Amber Stone descansaba aún en la cama de su hermana, se sorprendió al saber que esta la había abonado. Pronto por la fuerza de la luz solar se dio cuenta de que ya era mediodía, decidida a hacer que su hermana obligase a Jack y a los pequeños Bentley a vivir en sus tierras, se puso sus zapatillas y a poco a poco intentó salir de la habitación. En su trayecto se encontró con el ama de llaves que sonrió negando al verla de pie, siempre tan aventurera, pensó Margaret alegre de que las dueñas del lugar estuviesen donde debían.—No sabes cuanto te echamos de menos—suspiró la señora divertida.—Y yo, no sabes cuanto he echado de menos esta casa. Des de que mi tía Patricia me metió en ese lugar he soñado con volver aquí, ver mis caballos, mis gallinas, mis conejos…—respondió Amber reconociendo la voz, ¿y cómo no hacerlo? Si la señora Margaret y Gerardo habían sido su único apoyo en esa casa después de la muerte de sus padres.—Amber, querida… Hoy toca revisión con el médico. Así que no puede
—Brad…—hizo una pausa sobresaltada—¿No sabes llamar?—añadió ignorando el hecho de que su amiga le hubiese cortado.—¿Puedo preguntar a qué se dedica en Nueva York?—preguntó el castaño clavando su mirada profunda en los ojos cristalinos por unas lagrimas de impotencia que amenazaban con salir en los ojos de nuestra protagonista. Volver a Aqueo había destruido la mujer decidida y segura de si misma, ahora tan solo era espectadora de su alrededor.—¿Por qué la pregunta?—Porque yo también he tomado vías erróneas. Se lo que es la mala vida. A veces el dolor de cometer un error, nos empuja a cometer otros errores, muchísimo más graves, ya que algunos son irreparables. —explica el moreno.La verdad es que no todo era negro. Ella tenía una deuda, había tomado las decisiones equivocadas pero tenía su vida en Nueva York, por suerte había tenido unos padres adoptivos que dentro de lo posible hicieron lo que pudieron por encaminarla por el camino adecuado sin prohibirle nada y supliendo esa nece
—Dígale lo guapa que está Melanie con su vestido de los lunes—sonrió ella clavando sus ojos verdes en los ámbar del doctor sabiendo que eso descolocaría a su prima.Melanie miró con los ojos fuera de órbita la situación mientras Robert daba un paso al frente.—Está hermosa—afirmó, mientras Melanie Melbourne sentía sus piernas derretirse ante esa mirada tan atenta, él la había observado como nunca nadie había hecho, o al menos eso es lo que podría jurar Melanie en esos instantes, se sentía tan expuesta sin su clásico hábito. El vestido de los lunes era un vestido de manga larga, que le llegaba hacia las rodillas, de color verde, no es que fuese un vestido de gala, pero había sido un regalo de su padre, así que lo guardaba con mucho amor. Que el joven doctor se hubiese parado a escanearla como nadie había hecho antes, le hizo enfrentarse con la realidad: de cara al mundo ella era una mujer, y todo aquello que esa afirmación conllevaba—Dicho esto, ¿tu no te habías graduado y especializad
Ariel apreció un cierto brillo en los ojos Logan, jamás en los últimos días en los que se habían frecuentado lo había podido notar, esos ojos azules la miraban como si fuese un tesoro, parecía realmente un enamorado observando a su prometida. Aún así no había pasado desapercibido para ella que el rubio hubiese sido bastante maleducado, hostil, con su capataz, aunque ahora que lo pensaba siempre que se encontraba con Alejandro era así.—¿Te he dicho lo hermosa que estás?—Lo mismo digo—habló ella sin camuflar por primera vez unos deseos que creía no tener, sin apartar la mirada de él, observó su barba, se imaginó lo que sería sentirla encima de su piel, recordó sin querer como hacía tan poco tiempo atrás él la había besado, y ella le había respondido mordiéndole, pero juraría sentir en esos instantes unas enormes ganas de probar esos labios de nuevo. Y aunque lo pesara, ese gruñón se había convertido en una tentación para Ariel. Era un hombre digno de admirar.—¿Me concedería un paseo?
