Mientras tanto, en la hacienda Stone, la tensión entre Ariel y Logan aumentaba. La revelación de la llegada de Annabelle, la mujer que creían muerta, provocó una tormenta de emociones en ambos. Logan, dividido entre su pasado y su presente con Ariel, se enfrentaba a una encrucijada.Lo único que tenía claro es que no quería dejarla marchar.—Ariel, necesito que entiendas… —comenzó a decir Logan, pero ella lo interrumpió.—No tienes que explicarme nada, Logan. Tu pasado es tuyo, y yo no tengo derecho a juzgarte por eso. Pero sí tengo derecho a decidir si quiero estar en medio de este caos —respondió Ariel, su voz firme.Logan la miró con tristeza.—Annabelle está aquí, y necesito enfrentar eso. Pero eso no cambia lo que siento por ti.Ariel suspiró, luchando con sus propias emociones.—No sé si puedo seguir adelante con esto, Logan. Tú y yo… es complicado.Logan se acercó, buscando sus ojos.Ariel sentía que no podía mirarle a los ojos, de hacerlo le diría todo aquello que su cobarde
La confesión de Hunter dejó a Ariel sin aliento. La oscuridad de la noche parecía cerrarse a su alrededor, y el peso de la revelación la hizo tambalearse emocionalmente. Jerónimo, el hombre de su pasado, representaba una amenaza constante, y ahora, con la identidad de Brad desvelada, la complejidad de la situación alcanzó nuevas dimensiones.—No puedo seguir con esta mentira, Ariel. Me duele ver cómo te afecta, pero ya no puedo ser el Brad que conociste. —La voz de Hunter resonó con sinceridad, pero también con un dejo de desesperación.Ariel luchó por encontrar las palabras adecuadas. El nudo en su garganta le impedía expresar todo lo que bullía en su interior. La traición, la preocupación y la incertidumbre se entrelazaban, creando un torbellino de emociones.—Jerónimo está en Aqueo, y necesita ser detenido. —Ariel finalmente habló, eligiendo centrarse en la amenaza inminente. —No importa quién seas, Brad o Hunter, todos están en peligro si él sigue libre.Hunter asintió, comprendie
El enfrentamiento en la hacienda Stone alcanzó su punto culminante cuando Jerónimo, impulsado por la furia y el resentimiento, se encontró cara a cara con Ariel, Melanie, Hunter y los demás. La tensión en el aire era palpable, y cada mirada contenía la promesa de un conflicto inevitable.—Jerónimo, esto debe detenerse ahora mismo. No permitiré que lastimes a nadie más en esta hacienda —declaró Ariel, su voz resonando con determinación.Jerónimo soltó una risa despectiva, su expresión desafiante.—No puedes detenerme, Ariel. Hay cosas que no entiendes, secretos que saldrán a la luz tarde o temprano.Melanie se mantuvo firme a un lado de Ariel, su presencia una muestra de apoyo inquebrantable. Hunter, aunque lidiando con sus propias batallas internas, se posicionó junto a ellas, listo para enfrentar a su oscuro pasado.El conflicto se desató con una intensidad que sacudió los cimientos de la hacienda. Sin embargo, en medio de la tormenta, Ariel se aferró a su determinación de proteger a
Regresar a Aqueo era como retroceder en el tiempo, incluso un siglo o más. El pueblo seguía gobernado por un señor feudal, no por su linaje real, sino por su poder económico y político, que seguía siendo relevante a pesar de la proclamada república en Grecia.Era dueño de casi todo el país y dirigía desde su imponente y antiguo castillo, sin poner un pie fuera, excepto en sus viajes de negocios. Los Lambros eran conocidos en todo el mundo.Para Ariel, regresar había sido difícil, pero irse había sido aún más complicado. Recordaba a la joven inocente que lloraba por la decepción amorosa de un novio que la abandonó cuando las cosas se volvieron serias. Se llevó la mano a la barriga, recordando lo que podría haber sido un hijo. Pero eso era cosa del pasado. Se obligó a pensar en Nueva York, donde había conocido a una mujer que cambió su vida, enseñándole a ser fuerte y superar a cualquier hombre. Ariel ya no creía en el amor. Ese día no solo perdió su virginidad, sino también su alma y su
