Lucia temblaba por completo, Enrique le dijo cosas horribles y ella solo podía pensar en que él la miró como si fuera una loca, le dio órdenes que siguió sin quejarse y sintió vergüenza de ella, cuando él le dijo que ponerse, fue cuando se dio cuenta de lo inapropiado de la ropa que le prestó Rosalía, solo quería humillarla.
Los ojos se le querían llenar de lágrimas, pero se quedó tranquila mirando la escena en la que por primera vez un hombre estaba sentado a su lado como su pareja, decía que sería su esposo, además lo encontraba bello, sus cabellos dorados y sus ojos grises junto con su barba bien cuidada le daban un porte elegante, caminaba con gracia y se movía como un rey, mientras ella sentía que ni sabía caminar.
—La campaña va bien, aún no quiero anunciar lo del compromiso —dijo su supuesto novio mirando a todos, era un actor excelente, la ignoraba, pero hacía como si la tomara en cuenta, la miraba de reojo y hablaba de ella como si se tuvieran mucha confianza.
—Pero entendí que la prensa sí sabe ya —dijo su padre.
—Saben que tengo novia, no saben quién es, saben que hay planes de boda, quizás, aunque no es nada concreto.
—Entiendo —respondió su padre.
—Lucia debería aprender a vestirse para cuándo la prensa la aceche —dijo Rosalía, Gabriel la miró con reproche y ella alzó un hombro burlona.
—No es mala idea que un estilista la ayude —completó Rosa.
—Sí, eso está pensado y conversado, Lucia está de acuerdo —respondió Enrique sin mirarla.
—Todavía me cuesta entender cómo es que terminaron juntos ustedes, de verdad —insistió Rosalía.
Enrique sonrió y la miró por unos segundos.
—Amor verdadero, no lo entenderías.
—Sí tú lo dices —replicó ella mirando de forma fija y retadora a Lucia.
La cena transcurrió con más conversaciones vacías en las que no quería participar. Hizo lo que él le dijo, cuando le preguntaban algo sobre su relación, lo miraba y él respondía.
—¿No te hará problema su vida de político? —le preguntó la madre de Enrique.
Ella se tensó un poco y sonrió nerviosa.
—No, él político es él, no yo.
Enrique se aclaró la garganta y miró su plato por unos segundos en lo que todo se hizo silencio, su futura suegra alzó una ceja y soltó un suspiro por lo bajo.
—No creo que sea así, serán una pareja política, Lucia —replicó la señora.
—Ella lo sabe, solo que ahora no está preparada para eso, es muy reservada, será como hagamos las cosas, y tiene razón, el que quiso estar en política, fui yo, ella solo me apoya. ¿Cierto? —la interrogó con la mirada, ella afirmó sonriendo.
Cuando la cena terminó, Lucia se sintió agotada y quiso ir a su habitación a descansar, pero Enrique la sostuvo por el brazo y la pegó de su cuerpo mientras le sonreía, su corazón se aceleró, ya que nunca había tenido esa clase de contacto con un hombre antes. Lo miró expectante.
—¿Qué dije de no responder? Hay mucho trabajo que hacer contigo. Será cuando nos casemos —dijo serio mirándola a los ojos.
—Lo siento.
—Está bien, lo has hecho bien. Debí prepararte mejor para esta situación.
—Ya se podrá —respondió tranquila.
—También tengo que besarte, procura no sobresaltarte —dijo y se inclinó sobre ella, sus labios chocaron y Lucia contuvo el aliento, sintió los labios tibios de él sobre los suyos, un beso suave por encima de sus labios, cerró los ojos y los volvió abrir, ignoró las mariposas en su estómago.
Él le sonrió.
—Ya te acostumbrarás, no me aprovecharé de ti en público, descuida. Ni a solas —rio.
La mantuvo abrazada a él por la cintura mientras le explicaba cuáles serían los próximos pasos.
—Me verás poco antes de la boda y después, deberás ensayar con un profesor de oratoria que contraté, alguien se ocupará de tu imagen pública, yo me ocuparé de ti, Lucia. Seremos una gran sociedad. ¿No me joderás verdad? Enamorándote de mí o creyendo que soy tu marido de verdad, nada de celos y no seas un dolor en culo. No lo seas.
Ella pasó saliva y se apartó de él con disimulo.
—Estoy cansada, quiero ir a dormir.
—Ve, mi amor, descansa —dijo y la besó de nuevo en los labios. Ella se giró incómoda y se despidió de todos.
Su cuerpo y sus pensamientos estaban turbados, nunca antes la habían besado, tocado así. Tendría un esposo y debía fingir el resto de su vida, eso significaba que tampoco podría enamorarse de alguien, hacer su vida como le gustaría, no era libre. No lo sería jamás.
Enrique le pareció apuesto, pero algo prepotente y falso, notó las miradas y las risas con Rosalía, si él planeaba ver a otras durante su matrimonio, esperaba que no viera a su hermanastra, sería demasiada humillación para soportar. Su vida estaba a punto de cambiar, no podía arrepentirse de aceptar aquel acuerdo. Solo le quedaba esperar que su vida junto a ese hombre no fuera tormentosa.
