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—Te he estado buscando todo el día…—susurró Hunter de mala manera—No puedo creerme que la monja sea la mujer de la cuál no puedo evitar parar de pensar.

No mentía. Se había pasado todo el tiempo en una burbuja, los hombres lo llamaban para que resolviera las distintas problemáticas de la hacienda Stone pero a él poco le importaba todo eso. Parecía en otra orbita, en otro mundo, un mundo dirigido exclusivamente por esa mujer con la que no sabía nada excepto el sabor angelical de sus labios.

Bueno, ahora si que sabía algo.

La había reconocido.

¿Y cómo no? Si no había podido quitarse la olor ni el magnetismo de ese nuevo fetiche que se había apoderado de él des del beso de la fiesta.

—Eres un maleducado, un desconsiderado, no tengo nada que hablar con el perro sucio que dañó a mi prima—le atacó ella deshaciendose de su agarre.

Él la miró ofendido pero eso no provocó ni un minímo de efecto en ella.

—¿Qué me has dicho?—preguntó él ofendido.

—Lo que has oído.

—No te creas que esto es volunt
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