Tuva Eke se levantó afanadamente y se cubrió la cabeza, como cuando un niño se protege de ser golpeado cuando comete una travesura. Temblaba, y poco a poco empezó a sollozar frente al khan, su padre.
Alimceceg lo miró impresionada. La actuación simplemente era perfecta. ¿Cómo era posible que Tuva Eke fuera el mismo señor Yul que la había engañado?
Volvió a sentir vergüenza, pero no por sentirse idiota, sino por haberlo tratado tan mal, pues después de todo, había hablado pestes de él. Sin embargo, él no parecía sentirse demasiado enojado, al contrario, siempre muy moderado y frío. La parte ambiciosa de Alimceceg se activó. Un hombre de baja atención parecía convertirse en la máxima revelación de la vida de ella.
En los años que llevaba con vida, que eran unos veinte, Alimce
Los cantos de las casamenteras no eran muy alegres, pero eso no le importaba a Alimceceg, pues ella le interesaba únicamente, que al final de toda la ceremonia y los ritos protocolarios, la recompensa estuviera allí esperando. Ella se convertiría en pariente cercana de la tribu Karluk y con eso, saldría del anonimato que tanto la había atormentado en la vida. Ella, Alimceceg Batun ya no sería la señorita más insignificante de su casa. De ahí en adelante, ella sería una señora. Sí, tendría su propio hogar, tendría un esposo… Su ardiente deseo de convertirse en una persona de renombre por fin podría empezarse a cumplir. Alimceceg sabía que el recorrido no iba a ser fácil y que se iba a tener que enfrentar con muchos adversarios que lucharían por el mismo objetivo que ella.Solo había un final: ganar o morir. Un final significaba la victoria y el otro la derrota. Solo el más apto ganaba, porque ni siquiera la fue
Alimceceg despertó sintiéndose relajada. El sueño había sido largo y profundo, muy revitalizador. El sol asomó ligeramente en la habitación mientras ella iba abriendo los ojos.Estando acostada sobre le amplio lecho se dio cuenta de que su vida no podía seguir siendo la misma de antes. Ella no podía ser la Alimceceg que se había dejado intimidar por otros, la niña débil y sin atención de la casa Batun.Pensando en ello, Alimceceg se sentó sobre el lecho y seguido a ello gritó asustada. Dos mujeres jóvenes estaban frente a ella y a un lado de la habitación, Tuva Eke se encontraba sentado esperando que ella se despertara.—¿Qué pasó? —interrogó todavía sobresaltada.&mdash
Alimceceg regresó a la torre rápidamente. Después de hablar con Altai tegim se había sentido mal. Las ganas de recorrer el lugar la abandonaron. Su ánimo decayó y ella supo por qué. Se sintió decepcionada de sí misma, no por haber aceptado la propuesta del tegim, sino por el hecho de haber sopesado la idea de traicionar a Tuva Eke. ¿Por qué se comportaba de esa manera?Cuando llegó a la torre, los ojos le escocían, así que lo único que deseaba era ir a su habitación y llorar hasta el cansancio. Sin embargo, se detuvo tras la puerta medio abierta que conducía a la habitación de su esposo. La empujó ligeramente logrando ver la figura del hombre mientras este hablaba con el señor Yul. Alimceceg no resistió estar afuera, por lo que decidió entrar.—Deberías cerrar la pueta, alguien podría darse cuenta
Aclaración: En el cap anterior Alimceceg se refirió a un chico y una loba de nombre Asena. Les explico, esa es un guiño a la leyenda antigua que contaba la hazaña de un chico, que mediante una loba había conformado el clan de los Ashina.La lluvia seguía cayendo a cataros sobre la vegetación que rodeaba a la torre septentrional, el agua chocaba con fuerza contra los ventanales, haciendo que en el interior se sintiera como el choque de piedras. Alimceceg estaba alojada en su habitación a la vez que veía el correr de las gotas, el sonido ondulante y la oscuridad que repentinamente se iluminaba con los relámpagos.Sentada sobre su tocador, se cepilló el cabello hasta que se le secó por completo. En el espejo de cobre visualizó su figura, sus facciones cinceladas delicadamente, su piel tersa que lucía amarillenta como efecto de la luz del fuego de las antorchas.<
Ambos se miraron sorprendidos. Los dos medallones descansaron sobre las palmas de sus manos. Lo único que los diferenciaba era el diseño impreso, pues mientras el de Alimceceg tenía una grulla, el de Tuva Eke llevaba grabada la cabeza de un águila. Algo quedaba claro, sus dueños anteriores habían estado relacionados.—¿Nuestras madres se conocían?—Eso parece.—Pero, ella nunca me dijo algo referente a la dama Anuska.Tuva Eke acarició el medallón entre sus manos mientras observaba a Alimceceg a los ojos.—¿Qué pasó con tu madre? ¿Murió? —interrogó Tuva Eke con voz débil.Alimceceg asintió sin muchas ganas.—Sí, murió. Mi padre la encerró, pues decía que ella había perdido la cabeza.Allí Tuva Eke entendi&oa
Alimceceg intentó detener la caída de Tuva Eke, pero no lo logró y el señor Yul tampoco. Tuva Eke siguió su camino hasta el suelo y Alimceceg solo pudo llegar a su lado poco después de que él se golpeara la cabeza con la piedra del suelo.—¡Tuva Eke! —gritó mientras los sacudía levemente para ver si reaccionaba. Pero el hombre no lo hizo—. ¡Tuva Eke, despierta!El señor Yul se agachó junto a ella y suavemente alejó a Tuva Eke de los brazos de ella.—¿Qué ocurre? —preguntó exaltada—, ¿qué le pasó, señor Yul?—Señora, hay muchas cosas que usted no sabe de mi amo.—Ahora me he convertido en su esposa, debo saber qué es lo que le pasa.—Señora, su esposo está enfermo de gravedad. Él no es una persona normal, ni podr
Luego de la recuperación de Tuva Eke, Alimceceg se apresuró en organizar todo para el paso que iban a dar. Faltaba un día para la fiesta, y si se hablaba de sus planes de robo, todavía no tenían nada, solo ideas vagas en el aire.Tuva Eke ese día acudió a la habitación de Alimceceg, pues le había prometido que quien comandaría todo el robo del tesoro ancestral sería ella. Alimceceg, se sintió muy halagada por la designación que el tegim le había dado. Y mientras él hablaba cuantas ideas le podía dar para llevar a cabo la labor con éxito, ella solo pensaba en que por fin alguien le daba una tarea de responsabilidad, alguien confiaba en ella.Empezaron desde temprano a calcular la manera en la que alarmarían a todo el campamento del khan Karluk. Sabían también que, cuando eso ocurriera debían estar listos para salir del campam
Alimceceg no supo cómo reaccionar, pues no tenía la menor idea de lo que era la cofradía Kimek. Se quedó de pie, mirando al hombre sin desviar la mirada. Sin embargo, Tuva Eke al parecer sí sabía de qué se hablaba.—¿Qué? —interrogó Alimceceg—. Explíqueme todo, porque no lo estoy comprendiendo.—Los medallones pertenecían a la señora Khorgonzul y a la dama Anuska. Y sí, yo los hice. También, puedo asegurarle que las dueñas eran las líderes de las dos órdenes más poderosas de la cofradía Kimek: la orden de la grulla y la orden del águila.Tuva Eke empezó a respirar aceleradamente. Todas las revelaciones que hacía el orfebre lo dejaban estupefacto. Sintiéndose ridículo por la vestimenta femenina, la arrancó en un solo movimiento.—&iqu