las monjas la matarían y Melanie, su prima, sería la primera. Desde que había llegado a ese frío y nada hospitalario sitio, Melanie había velado por ella. Amber siendo aún ciega sabía que su prima no valía para monja, era hermosa y joven, su lugar definitivamente no era estar encerrada en esas viejas torres sirviendo a viejas cascarrabias y desagradables. Aunque Melanie no era su única amiga. Pa