Al despertar al día siguiente recordó lo que sería su vida después de casarse con aquel hombre, sería una empleada de por vida, bajó a desayunar y su humor mejoró al ver a Gabriel a la mesa, lo abrazó y besó su mejilla.
—Buenos días, Gabriel.
—Buenos días, Lucia. Hoy te llevo de compras, vamos a buscar ese vestido soñado.
Ella le sonrió, le gustaba la idea de pasar tiempo con él.
—Creí que lo buscaríamos por internet.
—No seas aburrida.
Ella se carcajeó.
—De acuerdo.
Terminaron de desayunar y ella corrió darse una ducha rápida y se puso cualquier cosa, estaría con Gabriel, con él podía sentirse cómoda. Él la tomó de la mano y la condujo hasta su auto, se sintió viva y diferente, de buen humor.
—Me dirás que tienes en mente y haré tus sueños, realidad, preciosa.
—Eres muy bueno, Gabriel.
—Deja que te haga probar un vestido tipo corsé a ver si opinas lo mismo.
Los dos rieron.
En la primera tienda, ella eligió un vestido corte princesa, se lo probó y salió rápidamente para ver la cara de Gabriel, se quedó serio mirándola detenidamente, la miró a los ojos y afirmó.
—Sospecho que cualquier vestido te quedará bien.
Ella se miró al espejo y se sonrojó, nunca se había visto a sí misma tan bonita. Su corazón se aceleró cuando repasó con sus ojos el vestido de novia, fue más consciente de que se casaría, suspiró y pasó saliva, trató de calmarse, pero no pudo, estaba sucediendo, no podía respirar y sentía que iba a morir. Vio a Gabriel correr hacia ella y cayó en sus brazos.
Abrió los ojos y vio el rostro angustiado de Gabriel. Este sonrió al verla despertar, aunque no perdió el gesto de preocupado.—¿Te sientes bien?—Sí. —¿Debes ir al médico?—No, solo han sido los nervios. Me voy a casar, al verme en el vestido me vi en la boda con gente mirándome. Fue todo.Él sobó su brazo y besó su mejilla con intensidad, sintió mariposas en el estómago como cuando la besó Enrique.—Debes comer bien, hacerte tus chequeos y bueno, entiendo que estés nerviosa por la boda. Es normal.—No sé si estoy preparada para la prensa. Tengo un poco de miedo —confesó.—¿Lo hablaste con Enrique?Lucia alzó un hombro y suspiró.—Él se va a ocupar, tendré asesores y esas cosas.—Entonces estarás bien, él sabe lo que hace. Estarás muy cuidada y protegida. Solo déjale saber siempre que te causa ansiedad, él te cuidará.Lucia sonrío deseando que fuera cierto, quizás por el bien de su campaña lo haría.—Gracias, Gabriel, por tu apoyo.—Siempre, Luci. Para ti siempre.Sonó su teléfono, n
Dos semanas después. Lucia miraba a Enrique mientras tomaban la comida, él se movía con gracia y sonreía amable a todos a los que se le acercaban, la miraban con curiosidad y ella desviaba la mirada incómoda. Cuando las personas que se habían acercado a él para saludarlo y tomarse fotos se alejaron, él se le quedó mirando con intensidad. —Vaya que hay que hacer mucho trabajo contigo, me gusta un poco que eres como un lienzo en blanco. Ella afirmó avergonzada, sabía que se había comportado como una montuna en la mesa. Batió su cabello y se concentró en la comida. —Tienes lindo rostro —le dijo Enrique sin dejar de mirarla, ella sintió como sus mejillas ardieron y pasó saliva, alzó la mirada para que sus ojos color miel se encontraran con los suyos, él le sonrió con picardía, debió notar el rubor de sus mejillas. —Gracias, supongo. —Con los asesores correctos serás un icono de moda y elegancia en esta ciudad, serás muy distinguida. Elegí bien, aunque sabes, yo no me acordaba de ti,
Como prometió Enrique al día siguiente la pasó a recoger personalmente para llevarla a la fundación, Lucia se detuvo frente al espejo, maquillo sus ojos y labios, se colocó polvo y arregló su cabello como le habían enseñado, se puso una camisa blanca de mangas largas y pantalones de mezclilla, se puso zapatos de tacón blanco, bajó las escaleras de la casa y sintió nervios ante la imagen que comenzaba a proyectar, era ella, pero más sofisticada, su cabello suelto tenía más vida y brillaba como nunca.Enrique la esperaba en la sala, se levantó del sofá al verla, no había nadie más por lo que los besos de apariencias no eran requeridos. Ella le sonrió mientras él se limitó a asentir, caminó hacia la puerta con decisión, y se detuvo para que ella pasara.Caminó a su lado y vio el auto que los esperaba. Un par de hombres esperaban sosteniendo la puerta para ellos, se subieron y cerraron la puerta, el chofer se puso en marcha y el par de hombres se subieron a otro auto.—¿Sabes manejar? —p
