31. El final

Hermes tumbó a Hariella sobre la cama, mientras sus bocas se deleitaban con el agradable sabor de sus labios. Agitados por la sesión anterior y porque sería la noche final entre ellos, Hermes quería devolverle el detalle, que ella había tenido en la luna de miel. Así, que con sus manos la acariciaba por cada línea de la ardiente piel de Hariella. Se despegó de su rostro y la miró a los bellos ojos azules y emprendió a descender por el cuerpo de ella, besándole el cuello, se entretuvo y de nuevo en los senos, pasó su lengua por el delgado abdomen, rozándole el ombligo, hasta que llegó a su destino. Estando con la cara frente a la entrepierna de Hariella y con el corazón agitado, le rodeó lo smuslos para ayudarse.

Hariella se aferró a las sábanas y levantó la cabeza para mira Hermes, solo la cálida respiración que él dejaba escapar en su intimidad, la erizaba la piel y la hacía estremecer. Separó más sus piernas para que Hermes pudiera hacerlo de la mejor manera. ¿Vergüenza que Hermes l
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