Capítulo 28

Ambos se miraron sorprendidos. Los dos medallones descansaron sobre las palmas de sus manos. Lo único que los diferenciaba era el diseño impreso, pues mientras el de Alimceceg tenía una grulla, el de Tuva Eke llevaba grabada la cabeza de un águila. Algo quedaba claro, sus dueños anteriores habían estado relacionados. 

—¿Nuestras madres se conocían?

—Eso parece.

—Pero, ella nunca me dijo algo referente a la dama Anuska.

Tuva Eke acarició el medallón entre sus manos mientras observaba a Alimceceg a los ojos.

—¿Qué pasó con tu madre? ¿Murió? —interrogó Tuva Eke con voz débil.

Alimceceg asintió sin muchas ganas.

—Sí, murió. Mi padre la encerró, pues decía que ella había perdido la cabeza.

Allí Tuva Eke entendi&oa

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