Lucia no dejaba de mirar la hora y el teléfono, esperaba que Enrique le escribiera, pues no tenía como irse, no acordó con él como hacerlo, no tenía dinero, no sabía pedir un taxi y no conocía las rutas de la ciudad, se odió por torpe y pensó como último recurso llamar a su padre.Experimentó el nerviosismo de no saber qué hacer cuando llegara la hora de salida. Se sintió torpe y desvalida y no era más que su culpa por no comportarse como una adulta funcional, entonces sonó su teléfono, era Enrique.—Paso por ti en quince minutos —dijo.—Perfecto, gracias —respondió aliviada y feliz de que su problema se solucionara. Él no la dejaría allí después de todo, era como su pequeño proyecto y seguramente querría verificar con ella como le fue en el día.Se preparó para esperarlo y cuando fue la hora le llegó un mensaje donde le indicaba que estaba afuera esperándola. Ella se subió al auto y cuando sus miradas se encontraron supo que aún él parecía preocupado por algo.—¿Cómo te fue? —preguntó
Tocaron a su puerta, Lucia seguía echada sobre su cama, sosteniendo su estómago y manteniéndose con los ojos cerrados por el dolor tan intenso que sentía. Estaba nerviosa, sabía que eran los nervios. Se levantó con dificultad y abrió la puerta, su padre, Rosa y Rosalía la miraba con caras de asombro.—Te ves horrible —dijo su madrastra.—Esto no hay como arreglarlo ni con cien mascarillas, estás pálida, ojerosa, no es que seas bonita, pero te ves demasiado fea para casarte con un hombre como Enrique —dijo Rosalía mientras se cruzaba de brazos.Su padre negó reprobando su apariencia.—Pasé la noche vomitando, es que…—No te justifiques, hija, hoy es la cena previa a la boda, el ensayo, la prensa estará hoy, mírate, la cara hinchada, tampoco has cumplido con tus deberes, Enrique está decepcionado —Explicó su padre.Lucia se dio la vuelta por si las lágrimas la traicionaban, ella se decepcionó primero de él, además, sí estaba hinchada y ojerosa porque desde aquella conversación con su pro
Enrique quedó gratamente sorprendido con la apariencia de Lucia, se veía sencilla, pero elegante, muy bonita y la vez sensual, la miró de reojo, ella iba seria y bastante retraída, hacía días que no la veía o sabía de ella, pues se internó su casa y solo iba a trabajar y de regreso a su casa. Supuso que tenía que ver con el adelanto de la boda, debió ponerse nerviosa y él entendía la situación, aunque esperaba que pronto todo volviera a la normalidad.Como pensó, el anuncio de su boda lo disparó en las encuestas, dejando atrás a su contrincante más cercano, nadie en la ciudad e incluso el país hablaba de otra cosa que no fuera sobre la boda de Enrique Marino Aristegui y su discreta y misteriosa prometida.—Todo marcha bien, Lucia —dijo para buscarle conversación a la chica que, aunque no era de mucha conversación, había logrado abrirse con él.—Así vi en el correo, me llegaron los resultados de las encuestas —respondió ella con parquedad sin mirarlo.—Fue buena idea adelantar la boda,
Lucia miró hacia los lados con incomodidad, no quería que la vieran persiguiendo a su futuro marido tras bastidores, esperaba con ansias a que la puerta se abriera.—Voy enseguida —respondió.Ella suspiró y cerró los ojos.«Claro que está encerrado allí con la rubia».Se abrió la puerta y ella sintió como su corazón se aceleró, alzó el mentón y contuvo el aliento, él la miró a los ojos al salir, se veía imperturbable como era siempre, la rubia se adelantó con ademán exagerado mientras mantenía una sonrisa irónica en la cara, se acomodó la ropa, sacudió su cabello y limpió sus labios, Lucia cerró los ojos y desvió la mirada, escuchó como la chica se alejaba sin despedirse.—No es lo que parece —dijo enseguida Enrique con tono seguro.Lucia lo miró a los ojos y aun cuando su cuerpo temblaba, le sostuvo la mirada y se mantuvo entera.—Supongo que es alguna de las chicas con las que te verás de forma muy disimulada para poder mantener esta farsa, está bien, no es mi problema, pero tu famil
Lucia se miraba al espejo mientras las mujeres encima de ella terminaban su maquillaje, se sentía frustrada de no poder hablar con nadie de su situación. Paso toda la mañana recordando la mirada retadora de Enrique, su frialdad por momentos, y lo imponente que se veía, la noche anterior salió como fue planificado, posaron sin parar para las cámaras y para la prensa y entre ellos pareció quedar todo claro, él insistía en dejarle a ella muy declarada la situación: no eran una pareja de verdad.Pero ese era el día de su boda, no podía echarse abajo, recibió los tratamientos de belleza que fueron agendados para ella: pies, manos, spa, masajes, rostro. Su piel se veía más sana y brillante que nunca, así como su cabello y sus labios, el maquillaje que le hacían era profesional. Lucia volvió la cabeza hacia la puerta cuando vio a Gabriel, con un gesto simple le pidió a las mujeres que los dejaran solos un momento.Gabriel pasó a la habitación y se situó detrás de ella, la miró en el espejo mi