Capítulo 4

Lucia temblaba por completo, Enrique le dijo cosas horribles y ella solo podía pensar en que él la miró como si fuera una loca, le dio órdenes que siguió sin quejarse y sintió vergüenza de ella, cuando él le dijo que ponerse, fue cuando se dio cuenta de lo inapropiado de la ropa que le prestó Rosalía, solo quería humillarla.

Los ojos se le querían llenar de lágrimas, pero se quedó tranquila mirando la escena en la que por primera vez un hombre estaba sentado a su lado como su pareja, decía que sería su esposo, además lo encontraba bello, sus cabellos dorados y sus ojos grises junto con su barba bien cuidada le daban un porte elegante, caminaba con gracia y se movía como un rey, mientras ella sentía que ni sabía caminar.

—La campaña va bien, aún no quiero anunciar lo del compromiso —dijo su supuesto novio mirando a todos, era un actor excelente, la ignoraba, pero hacía como si la tomara en cuenta, la miraba de reojo y hablaba de ella como si se tuvieran mucha confianza.

—Pero entendí que la prensa sí sabe ya —dijo su padre.

—Saben que tengo novia, no saben quién es, saben que hay planes de boda, quizás, aunque no es nada concreto.

—Entiendo —respondió su padre.

—Lucia debería aprender a vestirse para cuándo la prensa la aceche —dijo Rosalía, Gabriel la miró con reproche y ella alzó un hombro burlona.

—No es mala idea que un estilista la ayude —completó Rosa.

—Sí, eso está pensado y conversado, Lucia está de acuerdo —respondió Enrique sin mirarla.

—Todavía me cuesta entender cómo es que terminaron juntos ustedes, de verdad —insistió Rosalía.

Enrique sonrió y la miró por unos segundos.

—Amor verdadero, no lo entenderías.

—Sí tú lo dices —replicó ella mirando de forma fija y retadora a Lucia.

La cena transcurrió con más conversaciones vacías en las que no quería participar. Hizo lo que él le dijo, cuando le preguntaban algo sobre su relación, lo miraba y él respondía.

—¿No te hará problema su vida de político? —le preguntó la madre de Enrique.

Ella se tensó un poco y sonrió nerviosa.

—No, él político es él, no yo.

Enrique se aclaró la garganta y miró su plato por unos segundos en lo que todo se hizo silencio, su futura suegra alzó una ceja y soltó un suspiro por lo bajo.

—No creo que sea así, serán una pareja política, Lucia —replicó la señora.

—Ella lo sabe, solo que ahora no está preparada para eso, es muy reservada, será como hagamos las cosas, y tiene razón, el que quiso estar en política, fui yo, ella solo me apoya. ¿Cierto? —la interrogó con la mirada, ella afirmó sonriendo.

Cuando la cena terminó, Lucia se sintió agotada y quiso ir a su habitación a descansar, pero Enrique la sostuvo por el brazo y la pegó de su cuerpo mientras le sonreía, su corazón se aceleró, ya que nunca había tenido esa clase de contacto con un hombre antes. Lo miró expectante.

—¿Qué dije de no responder? Hay mucho trabajo que hacer contigo. Será cuando nos casemos —dijo serio mirándola a los ojos.

—Lo siento.

—Está bien, lo has hecho bien. Debí prepararte mejor para esta situación.

—Ya se podrá —respondió tranquila.

—También tengo que besarte, procura no sobresaltarte —dijo y se inclinó sobre ella, sus labios chocaron y Lucia contuvo el aliento, sintió los labios tibios de él sobre los suyos, un beso suave por encima de sus labios, cerró los ojos y los volvió abrir, ignoró las mariposas en su estómago.

Él le sonrió.

—Ya te acostumbrarás, no me aprovecharé de ti en público, descuida. Ni a solas —rio.

La mantuvo abrazada a él por la cintura mientras le explicaba cuáles serían los próximos pasos.

—Me verás poco antes de la boda y después, deberás ensayar con un profesor de oratoria que contraté, alguien se ocupará de tu imagen pública, yo me ocuparé de ti, Lucia. Seremos una gran sociedad. ¿No me joderás verdad? Enamorándote de mí o creyendo que soy tu marido de verdad, nada de celos y no seas un dolor en culo. No lo seas.

Ella pasó saliva y se apartó de él con disimulo.

—Estoy cansada, quiero ir a dormir.

—Ve, mi amor, descansa —dijo y la besó de nuevo en los labios. Ella se giró incómoda y se despidió de todos.

Su cuerpo y sus pensamientos estaban turbados, nunca antes la habían besado, tocado así. Tendría un esposo y debía fingir el resto de su vida, eso significaba que tampoco podría enamorarse de alguien, hacer su vida como le gustaría, no era libre. No lo sería jamás.

Enrique le pareció apuesto, pero algo prepotente y falso, notó las miradas y las risas con Rosalía, si él planeaba ver a otras durante su matrimonio, esperaba que no viera a su hermanastra, sería demasiada humillación para soportar. Su vida estaba a punto de cambiar, no podía arrepentirse de aceptar aquel acuerdo. Solo le quedaba esperar que su vida junto a ese hombre no fuera tormentosa.

Al despertar al día siguiente recordó lo que sería su vida después de casarse con aquel hombre, sería una empleada de por vida, bajó a desayunar y su humor mejoró al ver a Gabriel a la mesa, lo abrazó y besó su mejilla.

—Buenos días, Gabriel.

—Buenos días, Lucia. Hoy te llevo de compras, vamos a buscar ese vestido soñado.

Ella le sonrió, le gustaba la idea de pasar tiempo con él.

—Creí que lo buscaríamos por internet.

—No seas aburrida.

Ella se carcajeó.

—De acuerdo.

Terminaron de desayunar y ella corrió darse una ducha rápida y se puso cualquier cosa, estaría con Gabriel, con él podía sentirse cómoda. Él la tomó de la mano y la condujo hasta su auto, se sintió viva y diferente, de buen humor.

—Me dirás que tienes en mente y haré tus sueños, realidad, preciosa.

—Eres muy bueno, Gabriel.

—Deja que te haga probar un vestido tipo corsé a ver si opinas lo mismo.

Los dos rieron.

En la primera tienda, ella eligió un vestido corte princesa, se lo probó y salió rápidamente para ver la cara de Gabriel, se quedó serio mirándola detenidamente, la miró a los ojos y afirmó.

—Sospecho que cualquier vestido te quedará bien.

Ella se miró al espejo y se sonrojó, nunca se había visto a sí misma tan bonita. Su corazón se aceleró cuando repasó con sus ojos el vestido de novia, fue más consciente de que se casaría, suspiró y pasó saliva, trató de calmarse, pero no pudo, estaba sucediendo, no podía respirar y sentía que iba a morir. Vio a Gabriel correr hacia ella y cayó en sus brazos.

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