La sala quedó sumida en un silencio tenso tras las palabras despectivas de la madre Calloway. Ariel luchaba por contener su indignación, mordiéndose la lengua con fuerza para no responderle de la misma manera. No podía permitirse caer en provocaciones, no frente a alguien que la despreciaba desde el momento en que puso un pie en aquel monasterio. La monja sabía quién era ella, la vergüenza de los Stone.Respiró profundamente, tratando de mantener la calma. Debía encontrar otra manera, una solución que no implicara casarse. La violencia no la llevaría a ninguna parte y sus padres, incluso después de muertos, se encargaban de amargarle la vida. La amargura se apoderó de sus pensamientos, reflejándose en su mirada mientras analizaba la situación. Era una jugada brillante por parte de sus difuntos padres.—Madre Calloway, tengo los recursos y la generosidad para brindarle a mi hermana los mejores cuidados, el amor que necesita en estos momentos difíciles. Puedo ofrecerle una vida normal, a
Como de costumbre, el bar más concurrido y al mismo tiempo más odiado del pueblo estaba lleno de borrachos. Algunos reían histéricamente, al borde de la locura, mientras que otros lloraban en los hombros de las camareras. El bar tenía la peculiaridad de hacer que aquellos que entraban, aunque solo fuera por un momento, olvidaran sus vidas fuera de él.Entre los borrachos que lloraban en la barra, había uno que destacaba por la dolorosa expresión en sus ojos. Con la barba crecida y sed de vodka insaciable, el hombre observaba fijamente el vaso y luego la botella, en un ciclo interminable. Estaba fascinado por ellos, como un artista admirando su obra o un padre mirando a su hijo.Las lágrimas empezaron a resbalar por su rostro, empapando primero sus mejillas y luego su barba. La camarera, ya no tan joven, lo miraba sacudiendo tristemente la cabeza. Parecía que aquel hombre nunca recuperaría el rumbo de su vida. Había dejado de ser el niño mimado de las familias adineradas del pueblo para
—No debería cabalgar por esta zona es peligrosa—la voz ronca de un hombre la hace voltearse sobresaltada.Instintivamente, Ariel alcanza su pistola, y coge precavida las riendas de su caballo, quien se alerta levemente ante ese gesto. Lo relaja con una caricia.Se encontraba en el lago. Había estado observando melancólica, tranquilizada, hipnotizada por la belleza del lugar y de sus dolorosos recuerdos, hasta que ese borracho de casi dos metros le había interrumpido, tenía aspecto sucio y desgastado, tenía moratones en la cara y un par de heridas más, pero lejos de asustarla, le recordaba a alguien como si se conocieran de antes.—Son mis tierras, puedo hacer lo que me venga en gana. Es usted el que no debería estar aquí—aclaró la castaña con media sonrisa al hombre que tenía en frente, quien arqueó una ceja divertido.—Tiene razón. De hecho no sé qué hago aquí… —aclaró el moreno observándola con un brillo en los ojos propio de un enamorado, lo cual era imposible porque dos desconocido
Logan sonrió burlón no se podía creer lo idiota que se volvía su hermano por una mujer. Tampoco era para tanto. Ariel era guapa, pero mujeres guapas habían muchas. Aunque lo que debía reconocer muy a su pesar es que era también inteligente y aunque quisiese aparentar lo contrario era una buena persona. Además la estaba comenzando a odiar porque por su culpa había salido al pueblo, cosa que no había hecho desde lo de su mujer… Y sabía que saldría todas las veces que hiciera falta con tal de convencerla para que le vendiese sus tierras.Entonces en un golpe impulsivo, decidió salir de su escondite y enfrentar a esa joven rebelde. Había surgido de la nada, simplemente obedeció a ese instinto. Lo cuál era impropio de él. Jamás se había visto actuando de forma tan imprudente pero ahí estaba. Había obedecido simplemente como si no tuviera ningún poder sobre sus actos.—Oiga, Ariel…¿Puedo tutearla?—preguntó Logan sorprendiéndose a si mismo pidiendo permiso para tutear, cuando era él a quién