Megan Lambros se encontraba en la oscuridad de su recamara, con una copa de vino y unas ganas de matar a Ariel Stone impresionantes. Su hijo en ese mismo instante se estaba comprometiendo con esa maldita mujer. Bufó aire molesta intentando calmarse pero no podía la situación era demasiado para que pudiese gestionarlo. Mandó a que nadie viniese a molestarla, como siempre su marido tampoco vendría esa noche… Eso no hizo más que enfurecerla hasta el punto que cogió la copa de vino y la estampó contra el suelo, sin importarle las consecuencias.Finalmente se llevó las manos a la cabeza desesperada mientras su mirada se pierde en algún punto del destrozo del suelo, vio su reflejo a través de mil pequeños trozos cristales, el vino había manchado toda la alfombra beige, esa que le había costado tanto escoger. Aún así no le importaba, en esos momentos eso era lo última prioridad para Megan.Ella era una madre. Y una madre no puede tolerar ver sufrir a sus hijos. No podía resignarse al hecho d
Ariel apreció un cierto brillo en los ojos Logan, jamás en los últimos días en los que se habían frecuentado lo había podido notar, esos ojos azules la miraban como si fuese un tesoro, parecía realmente un enamorado observando a su prometida. Aún así no había pasado desapercibido para ella que el rubio hubiese sido bastante maleducado, hostil, con su capataz, aunque ahora que lo pensaba siempre que se encontraba con Alejandro era así.—¿Te he dicho lo hermosa que estás?—Lo mismo digo—habló ella sin camuflar por primera vez unos deseos que creía no tener, sin apartar la mirada de él, observó su barba, se imaginó lo que sería sentirla encima de su piel, recordó sin querer como hacía tan poco tiempo atrás él la había besado, y ella le había respondido mordiéndole, pero juraría sentir en esos instantes unas enormes ganas de probar esos labios de nuevo. Y aunque lo pesara, ese gruñón se había convertido en una tentación para Ariel. Era un hombre digno de admirar.—¿Me concedería un paseo?
Pocas veces nos permitimos el lujo de sentir y cuando lo hacemos, preferimos ceñirnos a unos parámetros, a unas limitaciones, a veces por miedo, otras por orgullo y otras simplemente porque no nos enseñaron a amar sin hacer daño. Eso es lo que Ariel y Logan estaban sintiendo, presos de su orgullo. La razón frente a la pasión jamás fue una buena combinación pero ahí estaban. Solos, con la única compañía de algún que otro insecto, el agua, y la brisa.Somos nosotros mismos los carceleros de nuestra propia alma y no hay peor afirmación que esa, se dijo Ariel mientras su mirada se paseaba por aquel lugar que tanto amó.Carceleros, porque las almas que no sienten, no son libres, y las cárceles se inventaron para condenar a esos bastardos del sistema que no producen ni satisfacen, en principio, con sus gestos, el bien común. Justamente como las almas que deciden amar sin esperar nada a cambio, se encuentran presas por no haber buscado una finalidad y una razón lógica de utilidad a sus actos
—Bue…—Logan paró en seco al no encontrarse con nadie a quien abrazar. No había rastro de ella, se había esfumado de la noche a la mañana como si hubiera sido un sueño, un delirio, algo que no había sucedido jamás, no había rastro de Ariel.Hacia tiempo que Logan no compartía cama con nadie y cuando lo hacia desaparecía antes de que él pudiera decirle los buenos días. No es que fuera un romántico pero era un hombre decente.—¿Ariel?—preguntó con molestia buscandola por el lugar como si no entendiera como aquel ángel con quien había compartido una de las mejores noches de su vida hubiese decidido abandonarlo como si no hubiera sucedido nada.Poco después encontró una nota en uno de las mesillas de noches que había en la recamara.—Lo siento, señor Lambros, no soy el tipo de mujeres que uno puede abrazar por las mañanas ni de las que te preparan el desayuno—Poco después arrugó el papel con fuerza e hizo una bola para poco después estamparla contra el suelo con toda la fuerza que sentía