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33. Mañana de esposos
Hermes se dirigió a su armario sacó una camisa azul y bóxer negro. Pero cuando iba a sacar una pantaloneta, oyó el melodioso sonido de la voz de su consorte.

—Así está bien. Pienso que ese atuendo es perfecto para una mañana de esposos —comentó Hariella, conociendo los pequeños detalles que hacían los enamorados.

Hariella se puso la ropa y la camisa le quedaba grande y holgada; así que era perfecto. Sentada en la cama, comenzó a peinarse su cabello rubio, pero se dio cuenta de que Hermes la miraba mientras lo hacía.

—Eres hermosa, mi ángel —dijo Hermes, orgulloso de que esa preciosa mujer fuera su esposa.

—Gracias —contestó Hariella, sonrojada por el halago.

Hermes se puso una pantaloneta gris y suéter casual negro. Ambos llamaron a excusarse de sus trabajos y los dos fueron al baño y se lavaron la cara y los dientes. Hermes tenía varios artículos de higiene de repuesto y le cedió uno a ella. Juguetearon mientras los hacían y cuando terminar fueron a la sala de estar y Hariella se sent
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